Conor Oberst, uno de los cantautores más brillantes de su generación, está pasando por un gran momento creativo. Al precioso disco que publicó el año pasado junto a Phoebe Bridgers, un proyecto bautizado como Better Oblivion Community Center, hay que sumarle el que hace unos meses lanzaba bajo el nombre con el que se dio a conocer a finales de los 90 siendo un crío: Bright Eyes.

A la velocidad que va todo hoy en día, muchos discos buenísimos aparecen y caen en el olvido sin que ni siquiera muchos de los seguidores del artista ni siquiera se haya enterado de que ha salido. Y sin posibilidad de poder salir de gira, esa sensación de caducidad prematura todavía se ha acentuado más. Lo cual es una pena porque, por ejemplo, Down In The Weeds, Where The World Once Was (Dead Oceans), el décimo álbum de Bright Eyes publicado a finales agosto, todavía merecería que formara parte de la dieta musical diaria de muchas personas.

No sólo porque era la primera desde 2011 que Conor Oberst y sus compañeros multi instrumentistas, Mike Mogis y Nate Walcott, volvían a trabajar juntos, sino porque el nivel de sus canciones, con imaginativos arreglos orquestales y unas letras que te pellizcan el corazón, nos hacía recordar la magia que siempre ha acompañado su catálogo.

Pero igual que a Bright Eyes les ha costado casi una década publicar un nuevo álbum, a nosotros ha llevado el mismo tiempo poder hablar de nuevo con Oberst. Entonces pudimos hacerlo en persona en Amsterdam, donde además pudimos disfrutar del concierto en el que presentaban The People’s Key, esta vez fue a través de Zoom, pero al menos pudimos vernos las caras.

Con todos discos de Bright Eyes tengo la sensación de que invitas al oyente a sumergirse en tu mundo. ¿Ves un disco cómo algo más que simple música?
CONOR OBERST «Sí, creo que has usado la palabra adecuada, sumergirse. Siempre intentamos crear un universo o un mundo en el que las canciones puedan vivir. No soy muy fan de los silencios entre canciones. Con Bright Eyes siempre empezamos los discos con una pieza larga y pretenciosa de sonidos (risas). Y parte de ello tiene que ver con avisar a los oyentes casuales de que necesitarán prestar toda su atención. Pero si pasas esa primera puerta quiere decir que estás preparado para absorber todo lo que viene después. Siempre hemos metido interludios entre canciones para dar esa sensación de continuidad. Creo que seguimos haciendo álbumes a la vieja usanza. Queremos que quien nos escuche nos dedique 45 ó 60 minutos de su tiempo. Obviamente mucha gente hace playlists y cosas así, pero cuando nosotros creamos un disco lo concebimos para que sea escuchado de principio a fin».

En su momento, habías especulado con que The People’s Key sería vuestro último disco. ¿Por qué era éste un buen momento para volver a grabar con Bright Eyes? ¿Eran simples ganas de volver a trabajar con Mike y Nate, o fueron las propias canciones las que te pidieron grabarlas con ellos?
«Creo que hubo dos razones. La primera es que a nivel práctico todos habíamos estado muy ocupados. Yo con mis discos en solitario, Mike produciendo a otros artistas, y Nate estuvo girando tres años con Red Hot Chili Peppers. Y además Mike y Nate hacen bandas sonoras juntos. Pero durante todo este tiempo hemos mantenido nuestra amistad. Mike vive aquí al lado. Literalmente puedo ver su casa desde mi ventana. Yo vivo a caballo entre Omaha y Los Angeles, y Nate vive allí, así que también le voy viendo. No había necesidad de volver a conectar ni nada de eso. Y la segunda razón, quizá más importante, es que estábamos en un punto en nuestra vida en la que hemos pasado por muchos cambios: hijos, divorcios, nuevas relaciones, muertes… Cosas normales de la vida que pasan a lo largo de nueve años… Y nos apetecía volver a casa y hacer disco con gente cercana. Está muy bien colaborar con otra gente, pero tienes que aprender cómo son, entenderlos… En nuestro caso lo sabemos todo de cada uno, venimos haciendo música desde que éramos chavales. Hemos hecho muchos discos y hemos girado por todo el mundo, así que hay una confianza y comodidad que cuesta tener con otra gente».

