Como tantos grupos de su generación que a principios de los 2000 lograron entrar en el mainstream, AFI han seguido publicando buenos discos, pero sin conseguir, ni de lejos, el mismo impacto. Una pena, porque como demuestran en Bodies, su llama creativa sigue tan viva como siempre.
Cuando se piensa en grupos que a lo largo de los años han tenido una gran evolución musical, raras veces AFI figura en la lista. Pero a cualquiera que escuchase su debut Answer That And Stay Fashionable (1995) y lo comparase con Bodies (Rise Records), su decimoprimer álbum, que verá la luz el 11 de junio, le costaría creer que se trata de la misma banda.
Las influencias del punk hardcore de sus inicios fueron diluyéndose a lo largo de los años, introduciendo elementos del post punk, el rock gótico, y el pop, hasta que en la actualidad casi costaría ver al grupo formado por Davey Havok (voz), Jade Puget (guitarra), Hunter Burgan (bajo) y Adam Carson (batería) tocando en el Warped Tour, y en cambio no chirriaría verlos tocando con The Smashing Pumpkins, como de hecho hicieron en 2019 durante la gira de su anterior disco homónimo, conocido como The Blood Album.
En el centro de esta evolución ha estado Davey Havok, quien nunca ha ocultado que para él eran tan importantes Black Flag como Depeche Mode. Un hombre al que siempre ha rodeado un halo de misterio, y lleno de sorpresas. La última la descubrimos hace apenas unos días, cuando al final de casi una hora de entrevista, se despidió hablando en español con bastante fluidez.
Hola Davey, un placer hablar contigo de nuevo.
DAVEY HAVOK «Igualmente, aunque disculpa porque tengo unas pintas horribles (risas). Veo cajas a tus espaldas. ¿Estás de mudanza?».
Más o menos.
«Oh, qué pesadilla».
¿Cuándo fue la última vez que hiciste una mudanza?
«Hará cuatro años o así. Fue la definitiva, espero. Aproveché para tirar un montón de cosas. No es que tuviera muchas, pero más de las que pensaba. Tomé conciencia de que no tenía que comprar tanto, pero luego llegó la pandemia y me compré unos cuantos muebles. No tenía ni sofás, ni sillas, lo cual molestaba bastante a la gente cuando venía, así que intenté hacer que mi casa fuera algo más acogedora (risas)«.
¿Guardas mucho vestuario que hayas usado en las giras?
«Guardo un par de trajes de Blaqk Audio que hizo mi amigo Rob para la gira de Material, pero no mucho más. La verdad es que la ropa que uso con AFI en directo acaba destrozada, y la acabo tirando. Intento escoger ropa que sea cómoda y permita la fisicalidad de los conciertos de AFI, pero con Blaqk Audio o Dream Car, sí que puedo jugar un poco más con el vestuario, aunque siempre tienes que tener en cuenta que necesitas un bolsillo o un cinturón para agarrar bien la petaca de los in-ears«.
Obviamente cuando empezasteis actuabas sin ellos. ¿Cómo te cambió a la hora de cantar pasar de escucharte por monitores a usar in-ears?
«Todo el mundo me dijo que notaría un gran alivio a la hora de cantar, pero por desgracia no evitó que me jodiera las cuerdas vocales y hayan tenido que operarme dos veces, lo cual es muy desagradable. Pensaba que usar in-ears me ayudaría a mejorar, pero lo que más me ha servido es aprender técnicas para cantar bien y practicar. La verdad es que los in-ears te ayudan a escucharte mucho mejor, mi problema es que los pongo a un volumen tan alto que me estoy quedando sordo. Una vez, en la mesa se equivocaron en la mezcla, y le enviaron la mía a Jade, y me dijo que no podía creer lo alto que lo tenía. Pero es que necesito sentir la energía de la música para poder cantar con la energía que yo quiero. No puedo tener la música baja porque me siento muy raro. La verdad es que cuando alguna vez que se rompen o dejan de funcionar, me fastidia bastante tener que cantar con los monitores externos; lo único bueno es que puedo escuchar al público, cosa que con los in-ears no pasa, y es algo que echo mucho de menos. Pero prefiero poder cantar mejor y que el público disfrute, que no al revés (risas)«.
