Aunque llegó casi al final, el segundo largo de Ànteros se reveló como uno de los mejores discos de 2020. Pese a su complicada creación, por culpa de la pandemia, …Y En Paz, La Oscuridad ha sentado una base de lo más sólida para que el grupo siga creciendo cuando el mundo vuelva a la normalidad.
Ànteros rompen con el tópico de ‘demasiados gallos en un gallinero’. Pese a que la mayoría de sus componentes vienen, o siguen en activo con otros proyectos que han tenido cierta relevancia en nuestra escena (Toundra, Syberia, Viven, Erroma…), con el consecuente desgaste que acarrea, parece que Víctor García-Tapia (guitarra, teclados), Endika Pikabea (voz, guitarra), Rubén Martínez (voz, guitarra), Mau Barbazza (bajo) y Óscar Caselles (batería) han conseguido un equilibrio y un entendimiento que les permite crear y funcionar sin que ni los egos, ni sus preferencias musicales, ni sus distintos orígenes geográficos hayan sido un obstáculo.
Posiblemente el motivo sea que tienen claro que, primero, nadie les obliga a estar en un grupo, y segundo, que el secreto del éxito no está en llegar a una meta, sino en intentar ser feliz mientras lo intentas. Y desde luego parece que desde su primer EP, Lunas, al primer disco, Cuerpos Celestes, a girar por Europa o actuar en festivales como el Resurrection Fest, Download Madrid o AMFest, a la publicación de …Y En Paz, La Oscuridad (Aloud Music) ellos lo han sido.
Hace unas semanas contactamos con Víctor y Rubén vía Zoom para que nos contaran cómo fue su último parto, su evolución interna, y si sus diferencias, más que un problema, son una virtud.
No tengo muy claro cómo grabasteis el nuevo disco. Fuisteis a Galicia ¿no?
VÍCTOR GARCÍA-TAPIA «Sí, pero no todos (risas). Lo primero que hicimos fue grabar las baterías en Cal Pau. Íbamos a grabar allí con Carlos Santos, pero como primero hubo el confinamiento y luego no permitían viajar de diferentes comunidades autónomas, Carlos no podía venir, y como era la tercera reserva que teníamos en Cal Pau, al final lo hicimos con Jorge Mur, que es nuestro técnico y que ha grabado el último disco de Obsidian Kingdom. Eso fue en junio, cuando en Catalunya ya permitían moverte a otros municipios. Hicimos tres o cuatro días sólo de baterías, y luego en agosto nos fuimos al estudio que Carlos Santos ha montado en Verín, en Orense. Antes lo tenía en Madrid, pero por cuestiones familiares, se mudó a Galicia y ha montado un estudio increíble. Para un grupo de nuestro nivel económico es el que mejores prestaciones tiene. La idea era hacer baterías en Cal Pau, guitarras y bajo con Carlos, y las voces en Barcelona en el estudio de Jorge Mur. Sobre todo para que Rubén y Endika pudieran tener la tranquilidad para descansar la voz y poder dormir en casa, o tomarse un día libre…».
Y se complicó…
VÍCTOR «Sí, por culpa de la pandemia, yo me quedé en Catalunya y grabé las guitarras en el estudio de Jorge haciendo un reamp. Eso consiste en que yo grabo mis líneas de guitarra límpias en Barcelona y luego se vuelven a amplificar en el estudio de Carlos. Una cosa super bizarra. Ahora se lleva mucho, pero yo por mis guitarras no daba un duro. Al menos confiaba que con lo que grabasen Rubén y Endika bien, se podría arreglar en la mezcla».
Claro, porque tú lo escuchas limpio, sin efectos…
VÍCTOR «Eso, escuchas una basura. Es como si te conectas por línea directamente a tu ordenador».
RUBÉN MARTÍNEZ «Le puso un plug-in para darle un poco de amplitud, pero lo que se mandaba era la guitarra limpia. Yo en 2009 ya había oído hablar de los reamps, y en 2013 cuando salió Pelagial de The Ocean, en los documentales veías a Robin Staps grabando guitarras en su portátil y diciendo que ya lo reemplificarían después. Claro, te ahorras un montón de horas de estudio, porque todas las tomas malas las haces en casa. Víctor porque es un hacha del metrónomo, pero yo soy mucho volátil. En casa puedes editar mucho más fácil las tomas sobre la línea limpia porque lo ves todo clarito, y luego en el estudio te puedes dedicar a poner pedales y probar cosas. Todo depende de cómo quieras utilizar el estudio».