Tanto los de Bright Eyes, como tus discos en solitario, o los de Desaparecidos son distintos en cuanto a sonido, pero creo que en todo lo que haces hay un hilo común: tu manera de cantar. No hay mucha gente que tenga una manera de hacer melodías tan característica.
«¡Muchas gracias! Obviamente mi voz es mi voz. Puedo cantar flojito o gritar, pero sigo siendo yo. Para bien o para mal sueno así (risas). Y aunque escriba sobre cosas distintas, mi manera de escribir es parecida también. En 2014 hice Upside Down Mountain que era como muy ensoñador, luego en 2015 hice el disco de Desaparecidos que es punk rock gritón, luego un disco con piano y armónica, luego el disco con Jim Keltener y Felice Brothers que eran plan americana, y luego el disco de Better Oblivion Community Center con Phoebe (Bridgers) que no sé lo que es, quizá indie rock, así que me gusta hacer muchas cosas distintas. No sé si es porque soy de Nebraska, donde hay muchas granjas, y hacen eso de cultivos rotativos. Si un año plantas maíz, al siguiente tienes que plantar otro vegetal, porque eso mantiene la tierra fértil. Pienso un poco en esos términos agrícolas (risas). Creativamente tengo que hacer cosas distintas».

Muchas de tus letras siempre han tenido un rollo apocalíptico. En los últimos años has perdido a un hermano y te has divorciado. ¿A medida que te has hecho mayor y has pasado por esas experiencias ¿se ha reforzado esa idea adolescente de pensar que ‘todo es una mierda’ o has sido capaz de quizá apreciar más también las cosas buenas?
«Sí, creo que cuando eres joven tienes esa visión romántica de que el mundo se acaba, la oscuridad, el sufrimiento… Cada generación piensa que la suya será la última. Pero de manera extraña, cuando te haces mayor todo se hace más real. Es igual de triste, o incluso más triste, porque ves que se va cumpliendo el patrón de tener que despedirte de la gente que amas, y ahora te toca ti, pero también porque lo has visto antes, puedes aceptarlo mejor. Es como cuando te rompen el corazón por primera vez, es el fin del mundo y sientes que vas a morir. Cuando te lo rompen por quinta vez, aunque duela, es algo que ya has sentido antes y puedes gestionarlo mejor».

Algunas de las canciones del nuevo disco son muy grandes en cuanto a sonido, muy orquestadas. Aunque has usado arreglos de cuerda antes, en éste has ido un poco más lejos y creo que el resultado es fantástico. ¿Has conseguido por fin el sonido que siempre habías ambicionado?
«Sinceramente, eso es todo mérito de Nate. Él hace todas las orquestaciones. Cuando se unió a nosotros en Lifted, creo que en 2002, empezó a ocuparse de eso. Toca los teclados, la trompeta… es capaz de componer esas cosas, hace muchas cosas para películas. Él hace todo los arreglos orquestales y creo que cada vez lo hace mejor. Le pasare tu cumplido. Normalmente él hace una maqueta de la orquesta con el ordenador, y luego vamos a los estudios de Capitol para grabarlas con músicos de verdad. Lo hicimos así en Cassadaga y en éste, y siempre es bastante estresante, porque es un estudio caro y tienes una orquesta de 40 personas ahí y sólo dos días para grabarlo. Pero Nate es muy bueno y todo acaba saliendo bien (risas)«.

Supongo que fue a través de Nate que conseguisteis que Flea de los Chili Peppers tocara en el disco…
«Sí, sí».

