En un mundo cada vez más competitivo y obsesionado por la imagen, no es fácil encontrar bandas que estén decididas a ir a contracorriente cueste lo que cueste. Birds In Row es una de ellas, y hay que agradecérselo.
Sobre el papel, Birds In Row tenían todos los números para que su música nunca hubiera sido escuchada más allá de las paredes de su local de ensayo en Laval, una pequeña ciudad al suroeste de París. Sus canciones eran estallidos de rabia imposibles de radiar en cualquier emisora, su productividad discográfica no era precisamente alta (tres discos en diez años), y además sus tres componentes rechazaban totalmente entrar en el juego del culto a la imagen, no mostrando sus rostros en las fotos promocionales, y ni siquiera revelando sus verdaderos nombres, presentándose simplemente con sus iniciales. Pero si todo eso podía jugar en su contra, el trío francés contaba con dos elementos imprescindibles: talento y determinación.
Es así como dos años después de formarse y publicar un par de EP’s, consiguieron que Jacob Bannon de Converge los fichara para su sello Deathwish Inc. Con él publicarían su debut You, Me & The Violence en 2012 y We Already Lost The World en 2018 y empezarían a girar a nivel underground por todo el mundo, convirtiendo en fan a cualquiera que viera su increíble energía en el escenario, y su nombre en sinónimo de la escena screamo francesa.
Naturalmente tanta entrega pasa factura, y de su formación inicial solo B, cantante y guitarrista, ha aguantado desde el principio. Es con él con quienes nos encontramos media hora después de que hayan terminado un fabuloso set en el AMFest de Barcelona. Pese al halo de misterio que rodea al grupo, B se muestra como un tipo abierto y simpático, aunque haciendo honor a su filosofía, cuando unos fans se le acercan, se para a charlar con ellos, pero rechaza amablemente posar para hacerse una foto.
Sentados en una terraza, charlamos tranquilamente sobre su flamante tercer disco, Gris Klein (Red Creek Recordings), sus aspiraciones artísticas, y su lucha contra la depresión.
Aunque suenan distintos, Gris Klein me ha recordado al nuevo disco de Brutus en el sentido que están en la línea con lo que hacíais antes, pero está presentando de una forma más digerible. ¿Era algo que buscasteis deliberadamente?
B «Déjame empezar diciendo que nos encantan Brutus, y ojalá podamos hacer algo con ellos el año que viene. Pero respondiendo a tu pregunta, ya en el disco anterior, y aún más en este, intentamos hacer cosas diferentes, queríamos que no fueran super intensos de principio a fin, que fueran más dinámicos. A veces tienes que hacer algo más suave, para que luego cuando metes caña el impacto sea mucho mayor. Es bueno tener contrastes. Y sí, creo que como consecuencia es más fácil de escuchar. Me alegro que lo hayas notado porque es lo que buscábamos (risas)«.
¿Estuviste escuchando música muy distinta a la que escuchabas cuando hicisteis los otros discos?
«Siempre escuchamos de todo, pero cuando empiezo a componer para un nuevo disco, intento nos escuchar nada de hardcore o punk rock. Intento encerrarme en mi propio mundo y no dejarme influenciar por nada que esté pasando en la escena. Pero curiosamente durante el confinamiento descubrí a Radiohead».
¿De verdad?
«Bueno, conocía al grupo, pero durante la composición de este disco los escuché de verdad, a fondo. También escuchamos bastante a Fontaines DC, y mucha electrónica. Creo que eso nos llevó a intentar trabajar más en un sonido propio. No escribimos canciones con una estructura pop, aunque en este disco sí son un poco más convencionales. Hay muchas maneras de estructurar una canción, y es otro elemento a explorar».
¿Qué te enganchó ahora de Radiohead que no lo hubiera hecho antes?
«Creo que fue por un documental que pusieron en el canal Arte. Mi compañero de piso lo estaba mirando, y me senté un rato con él, y hablaban del aspecto político de Radiohead, del cual no tenía ni idea, y eso me llamó la atención. También me pareció muy honesto e interesante que quisieran alejarse del éxito que habían tenido con ‘Creep’. Así que empecé a sumergirme en sus discos, y me encantó la variedad de sonidos, y que cada disco suena distinto. Me enamoré de Kid A y In Rainbows sobre todo. Creo que el verdadero click lo hice con un vídeo en directo de ‘Idioteque’. Había escuchado el tema antes, pero esa versión era super intensa. Entendí lo que de verdad querían hacer».