Hablemos de Bodies. Me ha gustado mucho el disco, pero me temo que como pasó con Burials y el Blood Album, quizá pase bastante desapercibido. ¿Cómo te sientes haciendo buenos discos y que la gente no los escuche?
«No te voy a mentir, es muy duro, especialmente porque creo que son de lejos nuestros mejores discos. Es difícil aceptar que cuando estás creando tus mejores discos cada vez haya menos gente interesada en ellos. Pero también es un lujo sentir eso, porque significa que antes te escuchaba muchísima gente, y eso algo que muchos artistas nunca han vivido. Así que me consuelo pensando que hay gente que todavía sigue escuchando lo que hacemos. En comparación al pasado es menos gente, pero tienes que seguir apreciándolo. Y también tienes que tener en cuenta que cuando te escuchaban millones de personas en lugar de miles, quizá es porque eran fans pasajeros y no apreciaban tanto lo que hacíamos como los que nos siguen ahora. Para mí era muy evidente incluso en nuestro momento de mayor éxito. Así que hay un cierto equilibrio».
¿Y una mayor libertad?
«No desde un punto de vista creativo, pero sí con cosas que no quiero hacer. Aunque no me malinterpretes, estaría dispuesto a hacerlas (risas). Si me dijeras ‘Davey, ¿te gustaría que cuando salga Bodies lo escuchen millones de personas?’ Te diría que sí. Y si me dijeras, ‘Pero para conseguirlo tendrás que levantarte a las seis de la mañana para tocar para una emisora de radio que te importa una mierda en medio de una gira, y volverás a tener a mucha gente que querrá hacerse fotos contigo como si fueras Mickey Mouse, y que se interesan por ti por ser famoso, y no por tu música’. Te diría, ‘Mmm… ok, te digo que sí igualmente’ (risas). Porque la realidad es que cuando creas algo quieres que llegue al mayor número de gente posible. Pero bueno, creo que al final la gente que de verdad necesite nuestra música, la acabará encontrando».
Y la realidad es que tener más éxito, no significa ser más feliz. Puedes serlo, pero no es una garantía.
«Claro, lo que pasa es que, sea con la música o el arte, la gente identifica éxito con el éxito comercial, y naturalmente es muy satisfactorio llegar a mucha gente, pero como todo en la vida, la felicidad depende de muchos factores: de tu existencia, de tu percepción. Pienso en Alexander McQueen (diseñador inglés que trabajó con Lady Gaga o Björk -ndr.), cuando se suicidó me impactó mucho porque desde fuera parecía un triunfador, aclamado totalmente por su trabajo y con mucho éxito. Y aún así decidió matarse. Por eso para nosotros lo más importante es crear algo que nos llene a nosotros; ése es el éxito. Si además le gusta a alguien, es genial, porque básicamente están validando mi existencia (risas). Pero los números no son tan importantes. Sólo lo son hasta el punto que puedas sobrevivir para poder seguir haciendo arte exclusivamente. De momento, nosotros podemos hacerlo y es un auténtico lujo. Me siento muy mal por grupos más jóvenes a los que les resulta imposible vivir de esto porque es muy difícil monetizar tu música. El dinero nunca me ha motivado, pero si tienes que ganarte la vida en un trabajo que odias, resulta mucho más complicado que tengas tiempo para crear. Nosotros nunca tuvimos que pasar por eso, porque venimos del mundo del punk y éramos felices viviendo en la miseria (risas). Dos años después de empezar AFI decidimos que nos dedicaríamos a esto el resto de nuestras vidas. Fue una decisión muy consciente sabiendo que no tendríamos una vida ‘normal’, que muy probablemente no tendríamos un hogar, una familia, o unos ingresos fijos, pero que a cambio tendríamos un mundo en el que poder crear. Cuando conseguimos poder comer cada día, o comprarnos discos, o tener un sitio donde vivir que no fuera un squad, para nosotros fue un shock, porque no era algo que esperáramos».
