La despedida de Berri Txarrak ha sido, sin duda, una de las noticias que ha marcado este 2019 que ahora termina. Cinco días después de haberse bajado por última vez del escenario con la banda, teníamos la oportunidad de charlar con Gorka Urbizu sobre su decisión de parar, todo lo vivido en este intenso último año y lo que está por venir.
Hace justo un año, Berri Txarrak anunciaban su decisión de parar indefinidamente. En un extenso comunicado firmado por Gorka Urbizu, el cantante, guitarrista y fundador del grupo explicaba que necesitaba parar y tomar distancia porque cada día le costaba más hacer frente al desgaste emocional y físico después de 25 años de actividad frenética. “Así de simple y complicado”, escribía. La buena noticia, quizá la única, era que el grupo, que sustentan los otros dos pilares, David González (bajo) y Galder Izagirre (batería), iba a ofrecer una extensa gira de despedida para que todos sus fans pudieran verlos por última vez.
Un par de días más tarde del anuncio, Gorka me llamó aprovechando que estaba en Barcelona para comer juntos y me planteé la posibilidad de entrevistarle. Al fin y al cabo, la banda había sido cuatro veces portada en la historia de la revista y en ese momento hubiera tenido mucho interés conocer más al detalle los motivos de este adiós. Pero tras meditarlo, pensé que quizá era mejor dejarlo para el final, cuando hubiera pasado todo…Y casi sin darnos cuenta, el final ha llegado.
Entremedio, el grupo ha recorrido de arriba abajo la Península, ha cruzado océanos y ha ofrecido desde un multitudinario concierto en Kobetamendi hasta tocado en los mismos pequeños gaztetxes donde empezaron. La traca final fueron dos conciertos en el Nafarroa Arena de Pamplona en los que congregaron a más de 20.000 personas.
Aunque en todos estos años he visto a Berri más veces de las que pueda recordar, el concierto del sábado 23 de noviembre fue diferente a todos los demás. Ya no sólo por la impresión que causa ver a tanta gente cantando las letras en su idioma, o porque la formación original, con Aitor Oreja, Mikel ‘Rubio’ López o Aitor Goikoetxea, se reuniera para tocar dos temas, o porque se me pusiera la piel de gallina viendo el pabellón iluminado con los móviles durante ‘Maravillas’, sino por la cantidad de emociones cambiantes que iba sintiendo cada pocos segundos: orgullo, alegría, nostalgia, esperanza… y también tristeza. Porque aunque la puerta está abierta, y yo apuesto a que algún día volverán, el futuro no tiene garantías. Y quién sabe si un día vuelven, todos los que estuvimos ahí, estaremos aquí para verlo.
Pese a que sé que en momentos así lo que le apetece a uno es desconectar de todo, cuando vi a Gorka en la fiesta posterior al bolo y le recordé que teníamos una entrevista pendiente, no escurrió el bulto y nos emplazamos a llamarnos al cabo de unos días. Y así fue.
Más que hacer un repaso a su trayectoria, o entrar en valoraciones sobre lo que Berri han supuesto para la música cantada en euskera y la escena alternativa de este país, o charlar sobre el libro que acaban de publicar con fotografías sobre el Ikusi Arte Tour, o del documental que están preparando de cara al año que viene, lo que de verdad me apetecía era conocer cómo alguien vive el pasar página a algo que ha marcado tanto su vida como la de miles de personas. Una vez más, por última vez, Berri Txarrak vuelven a estas páginas.
¿Cómo te encuentras? ¿Has podido digerir todo lo vivido el sábado?
GORKA URBIZU “Todavía estoy en una nube por la repercusión que ha tenido. Ha salido en diarios, editoriales, revistas…. Se ha convertido en algo extramusical, casi en algo más social. Para mí fue la hostia. Durante el concierto sólo me salían sonrisas porque estaba muy a gusto, pero antes sí que lloré. Cuando abrieron las puertas, estuve sentado en el escenario viendo cómo se iba llenando. Veía gente con sus carteles, con sus tatuajes, y pensaba ‘si yo sólo quería cantar’, pero te das cuenta de lo importante que han sido esas canciones para esa gente. Y ahí me entró la llorera (risas). Pero luego me repuse. Y después del concierto sentí un alivio porque todo había salido guay. Sentía como un vacío enorme, pero ahora estoy en fase nube”.
