Quien esperara otra ración de pop punk al estilo del que Boston Manor ofrecieron en su debut, se habrá llevado una buena sorpresa al escuchar su segundo álbum Welcome To The Neighbourhood. El quinteto británico le ha dado un vuelco a su sonido para reflejar nuevas inquietudes.
Concebido como una reflexión sobre la decadencia de Blackpool, su ciudad natal, Welcome To The Neighbourhood (Pure Noise) es mucho más que eso.
Un relato casi distópico en el que los problemas sociales, la desesperanza y la adaptación a un mundo cada vez más opresivo pintan un panorama de lo más oscuro. Todo ello ha salido de la mente del vocalista Henry Cox, quien gracias a la oportunidad de haber visto mundo a raíz de la gira que efectuaron tras publicar su debut Be Nothing en 2016, volvió a su ciudad con una nueva perspectiva. Paralelamente, sus compañeros Mike Cuniff (guitarra), Ash Wilson (guitarra), Dan Cunniff (bajo) y Jordan Pugh (batería) empezaban a juguetear con nuevos sonidos y texturas, decidiendo dejar atrás el sonido con el que se habían dado a conocer.
Para embarcarse en esta aventura acudieron al productor americano Mike Sapone (Brand New, Taking Back Sunday), quien les animó a ir hasta el fondo. Pese al cambio estilístico, Boston Manor no han perdido su atractivo melódico y canciones como ‘Halo’ o ‘Bad Machine’ seguro que animarán a que muchos de sus seguidores decidan seguir acompañándoles.
Welcome To The Neighbourhood representa un cambio sustancial respecto vuestro debut. Da la impresión de que teníais muchas ganas de evolucionar.
HENRY COX “Creo que sí. Poco después de sacar el primer disco nos dimos cuenta de que la dirección en la que queríamos ir era otra. Entre que compusimos el primer disco e hicimos éste, pasaron tres años, y en ese tiempo cambiamos. Quizá desde el punto de vista del público es un cambio muy rápido, pero nosotros lo sentimos como algo muy natural. En un principio pensamos en editar otro tipo de material entre medio para hacer la transición más suave, pero al final, pensamos que no tenía sentido y que simplemente era mejor publicar la música que de verdad queríamos. Es como si nos hubiéramos saltado un disco entre medio, pero al final hicimos lo que queríamos hacer”.
¿Sientes que en estos tres años habíais crecido más allá del pop punk, incluso a nivel de gustos personales?
“Sí, desde luego. Para serte sincero, nunca fuimos grandes fans del pop punk. Nos gustaban algunas bandas y giramos con muchas de ellas, pero no era algo que escucháramos en la furgoneta o por nuestra cuenta. Yo creo que en general las bandas se están expandiendo fuera de ese estilo porque hay demasiados grupos que suenan parecidos. Las mejores seguirán haciéndolo, claro, pero creo que el público también tiene ganas de algo nuevo. Y los propios músicos quieren probar algo nuevo. También creo que el hecho de que Spotify te dé acceso a todo tipo de música ha propiciado que las escenas se hayan diluido. Ahora no tiene por qué gustarte sólo el hardcore o el pop punk, puede gustarte Terror y Grimes. Creo que ahora está más aceptado que te gusten cosas muy distintas. Nosotros queríamos introducir algunas influencias de la música electrónica o industrial como Nine Inch Nails o Aphex Twin, y a Mike Sapone, el productor del disco, le encanta todo eso. Tiene una gran colección de sintetizadores analógicos, así que nos ayudó mucho a encontrar ese sonido. Para él también era emocionante salirse del emo o el pop punk por el que es conocido. Nos animó mucho a crear con libertad”.
Esa evolución también se refleja en el contenido del álbum.
“Sí, quería que las letras encajaran con este nuevo sonido. Queríamos hacer un disco más duro y rabioso, y ahí fue cuando empecé a pensar en escribir sobre nuestra ciudad”.
Aunque las letras están inspiradas en Blackpool, me imagino que en el fondo querías hablar de algo local como una reflexión más general. Muchas de las situaciones de las que hablas son aplicables a muchas ciudades occidentales.
“Sí, totalmente. Quería hablar sobre esos temas y lo de centrarlo en Blackpool vino después. Empecé a escribir cuando estábamos de gira en Estados Unidos y cuando volvimos a casa, me di cuenta de que todo sobre lo que estaba escribiendo, la pobreza, la depresión, el desencanto, estaba en nuestras calles. Quería usar Blackpool como una metáfora, pero creo que mucha gente puede identificarse con lo que hablo”.
Existe este sentimiento de que vamos a vivir peor que nuestros padres o que tendremos menos oportunidades, ¿pero no crees que hay un punto de haber sido un poco malcriados, o un punto de vista irreal sobre lo que se supone que debemos esperar? Si miras la historia de la humanidad, la vida siempre ha sido sufrimiento y una lucha constante.