VÍCTOR «Yo grabo las maquetas en casa con una tarjeta de sonido y el GarageBand, así que no parecía tan raro. Es un buen sistema, pero claro siempre es mejor poder estar en el estudio».
Pero hacerlo así, para productores o gente que tenga estudios de grabación es casi lanzarte piedras sobre tu propio tejado ¿no?
RUBÉN «Bueno, tienes que saber hacerlo también».
Ya, pero si antes tardabas X días en grabar, ahora vas a tardar X menos lo que ya lleves de casa.
VÍCTOR «Carlos nos contaba que ahora los marrones que tiene es por grupos que han intentado hacer esto en casa y luego le llegan con una cantidad de gigas de mierda y le piden que haga su magia (risas). Todo eso tiene sus límites. Tiene que estar bien hecho, y la batería no puedes hacerla de esa manera. Creo que lo único salvable en reamps es en guitarras y bajos. Y por suerte, nosotros, lo que son voces, arreglos, meter un teclado sabemos cómo hacerlo bien en casa».
Pese a que os ha salido bien, supongo que la gracia de grabar un disco, no sólo es grabarlo en sí, si no tener la experiencia de hacerlo todos juntos en un estudio.
RUBÉN «Lo que pasa es que Victor es la estrella y no quiere venir nunca por nosotros (risas). Es en plan ‘Id vosotros y hace el trabajo hijos de puta’ (risas)«.
VÍCTOR «Este disco ya lo hicimos de forma rara, aparte de por de la pandemia, por la disponibilidad de cada uno. Óscar estaba a tope con Syberia, Endika curra en un bar e iba al revés que el resto en cuanto a horarios… Yo suelo llevar la estructura de un tema que, a medida que vamos ensayando, vamos mirando partes o cambiando, pero esta vez faltaba el bajo, faltaban las guitarras de Rubén y Endika, faltaban las líneas de voz… Así que en lugar de quedar en el local, teníamos una sesión en común y cada uno curraba desde su casa. Para mí estuvo guay, y creo que igual seguiremos así, aunque podamos volver al local, pero tiene un componente caótico. Había sesiones donde había guitarras, pero no había bajo, luego una donde cuenta la leyenda que había una guitarra de Endika… Mau regrabó un montón de bajos porque no le gustaban. Al final, tenerlo tan a mano hace que sea un poco locura. Pero si comparas lo que grabamos nosotros en casa, con lo que se hizo luego en el estudio, suena lamentable (risas)«.
Bueno, el caso es que el disco está gustando mucho. ¿Vosotros también creéis que habéis dado un gran salto cualitativo respecto a Cuerpos Celestes y a Lunas?
VÍCTOR «Yo creo que es circunstancial. Cuando hicimos Lunas, aparte de que no estaba Rubén, no teníamos dinero. En ese punto el grupo era yo comiéndole la cabeza a la gente para que tocasen conmigo, y prometiéndoles que iba a estar bien. Nadie tenía dinero para grabar de forma respetable, y Sergio Picón nos echó el cable, y nos grabó hasta donde sabía grabar en ese momento. Lunas suena guay, es un momento concreto del grupo, pero cuando Cándido (Gálvez) se fue tuvimos la papeleta de seguir sin él. Y claro, para todo el mundo Cándido es Dios Cándido, es poeta, ‘qué letras’, ‘está roto por dentro, mira cómo grita’… Y claro ¿cómo quitas a esa persona y que siga teniendo interés aunque no esté ‘el de Viva Belgrado’? Cuerpos Celestes fue retomar esos temas en los que Cándido no había hecho nada a nivel instrumental, sólo voces y letras. No teníamos tres guitarras reales. Cuando entró Rubén a mitad de Cuerpos Celestes, realmente pudimos hacer tres guitarras en todos los temas. Yo creo que realmente hasta el nuevo disco, Rubén no ha estado cómodo y ha sentido Ànteros como su grupo. Creo que antes se veía como el remplazo».
Rubén, cuenta cómo lo viviste tú.