Estando en el público ya era una situación muy emocionante, así que ni me imagino cómo debía ser para vosotros desde el escenario. ¿Cómo gestionaste todo lo que te iba pasando por la cabeza mientras estabas tocando?
“Sí, te viene como una película de 25 años de todo lo que ha costado y todo lo que ha ocurrido. Para mí lo más jodido era ser capaz de disfrutarlo. A veces en las grandes citas es como que hay tanto factor y tanto preparativo previo que luego llega el concierto y no lo acabas de disfrutar. Ése era mi mayor miedo. Y el concierto del viernes fue un poco así, pero el sábado desde el primer acorde ya fui volando. Fue increíble. Al final, la fórmula es tomártelo como un bolo más. Porque sea el último bolo no tienes que liarte a hacer más cosas, aunque después las hiciéramos, pero al final no dejó de ser un bolo de Berri más largo y haciendo un repaso de todo lo que hemos hecho”.
“Me quedo con la satisfacción de que es la despedida soñada. Todo lo que ha pasado es como un pequeño milagro” GORKA URBIZU
Supongo que el último año ya te has ido acostumbrando a despedirte del público de cada ciudad en la que tocabais, y también hicisteis conciertos muy grandes como el del BEC, Kobetamendi o el WiZink que te ayudarían a prepararte para este momento.
“Sí, yo creo que hemos aprendido a disfrutar de este tipo de conciertos, a perder el miedo escénico y pillarle el truco. Ahora nos es mucho más fácil conseguir ese nivel de energía en un sitio grande. Como todo, es algo que aprendes con la práctica. Ha sido un año muy intenso a todos los niveles. Al estar concentrado todo en una gira de un año, aunque hubiera huecos, ha hecho que no hayamos podido saborearlo del todo. Cuando das un buen concierto te queda un regustillo que te dura tres o cuatro días, lo repasas mentalmente, te vienen imágenes, pero aquí a veces al día siguiente ya estabas a otra cosa. Tocamos en el Victoria Eugenia porque nos dieron un premio y es un teatro súper guapo, un concierto súper especial, y al día siguiente tocábamos en un festival de verano en Girona. Fue un bolazo, pero no lo pude disfrutar porque ya estabas en la siguiente pantalla. Quizá eso fue lo más jodido”.
También habrás tenido que aprender a aislarte, porque en estos conciertos seguro que había mucha gente que quería saludaros, estar con vosotros, charlar, y eso también va desgastando.
“Sí, ha sido todo súper intenso. Hemos tenido que hacer un ejercicio de no caer en nuestra propia trampa de ‘último bolo en Japón’, ‘ultimo bolo no sé dónde’, porque te volverías loco. En ese sentido ha estado guay hacer un montón de conciertos, porque dabas uno, pero todavía te quedaban 30 más. Era como que el final no era tan inminente. Sí que después de los festis de verano y a la vuelta de Japón era como que ‘ahora ya sí que se acerca’. Despedida de Madrid, despedida de Barna, el Apolo, sitios súper carismáticos para Berri que tenían mucha simbología. Empezamos la gira en un gaztetxe, el Astra, en Gernika, que es muy especial para Berri, el último bolo en sala fue en Apolo, que es como nuestra sala fetiche, o en Euskal Herria en sala pequeña fue en Larraga con todo el tema de ‘Maravillas’, acabar en Pamplona; todo tenía cierto sentido, no había nada aleatorio”.
¿Te ha sorprendido de mucho la magnitud que ha tomado la despedida?
“La verdad es que tuvimos el debate interno de cómo plantearlo. Una vez la decisión estaba tomada era ver cómo lo hacíamos. Si hacíamos sólo un bolo, o hacíamos una gira para que todo el mundo que quisiera pudiera vernos. Tomamos esa decisión, no sin dudas, pero bueno… (Risas) No sé si éramos conscientes… Pero las cosas ya iban por ahí. El concierto del BEC era anterior a decir que lo íbamos a dejar, era la presentación de Infrasoinuak, y metimos a más de 10.000 personas, que nadie lo había hecho. Era como que el grupo ya había llegado a ese nivel. Los conciertos en Euskal Herria ya eran bastante masivos, pero obviamente el tema de la despedida lo ha multiplicado por mil. Cuando tienes una trayectoria tan larga es normal que haya gente que se haya bajado del tren, y gente nueva que suba. Creo que hemos enganchado a nuevas generaciones, y eso está guay. Pero supongo que en la gira de despedida se han juntado todos, también aquéllos que igual han sido padres y ya no van a conciertos, y en esta ocasión han venido”.
