Pocos grupos han sabido reactivar su carrera con tanto acierto como At The Gates. Después de dos discos para recupera a su antiguo público y ganarse al nuevo, los suecos han decidido dejarse llevar y publicar el más experimental The Nightmare Of Being.

Al contrario que tantísimos músicos que las han pasado canutas en el último año y medio, Tomas Lindberg ha pasado la pandemia bastante tranquilo gracias a la estabilidad económica que le ha proporcionado su ‘otro’ trabajo. El cantante de At The Gates alterna desde hace diez años su carrera musical con otra como profesor de ciencias sociales en un instituto.

Además Lindberg también ha aprovechado el tiempo alejado de la carretera para crear junto a sus compañeros Martin Larsson (guitarra), Jonas Stålhammar (guitarra), Jonas Björler (bajo) y Adrian Erlandsson (batería), el tercer álbum desde que en 2007 decidieran darle una segunda oportunidad a una de las bandas fundamentales del death metal europeo y baluartes del conocido como ‘Gothenburg sound’.

Como os explicamosThe Nightmare Of Being, publicado por Century Media el pasado 2 de julio, es un álbum en el que más que nunca At The Gates han dejado aflorar todo tipo de influencias que venían absorbiendo desde su adolescencia, desde el jazz, al krautrock, pasando por el progresivo. Un trabajo del que pueden sentirse especialmente orgullosos y que transmita que la banda sigue teniendo buenas ideas a pesar de su longevidad.

De ahí que cuando nos conectamos con Lindberg al otro lado de la pantalla a través de Zoom, le veamos de lo más relajado tomándose una cerveza en su casa. «Acabo de venir de Ikea de comprar unos muebles para mi nuevo apartamento», nos dice.

O sea, que los suecos también compráis en Ikea.
TOMAS LINDBERG «(Risas) Sí, sí, es el rollo old school sueco».

¿Crees que The Nightmare Of Being es el disco más arriesgado que habéis hecho?
«Supongo, pero si miras atrás un disco como The Red In The Sky Is Ours también era arriesgado, aunque por otros motivos. Básicamente era hora de hacer algo distinto. A lo largo de los años hemos interiorizado tanto lo que es At The Gates en nuestro ADN que ahora podemos experimentar. Es más fácil hacerlo cuando tienes una base tan sólida. Al principio no la teníamos, éramos unos adolescentes pretenciosos y detestables… aunque también funcionó (risas)».

Ahora podéis ser unos maduros detestables.
«Sí (risas). Sobre todo es que ahora tenemos la habilidad para hacer todo esto en el contexto de At The Gates. Quizá antes simplemente experimentábamos porque sí, alejándonos de lo que somos».

Empezasteis a trabajar antes de la pandemia. ¿Hubiera sido el mismo disco de no ser por ésta?
«Ya teníamos el concepto, la idea, y algunas maquetas. La pandemia nos proporcionó el tiempo para probar cosas, orquestaciones, distintos arreglos… La grabación se convirtió en nuestra burbuja en la que poder aislarnos de todo».

El disco me ha parecido muy cinematográfico. ¿Era el feeling que queríais conseguir?
«Mucha gente ha utilizado esa palabra para describirlo, y mola mucho. Significa que es un disco amplio, grande… Queríamos hacer un disco oscuro, con muchas capas, progresivo… Hablamos mucho sobre cómo conseguirlo. La secuencia del disco fue muy importante porque es lo que te ayuda a crear la narrativa del disco, así que en ese aspecto sí es como el guión de una película. Cada canción es como una escena».

¿Escribes las letras de antemano o te esperas a tener toda la música para ver que es lo que te sugiere?
«Es un proceso que va en paralelo. Nos retroalimentamos. Yo hablo sobre las emociones que quiero plasmar, y Jonas crea las canciones en base a eso. Pero también puede pasar al revés. Es una colaboración absoluta. No puedes meter un riffaco si quieres hacer una canción melancólica, por ejemplo. Hay que trabajar juntos».

En algunos temas has usado un rollo crooner un poco a lo Nick Cave o Mike Patton. ¿Que te llevó a ello?
«Siempre hemos escuchado mucha música. Para mí en esas canciones era una cuestión rítmica. Si te digo la verdad me inspiré en discos de jazz instrumentales. Pero escucho desde eso, a punk, a progresivo, a krautrock… Por ejemplo para un tema queríamos hacer un rollo repetitivo a lo Neu! o Tangerine Dream. Sobre esa base, una voz death metal no queda bien, la verdad. Pero nunca usaría voces ‘limpias’. Para mí ahí está el límite (risas)«.