¿Cuándo sentiste que eras un artista y no sólo un cantante?
«Uau, ésa es una muy buena pregunta. Nunca me lo he planteado. Si me preguntas cuándo, no sabría decírtelo. Incluso cuando alguien me dice que soy un artista, yo digo que sólo soy un cantante (risas). Pero cuando insisten al final tengo que darles la razón, porque hago más que cantar. Supongo que artista es la única categoría que puede englobar todo lo que hago. Sé que hacemos arte, pero tengo tanto respeto por quienes yo considero artistas, que me cuesta mucho sentirme en ese mismo nivel. También depende de cómo lo definas. Si te refieres a ser un artista profesional, puedo admitir que hago arte y tengo la suerte de que la gente pague por él, y así que ésa es la casilla que marco en los documentos oficiales (risas). Y a nivel cultural, también sé que lo que creo, es algo que conecta con la gente y hace que se sienta menos sola. Pero cuando escucho lo que hacemos o leo lo que escribo no pienso ‘Oh, soy Oscar Wilde, soy Jean Cocteau, soy Albert Camus’ (risas). Es sólo la reacción de la gente lo que me da la evidencia de que soy un artista. Pero tu pregunta es acertada, porque durante muchos años, si alguien me llamaba artista, era algo que rechazaba, y decía ‘No somos artistas, sólo somos una banda’ (risas). Creo que el cambio se produjo cuando pasamos de hacer algo muy visceral, a algo más sutil, emocional e intelectual. Pasamos de hacer la guerra, a hacer arte, pero fue algo gradual. Pasamos de hacer algo explosivo a hacer una explosión de flores (risas). Me has puesto nervioso, Jordi (risas)«.
«Cuando creo algo, que no deja de ser una extensión de mí, y tiene un impacto tan profundo en otra persona, me resulta fascinante»
DAVEY HAVOK
Al menos para mí, el cambio en mi percepción fue con Sing The Sorrow. Creo que en ese disco se pronunció mucho más esa faceta más artística. Demostrasteis una ambición creativa bastante poco común en otros grupos de vuestra escena.
«Muchas gracias, te lo agradezco. Pero la verdad es que esa ambición que escuchaste en este disco ya la teníamos antes, era simplemente que no teníamos los medios para hacerla realidad. Lo dije en muchas entrevistas de la época, Sing The Sorrow era el disco que llevábamos años deseando hacer, pero antes nunca habíamos tenido ni el equipo, ni el estudio, ni los productores para materializarlo, ni los medios para crear el contenido visual que queríamos. En Black Sails In The Sunset y The Art Of Drowning ya aspirábamos a eso. Para mí el cambio de verdad vino con la entrada de Jade Puget en 1988. Eso es lo que marcó la diferencia. Y el fichar por Dreamworks, que era un sello maravilloso, creó las condiciones para que pudiéramos crecer. Es algo en lo que pienso mucho. Todavía lamento que David Geffen se vendiera Dreamworks a mitad de nuestro ciclo. Tuvimos la suerte de trabajar con dos iconos de la música, Mo (Ostin) y Lenny (Waronker), como presidentes. Fueron de las últimas personas de la industria que realmente valoraban la música y no el dinero».
Otro cambio que noté en el disco anterior, y aún más en Bodies es que la distancia entre AFI y Blaqk Audio, el proyecto electrónico que compartes con Jade, en términos musicales, es cada vez más pequeña. ¿Ha sido una decisión consciente?
