En algún momento demasiado temprano, el camino del viking metal se torció. Una legión de papanatas que de Bathory entendía lo que yo de física cuántica se adueñó del estilo, empañando su imagen al comportarse y crear como auténticos payasos.
Toda esa fortaleza, espiritualidad y raigambre ancestral se ha visto seriamente dañada desde entonces.
Si vamos un poco más lejos, veremos que un estilo primo hermano como el folk metal ha significado en la música lo que Díaz Ayuso a la decencia y el decoro, pero cuando te enfrentas a un álbum como North Star, o a cualquiera de Enslaved o Moonsorrow, uno se da cuenta de que no todo está perdido dentro de las coordenadas paganas.
Tres años después de su último trabajo, los pioneros Einherjer siguen ahí para demostrar que el viking metal puede ser algo muy serio, oscuro y adulto, y que debería, debe, permanecer mucho más cerca del black que de cualquier maldita horterada power.
Al son de su clásico medio tiempo, las guitarras son las que mandan en su octava obra, aunque esta vez sean más directas, no tan rebuscadas como en otros discos. Ese recurso sólo busca un objetivo: atacar tus cervicales sin miramientos. Los solos son llamativos, y el motor interno del álbum casi podríamos tacharlo de rockero (‘West Coast Groove’, ‘Chasing The Serpent’), porque el ritmillo que se trae North Star atrapa sin que deban pisar el acelerador para mantenerte alerta.
Todo lo argumentado no es nada fácil de conseguir, pero acompañadas de la cruda voz de Frode Glesnes, canciones como ‘The Blood And The Iron’, con ese doble bombo retumbante, la metálica ‘Stars’, la orgullosa ‘Higher Fire’ o ‘Echoes In Blood’ te van a trasladar rápidamente a esa era en la que según qué flota otearas en el horizonte podía significar una muerte segura.
PAU NAVARRA