Cuando uno lleva tantos años siguiendo y analizando lo que se cuece por debajo del radar en el circuito nacional, rápidamente es capaz de diferenciar entre quienes únicamente se dedican a seguir cánones y modas de determinados estilos y los que solo obedecen a su instinto sin atender a las tendencias del momento.
Desde que echaran a rodar en 2013, Delobos han recorrido un camino propio en el que mirar hacia atrás no era una opción. Con sus dos primeras referencias, Moon Moan y Salt, Flesh, Smoke & The Last Mystical Beings, jugaron con los límites de la música de raíces americana, pervirtiéndola a su antojo. Había pinceladas de grunge, blues, folk y psicodelia que les hacían alejarse de la ruta más obvia en ese campo. Siempre en avance constante, su siguiente paso fue todavía más sorprendente y satisfactorio. Se deshicieron del sonido semiacústico y los textos en inglés para rescatar la electricidad en castellano con un enfoque diferente al que ya habían explorado sus miembros en formaciones como Tenpel y Eliah Domus.
Seguramente sin proponérselo, el cuarteto a medio camino entre Málaga y Madrid se había encontrado finalmente a sí mismo en Prender. Lo que estaba claro para cualquiera que les hubiera seguido durante todos estos años es que no se iban a quedar en el mismo lugar. Así pues, para su cuarto larga duración Delobos han tomado todo lo que habían ganado musicalmente en su anterior disco para doblar la apuesta. Se han arriesgado a asomarse al vacío y lanzarse sin miedo ante lo que pudiera haber. Y ahí han dado con Cabal, una obra que es oro puro.
Depositando nuevamente la confianza en Juan Blas para ponerse a los mandos de la mesa de producción, el combo ha enriquecido su propuesta hasta tal límite que ahora mismo sería complicado encontrarles parentesco con otras formaciones dentro de la escena. La manera tan personal de interpretar el rock y nutrirla de otros elementos externos hace que estemos ante una banda que marca diferencias respecto a las demás, independientemente de cuál sea su éxito o repercusión.
De eso trata precisamente ‘En Venta’, la primera de las muchas puertas que se irán abriendo dentro de este laberinto infinito. Un homenaje a todos aquellos que se dejan guiar por la pasión de la música dentro del underground, sin importar si su relevancia es mayor o menor. No descubro nada a estas alturas, pero la facilidad que tiene Kantz para captar tu atención en apenas un par de líneas y que al mismo tiempo comprendas lo que quiere transmitir es sencillamente asombrosa.
Buen ejemplo de ello es ‘Vuelos’. “Poniendo en orden el rompecabezas. Hasta la fecha me daba pereza”, canta en los primeros versos. Con muy poco ya coloca sobre la mesa el concepto global a tratar a lo largo del álbum: la salud mental. Lo llamativo es que lo haga sobre una base de arreglos electrónicos que te pilla desprevenido al tiempo que sus compañeros van desplegando su sonido característico hasta que quedas irremediablemente atrapado en su red. Es un recurso que repiten más adelante en la atmosférica ‘Carroña’, arrastrándote de nuevo a su merced. Pero no son ni mucho menos sus únicas armas.
Además de temas directos en los que contrastan el brillo (en ‘Iluso’ la labor de Raúl F. Mingorance a las guitarras, con el respaldo que le dan Luis Fuentes y Nacho Romero desde el bajo y la batería respectivamente, es espectacular) y la crudeza (caso de ‘Cautela’ que cuenta con un extenso solo de slide), han abierto todavía más su abanico de influencias. Aunque no resulte tan evidente a primera vista, el hip hop se deja notar en los fraseados de ‘Dr. Manhattan’, cuya letra recurre al personaje del cómic Watchmen como una metáfora para profundizar en temáticas personales. También aparecen otras referencias a la ficción, y más concretamente a Matrix, en ‘Disociar’, convirtiéndose en uno de los cortes estrella del disco, gracias en parte a una intro de aire cinematográfico con unos vientos a cargo de Santiago Rosales. Puede parecer una chaladura, pero creedme de veras que funciona.
Cómo también lo hacen cada una de las colaboraciones vocales que han participado. Empezando por el esperadísimo dueto entre Kantz y Elsa Muñoz de Le Mur en ‘Saturno’. La combinación de dos de las mejores voces del país es pura dinamita. ‘Ex-profeso’ vuelve a dejar claro el enorme dinamismo que guarda el tracklist saltando a una pieza más delicada. La sección de vientos aporta un toque crooner del que saca partido Sydney Gámez de los míticos Sobrinus, plasmando su sensibilidad especial sin renunciar a la fuerza. Y otro vuelco más surge con ‘Lesiones’, dónde aparece Cristina Sánchez de Dreyma para cubrirlo todo de una densidad deliciosamente tenebrosa.
No ha debido ser nada fácil conseguir que todas las piezas del puzzle encajaran teniendo en cuenta la enorme diversidad de sonidos que contiene Cabal, pero Delobos cuentan con la experiencia, el talento y la maestría de su lado para ensamblar semejante rompecabezas y que tenga un sentido unitario dentro de su discurso. Sería una lástima que un disco tan enorme pasara desapercibido para la mayoría, pero sea como sea que acabe resultando, ellos ya han vencido por todo lo alto.
GONZALO PUEBLA