Todos estaremos de acuerdo en que ‘I’m Shipping Up To Boston’ significó un antes y un después dentro de la carrera de Dropkick Murphys. Su inclusión en la banda sonora de Infiltrados, la oscarizada película de Martin Scorsese, les expuso ante un nuevo público y les empujó más allá de las fronteras del punk rock.
Pero habiendo transcurrido más de década y media, y viendo que la banda ha seguido creciendo de forma progresiva desde entonces, se hace evidente que sus méritos no se reducen a un hecho meramente puntual. Y es que la cuadrilla liderada Ken Casey ha sido constante a la hora de currar siguiendo sus ideales de clase obrera hasta convertirse en la máxima referencia cuando se habla de punk mezclado con raíces celtas.
Sin ir más lejos, su nuevo álbum llega apenas año y medio después de la salida de Turn Up The Dial y, curiosamente, al igual que ocurrió con su single más exitoso, toma de nuevo como punto de partida las letras de Woody Guthrie. Con el beneplácito de su hija Nora, los de Boston vuelven a adaptar los textos del cantautor de Oklahoma, aunque cambiando un poco sus propias reglas.
Para empezar, y por primera vez desde su debut Do Or Die de 1998, en This Machine Still Kills Fascists no encontraremos la voz de Al Barr, todavía de excedencia para atender a los cuidados de su madre. Al mismo tiempo, y acompañando el espíritu folk del icono de la canción protesta, no hay ni un ápice de distorsión a lo largo de la media hora que dura el álbum. Por lo cual, nos hallamos ante una versión ligeramente distinta a la que los Murphys nos tienen acostumbrados.
Esto se deja notar en ‘Two 6’s Upside Down’ con una guitarra acústica marcando ese ritmo boom chicka boom tan deudor de Johnny Cash. Una apertura que hubiera encajado de miedo en los American Recordings. También con ‘Talking Jukebox’ y ‘Cadillac, Cadillac’ se adentran en el rockabilly con buenos resultados (inevitable que se te venga a la cabeza el nombre de The Clash en esta última). Y en ‘Ten Times More’ logran evocar el ambiente tabernario que tanto les chifla a base de patear el suelo, dar palmas y meter un sencillo arreglo de armónica.
Sin embargo, poco a poco van recuperando parte de su sonido más reconocible como en la bonita balada ‘Never Git Drunk No More’, interpretada a dúo junto a Nikki Lane. Tiene guasa que, tratándose de una formación que siempre ha invitado a refrescarse el gaznate, la letra hable precisamente de la promesa de un hombre a su amada de dejar la bebida. Igualmente, Evan Felker echa un cable en la working song ‘The Last One’. Y en ‘Where The Trouble Is At’ transmiten su energía punk sin necesidad de recurrir a la corriente eléctrica gracias un saltarín acordeón.
Guardan para el final el que seguramente sea el corte más especial de todo el disco, ya que en ‘Dig A Hole’ podemos escuchar un sampler con la voz del propio Woody Guthrie. Un detalle de lo más acertado, ya que su mensaje antifascista continúa siendo tan válido como necesario a día de hoy.
Al igual que Billy Bragg y Wilco hicieron con los volúmenes de Mermaid Avenue, This Machine Still Kills Facists es un artefacto destinado a los más acérrimos de la banda, pero que sirve igualmente para reivindicar y darle una nueva vida a uno de los autores claves de la canción americana del siglo XX.
GONZALO PUEBLA