Haciendo honor al título de su nuevo trabajo, Dani Llamas se encuentra en plena combustión artística. Tras haber encontrado su verdad, el cantante de G.A.S. Drummers redobla la apuesta entre el rock y el flamenco en A Fuego.

Muchas veces para encontrarse a uno mismo, primero hay que realizar un viaje de ida y vuelta. Marcharse muy lejos para descubrir que tu verdadera esencia se encontraba más cerca de lo que pensabas. A Dani Llamas le empezó a ocurrir cuando se mudó a Madrid en 2012. La época que pasó en la capital le hizo añorar su Andalucía natal y reconectar más que nunca con la música que escuchaba en casa de sus padres cuando era un niño: el flamenco.

Esto se terminó plasmando en La Verdad, la primera obra en solitario donde Llamas no solo se atrevía a abordar el castellano, sino a incorporar a su lenguaje sonoro una serie de influencias que le alejaban del hardcore melódico y el indie rock americano por el que se había dado a conocer con G.A.S Drummers. Dos temporadas más tarde, le ha dado continuación con las 12 canciones que forman A Fuego, cada una de ellas inspirada en un palo del flamenco. Un álbum en definitiva más ambicioso y complejo que ahonda en esa nueva senda que el jerezano se ha decidido a explorar a fondo.

Tan solo unos días después de haber visto la luz, no sentamos con su creador en una terraza de la Plaza del Dos de Mayo de Madrid para hablar del camino que le ha llevado hasta aquí, además de tocar otros asuntos como el activismo político o los próximos planes de reactivar a su banda madre.

Hace dos años sorprendiste a todo el mundo con La Verdad. Quería comenzar preguntándote si tu interés inicial por el flamenco viene de tu juventud o ha sido algo más progresivo con el paso de los años.
DANI LLAMAS «Realmente ha sido según me he ido haciendo más mayor. Pero hay un hecho más claro que es cuando tuve que emigrar de Andalucía por razones laborales y me vine a Madrid. Estuve viviendo aquí desde 2012 durante unos 8 años. Pasa que cuando tú te desenraizas del lugar que provienes, es cuando empiezas a echarlo de menos. Madrid es una ciudad muy grande que tiene muchas cosas positivas, pero si tu vienes de otro sitio, para bien o para mal te desenraiza. Y yo empecé a echar de menos el flamenco, no como algo universal, sino como la música que se escuchaba en mi casa cuando era pequeño. Me recordaba a mi abuelo, al barrio de Santiago en Jerez, una de las cunas del flamenco y de dónde yo vengo. No es que partiese de la nada, sino que ya tenía cierto criterio de base. Pero yo he crecido contra eso».

Es lo que te quería comentar. No sé si de adolescentes te refugiaste en el punk rock casi como un modo de revelarte contra lo que tenías en casa.
«Claro. Yo quería hacer música en inglés y que se pareciese lo menos posible al flamenco porque al final eso es lo hegemónico allí. Una vez haces el camino de ida, puedes hacer el de vuelta. No se puede comprender el uno sin el otro. Es lo que le digo siempre a la gente: lo interesante es poner un poco patas arriba tus propias raíces, manosearlas… No hay porque abrazarlas per se».

Foto: Juanma Carmona

«Yo soy comunista y todo el mundo que me conoce lo sabe. Me gusta que las letras reflejen eso» DANI LLAMAS