Aunque a menudo no se valora, muchas bandas que venís del hardcore estáis haciendo música muy interesante. Dada esa voluntad de querer evolucionar, ¿qué relación tenéis ahora con vuestras raíces?
«Creo que es importante conservar las tradiciones. Para mí la música es un poco como los tatuajes. Hay ciertos estilos que pueden cambiar un poco, pero la base siempre se mantiene. Escuchaba mucho New York Hardcore cuando era adolescente, pero llegó un momento que quería otras cosas. Sin embargo, el sentimiento de comunidad, sus códigos, siguen siendo muy importantes. Lo bueno es jugar con ellos. Coges una base hardcore lo mezclas con pop de los 90 y tienes a Turnstile (risas)«.
Quizá el hardcore tradicional tenía demasiada testosterona, pero vosotros sois un ejemplo de si mezclas esa intensidad con una mayor sensibilidad, pueden salir grandes cosas.
«Sí. Nosotros cantamos mucho sobre emociones, así que sería raro tener esa actitud de macho en el escenario (risas). Odio el machismo en cualquier escena, no solo en el hardcore, sino también en el hip hop. Por eso está muy bien que ahora en los festivales veas a muchas más mujeres tocando, que haya referentes distintos. Necesitamos que todo el mundo esté representado en la escena. Las mujeres, o cualquier identidad sexual minoritaria, tienen que saber que son bienvenidas a esta escena. Intentamos escribir canciones donde el género, el sexo, o el color de tu piel no importe. Pero lleva su tiempo poder escribir una letra y pensar cómo te sentirías si fueras una mujer o fueras gay y la escucharas».
Supongo que cada disco es una oportunidad para aprender, o para plasmar lo que has aprendido. ¿Hay algo en concreto de lo que te sientas particularmente orgulloso de Gris Klein?
«Sí. Cuando empezamos a componer pensamos en meter dos guitarras, sin bajo, porque queríamos cambiar el sonido y probar cosas nuevas. Pero nos dimos cuenta de que el bajo es muy importante en Birds In Row, así que lo mantuvimos. Pero lo que hicimos fue añadir un segundo amplificador para que el bajista pudiese tocar un riff de guitarra y hacer un loop, y que sonase como se hubiesen dos guitarras. Es complicado de reproducir en directo porque requiere mucho trabajo con los pedales, pero a base de ensayar y ensayar conseguimos que sonase bien. En directo no usamos ninguna pista pre-grabada, todo se hace en vivo. Solo somos tres, así que intentamos explorar al máximo todas las posibilidades, y sorprendernos, y cada uno tiene que aportar su propia inspiración para que suceda. Para nosotros ese factor sorpresa es muy importante».
Además de en la música, también creo que os estáis abriendo más en cuanto a vuestra imagen y vuestra identidad. Al principio erais muy reacios a mostraros, pero ahora parece que no sois tan estrictos al respecto.
«No teníamos elección. La gente quiere saber quién eres, y no para hasta descubrirlo. Mira lo que pasó con Slipknot, aunque al principio no decían quiénes eran, se acabó sabiendo. Supongo que es humano tener esa curiosidad, y la gente está acostumbrada a saber la identidad de las bandas. Pero nosotros queríamos proponer algo distinto, que la entidad fuera más importante que los individuos o de dónde venimos. Algunas veces los fans nos piden hacernos fotos y las hacemos, y otras no, pero en general, no nos gusta. Pero es imposible ser coherente al 100% en este aspecto».
Además, creo que cuanto más intentas preservar tu identidad, más aumenta el deseo de querer descubrir el secreto. Quizá estás creando una tensión innecesaria.
