Hace ya años que las mentes preclaras de Enslaved echaron a volar, situándose en una dimensión espacio-temporal que no podemos atisbar ni comprender. Están fuera de nuestro alcance, ellos van más allá de lo que la evolución ha deparado para el homo sapiens.
Los noruegos podrían seguir saqueando aldeas costeras durante la era vikinga, desplazarse con naves hacia otras galaxias o protagonizar Alguien Voló Sobre El Nido Del Cuco junto a Jack Nicholson a mediados de los 70. El caso es que no importa; hay que postrarse ante Heimdal y dejarse llevar.
Puede que los instantes iniciales de ‘Behind The Mirror’ nos transporten a un drakkar, surcando mareas cristalinas entre hijos de Odín, pero las sonoridades retro no tardan en empezar a gestar un viaje psicodélico multisensorial. Heimdal es probablemente el disco más progresivo de Enslaved, y esto se notará desde la primera canción.
Tampoco es que me haya puesto a contar apariciones como si mi trastorno obsesivo-compulsivo se hubiera salido de madre definitivamente, pero diría que las voces claras del teclista Håkon Vinje están a la par, o incluso le ganan la partida, a las rasgadas del cantante Grutle Kjellson. A diferencia de hace unos años, esto no me ha molestado, porque es tan singular y personal lo que los escandinavos nos deparan aquí que, seguramente, no podía ser de otra forma.
Como demuestran en ‘Congelia’, Ivar Bjørnson y compañía no se han olvidado del black metal, pero claro, se ejecuta a su manera. En ésta siguen navegando, aunque ya no sepamos en qué planeta se encuentran esas aguas bravas. Y es que, como aseveran otras composiciones como ‘Forest Dweller’ o la magnífica ‘Kingdom’, en su nueva obra Enslaved se asemejan más a Oranssi Pazuzu que a otra cosa.
El secreto de la alquimia escandinava de halla en ‘Caravans To The Outer Worlds’, un tema tan descarnado como excéntrico cuyo título parece resumir el álbum, y la propia ‘Heimdal’. Lo extremo se torna estrambótico, las fronteras se diluyen, y al fin, uno se sitúa en otro estadio mental.
Cuesta creer que, en un pasado remoto, esta banda publicara Frost… De todos modos, ¿a quién le importa si estos 48 minutos rebosan tamaña calidad? Música mayúscula, incuestionable dominio instrumental, y no hay que darle más vueltas.
PAU NAVARRA