La putrefacción que puede originarse tras once años de actividad como banda –o de inactividad, según se mire-, estalla en mil hedores insufribles, tumefactas manchas de tejido orgánico en descomposición.
Creado en una cripta viciada donde nada habita, el ominoso murmullo de JBS se funde con guitarras densas e irrespirables, de forma literal en varios momentos, para que la batería lejana de WJS, muchas veces percusión directamente, dicte el luctuoso paso de esta marcha fúnebre.
El dúo estadounidense lo ha vuelto a hacer, ha echado a andar un cadáver en contra de los dictámenes de Dios, y todo ello para proclamar su muerte. El mix y el master de Justin Stubbs va a quebrarse en cualquier momento, es posible que le resulte maquetero a cualquiera no versado en tan negrísimas artes, sobre todo por el trato enlatado de la batería, pero la realidad es que resulta el toque esencial para que afrontes con entereza el dejar de respirar mientras transita el cuarto álbum de Encoffination.
No te podrás mover del ataúd hasta el tercer tema, una ‘The Keys Of Hell And Death’ que muestra algún tipo de signo vital, pero el pulso seguirá siendo mínimo, casi imperceptible. El fin es inevitable. Y qué mala idea lleva ese teclado sepultado entre estos 43 minutos… Cuando te tragues el molesto acople de ‘Mysterium Fidei’, tómatelo como el sonido que anuncia que tu corazón ha dejado de latir.
Sólo para perturbados que no temen su inminente deceso. Verduzco miasma para decorar tumbas medievales. Música maldita.
PAU NAVARRA
