Basta con observar la indigencia mental de Donald Trump, Matteo Salvini, los votantes de Ciudadanos o la organización del festival BioRitme para no albergar duda alguna de que procedemos del mono. Sin embargo, hay formaciones que, con su arte vitriólico y pendenciero, aún acentúan más todo eso que todavía nos une a nuestros antecesores simiescos.
Desde hace casi tres décadas, Deiphago se han situado en la punta de lanza de este tipo de bandas. Ordinarios, toscos y viscerales, los filipinos han destripado el black y el death metal para convertirse, quizá junto a Black Witchery y Blasphemy, en la definición perfecta de war metal.
Literalmente, a veces me resulta imposible contener la carcajada ante sus canciones, esos torrentes invertebrados que aniquilan cualquier idea, errónea, por supuesto, de que la música sólo debe perseguir fines mayores, como una humanidad ‘mejor’ ungida de moralidad, ética, puritanismo y lo más peligroso y detestable de todo: dogmático pensamiento único.
En I, The Devil, su quinto álbum, Deiphago vuelven a quedarse bien a gusto en un desparrame palurdo, zafio y altamente ofensivo, repleto de esos típicos solos suyos que disparan notas sin ton ni son y esas composiciones que únicamente buscan ultrajar al oyente, reducirlo a cenizas.
Todos los políticos del planeta. Bolsonaro, Rodrigo Duterte, rumberos, Colau y su policía que apalea manteros. Los podemitas. Progres del tres al cuarto. Salvapatrias, machirulos y mesías. Excrementos pro-vida que gozan viendo a personas ahogándose en el Mediterráneo. Tool. Tontopollas subiendo fotos de sus vacaciones, valientes de red social y gallinistas.
Todos esos fascistas y demás escoria que nos quiere sumisos, condenados a una vida gris, encerrados en un Guantánamo ideal. Capucha opaca, arrodillados y, una tras otra, ‘Neuro-Satanic Circuit’, ‘Deus Alienus’, ‘Anti-Cosmic Trigger’, y ‘I, The Devil’ por si rechistan. Un sueño húmedo de venganza, violencia gratuita, destrucción y caos.
Como diría Alfred, el mayordomo de Batman, hay hombres que sólo quieren ver arder el mundo.
PAU NAVARRA