Cuesta imaginaros siendo críos escuchando a Tangerine Dream…
«Lo que pasa es que la escena de Göteborg era muy pequeña, siempre lo ha sido. Y a todos a los que nos gustaba la música rara o alternativa salíamos juntos. Así que había mucho intercambio musical. A nosotros nos descubrían cosas de progresivo, y nosotros les descubríamos cosas de metal. De adolescentes escuchábamos a King Crimson o Joy Division porque nos los descubrieron, y nos parecía interesante porque era distinto a lo que hacíamos nosotros, pero no era algo comercial».

Ampliar tus miras es lo que te permite evolucionar. 
«Sí, pero creo que tampoco hay que cruzar todas las barreras de golpe. Creo que tienes que ir acompañando a la gente. Si Entombed hubieran sacado Left Hand Path y Wolverine Blues seguidos hubiera sido demasiado radical, pero hicieron una transición entre medio muy buena».

«Sobre todo queríamos ofrecer al oyente algo con muchas capas,
un mundo al que poder escapar» TOMAS LINDBERG

¿Es éste el disco más caro que habéis grabado? Al menos suena como tal…
«No lo sé (risas). No me ocupo del rollo económico. Pero la gente que grabó las orquestaciones son amigos o parientes de amigos, así que no es como si hubiéramos contratado a la Filarmónica de Praga. Era gente cercana y que tenían cierto interés en trabajar con nosotros. De la pasta no tengo ni idea, pero lo grabamos en cuatro estudios distintos, así que podría ser el más caro. Como mínimo suena caro (risas). Pero sobre todo queríamos ofrecer al oyente algo con muchas capas, un mundo al que poder escapar, sobre todo en tiempos de Coronavirus. Hay canciones que son más para escuchar con auriculares en casa que para tocar en directo, aunque es posible que en la gira nos atrevamos con algunas de las canciones más extravagantes. Habrá que ver si podemos llevar al saxofonista de gira (risas)«.

Molaría que tocaseis el disco entero en un festival como Roadburn.
«Eso sería un sueño. Poder traer a todos los invitados… Molaría mucho».

En ‘Garden Of Cyrus’ es donde aparece ese solo de saxo. Por lo que sé eres muy fan de John Coltrane. ¿Por dónde recomendarías empezar con él a un fan de At The Gates?
«Buff… es complicado. Depende de lo que busques. Los primeros discos son más tradicionales, y quizá un poco más fáciles. Pero si de verdad quieres algo impactante recomendaría de Crescent en adelante. Ahí es donde es más loco. Quizá mi disco favorito sea el doble Live At Village Vanguard. Y por supuesto A Love Supreme es magistral».

Cambiando de tema, para mí At The Gates es una de las bandas que mejor ha gestionado su retorno. A muchos grupos que vuelven después de estar separados, se les nota que han perdido la chispa. En vuestro caso, habéis sacado tres discos que están muy bien, el directo sigue siendo potente, y se os nota ilusionados.
«Muchas gracias. Creo que la clave es que sea realmente importante para ti volver a tocar juntos. Eso es lo que quisimos mostrar en A War With Reality, que nos importaba de verdad. Por eso quise hacer un disco conceptual basado en literatura sudamericana, en lugar de grabar simplemente diez canciones.»

También había cierta mística cuando el grupo se separó, y eso provocó más expectación cuando volvisteis. Para quien nos os había visto en los 90, erais leyendas.
«Ya, es extraño. Nosotros nunca fuimos conscientes de todo esto, somos muy humildes al respecto. Pero posiblemente si quisieras hacer un estudio social, eso podría ser un motivo».

¿Qué aprendiste durante los años en los que os habías separado?
«Creo que el tiempo que estuvimos separados nos permitió valorar y aprender de todo lo que habíamos hecho. Y también ayudó que durante la separación estuvimos activos en otros proyectos. Cuando decidimos volver, todos estábamos en forma. También nos fijamos en dos grupos que habían vuelto de una manera que nos parecía exitosa: Swans y Celtic Frost. Tanto unos como otros volvieron con algo nuevo y excitante, pero al mismo tiempo seguían siendo ellos. Fueron una verdadera inspiración».

JORDI MEYA