Como si fuera un organismo vivo, Amenra ha ido mutando a medida que iba creciendo. Sin embargo, dos décadas  después de su formación, el combo belga mantiene intocable tanto su integridad como su voluntad de ser algo más que una simple banda de metal.

Para encontrar los orígenes de De Doorn, el séptimo álbum de Amenra y primero que lanzan con el sello Relapse Records, tenemos que retroceder a mayo de 2019. Fue entonces cuando la banda fue invitada por el centro artístico Vooruit, de la ciudad belga de Ghent, para participar en una performance junto Toni Kanwa Adikusumah. El escultor de origen indonesio había creado una pieza a partir de un árbol en el que durante dos semanas los vecinos de la ciudad podían depositar en sus agujeros trozos de papel con nombres de seres queridos que habían perdido. El ritual terminó con la quema del árbol en un parque de la ciudad, a la que asistieron 2000 personas, mientras Amenra interpretaba la música que había creado expresamente para el evento.

Unos meses después, en enero de 2020, el grupo volvía a poner música para otro ritual que implicaba también la quema de una escultura. En esta ocasión, una de bronce creada por el artista Johan Tahon para conmemorar los 20 años de la fundación de Amenra. La celebración estuvo rodeada de cierta polémica porque el alcalde de la ciudad francesa de Haullin la calificó de «satánica» e intentó que no se llevara a cabo, pero finalmente todo tiró adelante como estaba previsto.

Lo que no entraba en los planes de Colin H. van Eeckhout (voz), Mathieu J. Vandekerckhove (guitarra), Lennart Bossu (guitarra), Tim De Gieter (bajo) y Bjorn J. Lebon (batería) es que la música que habían creado para esas dos citas acabaría inmortalizada en el nuevo disco del grupo. Pero una vez escuchado todo el material, se dieron cuenta, no sólo de que tenía coherencia, sino que en cierta manera representaba la expresión más genuina de sus intenciones artísticas.

Hace unas semanas teníamos la oportunidad de hablar largo y tendido con Colin sobre la creación del De Doorn, el protagonismo que en él tiene Caro Tanghe de Oathbreaker, y la evolución musical que ha sufrido el grupo desde sus inicios.

Las canciones de De Doorn fueron creadas para dos performances artísticas. ¿Cómo surgió que os lo propusieran? No es muy habitual que bandas de metal sean invitadas a participar en este tipo de espectáculos.
COLIN H. VAN EECKHOUT «Bueno, llevamos en activo 20 años, y en Bélgica y Holanda nuestro público es bastante más diverso que en el resto de países. En nuestra zona hemos logrado salirnos de la escena metal, así que mucha gente distinta nos escucha. Los centros de arte nos conocen y saben lo que hacemos, así que nos tienen en su agenda para participar en este tipo de rituales y ceremonias (risas)«.

¿Cómo de distinto es crear música que será interpretada en este tipo de contexto en lugar de en un concierto al uso?
«Es curioso porque no pensamos en el público que asistirá a estos eventos. Nos centramos en la historia que se pretende contar. En el caso de estos rituales nos dieron una especie de guía de las acciones que iban a ocurrir, y fue algo a lo que nos agarramos. Uno de los eventos era sobre el final de la Primera Guerra Mundial, así que inmediatamente te vienen imágenes de guerra, las viudas, la reconstrucción de la ciudad, y también había un gran fuego en la plaza, la noche… Teníamos total libertad, aunque tuvimos que adaptar un poco la duración de algunos pasajes para que encajaran, y toda esa imaginería te marca, porque normalmente empezamos a componer con un lienzo totalmente blanco. Fue un proceso distinto, porque no estábamos pensando en crear un álbum».

¿Cuándo decidisteis que todo eso sí iba a ser vuestro próximo disco?
«Cuando nos dimos cuenta que a lo largo de los últimos tres años habíamos acumulado una hora de nueva música. Lo escuchamos todo junto y vimos que funcionaba muy bien como un álbum. Es una representación de lo que hemos hechos en estos últimos tres años y quiénes somos; nos gusta esta mezcla de música y arte».

