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DROPKICK MURPHYS – ‘Okemah Rising’

Se acercan más que nunca a su vertiente folkie.

Aún con Al Barr todavía de excedencia (en febrero del año pasado anunció que abandonaba temporalmente el grupo para poder cuidar de su madre), la maquinaria de Dropkick Murphys no se detiene. Debe ser complicado tener parado de forma indefinida un barco tan grande como el de los bostonianos que sigue girando constantemente. De hecho, este verano volveremos a tenerles por aquí en el Tsunami Festival de Xixón y en el Barna ‘N’ Roll de Barcelona.

Pero no solo su actividad continua en la carretera, sino que la banda ha decidido aprovechar este momento para dar salida a un proyecto como el de versionar el cancionero de toda una leyenda del folk americano como Woody Guthrie. El año pasado ya le rindieron tributo en el recomendable This Machine Still Kills Fascists y por lo visto las sesiones de grabación debieron ser muy prolíficas, ya que solo siete meses después están de vuelta con una nueva entrega.

El planteamiento de Okemah Rising es idéntico al de su predecesor. Despojados de la electricidad y la distorsión, los Murphys se acercan más que nunca a esa vertiente folkie que tanto han ido dejando aflorar con el paso de los años. Es por ello que no sorprende demasiado ver lo cómodos que sienten al adaptar a su lenguaje piezas como ‘I Know How It Feels’, la antifascista ‘Run Hitler Run’ o una ‘Gotta Get To Peekskill’ en la que cuentan con nada menos que el apoyo de los históricos Violent Femmes.

Pero si el imprimir su carácter punk es algo que tienen más que dominado, también se les ve disfrutar cuando bajan el tempo. Ahí es donde sobresalen ‘Rippin Up The Boundry Line’ y la colaboración de Jesse Ahern, la nocturna ‘Hear The Curfew Blowin’ (geniales los arreglos de banjo y armónica) e incluso la nueva adaptación que han realizado para su celebre ‘I’m Shipping Up To Boston’ manteniendo su espíritu tabernero, cerrando así el círculo que abrieron hace casi 20 años. A decir, verdad, todas ellas se disfrutan más en la cercanía de un pub con una pinta de Guinness en la mano que al calor de los focos de un gran estadio.

Habrá que ver hasta cuando serán capaces de aguantar sin grabar nuevas canciones mientras el bueno de Al Barr permanezca ausente, pero aunque estos dos volúmenes de homenaje a Guthrie no dejen de ser una especie de apéndice en su catálogo, al menos han servido para refrescar el sonido de una formación que empieza a estar acostumbrada a lidiar con el sambenito de ser “los AC/DC del punk celta”.

GONZALO PUEBLA