«Para mí lo más importante es que la gente entienda que lo importante es lo que decimos en las canciones. Hay bandas que rechazan cualquier tipo de contacto con los fans porque el misterio vende, pero no es nuestro caso. Después de un concierto, una vez lo tenemos todo recogido, no nos importa charlar con los fans. Es solo que no creemos que hacernos una foto sea importante. Nuestro mensaje es que cualquier persona puede hacer lo que hacemos nosotros, así que da igual quiénes seamos. Hoy podemos estar nosotros en el escenario y tú en el público, pero mañana puedes ser al revés. Creo que esa humildad es importante. Posiblemente el tío que está primera fila toca mejor la guitarra que yo (risas). No hay ninguna razón para divinizarnos. Por eso en nuestras fotos de promo nos cortábamos la cabeza, o ahora las desenfocamos. Es un mensaje en sí mismo».
Ahora que habéis cambiado de sello, ¿puedes explicar qué ventajas y desventajas tuvo estar en Deathwish? ¿Os daban un buen adelanto para grabar los discos, por ejemplo?
«Sí, te daban un adelanto, pero en realidad es dinero que luego tienes que devolver. Sinceramente lo más importante es que te sube la autoestima. Ahora estamos en Red Creek, el sello de Johannes de Cult Of Luna, y el sentimiento es muy parecido a cuando fuimos a Deathwish por Jake (Bannon, Converge -ndr.). Son artistas que amamos, y que te fichen para su sello es como una muestra de reconocimiento. Y también es una cuestión de visibilidad. Cuando un sello como Deathwish dice que una banda mola, mucha gente la escucha solo por eso. Pero tal como está la industria ahora, realmente todo depende del trabajo de los artistas. Si no hubiéramos girado tanto, por Europa, Estados Unidos y Asia, seríamos mucho menos conocidos, eso está claro. Lo más importante es la pasión y el trabajo que le pongas. Y no tener expectativas. Si las tienes, es muy posible que al primer año estés decepcionado. La única expectativa debería ser pasarlo bien tocando con tus amigos y conocer gente de gira. Todo lo demás no depende de ti».
«No me gustaría nada ser un chaval de 17 años ahora porque todos los inputs que te llegan es que no hay futuro» B.
¿Cómo es girar por Estados Unidos para una banda como vosotros?
«Es muy duro. No te dan comida, no te dan un sitio donde dormir, no tienes público, y tienes que conducir diez horas (risas). Pero muchas de nuestras bandas favoritas vienen de ahí, así que es algo mágico, sobre todo la primera vez. Pero es durísimo. La última vez hicimos tres giras por Estados Unidos en un año y nos pasó mucha factura a nivel físico y mental. Es muy aleatorio. Hay noches que viene gente, otras que no viene nadie. En Europa los promotores cuidan mejor a los músicos. Por ejemplo, aquí en España, siempre nos habéis tratado de maravilla. En la primera gira conocimos a la gente de Trust Nothing de León y nos ayudaron muchísimo. Al cabo de un mes volvimos porque lo pasamos genial. Nos encanta venir a España y Portugal. Estamos muy agradecidos por todo el apoyo que seguimos recibiendo. Todo lo que nos gusta de estar en una banda, la energía, el conocer nueva gente, sigue aquí, así que estamos muy felices».
Además en Francia al menos los músicos tenéis algo de apoyo de la administración, ¿no?
«Sí, si das 42 conciertos al año, que tienen que estar declarados por los promotores y con todos los impuestos pagados, lo cual no siempre es fácil, adquieres un estatus especial como músico. Y cuando no estás de gira puedes cobrar el paro. Nosotros conseguimos el estatus junto antes de la pandemia, así que nos ayudó mucho poder tener esa ayuda durante el confinamiento, aunque igualmente a nivel económico fue duro».
Hace un rato desde el escenario, presentando ‘Trompe l’oeil’, que habla sobre la depresión, decías que cuando un amigo te dice que ‘todo va a ir bien’ en realidad no es un buen amigo. La verdad, no estoy del todo de acuerdo. Para la gente que no ha sufrido depresión es muy difícil entender qué es exactamente, y creo que a veces se dicen cosas simplemente con buena intención, porque no sabes qué otra cosa decir.
«Quizá no me expresado del todo bien, porque el inglés no es mi lengua materna, pero esa canción habla de la positividad tóxica. La hemos visto con amigos nuestros. Intentan ser amables, pero dicen cosas que te acaban haciendo daño. Obviamente no es una cuestión de blanco y negro, pero cuando he estado en esa situación, y gente a mi alrededor me ha dicho esas cosas, nunca me han ayudado a sentirme mejor».