Y hubiera sido una pena que este material no hubiese quedado documentado de alguna manera. 
«Claro, claro. El último ritual fue en octubre de 2019, y luego ya empezamos a grabar en el estudio de nuestro bajista. Pero como te decía, no estábamos pensando en hacer un disco. Normalmente cuando hacemos un disco, nos vamos diez días a un estudio, lejos de casa, pero en esta ocasión todo el proceso fue muy casual e inconsciente. Lo mezclamos y masterizamos en febrero, y se terminó del todo cuando ya había empezado la pandemia, pero en realidad no nos afectó para nada. Lo que sí teníamos claro, una vez terminamos y decidimos editarlo, es que queríamos que saliera durante la pandemia. En la naturaleza de nuestra música está hablar de la soledad, la conexión entre humanos, pasar de la luz a la oscuridad, así que era perfecto para sacarlo ahora».

Aunque no es precisamente un álbum de rollo veraniego…
«(Risas) No, no. Quizá sea un disco ideal para el verano de 2031 (risas)«.

En estos dos rituales, el fuego tenía mucho protagonismo. ¿Por qué crees que a pesar de que vivimos en un mundo muy tecnológico el fuego nos sigue fascinando?
«Creo que el fuego despierta algo primario en los seres humanos. Nos atrae, nos absorbe. Uno puede perderse mirando el fuego. Una gran hoguera con mil personas mirándola en silencio es una experiencia muy potente. En estos tiempos apenas tenemos estos momentos de contemplación. En Bélgica ya no se hacen estas celebraciones del solsticio; sé que en Escandinavia o Austria todavía se hacen, pero aquí no. Fue muy difícil organizarlo por todas las regulaciones que hay. Fue una locura».

Con De Doorn habéis roto la numeración de vuestros discos. ¿Habrá un Mass VII en el futuro o veis este disco como una oportunidad para romper con esa secuencia?
«Es posible que haya otro Mass en el futuro. Los discos Mass estaban marcados por experiencias traumáticas, desde una enfermedad, a la muerte de un familiar, un divorcio… Por desgracia estoy seguro que la vida nos depara algún que otro golpe que acabará en Mass VII. Pero no es que deseemos que ocurra para hacer otro disco (risas). Simplemente las circunstancias serán las que dictarán cuando ocurre».   

En De Doorn cantas por primera vez en tu lengua materna. Me imagino que sabes que en Catalunya tenemos una situación de bilingüismo, y a menudo muchos grupos simplemente por cantar en catalán ya se les supone una determinada actitud política. ¿Ocurre lo mismo en Bélgica con el flamenco?
«No. Digamos que el conflicto entre flamencos y valones es puramente político, pero no entre la gente. Es una lucha entre los gobiernos por conseguir más dinero. Nosotros no tenemos problemas con la parte del país que habla francés, y viceversa. Cantar en flamenco no tiene una intención política, es simplemente una cuestión identitaria».

¿Te supuso un reto escribir los textos en flamenco?
«No, fue más fácil porque mi vocabulario es mucho más rico. Pude profundizar mucho más en el significado, jugar con él, con las rimas… Creo que la calidad de las letras de este disco es mejor, es más refinado. Puedo apañarme bien en inglés, pero no creo llegue a dominarlo tanto como mi lengua materna. Fue refrescante. Después de 20 años de carrera fue como tener una caja con herramientas nuevas».

¿Seguirás haciéndolo a partir de ahora?
«No lo sé. No necesariamente. Sigo escribiendo cosas en inglés, a veces en flamenco… Como las canciones de este disco no estaban pensadas para salir de gira o ser publicadas internacionalmente, sino para un espectáculo concreto en Flandes, las hice en flamenco. Igual si hubiera sabido que íbamos a sacar el disco con Relapse Records me lo hubiera pensado (risas). Ya veremos qué pasa en el futuro».

Caro Tanghe de Oathbreaker tiene bastante protagonismo en el disco e incluso aparece en los créditos junto a vosotros. ¿La habéis fichado como nueva componente de Amenra?
«No, pero la hemos puesto en los créditos del disco junto a nosotros, como si lo fuera, porque forma parte de este disco. No queríamos ponerla en plan invitada porque forma parte del disco igual que nosotros. Igual participa en el siguiente disco, pero no lo sabemos. No hemos compuesto nada nuevo todavía, así que veremos qué rollo lleva el nuevo material».