En A Fuego has profundizado muchísimo más en este nuevo sonido. Cada una de las canciones está basada en un palo del flamenco. ¿Tuviste que estudiar algo más sobre el terreno en el que te ibas a meter?
«La idea era algo así como ’12 palos, 12 causas’ (risas). Al principio iba a ser un EP de 6 canciones, pero una vez nos vimos metidos en el ajo, con todo el tema de que los vinilos están tardando muchísimo en fabricarse… La intención era tener algo nuevo de forma inmediata, poco tiempo después de La Verdad. Pero vimos que no merecía la pena y decidimos hacer un largo. Lo grabamos en dos tiempos, seis canciones primero en marzo y después otras seis en septiembre de 2021. Sí que es verdad que este disco tiene algo más de investigación porque hay unas reglas que tienes que seguir. Convertir 12 palos en 12 canciones es una cosa muy distinta. Para aquellas personas que no controlen mucho de flamenco, la gran diferencia con respecto a las canciones que solemos escuchar en el pop y el rock es la pauta rítmica. En el folk suele ser un 3/4, que es el vals, en el rock suele ser 4/4… mientras que en el flamenco solo hay una rama que va en 4/4, que son los tangos, los tientos, las marianas, el taranto…. Todo estoy muy sui generis porque tampoco es un 4/4 clavado (hace una demostración marcando el ritmo con las palmas -ndr.). Entonces, mi teoría es la siguiente: yo me baso en que el flamenco es una tradición oral. Es cante. Yo extraigo la melodía y la cambio de una pauta rítmica complicada a una en la que se basan el pop y el rock, que es de donde yo vengo. Ese es el proceso de laboratorio con el que yo trabajo. Por eso funciona, porque sigue sonando a rock. Yo no sabría hacer otra cosa, pero sí que es verdad que estoy cogiendo toda la parte melódica del flamenco».

¿Qué canción o palo fue la más que más te costó adaptar?
«Sin duda, la seguiriya en ‘Ya No Siento Los Golpes’, donde canta Ramón (Rodríguez de The New Raemon y Madee -ndr.). Es quizás la que tiene la pauta rítmica más complicada, un 3/5 (vuelve a ejemplificar el ritmo golpeando los nudillos sobre la mesa – ndr.). Trasladar eso a un 4/4 como está en la canción ha sido lo más difícil. Esto ya es teoría musical. Yo no tengo ni idea de solfeo ni nada, pero sí que me gusta jugar con esas cosas. Para mí fue un gran logro, como: ‘¡Eureka, lo he conseguido!’ (risas). Me puse súper contento el día que la acabé. Esa salió en la segunda tanda, en la primera no me atreví. De hecho, lo que más me motivó para hacer la otra mitad del disco fue el intentar hacer una seguiriya. Es el palo más duro, la rama más honda y triste. Son las canciones que muestran el llanto. Todas las letras tratan sobre desgracias. Había que hacerlo con mucho feeling respetando también el original. Creo que quedó muy chula».

No sé si será por eso, pero mi primera impresión es que, a pesar de estar muy conectado con La Verdad en cuanto a estilo, me ha resultado un trabajo más denso y hasta diría que oscuro por momentos.
«Sí es cierto que las letras pueden tener un punto más oscuro y sobre todo musicalmente porque todos los palos son así como muy intensos. Un poco como el café. Se podría decir que A Fuego es café para muy cafeteros (risas). Pero creo que mola mucho más así, porque al final la gente tiene más capas y lo puede ir disfrutando poco a poco. La Verdad fue un disco que hice en dos semanas. Se me ocurrió, llamé a Rafa (Camisón, productor y también batería de G.A.S. Drummers -ndr.) para ver si tenía el estudio libre y en dos semanas estaba terminado. A Fuego en cambio es un álbum mucho más elaborado, dedicándole más tiempo… Esa es la principal diferencia entre los dos».

También cuando decidiste pasarte a cantar en castellano, no solo supuso un cambio de idioma, si no de la forma en la que lo hacías. Tuviste que buscar una nueva voz.
«Eso fue lo más difícil. Yo llevo cantando en inglés desde el 94 cuando monté mi primera banda con 14 años. Y claro, de repente empezar a cantar en castellano… o bueno, en andaluz (risas)«.

Además es darle el toque de cantaor.
«En Jerez no me dicen eso, sino: ‘Quillo, menos mal que eres rockero’ (risas). Pero quiero decir: al final encontrar una voz propia en castellano ha sido lo más complicado. Una vez di con el rollo ya me he ido sintiendo más cómodo».