¿Y qué te ayudó realmente?
«Mi novia. De eso va la siguiente canción en el disco, ‘Rodin’. La escribí sobre ella. Nos conocimos en un momento muy oscuro también, y ella también sufre de depresión. Intentar comprender esos sentimientos negativos y hablar sobre ello, nos ayudó a crecer y a sentirnos mejor. Creo que lo más importante es ser empático. Lo primero que deberías decirle a alguien con depresión, aunque no lo entiendas, es decirle que estarás a su lado. Todo el disco Gris Klein, habla sobre el hecho de que cuando estás deprimido es como si estuvieras ciego. No eres capaz de tener esperanza, ni de ver nada bueno en tu vida. Durante el confinamiento viví mi peor momento, porque no podía salir de gira, no podía tener la vida que quiero. Si lo piensas fríamente, tengo suerte, soy consciente de ello. Vivo de la música, de tatuar, tengo una novia y una familia que me quieren, pero aunque me repitiera eso a mí mismo, no era capaz de verlo. No es así como funciona. Tienes una oscuridad que no te deja nada ver nada».
Es complicado porque a veces sí hay una razón objetiva, pero otras es simplemente es un desequilibrio químico.
«Claro. Y las medicinas pueden ayudar, pero a veces es como poner una tirita en un tumor. La depresión es una enfermedad, pero a veces tienes que ir al origen, no poner vendas. Uno de los principales problemas es que nos imponemos mucha presión, en el trabajo, en las relaciones… Mucha gente cree que el capitalismo es la principal causa de depresión. Y creo que es verdad. No me gustaría nada ser un chaval de 17 años ahora porque todos los inputs que te llegan es que no hay futuro. Nadie habla del futuro de una manera positiva. Cuando naces ahora, básicamente te están diciendo ‘nosotros la cagamos, ahora apáñatelas’. Creo que toda esa tensión tiene mucho que ver con que tanta gente sufra de depresión».
Sin duda. Incluso teniendo una buena situación personal buena, a la que abres un poco el foco es difícil no caer en el pesimismo.
«Mira, escribimos el anterior disco intentando mandar el mensaje de que había una luz al final del túnel, porque cuando cantas con esperanza, la gente lo cree y creas un círculo positivo. Pero la realidad se empeña en llevarnos la contraria (risas)«.
¿No es ser músico algo que agrave la depresión? Es un mundo muy competitivo, con mucha presión, una vida inestable, de gira duermes poco, comes mal…
«Ya, pero es lo que me hace feliz. Y realmente lo de ser competitivo es una elección. La industria te empuja a serlo con las estadísticas de Spotify, por ejemplo, pero nadie te obliga a mirarlas. Para mí no es importante si tenemos más escuchas o menos que otro grupo. De lo único de lo que hablamos dentro del grupo es de cómo poder hacer discos que sean cada vez mejores. Queremos que la gente nos escuche, pero no a costa de pisotear otras bandas. Para mí la competitividad en el arte no tiene sentido (risas)«.
Ya, pero también es humano cuando tocas en un festival y ves que un grupo que es peor que el tuyo tiene mucho más público, pensar que quizá tú lo mereces más.
«Llevamos 13 años con este grupo. Yo llevo 22 años tocando en grupos, y nuestro bajista empezó a tocar con nueve años, así que hemos sentido eso muchas veces. Pero realmente no quiere decir que tu banda sea mejor que otra, simplemente es lo que sientes. Las cifras, las ventas… nada de eso tiene que ver con el talento. Hay muchos artistas buenísimos que no venden nada. En Europa nos hemos encontrado cantidad de grupos buenísimos que nunca tendrán la oportunidad de ser conocidos como lo son las bandas americanas, pero siguen siendo muy buenos. Nosotros hemos tenido la suerte de poder estar en Deathwish y girar con algunas de nuestras bandas favoritas, es un privilegio, pero eso no nos convierte en mejores que nadie. Lo único que vale es que seguiremos tocando igual si tenemos delante 50 o 500 personas».
JORDI MEYA