Pese a llegar en el mejor momento de su carrera, La Miel De Las Flores Muertas, el nuevo disco de Desakato, vuelve a presentar una mirada crítica sobre el sistema. Y es que, aunque ahora tenga el viento a favor, el combo asturiano no ha olvidado su compromiso inicial.

Como casi todo el mundo, en el momento en que contactamos con Pablo, voz y guitarra de Desakato, se encuentra confinado en su casa. Son días extraños para todos, y el músico reconoce que no sabe si está del lado de los alarmistas o de los escépticos, pero, por prudencia, prefiere ser conservador. “Aunque sólo en este caso”, puntualiza bromeando. Y es que en 15 años de carrera, ésta sea seguramente la única vez que podríamos asociar ese adjetivo y Desakato en una misma frase.

Desde que nacieran en Llanera en 2004, la banda que completan Pepo (voz), Gabri (guitarra), Mario (bajo) y Nano (batería) ha utilizado su música para denunciar injusticias y meter el dedo en la llaga del poder. Pero en este tiempo, la banda ha ido aprendiendo a modular su discurso, tanto lírica como musicalmente. El punk rock más ortodoxo de sus inicios ha dado paso a un rock abierto a otras influencias. Su flamante sexto trabajo La Miel De Las Flores Muertas (autoeditado) vendría a ser la culminación de esa evolución. Producido por Manuel Cabezalí (Havalina), el nuevo disco llega en el momento más álgido de su carrera, y es, sin duda, uno de los álbumes más esperados a nivel nacional. La gira de su anterior EP, Antártida, fue todo un éxito, con más de 70 conciertos, entre ellos dos noches en La Riviera de Madrid, algo que apenas unos años antes hubiera parecido una utopía. El propio Pablo reconoce que no sabe muy bien la razón de este aumento exponencial en su popularidad, pero desde luego, están dispuestos a disfrutarla. Faltaría más.

Me ha sorprendido que ya tuvierais un álbum nuevo a punto, porque tengo la sensación que hasta hace nada estabais todavía dando conciertos presentando Antártida.
PABLO “No es una sensación, es literal. Estuvimos tocando hasta el 22 de noviembre. Ha ido todo bastante rápido”.

Pero ya debíais haber estado preparándolo desde antes, ¿no?
“Teníamos un montón de bocetos que íbamos perfilando en el local a lo largo de la gira, así que el proceso fue mucho más largo de lo que parece. Una semana después del último concierto ya empezamos con Manuel (Cabezalí) en mi estudio aquí en Asturias, en OVNI, e hicimos dos tandas de preproducción. Luego ya empezamos a grabar las baterías y todo iba bastante claro. La verdad es que con Manuel fluyó todo muy rápido y por eso el disco ha tardado tan poco en salir. Estamos muy orgullosos de lo que hizo él y de lo que hicimos nosotros también”.

¿En esta rapidez ha pesado más el aprovechar el impulso que habíais cogido en el último año que el tomaros un descanso? ¿No os apetecía desconectar ni que fuera seis meses?
“Desde siempre hemos necesitado tocar. En toda nuestra trayectoria hemos estado dando conciertos. Quizá sorprende un poco más ahora porque tenemos más trascendencia, pero es una filosofía que hemos tenido desde el principio. Estar en la carretera constantemente es lo que mantiene viva a la banda. La mayoría de las canciones de este disco surgen de la energía del directo, de estar tocando. Todas esas sensaciones que vas acumulando durante la gira se traducen en necesidades creativas”.

¿Qué queríais presentar que fuera nuevo en este disco respecto a Antártida?
“Creo que el álbum tiene una visión estética muy diferente a todo lo que veníamos sacando. Es cierto que las melodías, la voz gutural de Pepo, los riffs, siguen teniendo ese mismo tono, pero el maquillaje de los temas, la producción de Manuel, la mezcla y la búsqueda de un sonido mucho más orgánico, más natural, creo que hace que el disco sea diferente y tenga una personalidad muy fuerte. Puede ser algo positivo y que a la gente que nos sigue le entre bien, o puede ser una apuesta un poco arriesgada y que haya gente que no lo entienda. Porque,  aunque el disco tiene mucho punk y mucho rock, queríamos huir de los estándares de estos géneros y aventurarnos a buscar algo más nuestro. Creo que, con Manuel, que tiene una visión muy amplia del sonido y de los estilos, lo conseguimos. Otra cosa será cómo lo reciba el público”.