Quizá el salto más bestia ha sido en Madrid. Ha sido donde en los últimos años más ha crecido el grupo.
“Madrid ha sido heavy, sí. Ahora veo bandas que ya con un primer disco tocan en sitios muy grandes, quizá están cambiando cosas a ese nivel. Pero nosotros empezamos en la Jimmy Jazz de Vallecas, luego en la Ritmo Y Compás, en Gruta 77…. Igual hemos dado veinte conciertos en Madrid, algunos censurados que no hemos podido ni tocar, y ha sido poco a poco. Ya tuve esa sensación cuando tocamos en Joy Eslava por primera vez y fue sold out, luego en La Riviera, que era algo impensable hace cinco años, y ahora meter 7.000 personas en el WiZink era como ‘¿Qué está pasando aquí?’. Madrid ha sido como poner una pica en Flandes (risas). Ha sido increíble. Lo decía en el micro: ‘Nunca fue fácil y nunca fue posible’. Es una victoria total”.
Ahora que has podido saborearlo, imagina que, en un universo paralelo, Berri Txarrak hubiese sido una banda que llena pabellones allá donde fuera. ¿Crees que hubieras podido acostumbrarte o es una escala que no te interesa?
“A mí me pone más el camino o conseguirlo que el intentar jugar a resistir. De hecho, detrás de esta decisión también está eso. Lo guapo es ver que vas avanzando. Cuando tocamos en el BEC, fue como ‘¿Y ahora qué? Sacaremos otro disco y ¿dónde vamos a presentarlo? Tendremos que ir al BEC otra vez’. Si haces algo más pequeño, será como una decepción. Y si vuelves allí, es algo que ya has hecho. Es como que te atrapas en un laberinto. Es como una rueda de hámster. Me apasiona menos eso que intentar hacer algo nuevo. Dentro de lo guay que es, podríamos habernos aburrido. Aunque este año he aprendido a disfrutar de lo macro. Lo fácil siempre es disfrutar de los bolos pequeños, pero este año no. Quizá Kobetamendi fue donde más he flipado en directo en mi vida”.
A nivel interno, ¿cómo lo habéis vivido? ¿Cómo ha sido la relación entre los tres? El fin de una relación siempre es complicado.
“No ha sido fácil. Esta situación nos ha puesto un poco al límite a todos, y a veces estaba un poco… A la hora de ensayar y tocar no he notado ningún tipo de fisura porque es lo que nos gusta hacer y creo que hemos dado bolazos, y eso no se ha resentido. Pero ha habido un montón de curro extramusical para preparar este tipo de conciertos grandes, la promo de hacer repaso a toda la carrera… ha sido mucho, mucho curro, y a veces el ambiente estaba un poco enrarecido. Pero al final es normal porque pasas muchas horas juntos, y este año hemos estado más juntos que nunca. No ha sido fácil de gestionar. Pero nada fuera de lo normal. No era fácil y creo que lo hemos llevado bastante bien. Hemos acabado guay”.
Y supongo que también es rara esa sensación de estar currando más que nunca para algo que no va a tener futuro.
“Sí (risas). Yo me quedo con la satisfacción de que es la despedida soñada. Todo lo que ha pasado es como un pequeño milagro. Haber dejado ese recuerdo colectivo, incluido para nosotros, me parece increíble. Dentro de lo triste que pueda ser que una banda que te gusta mucho, que te lo ha dado todo, vaya a hacer un parón indefinido, hostia, ha sido como una explosión de la comunidad Berri, el universo Berri, o como quieras llamarlo. Toda esa gente que vive este grupo tan apasionadamente es increíble. Ha sido como una celebración de lo que ha sido esta banda, y esa sensación no nos la va a quitar nadie a ninguno de los tres. Y creo que dejarlo así, con tan buen recuerdo, deja siempre una puerta abierta. Si alguna vez queremos volver o nos pica el gusanillo, que seguramente nos picará, la situación es inmejorable, porque no es como que nos hayamos ido arrastrándonos o porque la gente pase de ti, sino todo lo contrario”.