¿Pero irá con vosotros en la gira del disco?
«Si está disponible, sí. Lo hemos hablado, pero ella vive en Estados Unidos. Así que casi es más fácil que podamos colaborar en la gira americana que en la europea. Estoy seguro que en algún momento coincidiremos. Fue increíble porque Lennart (Bossu) que también tocaba en Oathbreaker compuso la mayoría de este disco, así que pensamos que sería ideal que Caro participara. Lo vimos como algo muy interesante. A mí encanta cuando en un disco hay voces de hombre y mujer, pero no queríamos que mi voz fuera la agresiva, y la suya la voz suave».

Gracias a dios porque lo odio.
«Sí, sí, es lo que hace todo el mundo. Caro es la fuerza suprema en algunas canciones, cuando entra su voz lo destroza todo aún más. Es como tener una arma extra. Fui a Estados Unidos a grabar la voz con ella, y fue genial poder vernos de nuevo».

«El único objetivo que teníamos al principio es que no queríamos sólo ser una banda de música. Queríamos que abarcara más».
COLIN H. VAN EECKHOUT

En el caso de tus voces, asumo que cuando grabas no buscas la afinación perfecta, sino que das más importancia al sentimiento. ¿Cuántas tomas sueles hacer y cómo decides cuál es la que acaba en el disco?
«Es curioso porque grabamos unas cuantas tomas, hasta 20, pero a menudo nos quedamos con la primera, aunque tenga ‘errores’. A veces la imperfección es lo que lo hace que algo sea perfecto. Me gusta grabar solo, con Tim (De Gieter) a los controles, porque sabe engañarme para sacar lo mejor de mí. Me dice que no está grabando y pruebe cosas, pero lo graba todo (risas). Cuando grabas es bueno estar en tu burbuja y no pensar que estás grabando».

Tienes que vivir la canción, no sólo cantarla.
«Sí, sí. Para mí no es una cuestión de técnica, sino de cómo salen las palabras de tu boca. No hay una fórmula, tienes que dar con la emoción adecuada».

¿Memorizas los textos antes de grabarlos o los vas leyendo?
«Normalmente tengo el papel delante de mí, pero en el momento improviso cosas, o cambio ciertas frases de sitio, dependiendo de cómo me siento. Me cuesta mucho memorizar las letras, incluso cuando tengo que salir de gira, en los primeros conciertos, me gusta tener las letras cerca, porque me siento inseguro».

¿Vais a centrar la próxima gira solo en este disco o vais a mezclar el repertorio?
«Lo mezclaremos, aunque artísticamente tendría sentido tocar sólo los temas nuevos. Pero si voy a ver a un grupo, no quiero escuchar sólo su último disco…».

Quieres los hits (risas).
«(Risas) No sé si nosotros tenemos hits, pero sí que hay temas que son clave en nuestra carrera. Así que estoy seguro que tocaremos de todo. No lo hemos hablado, pero empezaremos a tocar e iremos probando qué canciones encajan mejor con otras. Nos cuesta mucho llegar al punto de poder tocar el material más nuevo sin esfuerzo, sin pensar. Todo el mundo tiene miedo de cagarla (risas)«.

Acabo de ver a uno de tus hijos corriendo por atrás. Siendo músico, cuando te dijeron que ibas a tener gemelos pensaste, ‘Oh, mierda’.
«(Risas) No sabía lo que pensar, la verdad, porque era la primera vez. Naturalmente me entró un poco de ansiedad (risas). Pero nuestro batería tiene hijos y ves cómo hacerlo funcionar. En cualquier caso no pensé en quedarme sólo con uno (risas)«.

