¿Te imaginas haberte enamorado de la música gracias a un artista y, treinta años después, haber grabado un disco codo a codo con él? Pues ese sueño inalcanzable para el 99,99 % de la población es el que ha hecho realidad Brandi Carlile.
‘Who Believes in Angels?’ es el milagro surgido de una relación cultivada durante años entre la talentosa cantautora de Seattle y el legendario Elton John, tras unas cortas e intensas sesiones de grabación en las que entraron con la única premisa de construir el álbum desde cero, sin ninguna idea preconcebida, en tan solo veinte días. El reto tenía su riesgo, pero con el apoyo del omnipresente Andrew Watt como productor y guitarrista, y de Bernie Taupin —el inseparable letrista de John—, parecía asumible. Más aún teniendo en cuenta que a la fiesta también se sumaron Chad Smith, de los Chili Peppers, a la batería; Josh Klinghoffer a los sintetizadores; y el reputado Pino Palladino al bajo.
Su colorida portada y estética retro ya dan una idea de que el disco es, ante todo, una celebración: de la amistad entre los protagonistas, de la música y, sobre todo, de la carrera del propio John, con unas canciones que evocan algunos de sus éxitos de los 70 y los 80. Ese intento de recuperar al Elton John clásico llegó al extremo de que Watt tomara prestada la batería utilizada en Goodbye Yellow Brick Road (1973), que —ojo al dato— es propiedad del actor Ben Stiller desde que la comprara en una subasta, con el objetivo de conseguir un sonido parecido.
Sin embargo, a pesar de todas las buenas intenciones, hay algo que falla. Temas como ‘Never Too Late’, ‘A Little Light’ o ‘Someone to Belong To’ caen en la ñoñería; la presunta solemnidad de la balada final ‘When This Old World Is Done With Me’, con John a solas con el piano (por lo visto, rompió a llorar en la primera toma), suena como un cliché. Además, el exceso de arreglos y coros provoca que la ampulosidad ahogue la posible magia que pudieran haber sentido en el estudio, y de la que intuimos pequeños destellos en ‘Who Believes in Angels?’ o ‘The River Man’.
Es significativo que las dos primeras canciones —la expansiva y sorprendente ‘The Rose of Laura Nyro’ y la rocanrolera ‘Little Richard’s Bible’— sean homenajes a dos de los mayores ídolos de John. Quizá, inconscientemente o no, era una manera de decirle a Carlile que no se sintiera intimidada, de demostrarle que la admiración que ella pudiera sentir, él también la siente por otros. Aunque la cruda realidad es que, en gran parte, es Carlile —una artista en plenitud— quien salva el proyecto.
JORDI MEYA