Pero quizá me ha llamado la atención que tuvierais a Jon Theodore a la batería. Es una auténtica bestia. ¿Cómo fue tenerlo tocando un material tirando a suave?
«Es uno de mis baterías favoritos también. Apenas le conocía, pero decidí llamarle sin saber si conocería el grupo, pero fue super amable y me dijo que contara con él cuando fuera. Sobre el papel parece una locura tener a Flea y a Jon, pero uno de mis discos favoritos es el primero de The Mars Volta, y ellos era la sección rítmica en ese disco, así que fue maravilloso tenerlo en el nuestro, aunque no tuviera sentido (risas). La verdad es que el primer día no sabía qué esperar, pero los dos son tan buenos que pueden tocar cualquier estilo. Son super dulces, no tienen ego, y creo que disfrutaron haciendo otro tipo de música. Flea es una enciclopedia musical, y creo que aportaron algo distinto. Y Jon en lugar de buscar a un batería de americana, tipo Levon Helm, John hizo algunos ritmos muy sorprendentes, y Flea hizo algo muy melódico e inesperado. Fue genial, la verdad».

En algunos de tus discos parece que seas un purista de la música americana, pero en otros que quieras ser el tío más experimental del mundo. ¿De dónde crees que sale esa dualidad?
«Creo que siempre he sido así. Aquí en Omaha había una escena muy pequeña. Sólo había una sala pequeña donde tocaba todo el mundo. Cuando empecé con 13, 14 años a tocar con una guitarra acústica, podía tocar yo, luego una banda de punk rock, luego una banda rara con teclados y luego una funky en plan 311 (risas). Todos tocábamos juntos porque no había otra. Así que nunca me preocuparon los estilos. Para mí era excitante hacer cosas distintas».

Foto: Shawn Brackbill

«Cuando te rompen el corazón por primera vez, es el fin del mundo y sientes que vas a morir. Cuando te lo rompen por quinta vez, aunque duela, es algo que ya has sentido antes y puedes gestionarlo mejor» CONOR OBERST

Quería aprovechar para preguntarte por Better Oblivion Community Center. Sé que admiras mucho a Phoebe, pero el hecho trabajar con alguien más joven con ese talento ¿te supuso un baño de humildad?
«Sí, claro. Phoebe tiene una de las voces más bonitas que he escuchado, y tiene una facilidad natural para las melodías y las armonías. Ella viene de una escuela artística y dice que no tiene una afinación perfecta, pero es perfecta (risas). Y es muy lista y divertida. Nos compenetramos en seguida. Escribimos una canción, pensando que sería para su próximo disco, pero salió tan bien y lo pasamos muy bien cantando juntos, así que seguimos trabajando y de golpe nos encontramos que teníamos todo ese material y decidimos hacer el disco. Escribimos de manera un poco distinta. Yo soy muy rápido, pero a ella le gusta revisar las letras, es más metódica y piensa en la producción mientras compone, cosa que yo no hago para nada. Es más conceptual y ayuda a que la canción sea mejor porque va tres pasos por delante».

Veo que el tiempo se acaba, y quería terminar preguntándote por Bruce Springsteen. Girasteis juntos en la gira Vote For Change en 2004, así que cuéntame tu mejor ‘Springsteen anécdota’ (risas).
«(Risas) Sí, esa gira fue increíble. Estábamos nosotros, R.E.M. y Springsteen. Un cartel bastante bueno (risas). ¿Qué te voy a decir? Bruce es super majo. El primer día llamó a nuestro camerino y nos dio las gracias por formar parte de la gira. Sus fans son conocidos por sólo querer verle a él y gritan ‘Bruuuuuce’ como si te abuchearan. Pero él salía a presentarnos cada noche y decía que nos escucharan. El caso es que la gira era para que George Bush no saliera reelegido, pero al final lo fue, y todos estábamos hechos polvo. Apenas dos días después de las votaciones, yo tenía que volar a Europa para un viaje de promoción durante dos semanas. El caso es que estaba deprimido esperando el avión en el aeropuerto y me llama mi encargado de prensa y me dice ‘En cinco minutos recibirás una llamada. ¡Cógelo!’. Y efectivamente al cabo de cinco minutos suena el teléfono, y era Bruce intentándome consolar y diciéndome que pese a la derrota debía sentirme orgulloso de lo que habíamos hecho. Fue como si te hubiera llamado tu padre. Es un tío muy legal».

JORDI MEYA