Hace unas pocas semanas los holandeses DeWolff volvían a dejarse caer por nuestro país con la excusa de presentar su nuevo trabajo Love, Death & In Between. A su paso por Madrid, nos reunimos con una de las bandas de classic rock más en alza de los últimos años.

Que DeWolff es un grupo con una mentalidad completamente distinta a la que solemos ver en otras formaciones contemporáneas es algo que va más allá de la música que practican. Sus canciones no solo recuerdan a aquellos grandes LPs de las décadas de los 60 y 70, sino que el modo en el que el trío formado por Pablo Van De Poel (voz y guitarra), su hermano menor Luka (batería) y Robin Piso (teclados) ha ido labrando su carrera tiene más que ver con las bandas de entonces que se curtían en la carretera que con las de la era actual, dónde el éxito se cuenta por reproducciones en las plataformas de streaming en lugar de discos vendidos.

Establecidos en la localidad holandesa de Geleen, comenzaron a dar sus primeros pasos siendo unos completos adolescentes. De hecho, sus padres tenían que acompañarlos cada vez que salían a tocar. Pero según han ido haciéndose mayores, su forma de asimilar el rock clásico también ha ido creciendo hasta convertirles en uno de los nombres con mayor proyección y presente dentro del circuito. Diez álbumes de estudio (el último de ellos, Love, Death & In Between, grabado en directo con casi una docena de músicos) y la reputación de poseer un directo invencible capaz de convertir en fan hasta al más escéptico, les avalan. Sin ir más lejos, hace unas semanas finalizaron su exitosa gira española por cinco ciudades llenando todas y cada una de las salas por dónde pasaron. Una muestra más de su imparable ascensión.

Pero incluso atravesando un momento tan dulce, tampoco se libran de tener un mal día de vez en cuando. Es lo que les ocurrió en la primera parada en Avilés, dónde al parecer no tuvieron la mejor de sus noches. Fue el primer tema que tratamos durante nuestra entrevista con Pablo horas antes de salir nuevamente victoriosos en su visita a Madrid.

Ayer empezasteis la gira española en Avilés. ¿Qué tal os fue?
PABLO VAN DE POEL “¿Quieres una respuesta agradable o una respuesta sincera?”.

Pues preferiría lo segundo, la verdad. Esta mañana he leído que hicisteis un concierto más corto de lo habitual y que tuvisteis una disputa antes de salir a tocar.
“La verdad es que no fue una buena noche. Tuvimos una pelea antes del concierto. No llegamos a las manos ni nada de eso, pero sí que tuvimos una discusión. Ayer tuve que despertarme a las cuatro de la mañana para coger un avión a Bilbao y estaba muy cansado. El resto del grupo y nuestra crew fueron en coche hasta Avilés, pero yo tuve que atender un asunto familiar bastante triste. Así que me quedé un par de días en casa mientras los demás estuvieron conduciendo durante tres días desde Bruselas para llegar al concierto. Mi vuelo a Bilbao salió a las 7 de la mañana, así que fue un día muy largo. Y para serte honesto, ya habíamos tocado antes en la misma sala en Avilés y no es precisamente de mis favoritas. No tiene ambiente. Es como una gran caja en blanco y negro. En la sala donde tocamos esta noche en Madrid, por ejemplo, incluso aunque no haya gente sientes que está pasando algo. No quiero decir que eso nos hiciera dar un mal concierto, pero todas esas cosas juntas no ayudaron. Tampoco tuvimos un buen sonido. En nuestros conciertos solemos improvisar un montón de forma espontánea. Algunas veces ocurre y es fantástico, pero en otras simplemente no sucede”.

Foto: Satellite June

«Nunca me preguntaron qué es lo que quería ser de mayor. Siempre tuvieron muy claro que iba a dedicarme a esto» PABLO VAN DE POEL

Está bien que lo aclares. Bueno, centrémonos en el grupo. Habéis estado muy activos durante estos últimos años a pesar de la pandemia. Al año siguiente de publicar Tascam Tapes sacasteis Wolffpack, grabasteis las sesiones de Nonagon Marathon interpretando vuestros nueve discos al completo, un directo con una orquesta en Amsterdam, volvisteis a salir de gira y ahora otro álbum. Está claro que para vosotros parar no es una opción.
“Tiene gracia porque desde fuera da la sensación de que estamos trabajando todo el tiempo. Pero cuando estás metido en esto cada día, no parece tanto. Por ejemplo, hicimos el cálculo de cuanto nos llevó pasar de no tener nada a terminar Love, Death & In Between. Tardamos 31 días en componer, hacer las demos y grabarlo en el estudio. Fue un mes en total, pero en varios periodos de tiempo. Cuando estoy en casa empiezo a tocar y si veo que tengo algo que mole hago una demo. Pero cuando estamos los tres juntos las cosas salen rápidamente. No es tan complicado (risas)”.