A mí me ha parecido como si hubierais purgado arreglos innecesarios, ir mucho a la esencia de los temas.
“Totalmente. Manuel tiene una fórmula para trabajar que le da mucho carácter a sus producciones. Quiere hacer las cosas sencillas para que suenen grandes. Es algo muy acertado. Aprendimos un montón de cosas con él. Es un disco de búsqueda de nuevos sonidos para los instrumentos y las voces, pero tiene muy pocas capas, y eso al final se agradece en la escucha. Estamos acostumbrados a que las producciones modernas tengan un montón de capas con arreglos, pero luego en el directo, las canciones cojean. Nosotros huimos de artificios y vamos a ser lo que es una banda de rock tocando. Hemos girado con grupos que utilizan un montón de samplers en directo, que utilizan secuencias… Yo no lo critico, pero parece que es una tendencia ir a la electrónica. Nosotros queremos investigar, pero con cosas que podamos tocar. Huir de tanto procesamiento e ir más a la raíz”.

El haber dado tantos conciertos también es el examen perfecto para saber cuáles son los puntos fuertes y dónde cojeáis.
“Es un buen test. Pero en este disco vamos un poco más allá de eso. Las cosas que nos funcionaban, hemos intentado no repetirlas. Queríamos que cada canción tuviera una personalidad nueva, que todo el álbum tuviera un aura diferente”.

Trayendo a Manuel a trabajar a OVNI, ¿buscabais el equilibrio entre la comodidad de trabajar en casa pero a la vez tener una visión externa?
“Sí. Las dos últimas producciones del grupo las había hecho yo, y creo que me di cuenta de que no se puede estar a todo. Creo que es de sabios saber delegar, aunque tengas muy claro cómo quieres sonar. Tener una visión externa te ayuda a mirarlo desde otro prisma. Nos dio muchísimo aire. Manuel se adaptó perfectamente al estudio. Tenemos una sala muy grande de piedra en la que es bastante cómodo trabajar en directo. El hecho de grabar una maqueta todos juntos nos ayudó a ver cuáles eran las necesidades reales de las canciones, qué cambios necesitábamos meter. Íbamos tocando y escuchando con calma. La verdad es que fue un proceso muy necesario”.

¿Qué relación anterior teníais con Manuel?
“Personalmente no le conocía. Éramos muy seguidores de Havalina de siempre y me gustan mucho las producciones que hace. El disco de Rufus T. Firefly me parece una obra maestra en cuanto a producción y sonido. Creo que se merece mucho más reconocimiento. El caso es que hablando con Esteban de Toundra, que es amigo de siempre y quien nos lleva la prensa, se lo comenté y aprovechando una jornada de prensa que teníamos en Madrid quedamos con Manuel, nos tomamos una cerveza, y el flechazo fue instantáneo. Es una persona muy tranquila y te da mucha confianza. Es muy respetuoso con las ideas de la banda y se implica mucho. Aporta muchas cosas. Todo el proceso fue súper divertido y le estamos muy agradecidos”.

¿Conocía vuestra música o vino totalmente virgen?
“Le sonaba el grupo. Nos tenía medio ubicados, pero no nos conocía en profundidad. Le invitamos a nuestro último concierto en La Riviera y ahí se hizo una idea mejor de lo que era la banda. Creo que al final es del directo de donde más información puedes extraer de la personalidad de un grupo. Creo que Manuel lo vio rápido y bien. Buscar un sonido muy cañero, pero muy natural, que es algo que buscábamos desde hacía tiempo. Sobre todo en las baterías, que es algo que va evolucionando hacia algo más sintético y electrónico, pero Manuel tiene un concepto totalmente diferente del rock y de la mezcla. Consiguió cosas que nosotros no hubiéramos podido. No creo que sea la última vez que trabajemos con él”.

¿Tocó alguna cosa en el disco?
“Sí, alguna cosa metió. Nosotros somos muy de intercambiarnos los instrumentos, que fue algo que le sorprendió mucho. Hay partes de las guitarras de Gabri que las grababa yo, partes de bajo que las grababa Gabri o yo. Nadie tiene un orgullo de tocar lo suyo, sino que vamos construyendo el álbum en conjunto. Y en esa ola de compañerismo, Manuel se sumó y acabó grabando alguna cosa que quería aportar”.

“Es como si alguien nos hubiese tocado con una varita y todo hubiera crecido de forma exponencial” PABLO

Antártida era un EP conceptual. ¿Definirías La Miel De Las Flores Muertas de esa misma manera?
“Sería un poco pretencioso decir que es conceptual. El disco tiene una visión un poco apocalíptica, pero también hay canciones muy emocionales. Tiene un concepto estético general en cuanto a sonido, pero los textos son bastante dispares”.

Aunque no haya una narrativa, sí queréis ofrecer vuestra visión del mundo.
“Sí, es lo que llevamos haciendo en cada disco. Todos los discos tienen un concepto, pero, así como en Antártida había un hilo conductor, aquí volvemos un poco al álbum clásico de rock. A mí me gustan los discos que tienen canciones muy dispares, aunque en conjunto tengan un concepto global”.