«Lo que comentas es cierto, pero es algo que tendrías que preguntarle a Jade. Para mí todavía hay una diferencia deliberada entre las dos bandas, pero tiene más que ver con la diferencia de Blaqk Audio respecto a AFI, que de AFI respecto a Blaqk Audio. En Blaqk Audio lo mantenemos todo puramente electrónico, porque sino se convertiría en AFI. Pero los elementos electrónicos en AFI han venido creciendo desde The Art Of Drowning, y como has apuntado, ha llegado a un punto, en cuanto a composición, en las que no hay diferencia. Todas las composiciones salen de Jade y yo, o de Jade solo, pero normalmente cuando componemos para Blaqk Audio, como estamos haciendo ahora mismo, es para Blaqk Audio, y cuando lo hacemos para AFI, es para AFI. Alguna vez hemos escrito una canción para Blaqk Audio, y por algún motivo, acaban siendo una canción de AFI, o al revés. Pero las canciones que van de AFI a Blaqk Audio nunca me gustan, porque en mi cabeza las sigo viendo como canciones de rock (risas). Y por mucho que quitemos los instrumentos y pongamos sintetizadores, para mí sigue sonado a rock».
Una de las canciones de Bodies que para mí podría ser de Blaqk Audio es ‘Dulceria’.
«¿De verdad? Pensaba que ibas a decir ‘Death Of The Party’ que suena más a Depeche Mode o incluso a Fag Gadget. Es interesante que hayas dicho ‘Dulceria’ porque para mí es un tema muy funky, muy de banda».
Ya, pero la melodía y el tono es muy ochentas.
«Bueno, eso puedo verlo. Y sí, es bailable, y sexy… ¿Sabes que Billy Corgan la escribió con nosotros?».
Sí, sí. De hecho quería preguntarte si conocías a Billy antes de que girarais con Smashing Pumpkins en 2019.
«Sí, le conocí hace muchos años a través de Tommy, un amigo mío, el hijo de un juez muy famoso de Chicago, que es amigo de Billy desde niño. Coincidimos en Las Vegas, creo que Billy estaba ahí por un combate, y yo estaba por… quizá Cirque Du Soleil (risas). Los dos estábamos en el mismo hotel, y todo el mundo que me encontraba me preguntaba si estaba con Billy, pero yo no le conocía todavía, y de hecho nunca nos vimos en el hotel. Pero en el avión de vuelta acabamos sentados juntos. Yo me presenté como amigo de Tommy, pero no le dije que tocaba en un grupo ni nada. El caso es que desde hace un tiempo nuestro manager es el mismo de Billy, y empezamos a quedar para cenar juntos, y un día se ofreció a componer con nosotros. Para todos los miembros de AFI, Billy es uno de los mejores compositores de nuestra generación, así que estábamos encantados. Es la primera vez que colaboramos con alguien externo y fue genial. Pero la verdad es que yo apenas hice nada excepto la letra. Básicamente lo hicieron todo entre Billy y Jade. Aunque Billy insistió en que yo estuviera presente, supongo que para escuchar mi voz y para que no me sintiera excluido (risas). Creo que es una gran canción».
Antes has citado a Depeche Mode, y para mí resulta curioso que tantos grupos americanos de rock los tengáis a ellos o a New Order como una influencia tan presente. Es algo que no sucede en Europa.
«Bueno, el impacto de esa invasión británica fue muy fuerte. Pero creo que la diferencia es que en América estos grupos eran vistos como parte de la escena alternativa. Antes de que llegara el rock alternativo, la música más interesante venía del post punk».
Exacto, aquí en los 80 Depeche Mode o The Cure sonaban en la radio y las discotecas. Para el público del rock eran vistos como bandas de pop.
«Ya, aquí además estaba el factor MTV. La gente no recuerda que cuando empezó, ese canal era visto por las discográficas como algo raro, casi una broma, pero tuvo una gran influencia. Yo recuerdo de crío ver vídeos de Tears For Fears, Eurythmics, New Order, The Cure… artistas que acabaron siendo mainstream, pero que a principios de los 80 eran de nicho. Cuando veías sus vídeos al lado de los de Hall & Oates, John Cougar, Toto o Foreigner, esa música era realmente alternativa. Y a fin de cuentas el post punk era punk (risas). Así que a nosotros nos influenció todo eso junto a la escena hardcore de D.C. y L.A.. Como no sabíamos tocar, el punk era el vehículo perfecto para poder expresarnos, pero para nosotros hacer algo que sonara a Depeche Mode, Front 242, Skinny Puppy o Einstürzende Neubauten era una quimera, no teníamos ni idea de cómo hacerlo. En cambio, el punk era algo mucho más tangible».