Todo el mundo, yo el primero, estamos convencidos de que algún día volveréis. Y más ahora que vuelve todo dios…
“(Risas) Yo no lo sé. Desde la rueda de prensa en la que anunciamos la decisión ya dejé la puerta abierta. Por eso lo hemos llamado un parón indefinido. No lo puedo garantizar. Desde luego no hay un plan cerrado que de aquí a diez años volveremos. Vete a saber cómo estaremos cada uno. Para mí cerrar esta puerta, también es abrir otras, y por muy tópico que suene, lo que tengo ganas ahora es de hacer cosas nuevas. Y creo que de este parón surgirán nuevos proyectos, no sólo el mío, porque son gente con mucho talento. Pero la dimensión que había cogido este grupo a veces empezaba a pesar. No sé, se me hacía todo más cuesta arriba. No se me olvida el privilegio que es que haya gente pendiente de lo que estás haciendo, pero en los últimos años, igual por mi manera de ser, chocaba un poco con toda la dimensión que había cogido el grupo. Ahora tengo ganas de, no sé si reinventarme artísticamente, pero sí de intentar otras cosas sin la ‘marca’ de Berri. No es como empezar de cero, pero sí hacía tiempo que necesitaba ese aliciente artístico. Pese a que Berri ha sido una plataforma que me ha permitido tocar varios palos, creo que para crecer como creador de canciones tengo que aparcar esta mochila de Berri durante una temporada y ver lo que ocurre”.
¿Te ves más tirando en solitario o formando una banda nueva?
“Eso es algo que aparqué. No creo que haga un grupo de death metal (risas), pero aún no sé cómo vestiré las ideas que tengo. Tengo trozos de temas en mi móvil, pero decidí centrarme en la gira de despedida y dejar todo eso a un lado. Tiempo habrá. Yo me pondría ahora mismo, pero también si tomas esta decisión es para respirar, descansar, vivir, apartarte del foco… pero sobre todo vivir para tener luego cosas que contar. No descarto nada, ni ir en solitario ni formar otro grupo. Todavía no estoy en esa pantalla”.
Sería una putada que empezases a hacer cosas nuevas y todas sonaran a Berri (risas).
“Ya (risas). Hombre, al final puede pasar porque tampoco soy Tom Waits, no soy tan polifacético. Supongo que si canto yo es inevitable que se parezca, pero voy a hacer todo lo posible para que sea distinto. Obviamente no dejo Berri para hacer un Berri 2. Al menos hay que intentarlo. Aún no sé cuándo llegará, pero tengo mucha ilusión y creo que pueden salir cosas guapas”.
Antes decías que uno de los motivos para parar era la dimensión que ha cogido el grupo. Me imagino que también entras en una rueda de discos y giras que hace que tu vida esté muy marcada por esos ciclos y al final te apetece romper con esa dinámica.
“Totalmente. Obviamente no ha sido una decisión fácil porque tienes lo que muchas bandas desean: una repercusión, un público fiel, una oportunidad de hacer lo que te apetece hacer, porque no éramos esclavos de ningún dogma o estilo. Podríamos haber hecho un disco de electrónica y a la gente le gustaría más o menos, pero podríamos haberlo hecho. Creo que en cierta manera también hemos ido ‘educando’ al público para aceptar lo que fuéramos haciendo, era como el ideal. Estábamos viviendo de esto. Dejarlo en la cúspide no es fácil, pero cada vez que me imaginaba el final de Berri era tal y como ha ocurrido. Dejar un recuerdo increíble y con esos conciertos que nos quedarán en la retina para siempre. Ahora toca enfrentarse al abismo del folio en blanco, del calendario en blanco, y va a ser jodido. Pero a veces estar muy ocupado te aleja de tus propios demonios y ahora vas a tener que enfrentarte a ellos. No sé, igual me arrepiento y volvemos el año que viene (risas)”.
Si te apetece, vete a dar la vuelta al mundo, porque si después de la que habéis liado volvéis ya, igual os cosen a gorrazos.