Ha sido casualidad, pero muchas de las cosas de las que habláis en el disco, ahora las estamos viendo de primera mano.
“Por desgracia sí (risas). La verdad es que no nos lo veíamos venir, al menos un virus, pero sí veíamos una sociedad que se está devorando a sí misma. El pensamiento colectivo se está comiendo el individual. Todo el mundo tiene una corriente y tiene que seguirla. Encima a través de las redes sociales se magnifica un montón, y al final el mundo se va al traste por todos los lados. Lo más importante, que es la salud del ecosistema, se va a la mierda, la economía te obliga a llevar una vida que es contraproducente para el medio ambiente, las nuevas corrientes de pensamiento influyen negativamente sobre los valores de la sociedad… Es muy difícil ver la luz. Esa aura de pesimismo se refleja en el disco y los textos”.

En el álbum hay dos temas en asturianu. A veces se confunde el reivindicar una cultura propia con un nacionalismo excluyente. Vosotros defendéis que es posible no querer banderas y al mismo tiempo defender lo propio.
“Totalmente. Es un terreno que es un poco difícil de entrar en él porque da pie a malentendidos. Pero lo que has dicho resume nuestra manera de ver el mundo. Queremos, necesitamos, que se respete nuestra cultura, la cultura de nuestros abuelos, de nuestro pueblo, para que no se pierda. Pero no creemos en las fronteras ni en las banderas. Queremos que lo que se percibe como nuestro, pueda ser compartido. Para nosotros es un orgullo poder escribir en nuestra lengua materna, y más cuando tenemos cierta trascendencia, y podemos llevar el asturianu a otros países. Creo que tiene una parte educativa muy importante. Yo aprendí un montón de palabras de mi abuela, que es con quien más hablo en asturianu y siempre aprendo cosas nuevas, y luego de la música que se viene haciendo desde un tiempo aquí. Nosotros tenemos la suerte de conectar con los chavales y creo que es una responsabilidad por nuestra parte hacerles ver que tienen que luchar por su lengua. Más cuando el asturiano estuvo en peligro de extinción durante mucho tiempo. Para nosotros es casi una obligación ayudar en esto. Hoy parece que hay un poco más de apoyo en cuanto a la oficialidad, así que es el momento de empujar todos juntos”.

Sois como los grandes olvidados respecto al catalán, el euskera o el gallego.
“Sí. En muchas partes del país se le sigue llamando bable, que para nosotros es algo despectivo. Es como si fuera algo que no se sabe muy bien lo que es. Para nosotros es importante que se sepa que es una lengua que tiene una normativa, una gramática, que está estructurada y que hay gente que hace arte con ella. Queremos que nuestros hijos la puedan estudiar con más intensidad que hasta ahora”.

Perdona mi ignorancia, ¿es una asignatura obligatoria en las escuelas?
“Para nada, es una optativa. Son clases semanales y no hay ninguna otra asignatura que se haga íntegramente en asturiano. Creo que es importante que eso cambie”.

La última gira debía ser un flipe en cuanto a la repercusión que tuvo. ¿Habéis encontrado alguna explicación a por qué habéis dado ese salto ahora y no antes?
“Sinceramente es algo que nos preguntamos a menudo. Cuando empezamos a notar esa subida fue como a mitad de la gira de La Teoría Del Fuego, nuestro anterior largo. Empezamos a ver más gente con mucho interés y no entendíamos por qué. Nosotros llevamos haciendo las cosas de manera bastante similar desde hace mucho tiempo, trabajando mucho, íbamos ganando seguidores, íbamos entrando en más festivales, pero todo a nivel bastante underground. Antes tocábamos a las cuatro de la tarde o a las cuatro de la mañana, y fuimos viendo que nos iban dando mejores horas. Pero todo esto no fue ni siquiera con la salida del disco, sino a mitad. No sé, es como si alguien nos hubiese tocado con una varita y todo hubiera crecido de forma exponencial. Estamos muy agradecidos, pero no sabemos lo que pasó. Nunca hubiéramos pensando en llenar una Riviera, y menos hacer dos fechas en Madrid. Ahí estuvieron nuestros padres emocionados, y nosotros también porque ellos estuvieran ahí. Fue una noche espectacular y muy emotiva y mágica”.

Supongo que les pudisteis decir ‘¿Veis como no estábamos locos?’.
(Risas) Sí, es verdad. De eso hace ya un tiempillo cuando empezamos a profesionalizarnos. Yo le decía ‘Mama, tú te acuerdas, cuando tocábamos con el grupo y nos decías que decíamos palabrotas y teníamos esas pintas…’. No entendía que dedicáramos tantas horas a algo que no nos iba a dar de comer. Pero gracias a Dios, ya cambió la visión que tiene de la banda y se siente súper orgullosa. Al final era un viaje suicida, porque nadie podía pensar que un grupo que empezamos en el instituto pudiera llegar a donde hemos llegado. Tenemos que disfrutarlo porque somos unos putos privilegiados”.

JORDI MEYA