Colarse en los puestos número 43 y 65 de las listas alemanas y británicas respectivamente, amén de entrar en el 172 del Billboard estadounidense, podrían parecer a todas luces datos bastante discretos para cualquiera. Pero si hablamos del segundo disco de una banda que es capaz de fusionar elementos del post metal, sludge y progresivo, entonces uno empieza a mostrar cierto interés.
Esos meritorios logros pertenecen a Dvne y el causante de ellos no es otro que Etemen Ænka. Ya en 2017 con su opera prima Asheran llamaron la atención de los más avispados y de Metal Blade, quien se ha prestado a editar el nuevo trabajo de este quinteto de Edimburgo. Y casi sin darse cuenta han acertado de pleno en la diana con el que va a ser una de las obras más elogiadas de este curso en el circuito metálico. Como ya hemos comentado, la propuesta de Dvne no es sencilla de explicar, pero mucho menos de digerir.
Sus laberínticas estructuras te conducen a través de varios pasajes, a ratos llenos de pericia instrumental que rememoran a los mejores Mastodon. En otros, te sumergen en la densidad de gigantes del post metal como Neurosis o Cult Of Luna. Por suerte, la combinación de voces melódicas y guturales, así como de piezas que sirven de transición entre unas canciones y otras, ayudan a oxigenar un álbum que no da tregua en lo que se refiere a intensidad.
‘Enûma Eliš‘ es sin duda un arranque prometedor, pero cuando a continuación aparece la inmensa ‘Towers’ uno se percata de la enorme montaña ante la que se está enfrentando. La compenetración a las voces de los dos guitarristas, Victor Vicart y Daniel Barter, es total para hacer que el dinamismo fluya, así como los teclados de Evelyn May acentuando las partes más atmosféricas.
Por momentos ‘Court OfThe Matriarch’ y ‘Omega Severer’ (atentos a la parte central donde la cantante invitada Lissa Robertson se marca unas líneas que ponen el bello de punta) pueden resultar algo más amables. Aun así, el grupo siempre finaliza bien arriba, inyectando altas dosis de epicidad en cada tramo sin renunciar a la fuerza bruta como también se comprueba en ‘Sì-XIV’. Ya en el tramo final, ‘Mlechha’ y ‘Saturya’ subrayan esa dualidad entre lo progresivo y la contundencia que resumen su razón de ser.
Desde luego Etemen Ænka no es un disco apto para quienes padecen de déficit de atención. Requiere de tiempo y dedicación por parte del oyente. Pero si en cambio eres de los que buscan un reto y eres paciente, entre sus surcos encontrarás la valiosa recompensa que Dvne han guardado para ti.
GONZALO PUEBLA