¿No llegasteis a temer por la estabilidad del grupo durante la pandemia? Porque no podíais hacer conciertos, que es la principal fuente de ingresos para cualquier artista hoy en día.
“Por supuesto, tuvimos mucho miedo. Durante un par de meses sufrimos una época de mucha ansiedad. Tuvimos que vender algunas cosas del estudio (DeWolff regentan su propio estudio de grabación, el Electrosaurus Southern Sound en Utrecht -ndr). Pero por suerte pudimos trabajar con algunos colegas en proyectos muy chulos como el Nonagon Marathon. Lo hicimos en el Tivoli Vredenburg. Está justo doblando la esquina de mi casa, por lo que era un sitio familiar para nosotros. Tienen un subsidio para organizar eventos y nos preguntaron: ‘Tenemos todo este dinero. ¿Qué os gustaría hacer?’. Así que decidimos tocar todos nuestros discos e invitar a un montón de amigos músicos, de modo que ellos también pudiesen ganar algo de pasta. Y todo eso lo pagó el Tivoli, lo cual fue fantástico. También hicimos una residencia en el Teatro Carré de Amsterdam con la Orquesta Metropole. Eso fue justo antes de que se impusieran nuevas medidas por el coronavirus en Los Países Bajos. Pudimos hacer cuatro conciertos para 500 personas y al día siguiente volvió a cerrarse todo. Por mi parte, he grabado a muchas bandas en nuestro estudio. Fueron tiempos complicados, pero al final todo salió bien”.

Hablemos pues de Love, Death & In Between. Os fuisteis a grabarlo a un pequeño pueblo de la Bretaña francesa en un estudio analógico con un montón de músicos. Viendo la evolución que habéis tenido, parecía un paso lógico hacer un álbum que sonase tan grande. Podéis pasar de algo casi minimalista como eran las Tascam Tapes a montar casi una orquesta de rock and roll. Desde luego es lo más ambicioso que habéis grabado hasta ahora.
“A mí me gusta pensar en cada uno de nuestros discos como si fueran pequeños logros. Si echo la vista atrás a nuestro primer álbum, en ese momento fue muy divertido, pero no teníamos ni idea de cómo se escribía una canción. Tardamos un par de discos en descubrir la manera de hacerlo correctamente (risas). Creo que todo empezó a encajar cuando hicimos Roux-Ga-Roux. Para mí es uno de nuestros discos favoritos, sobre todo porque fue el primero que grabamos por nuestra cuenta y resultó muy divertido de hacer. Creo que hasta Thrust siempre estábamos intentando hacer el mejor disco que pudiésemos. Pero después de ese pensamos: ‘Bueno, ¿vamos a intentar hacer nuestro mejor álbum otra vez o hacer algo distinto como liberarnos de nuestras propias reglas para dar con algo que mole?’. Y así es como surgió la idea de las Tascam Tapes. Si quieres grabar tu mejor álbum no vas a hacerlo en un cuatro pistas mientras giras en una furgoneta (risas). Pero fue algo que nos validó. Hubo una canción en especial, ‘It Ain’t Easy’, que compusimos rápidamente en 20 minutos antes de llegar a una sala. Y desde entonces ha sonado un montón en la radio holandesa. Para nosotros fue un punto de inflexión. Nos hizo darnos cuenta de que, si confiábamos en nuestro instinto para escribir una canción, seguramente ese sería el modo correcto de hacerlo. Antes solíamos meter muchas cosas locas en los temas. Pero después de ‘It Ain’t Easy’ nos dimos cuenta de que la música no tenía por qué ser complicada. Si la dejas fluir, probablemente saldrá algo bueno de ahí”.

Escuchando el álbum se nota que os lo debisteis pasar muy bien. ¿Cómo fue la experiencia de estar durante dos semanas viviendo y grabando allí, además rodeados de otros músicos amigos?
“Tuvimos 8 músicos adicionales, por lo que en total éramos 11. Pero también vino mi mujer, un colega que cocinaba para nosotros, la novia del bajista, un tío que lo filmó todo y algún amigo más. Así que estuvimos 15 personas viviendo juntas. Fue increíble, como un gran viaje de vacaciones familiar. Además, por primera vez en muchos años no tuve que preocuparme en hacer de ingeniero, sino dedicarme a ser músico. No tenía que andar comprobando que todo funcionase bien o que la compresión de la cinta fuese la correcta. Eso estuvo bien. Queríamos transmitir la sensación de estar tocando en directo y una manera de lograrlo es actuando delante de un público. Pero creo que de esta manera también funcionó porque tocábamos para nosotros mismos. Cuando tienes a tanta gente es como si estuvieras tocando para ellos. Si tú haces algo loco, los demás te van a seguir. Grabé líneas de voz que soy incapaz de hacer ahora mismo, solo cuando estoy en el escenario o en el estudio. Es la suma de las partes la que hace que acabe surgiendo algo enorme”.

Teniendo en cuenta la cantidad de arreglos que hay, ¿no os preocupaba el saber que sería imposible reproducirlo fielmente en directo siendo solo un trío o simplemente pensasteis: “A la mierda. Hagamos el disco más grande de nuestra carrera”?
“Esa era la idea. Cuando escribimos una canción pensamos en qué es lo mejor para ella. Sabemos que a veces metemos muchos arreglos simplemente porque podemos hacerlo. Igual un tema no necesita vientos para ser bueno, pero le da un toque agradable. Es algo que estamos descubriendo ahora tocando estas canciones para una gran banda siendo solo nosotros tres. Y mola mucho. El resultado es muy diferente a la grabación, pero tiene la misma energía”.