No sé si consideras lo que haces como rock andaluz.
«Esto me lo preguntan muchas veces y a mí en realidad no me gusta nada el rock andaluz, salvo el primer disco de Triana que me parece muy bueno. Pero no soy fan de Medina Azahara ni Alameda, porque a mí no me mola el rock progresivo. Lo que pasa es que al fusionar el rock con lo andaluz, puede tener sentido meterlo ahí».

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«Me encantan. Yo no tengo muchas referencias de música en castellano, porque casi todo lo que siempre me ha gustado ha sido en inglés, excepto el flamenco. Sin embargo, hay tres cantantes en castellano que me parecen sublimes y te doy los nombres. Julio de la Rosa, paisano y con el que además he tocado durante muchos años. Antonio Arias, que si no tiene ya una calle en Granada debería tenerla pronto. Es uno de los grandes letristas y personajes de la cultura española y andaluza. Y el tercero es Ramón Rodríguez, que también es un grande. Las demás referencias me vienen más del flamenco y su inmensa lista de cantaores e incluso de músicos latinoamericanos».

Por otra lado, no sé si compartes la impresión que de un tiempo a esta parte hay muchos grupos y artistas que están empezando a reconectar con todo lo que tienen en casa, cosa que hasta ahora quizás no se valoraba tanto y lo están adaptando a su propio lenguaje.
«Sí, todo lo que es música popular o de raíces. Es algo que tiene que pasar. Tu piensa que los anglosajones lo llevan haciendo toda la vida. Nosotros hemos adquirido la música de raíces americanas como algo propio. Creo que es interesante que podamos mirar a las nuestras de la misma manera que ellos lo hacen, sin prejuicios y sin miedo a manosearlas. Hacer punk rock con una guitarra acústica como hace Chuck Ragan, por ejemplo. Él se arrima al country y al folk. ¿Por qué nosotros no podemos hacer lo mismo con lo nuestro sin que suene peyorativo? Ese es el paso definitivo. En el caso de los andaluces tenemos una música de raíces que no es folclórica. No es una música muerta que se recupera los días de fiestas populares cuando se saca el traje regional, se toca y se guarda hasta el año que viene. Con el flamenco eso no pasa porque sigue vivo. Esta es la teoría que tengo con este disco: el flamenco sigue sirviendo para que te inspires en ese manantial y hacer canciones actuales. Y no lo hago solo yo. Lo hace Rocío Márquez con Bronquio que es electrónica, por ejemplo, y muchísima otra gente».

Pero hace 20 años parecía que el flamenco, o más bien el mal llamado flamenquito, se despreciaba de manera sistemática. ¿Qué crees que ha cambiado?
«En realidad pienso que hay un proceso global en el cual se produce un movimiento de expansión-contracción. Muchas veces la respuesta de la cultura popular a la globalización es poner en valor las cosas locales, lo cual es interesante. ‘Think global, act local’, que dicen los guiris. Pensar en el mundo como algo diverso y no tan universal, que en el fondo no deja de ser imperialista. Si la música que tamiza todo el mundo entero es la que viene del imperio, ahí hay un problema porque te estás perdiendo muchas cosas. Lo importante es reclamar esa diversidad de lo cercano y lo popular con respecto a la globalización. Ahí hay grandes llaves con las que combatir».

Lo que no ha cambiado para ti es el compromiso con la lucha obrera. Ya en inglés hiciste alguna canción como ‘Leninist’ e incluso versionaste ‘La Internacional’. Sin embargo, en castellano el mensaje queda más reforzado. ¿Para ti es innegociable separar ese componente social y político de tu música?
«Yo llevo hablando de esto desde siempre. Menos en The Ships (proyecto que formó en 2014 junto a Juan Ewan de El Sueño De Morfeo y el productor Paco Loco -ndr.) que hacíamos algo así como canciones bonitas sin mucha historia. Pero con G.A.S. Drummers siempre he escrito de lo mismo. Lo que pasa es que al estar las letras en inglés, la peña no se entera. Hay que estudiar más, chavales (risas). Al cantar en castellano, por si no era ya lo suficientemente claro, ahora lo voy a ser todavía más. Además, nunca he ocultado mi militancia política. Yo soy comunista y todo el mundo que me conoce lo sabe. Me gusta que las letras reflejen eso. Desde Joe Strummer hasta José Meneses, para mí hay un plus si las letras que escucho en la música que me gusta tienen un componente político o social. Por ejemplo, me encantan los Ramones pero me gustan más The Clash por eso mismo. Hay cantaores que cantan mejor que José Meneses, pero si me cuentan algo que además me haga levantar el puño, me ganan por completo (risas). Obviamente, esto tiene un punto de romanticismo porque uno no va a cambiar el mundo desde sus canciones. El mundo se cambia con la militancia diaria, pegando carteles en la calle, asistiendo a las asambleas de los barrios… Militar en definitiva de la manera en que tú puedas en cualquier causa. No se cambia el mundo con canciones, pero lo hace más llevadero para los que tenemos cierta sensibilidad hacia temas políticos. Me gusta que la música tenga ese componente, que avive el fuego».