Quería preguntarte también por vuestra evolución musical. Empezasteis como una banda hardcore, pero os habéis convertido en algo totalmente distinto. Quizá el fondo sea el mismo, pero la manera de presentarlo es casi la opuesta. ¿Cómo fue ese cambio? ¿Descubristeis a Neurosis y de golpe pensasteis ‘queremos hacer esto’ o fue algo más gradual?
«Fue algo gradual, pero hay bandas que nos abrieron los ojos ante nuevas posibilidades de hacer música heavy. Incluso antes de hacer hardcore, a mí me encantaban Tool con Undertow. Los vi en directo en esa época y me alucinaron, pero no pensé, ‘Voy a hacer este tipo de música’. Fue como que plantaron la semilla en mí. Y luego también estaban Converge, que mezclaban hardcore con partes más emocionales. Sus letras eran muy poéticas y emotivas. Y naturalmente con Neurosis descubrimos la fuerza y el poder que este tipo de música podía ejercer en tu vida. La energía que podía darte en un momento duro. Era algo distinto. Todas ellas, y en mi caso otras bandas como 16 Horsepower, son las que nos marcaron el camino. El único objetivo que teníamos al principio es que no queríamos sólo ser una banda de música. Queríamos que abarcara más. ¿Por qué se creó la música en origen? Para unir a la gente. Eso es lo que queríamos, aunque no sabíamos cómo hacerlo. Ahora gracias a los rituales, a trabajar con artistas plásticos, pintores, vemos que todo encaja dentro de un mismo universo».

Conozco algunas personas que viven vuestra música de una manera muy intensa. ¿Alguna vez te supera el efecto que tenéis en la gente?
«Sí, claro. Cuando sacamos Mass III y empezamos a recibir mensajes, y la gente se nos acercaba en los conciertos para charlar, me alucinó descubrir que hubiera gente de fuera de nuestro círculo que sintiera las canciones de la misma manera que lo hacíamos nosotros. Me alucinó. Creo que para un músico el mejor cumplido es que alguien pueda sacar energía de tus canciones. Es una locura».

«Para mí, cada concierto es una oportunidad de enfrentarme a mis demonios» COLIN H. VAN EECKHOUT

El concepto de dolor, físico y emocional, juega un gran papel en vuestra música. ¿Qué papel ha jugado la música de los demás a la hora de gestionar tu propio dolor?
«Uno muy importante. Si estoy triste o deprimido sólo soy capaz de liberar las lágrimas a través de la música. Por ejemplo, Tool sacaron Lateralus el día de mi cumpleaños y en el que mi padre se puso muy enfermo. Coincidió todo. Y para mí ese disco fue como un regalo caído del cielo. Llegas a pensar que han escrito el disco para ti, escuchas cosas que te recuerdan a tu propia historia. Mi conexión con la música es muy fuerte. Y con el arte en general. Pero tengo que decir que hay muy pocas bandas que consigan que piensen que la música, las letras, el arte, los vídeos, son geniales. Es muy raro que eso ocurra. Es a lo que nosotros aspiramos. No digo que lo consigamos, pero queremos que cada ángulo esté cubierto a la perfección. Es lo que nos hace seguir adelante y querer crecer. No hablo de éxito, sino del deseo de crear».

La gente digamos ‘normal’ cuando tenemos una experiencia dolorosa, intentamos asimilarla y luego olvidarnos de ella, sin embargo tú tienes que revivirla cada vez que cantas una canción surgida de ese dolor. ¿Cómo lo llevas?
«Yo lo veo como algo bueno. No hablamos de malas experiencias triviales, ésas las puedes olvidar, sino de experiencias traumáticas: perder a alguien que quieres, cuestionarte tu propia vida, tener depresión… Creo que en estos casos es bueno revivirlas de manera recurrente y aprender a vivir con ellas. Si intentas olvidarlas, te acabaran devorando en algún momento más adelante. Seguramente cuando pienses que lo has superado, es cuando te ataque. Es mejor mirar al demonio a los ojos. Para mí, cada concierto es una oportunidad de enfrentarme a mis demonios. Es intenso y físicamente agotador, porque es una lucha, pero al final, te sientes aliviado y con más fuerza».

¿Qué cosas crees que tendrías que sacrificar para que Amenra fuerais más populares?
«Si quieres ser cabeza de cartel de festivales tienes que escupir fuego o vestir como un payaso, no hay otra. Obviamente es bonito ver que te escucha más gente, y que le sirve de algo positivo, pero para mí lo importante es que la gente saque provecho de esta plataforma, no las entradas que vendamos. Al final, está música no está pensada para ser disfrutada por 10.000 personas en un pabellón. Incluso aunque ahora toquemos en salas más grandes, y nos guste tocar en escenarios grandes con un buen sonido, todavía queremos que la gente tenga la oportunidad de vernos en salas pequeñas. Es ahí donde somos más efectivos, cuando puedes ver el sudor y sientes la música en el estómago. Para nosotros sigue teniendo sentido».

JORDI MEYA