“No, es broma (risas). Creo que en Berri nos hemos esforzado para que no nos llevara la inercia. Hemos trabajado en cada disco con un productor diferente, íbamos cambiando cosas para que no se convirtiera en algo monótono, porque si no se acaba pudriendo la música. Pero pese a todos esos esfuerzos, acabas en un bucle de hacer un disco, promocionarlo, hacer la gira y ya pensar en el siguiente. Acabas atrapado en ese modus operandi. Cada oficio tiene su parte buena y su parte más mecánica. Tocar a todos nos gusta, pero la parte más extramusical es lo que cansa”.
Me imagino que todo esto es algo que has ido teniendo en la cabeza desde hace tiempo. Quieres hacerlo, pero no te atreves, y también tienes que superar cierto sentimiento de culpabilidad de tomar una decisión que va a afectar a David, a Galder, a Pau, vuestro mánager, a mucha gente.
“Sí, eso es jodido. Lo malo es que no es una decisión unánime. Pero tampoco intento ponerme esa mochila. Creo que hemos hecho las cosas bien, con tiempo, no de un día para otro, sino con tiempo para que cada uno pueda rehacer su vida, con tacto, con margen a todos los niveles. Obviamente nadie puede cambiar los sentimientos de cada uno, pero también afectan las decisiones cuando decides montar el grupo o grabar con no sé quién, a veces las decisiones también han sido para bien. Cada uno tiene que apechugar con su vida. Pero yo esta tentación la he tenido casi cada fin de gira (risas). Precisamente esas señales de que cada fin de gira te planteas parar, son las que te llevan a la decisión final. No es una decisión en caliente. Necesitas hacer algo nuevo para que las aguas no se estanquen. Creo que también es una cuestión de honestidad con el público. Con todo lo duro que pueda ser… Yo en Pamplona veía la gente llorar y pensaba lo que ha significado para esa gente… Ahí también aparecía ese sentimiento de culpabilidad de quitarles ese placer que has ido suministrando poco a poco, en cada concierto, pero no te puedes agobiar por eso. Para mí sería precisamente engañar o faltarles el respeto ir sacando discos por inercia. Para mí eso es crucial, es innegociable. Puede sonar como suene, pero al público no hay que tratarlo como si fueras más que él, sino de tú a tú. Hay que ser honesto con lo que uno siente. Podría haber sido antes, pero no me arrepiento de haberme echado para atrás. Infrasoinuak casi ha sido como una bola extra. Podría no haber salido y me alegro de haberlo hecho, porque me parece que quedó súper bien. Es un muy buen epílogo para todo este ciclo”.
A mí me suena que antes de Denbora Da Poligrafo Bakarra ya te habías planteado dejarlo.
“Sí, porque en esa tesitura de dejarlo en un buen momento, había muchos buenos momentos. Con Poligrafo se cumplían veinte años, es un disco que salió muy bien, y era un buen lazo para dejar el paquete. Pero no es una decisión que debas tomar en caliente. Porque luego me ponía a hacer canciones y también me apasiona grabar, y volvías a entrar en el bucle, pero a gusto. Al final vivimos sólo una vez, y tengo muchas ganas de hacer mi disco. Creo que el disco de mi vida todavía está por llegar y hay que hacerlo cuando estás bien y con ganas. No quiero posponer esa idea para cuando tenga 70 años”.
Eso de tener sólo una vida te hace entrar en contradicción, porque para ser muy bueno en algo, tienes que dedicarle mucho tiempo, y una vez lo consigues, lo disfrutas, pero es inevitable pensar que igual podrías hacer otras cosas.
“Claro. Además estamos en un oficio que no estamos haciendo tornillos. Trabajamos con material muy sensible y yo creo que renovar, abrir las ventanas, y airear, es vital. Es cierto que los conciertos y tocar es lo que te lleva a hacer mejores canciones, pero para crear es importante enfrentarse a condiciones que te lo pongan más difícil”.
“Lo nuestro ha trascendido a lo puramente musical, aunque siempre, siempre, fuera a través de la música” GORKA URBIZU
Volviendo al concierto del sábado, un momento muy emotivo fue cuando salió la formación original a tocar contigo. ¿Cuándo se te ocurrió y cuál fue la reacción de los dos Aitores y el Rubio cuando se lo propusiste?
