No llegarán al ritmo obsesivo de producción de Ryan Adams o King Gizzard & The Lizard Wizard, pero nadie podrá poner en duda que DeWolff es uno de los grupos más trabajadores de los últimos tiempos.
Sus nueve álbumes de estudio, una dedicación constante a la carretera y la determinación por experimentar nuevas posibilidades tanto en su música como en la forma de hacerla llegar al público, así lo atestiguan. Lo cierto es que habiendo comenzado siendo unos adolescentes, los dieciséis años de trayectoria y experiencia que acumulan les dan una ventaja considerable respecto a otros competidores. Con una media de edad que apenas se sitúa en la treintena, los holandeses se encuentran en el mejor momento de su carrera tanto en lo creativo como en la ejecución sobre el escenario. Su nuevo trabajo, Love, Death & In Between, es la enésima prueba de ello.
Dispuestos a cambiar la dinámica de sus referencias inmediatamente anteriores (Tascam Tapes fue un experimento realizado en una de sus giras grabado en un cuatro pistas, mientras que Wolffpack se llevó a cabo durante el confinamiento), los hermanos Pablo y Luka Van De Poel y el teclista Robin Piso se marcharon el pasado verano hasta una pequeña localidad de la Bretaña francesa junto a un puñado de amigos para registrar en directo sus nuevas canciones. Una celebración de la música que ha acabado resultando en la obra más grande, extensa y ambiciosa que hayan entregado hasta la fecha. En cierto sentido, estamos ante su particular Exile On Main Street.
Con una formación que por momentos suma hasta once músicos (no han reparado en gastos al añadir bajo, percusiones, piano, sección de metales, coristas…), la banda arranca motores con una ‘Night Train’ a la que no tardamos en subirnos a bordo. Si ya por sí solos suenan increíbles, ahora son una versión maximizada de todo lo que nos habían mostrado en el pasado. El riff principal potenciado por los vientos es de los que te hacen levantar de la silla.
Siguen con otro buen single como ‘Heart Stopping Kinda Show’ que se contrapone a ‘Will o’ The Wisp’ y ‘Jackie Go To Sleep’. Aquí echan el freno para meterse en piezas de elegante blues y soul llenas de detalles donde los teclados y los coros ganan protagonismo. Tan solo es un calentamiento previo a los 16 minutos de ‘Rosita’. Como si se tratase una gran opera-rock, DeWolff logran traducir el ambiente festivo del estudio en una epopeya titánica que transita por el rock and roll, se pasea por ritmos de salsa y llega hasta el gospel con el respaldo y la fuerza de una big band. Una empresa que en manos de otros sería un completo desastre, pero que ellos saben manejar con maestría.
Tras semejante número cabría pensar que el resto de álbum es puro relleno o un mero trámite. En absoluto. Ya sea a través de electrizante rock and roll (‘Message For My Baby’, ‘Counterfeit Love’), proto-funk (‘Wontcha Wontcha’), blues humeante (‘Mr. Garbage Man’) o la reconfortante melancolía soul de ‘Gilded (Ruin Of Love)’, se nota que el trío se ha divertido probando y amplificando cada una de las vertientes de su propuesta como nunca antes había podido hacerlo.
Por sacar alguna pega, hubiera agradecido prescindir de un par de cortes para aligerar y concretar mejor todo el conjunto. En cualquier caso, esto no impide que DeWolff vuelvan a contar entre manos con un material de primera para maravillarnos de nuevo en la próxima gira que les traerá a finales de febrero por nuestro país.
GONZALO PUEBLA