RUBÉN «Yo recuerdo que cuando Víctor me dijo de entrar en el grupo, me dijo que buscaba a un guitarrista. Y yo yo estaba componiendo un disco con Viven, y tampoco me veía cantando de otra manera. A mí me gustaba tocar la guitarra, y hacer letras y las voces me agobia… Es un poco mi lastre. Cuando entré, ya tenían la mitad de Cuerpos Celestes bastante arreglada; yo sentí que prácticamente sólo pude colaborar en ‘Polaris’ porque el resto de temas ya estaban bastante cerrados. En cambio en este disco he podido colaborar desde el principio, he podido decir lo que me gusta y lo que no, hay temas que han salido con Endika y yo haciendo el mongolo en el local… Para mí ésa es la principal diferencia. He podido estar en el proceso creativo desde el inicio».
Y de hecho, en este disco, tienes bastante protagonismo con las voces. ¿Cómo fue el proceso de integrarte como segundo vocalista?
RUBÉN «En el primer disco pensé que tenía que meter alguna cosita porque Mau me lo pedía. De los originales descarté meter nada, porque ya habíamos quedado que Endika iba a hacer las voces de Cándido, pero en los cinco temas restantes, en ‘Vega’ y ‘Polaris’ tuve alguna idea. Total que estamos en Madrid con Carlos, grabo ‘Polaris’, y todo el mundo me dice que guay, y que probemos la otra. Y Víctor desaparece del estudio, Endika no lo acababa de ver, me dicen ‘Me recuerda A Iván Ferreiro, es un mojón, vamos a pasar’ (risas). Víctor estaba muy traumatizado, en plan ‘No me creo nada, vamos a quitar todas las voces, y lo hacemos instrumental’ (risas)».
Vaya panorama…
RUBÉN «Sí (risas). Pero para este segundo, antes grabamos el single ‘Coventa’, y vimos que la fórmula esta de Alexisonfire, ‘el que grita y el que lo hace bonito’, funcionaba. También ya me sentía más cómodo, y quedé con Endika en mi casa y empezamos a ver las ideas para intentar marcarnos unos conceptos, y marcar cada uno sus partes. Al final yo me comí algunas de las suyas, era un poco caótico, pero en el estudio, vimos todo lo que teníamos y elegimos lo que pegaba mejor. Y al final acabé cantando más de lo que tenía planificado. Y luego están los coritos ‘Disney’ que me encanta meter en todos lados (risas). Al final salió así».
De todos modos Víctor, antes creo que con lo de Cándido has exagerado un poco. No creo que la gente viera Ànteros como la nueva banda de Cándido.
VÍCTOR «No, pero sí había sensación de los grupos de los ex Toundra, Minor Empires, Syberia, luego metían a Krilin y se olvidaban de Viven… Era como un abanico de grupos que tampoco ayudaban a darnos una identidad, aunque sí para que nos prestasen atención. Pero luego veías que cada oyente iba con unas expectativas. Yo soy un ser humano, y me miro los comentarios. Recuerdo que en el foro de Zona Zero, uno decía ‘Cómo se nota la mano de Cándido en las guitarras’. Y yo pensaba ‘Hijo de puta, si no a grabado ni una’ (risas). El otro día lo hablaba con Rubén que es como si dices que has hecho un disco temático, o que tiene un hilo argumental. Imagina que te digo ‘Jordi, he hecho un disco conceptual sobre los colores del arco iris. El primer tema se llama ‘Amarillo’, el segundo ‘Azul’, y el tercero ‘Verde». La gente se va a comer que es un disco conceptual, aunque las canciones no tengan nada que ver unas con otras. Y la gente estaba en ese plan diciendo que tal parte les sonaba a Toundra, o a Erroma… Y fallaban en todo, porque justo esas partes las habían hecho las personas que no estaban en esos grupos».
RUBÉN «Es curioso porque cuando tocas en un grupo que tienen proyectos de los que incluso has sido fan, te pones a componer pensando en lo que haría esa persona. A mí Víctor me ha dicho que ha escrito partes que sabe que me gustaría tocarlas. Y a mí me pasa también, que, cosas que compongo yo, cambian por el contexto en el que estás. Eres tú y el contexto».
«Si fuéramos cinco Rubenes o cinco Víctors o cinco Endikas,
Ànteros no sonaría igual» VÍCTOR GARCÍA-TAPIA
La cuestión es que al final si te mola, te mola, aunque suene a otra cosa.