Siendo straight edge, pero siendo tan fan de la electrónica, ¿nunca has tenido la tentación de drogarte para experimentar lo que siente una gran parte de la gente que te rodea en una sesión o un festival?
«No, más bien lo contrario. La razón por la que me hice straight edge es porque sentía aversión por las drogas. Nunca me parecieron atractivas, ni entendí por qué la gente las tomaba (risas). Cuando he tenido gente drogada a mi alrededor no me ha gustado, y eso no ha cambiado».
¿Pero es porque tienes miedo de perder el control?
«No, es porque el comportamiento de la gente cuando las toma me parece horrible. Cuando era un chaval parecía que tomar drogas y beber fuera obligatorio para pasarlo bien. La gente no entiende que lo puedes pasar bien sin drogas. Pero muy pronto me percaté de lo diferentes que eran las personas cuando iban puestas y cuando no. Y también del peligro de poner veneno en tu cerebro y tu cuerpo. Siempre me ha parecido ridículo ver cómo la gente cuando va borracha no puede ni andar, no pueden ni hablar».
¿Puedo hacerte una pregunta muy personal?
«Dispara. O no te contestaré o te diré toda la verdad (risas)«.
Siempre has sido muy celoso de tu vida privada, y la verdad es que me da igual tu orientación sexual, pero la androginia ha formado parte de tu imagen artística. ¿Crees que te hubieses sentido más cómodo creciendo en el clima actual en el que están cayendo las barreras de género que en los 80?
«Sí, y tanto, creo que sí. Todavía queda mucho camino por recorrer aquí en América, pero es genial que este asunto forme parte del debate, y que la gente hable de ello, y que la comunidad LGTBI+ esté recibiendo más apoyos. Es muy positivo y muy empoderante para mucha gente que vive su género o sexualidad de manera no ortodoxa. Creo que de haber crecido ahora mi experiencia con mi comunidad no hubiera sido tan frontista. Me parece maravilloso que la gente joven tenga más apoyos. En cuanto a mi participación en todo esto, siempre me emociona mucho cuando alguien de esa comunidad me dice que les he dado fuerza, ya fuera por mi manera de presentarme o por cosas que he dicho respecto a como he vivido mi vida. Significa mucho para mí. Cuando creo algo, que no deja de ser una extensión de mí, y tiene un impacto tan profundo en otra persona, me resulta fascinante. Y me ha pasado muchas veces. En los dos últimos años, me ha venido gente a decir que mi existencia les ha dado fuerza para empezar una transición de género. No puedo ni imaginar la lucha emocional que supone nacer en un cuerpo equivocado. Me emociona mucho. La verdad es que no sé cómo habría afectado mi comportamiento si las cosas hubieran sido distintas. Quizá me hubiera presentado de una manera más sutil. Muchas cosas que hago son confrontativas, aunque la gente no lo sepa (risas). No es que quiera escandalizar a nadie, pero crecí apreciando a muchos artistas que utilizaban la imagen y el simbolismo con el fin de forzar debates. Así que si he podido contribuir a ello, ni que fuera de manera inconsciente, me hace muy feliz».
Bueno, llevamos 55 minutos de entrevista. Voy a dejarte descansar.
«(A partir de aquí empieza a hablar en español -ndr.) Muchas gracias. Ha estado muy bien».
Espera, ¿hablas español?
«Un poco, un poco (risas)«.
¿Pero vienes de una familia hispana?
«No, siciliana (risas). Pero no hablo italiano (risas). Pero como sabrás aquí en California hay más mexicanos que ninguna otra comunidad».
Bueno, pues cuando saquéis el próximo disco haremos toda la entrevista en español. Tienes tres años para practicar.
«(Risas) De acuerdo, acepto el reto, aunque ya veremos si seré capaz (risas)«.
JORDI MEYA