“Joder, en mi concierto ideal, ellos tenían que estar. Cuando cerramos lo del Nafarroa Arena, mi idea era, al menos, darles el toque. Hacía como diez o doce años que no nos juntábamos en un escenario. Y fuera, tampoco habíamos hecho una comida juntos ni nada. Habíamos coincidido por separado, pero no teníamos una relación fluida, sino más bien de grupo de WhatsApp. Yo empecé a hablar con Aitor, el guitarra, le pareció genial, empezamos a revolver, y la verdad es que no tuvimos que insistir mucho (risas). Yo creo que fue, no sé si llamarlo justicia poética, pero desde que ellos abandonaron Berri, el grupo había crecido mucho y también era una manera de que recibieran el calor del público, porque es evidente que sin ellos esto no hubiera sido posible. Fue muy guay, muy emotivo volver a ensayar. Fue una pena porque por motivos laborales no pudimos ensayar tanto como hubiéramos querido. Sólo podíamos los sábados por la tarde (risas). Pero al primer ensayo ya vimos que aquello funcionaba bien. Estuvimos en una nube, y ellos todavía están mandando mensajes y vídeos en plan ‘buah, ha sido la hostia’ (Risas). Volver a tocar siempre está guay”.
Igual les ha gustado tanto que ahora hacen una vuelta de Berri sin ti (risas).
“Podría ser (risas). Yo creo que el gusanillo les picó bastante, pero al final cada uno tiene su vida. Yo creo que la gente lo agradeció, porque la nueva generación no había visto nunca esta formación. Y para los que lo habían vivido fue un momentazo, la verdad. No sé si habría gente que esperara algo más especial en el último concierto, pero yo tenía claro que no iba a haber invitados y que los únicos iban a ser ellos. Todo muy a nivel interno de la historia de esta banda. Eso es lo que importaba”.
Fue muy curioso, porque salieron y el sonido cambió por completo. Ya ni me acordaba porque hacía mucho tiempo, pero fue como… ‘Es otro grupo’.
“Sí, yo me di cuenta en el ensayo mismo. De repente, dos guitarras. Me acordaba mucho de cuando pasamos a trío, lo que me costó adaptar mi manera de tocar sobre todo las canciones de los discos anteriores. En el momento fue complicado. Pero al final, se hizo. Casi es mejor no pensar. Es un poco la filosofía de la banda, ‘hazlo y después ya pensarás’ (Risas). Pero tampoco es sólo por los otros miembros. En este concierto quería que sonaran temas de todos los discos, incluso de la maqueta, y fue como buff… realmente hemos cambiado mucho”.
Había momentos muy nu metal, a ratos parecía que estuvieran tocando Korn.
“(Risas) Total, total. Hemos pasado por muchas fases. Sí, nosotros venimos del metal. La maqueta no te diré que sonara a Crisix, pero era Su Ta Gar, Megadeth y Metallica. Luego fuimos buscando nuestro sonido y es cierto que ahora es mucho menos metal. Por eso también es bastante increíble la historia de la banda cuando haces un repaso. A veces lo comparo con lanzar una botella al mar, ‘Message In A Bottle’, lo lanzas y a ver qué pasa. Y cuando ves que alguien recoge ese mensaje y para él es importante es la hostia. Creo que la gente ha valorado esa actitud de no quedarnos estancados y probar cosas. Creo que a la larga, aunque en el momento no gustaran algunas cosas que hemos hecho, esa actitud se valora”.
Para terminar, y para que veas hasta dónde habéis llegado, te voy a contar una anécdota que no sé si te ha llegado. Hace unos días, cuando tocasteis en la acampada de la plaza Universitat de Barcelona en contra de la sentencia del Supremo, lo pusimos en nuestro Facebook y un tío dejó un comentario diciendo que iba a borrar vuestra discografía. Y entré en su perfil y era un paracaidista del Ejército español. Realmente habéis llegado a gente que ideológicamente está en las antípodas, pero que la música les molaba.
“Hostia, no lo sabía (risas). Sí, es increíble. A veces hacíamos la coña de que éramos como Kofi Annan, porque hemos atravesado por encima de ideologías, lenguas y de todo. Por eso decía que lo nuestro ha trascendido a lo puramente musical, aunque siempre, siempre, fuera a través de la música”.
JORDI MEYA