VÍCTOR «Yo creo que a medida que vas haciendo discos, vas teniendo más autocensura. El cuello de botella se va estrechando más porque muchas ideas ya las has utilizado antes. La suerte de este grupo es que cada uno tiene un rol muy marcado, aunque no sea ni buscado. Yo por ejemplo soy el que desentampona, cuesta muchísimo que alguien traiga ideas, y yo como nadie lo hace, soy yo el que lleva ideas más estructuradas. En cambio, en Toundra ésa no era mi función. Yo hacía más lo que Rubén hace aquí, que es vestir la estructura de una manera atractiva. Ahora estoy en el otro punto, tengo que hacer una base que tenga ritmo y que funcione. Y Rubén y Endika hacen que sea bonita, atractiva, y que tenga sentido. En ese aspecto es muy sencillo».
Pues no lo diría, porque desde fuera diría que tenéis más diferencias que cosas en común.
RUBÉN «También es el challenge que se te presenta. Realmente la música que yo suelo escuchar, no es la que escucha Víctor, ni de lejos. Compartimos algunas influencias, pero hay otras muchas que no. Yo puedo estarme escuchando Led Zeppelin todo el día, o toda la vida, y obviar lo que ha sucedido de 2000 hasta ahora. Salvo que me perderé a Mastodon y me hará muy infeliz (risas). También eso te obliga a crecer. Cuando Víctor me enseña una idea, intento aplicarle toda la mochila que llevo yo, y eso es un desafío como músico».
VÍCTOR «A mí me pasa lo mismo. Yo si me pongo a tocar solo, siempre toco en mayores, nunca en menores, nunca toco ‘triste’, nunca toco medios tonos, pero intento hacerlo para Endika. Endika consigue cambiar el eje tonal totalmente con lo que hace encima de lo que hagamos Rubén y yo, y suena como una idea totalmente nueva. Yo creo que dentro de lo difícil que es que hayamos congeniado, lo guay es que tenemos a cinco personas en un grupo que, dentro de la comprensión, cada uno tira a lo suyo. Si fuéramos cinco Rubenes o cinco Víctors o cinco Endikas, Ànteros no sonaría igual. En realidad cuando hago algo yo solo es asqueroso, no merece la pena. Mola cuando me junto con otras personas, y algo, que yo creo que ni merece la pena enseñar, mole mucho, y me sienta super orgulloso. Cuando estaba en Barcelona, y me mandaron el disco con las guitarras de Endika y Rubén, me puse a dar botes. Flipaba. Estaba super orgulloso de tocar con ellos, los temas, y de estar en el grupo».
Veo que vas super bien de autoestima (risas).
VÍCTOR «No es eso. Soy consciente de las cosas buenas que tengo, pero no creo que tenga nada que decir yo solo».
RUBÉN «Lo que nos ha salvado la autoestima es poder hacer este disco. Nos ha dado moral. Ha sido un año de mierda, en blanco para un montón de grupos, y tener este objetivo, al menos a mí, me ha ayudado a estar con la pilas a tope. Cuando Víctor y Mau dijeron de sacarlo en noviembre, aunque no pudiéramos girar, nadie tuvo ninguna duda. Al final, ninguno tenemos un objetivo económico, así que lo que hemos hecho ya ha superado mis expectativas».
VÍCTOR «Yo creo que a todo el mundo le ha gustado bastante. Y me mola que haya gustado a gente que va más allá de los afines al post metal, rock progresivo o lo que sea. Creo que la gente que la gente ha visto que hemos ampliado el abanico dentro de nuestro estilo. Si estuviese Mau te haría un estudio de mercado completo (risas), pero sé que el vinilo se ha vendido super bien. Yo me quedé muy loco».
Para terminar, antes os decía mi percepción sobre vuestras diferencias musicales. A nivel personal ¿os lleváis mejor de lo que esperabais?
VÍCTOR «Sí, totalmente».
RUBÉN «Si no nos lleváramos bien, no estaríamos tocando juntos. Tenemos canas en los huevos más de uno (risas)«.
VÍCTOR «Yo creo que hemos seguido con el grupo porque somos amigos. No porque hubiera ninguna situación complicada, pero recuerdo hablar con Mau en un punto en el que me surgió la oportunidad de volver a Madrid por trabajo, que es donde está mi familia, y me daba tanta pena dejar la banda aquí, que decidí no hacerlo. Al final, música puedes hacer con mucha gente, pero hacerlo con gente que estás tan a gusto es lo que marca la diferencia. Es como una relación de pareja, tienes que entender y hacerte entender. Ésa es la clave para que un grupo funcione».
JORDI MEYA