“Tienes razón. Hace unos días vi un documental de la BBC de 1952 y hablaban con chavales de 10 a 16 años, y les preguntaban cómo se imaginaban el mundo en 50 años. Y todos decían que el mundo era un lugar horrible y no se imaginaban que pudiera ir a peor. Quizá es algo común entre todas las generaciones no imaginar lo dura que puede ser la vida. Quizá ahora con internet todo el mundo tiene más información, pero en redes como Instagram la gente finge tener una vida mucho mejor de la que realmente tiene. Se nos vende la perfección, pero todos sabemos que económica y socialmente hay muchas cosas que están mal. A pesar de todo, si te paras a pensarlo, creo que ésta es la época en la que más paz ha habido. Igual deberíamos rebajar nuestras expectativas”.
¿Qué relación tienes con las redes sociales? Obviamente para la banda es una herramienta muy buena de promoción, pero ¿a nivel personal? ¿No crees que potencian en exceso la vanidad?
“Desde luego. Si te digo la verdad, esta mañana he estado a punto de borrarme de todas mis redes sociales. Estoy harto. Es demasiada información. Estando en un grupo en el que pasas tanto tiempo viajando y tienes horas muertas, casi es como una adicción. Si no estuviera en el grupo, no sé si estaría en las redes sociales. No creo que, en general, la mayoría de gente tenga cosas tan importantes que compartir. No digo que yo las tenga, tengo mi propia visión política pero no la retransmito. No creo que tenga el nivel para hacerlo. Cada uno es libre de hacerlo, pero no creo que sea bueno volcar cada pensamiento que tienes en las redes. ¿A quién le importa? Pero por otro lado, está claro que también puede tener efectos positivos como todo el movimiento #MeToo. No ceo que las redes sean algo diabólico, pero, en cierta manera, nos oprimen. Es un nuevo mundo en el que tenemos que aprender a movernos. De hecho, mi hermana, que está en la universidad, tiene una app que le bloquea todas las redes durante las horas que tiene que estudiar. Y en relación al tiempo que las tienes bloqueadas, te va dando puntos que luego puedes canjear por un café gratis en un Starbucks o cosas así. Creo que en general la gente debería pasar menos tiempo en las redes. Perdona por el rollo que te he pegado (risas)”.
«La gente no se da cuenta de lo rara que es esta vida y a veces te sientes solo o vulnerable, así que creo que todos somos susceptibles de tener un problema de adicción. Es importante ser consciente de ello”
No, tranquilo. Otro de los temas que tratas en el disco es la adicción. Ahora mismo en Barcelona se vuelven a ver muchos yonquis.
“¿Ah sí? No lo sabía. Vaya, lo siento”.
Siempre que hay una situación social complicada, este problema sale a la superficie y mucha gente se escandaliza. Pero al final, el problema no es la sustancia en sí, sino lo que provoca que la gente recurra a ellas, ¿no crees?
“Claro. Hay mucha gente que consume drogas y son capaces de funcionar de manera normal dentro de la sociedad, y eso no molesta. En el Reino Unido ahora hay un problema muy grave con lo que se llama spice, que es una marihuana artificial, y en Estados Unidos lo tiene con las opicieos con receta. Blackpool es una de las partes más pobres del país y la heroína también es un problema. Creo que la gente más vulnerable es la que tiene más riesgo de caer en ellas. Creo que es responsabilidad de la sociedad prestar atención a esa gente y no culpabilizarlos, sino ayudarlos. Conozco a gente adicta a la heroína y son gente infeliz, que no han tenido oportunidades en su vida. Es como una muleta para gente que no tiene nada. La represión contra las drogas ha fracasado, lo que hay que hacer es preocuparse a nivel local y crear comunidades más justas para todos. Yo tengo la suerte de no haber caído en nada de eso, pero he visto a mucha gente que sí”.
De todos modos, estando en un grupo, es fácil tener acceso a drogas y sobre todo alcohol. ¿Alguna vez has sentido que estabas en riesgo?
“Si te paras a pensarlo, estar en un grupo es el único trabajo en el que llegas y te dicen ‘aquí tienes tu cerveza’ (Risas). Cada día, tienes latas de cerveza y una botella de ginebra o lo que sea en tu cátering, y encima tienes muchas horas libres entre la prueba de sonido y el concierto, así que te lo acabas bebiendo. Si estás en una ciudad bonita como Barcelona, sales a pasear, pero si estás en una ciudad fea de Inglaterra y está lloviendo, al final te quedas en el camerino y bebes. Si estás diez u once meses al año girando, ésas son muchas cervezas. Cuando vuelves a casa, te das cuenta de que beberte diez cervezas en un día no es normal. Pero he empezado a ver organizaciones de apoyo a los músicos, lo cual es genial. La gente no se da cuenta de lo rara que es esta vida y a veces te sientes solo o vulnerable, así que creo que todos somos susceptibles de tener un problema de adicción. Es importante ser consciente de ello”.
JORDI MEYA