Si echamos un vistazo global a tu carrera, es verdaderamente sorprendente el recorrido que has realizado hasta ahora. Empezaste con el punk rock, luego viraste al rock americano tanto en solitario como con G.A.S. Drummers, y ahora estás en otro terreno completamente distinto. ¿Te ves abriendo una cuarta puerta en un futuro más o menos lejano? ¿Cómo crees que será un disco de Dani Llamas cuando tengas 60 años?
«(Risas) Esta es una buena pregunta, me ha gustado. No tengo ni puta idea, tío, pero es verdad que siempre me mola darle una vuelta a las cosas. Con lo que he trabajado siempre es con la melodía, igual que en el rock hay gente que lo hace con los riffs o el ritmo. Es lo que me fascina de la música y con lo que consigo darle un poco de sentido a todo lo que he hecho sin que parezca que estoy dando bandazos. Siempre que hago algo, el mínimo común denominador va a ser siempre trabajar con la voz. El cómo lo apoye puede ser a través de diferentes géneros. Ahora mismo me apetece muchísimo hacer un disco de punk rock. Con G.A.S. Drummers hemos vuelto a ensayar últimamente y me pone mucho. ¿Qué vendrá después de A Fuego, que ha sido un gran esfuerzo mental y hasta incluso físico? No lo sé. Seguramente seguiré un poco por este camino pero no necesariamente tenga referencias a palos flamencos».

Ya que lo has mencionado, el año que viene se cumplirá una década desde el último álbum de G.A.S. Drummers, We Got The Light. ¿Hay planes de hacer algo nuevo?
«Con G.A.S. Drummers lo que estamos haciendo ahora es regrabar entero el segundo disco, The True Charm Of Bourgeoisie. Intentamos remezclarlo pero fue imposible porque no conseguimos sacar todas las pistas que estaban en cintas de ADAT. Así que estamos ensayándolo y montando los temas otra vez. Ahí me he dado cuenta de lo rápido que tocábamos en 2001. El otro día Rafa se grabó en el estudio nueve temas y casi sale en muletas (risas). La idea es editarlo en vinilo porque solo está en CD. También hemos estado hablando con Jordi BCore para reeditar Dialectics en vinilo ya que en 2023 cumple 20 años. Y lo que decías, We Got The Light va a hacer diez. Poco a poco vamos cumpliendo efemérides, como Bad Religion (risas). Durante la pandemia llegamos a grabar varias canciones en casa. Más que un grupo, G.A.S. Drummers es como un club social. Hablamos todos los días por chat, quedamos para comer, nos contamos chistes… Es una banda que está por encima de la música, nos queremos muchísimo. La regrabación del segundo disco seguramente la acabaremos antes del verano e intentaremos sacarlo antes de que acabe el año. Pero seguro que vamos a seguir haciendo cosas, ya sea grabar un EP, hacer una gira de tres conciertos muy concretos en Madrid, Barcelona y Andalucía… hasta que nos muramos. De hecho, el único que no está conmigo en lo que estoy haciendo ahora en solitario es Pablo (Magallanes, guitarra -ndr.). Siempre estamos juntos y hemos pasado por un montón de cosas. Es la familia que eliges».

GONZALO PUEBLA