Probablemente la que mejor refleje todo esto que estamos hablando sea ‘Rosita’ y sus 16 minutos. Suena como una de esas grandes operas rock de The Who o Queen. ¿Cómo surgió?
“Tenía dos partes de una canción. Una de un minuto y otra de minuto y medio con varias ideas. No estaban en el mismo tempo ni la misma afinación, pero sentía que debían ir unidas. Al juntarlas pensé que quedaban bien, pero aún no estaban terminadas. Me planteé si debía seguir añadiendo más partes o separarlas en dos o tres canciones. Pero escuché un directo de Leon Russell, Leon Live, en el que hay un par de medleys larguísimos, igual que hacía la gente del rock and roll en los 50. Los conciertos de Little Richard eran como una gran canción de 40 minutos. Eso fue muy inspirador. Así que llevé todas esas partes a un ensayo, empezamos a escribir muchas más y nos dejamos llevar. Fue muy natural. También nos permitió verlo desde la perspectiva del público. Si estuviésemos viendo un concierto de DeWolff y estuviéramos tocando esto, ¿que nos gustaría que ocurriera a continuación? (risas). A veces te pasas días enteros en busca de algo súper complicado y lo único que debes hacer es alejarte un poco para darte cuenta de qué es lo que te gustaría escuchar. Puede ser algo tan sencillo como tocar un acorde o un solo de guitarra. Fue así como salió toda esa música. En cuanto a las letras, simplemente me puse a escribir. En aquel entonces estaba viendo Twin Peaks. Decidí escribir una especie canción de amor de instituto porque la serie tiene un poco esa estética. También estuve leyendo Las Uvas De La Ira de John Steinbeck y mucha literatura hindú que me inspiró mucho. Un montón de cosas raras (risas). Empecé con algo pequeño, como una historia de amor y entonces dejé que explotase en una especie de cuento épico y mitológico, que es lo que representa Love, Death & In Between. Toda la esencia del disco está capturada en esa canción. Nos llevó mucho tiempo acabarla. Creo que la letra son unas 200 líneas, pero todo fue encajando poco a poco”.

Desde luego es una canción increíble. Hablando de conciertos, el año pasado os pudimos ver por aquí en dos ocasiones. Primero en el Azkena Rock Festival y luego acompañando a The Black Crowes. ¿Qué tal os fue con ellos?
“Fue jodidamente increíble. Se suponía que solo teníamos media hora para tocar, pero después del primer concierto de la gira Chris Robinson nos dijo: ‘Esto es una mierda. Deberíais tocar 45 minutos’. De modo que su mánager escribió al nuestro y le dijo que podíamos tocar 15 minutos más cada noche (risas). Fue un detalle genial por su parte. Especialmente tengo muy buen recuerdo del bolo de Madrid porque fue el más grande la gira, 10.000 personas. Íbamos con mucho cuidado porque no queríamos molestar a nadie estando en medio de una producción tan grande. Pensábamos que debíamos irnos a otra parte para no entrometernos en el trabajo de tanta gente. Pero Madrid era una de las últimas fechas y todavía no habíamos salido de fiesta con ellos. Hubiera sido imposible de haber estado todo el rato preocupados de no entorpecer a los demás. Así que Luka y yo nos pasamos por su backstage y nos quedamos un rato por allí con su guitarrista. De repente, Chris salió de su habitación y nos preguntó si nos apetecía entrar. Entonces todo el mundo que pasaba por delante preguntaba si podía unirse. Acabamos montando una fiesta allí mismo. Llegado un momento, habría unas 30 personas dentro. Fue muy divertido. Su tour mánager llegó a pedirnos que parásemos la fiesta porque él no tenía permiso para hacerlo. Y le dijimos: ‘¡Joder, no podemos hacer eso!’ (risas)».

No sé si has leído el libro que escribió Steve Gorman sobre sus años en la banda, pero supongo que lo que cuenta debe ser muy distinto a lo que vivisteis vosotros.
“Sí, lo leí y me impresionó mucho. Tal vez ahora son más mayores, obviamente, y se han calmado un poco. Pero puedo decirte que Chris Robinson es un tipo muy majo y Rich es… bueno, es como es (risas). Pero no lo sé, tío. Steve Gorman estuvo en el grupo con ellos durante más de 20 años. No pretendo decir que les conozca mejor que él, pero a mí me parecieron gente muy simpática. Chris es extrovertido y Rich es todo lo contrario. Creo que es injusto que se les compare por eso porque algunas personas son introvertidas y tampoco pasa nada. De todos modos, en el libro Steve Gorman me dio la sensación de ser el tipo que se queda en un rincón juzgando a todo el mundo sin decir nada. No me gusta eso. Pero es un libro muy divertido de leer (risas)”.

Coincidís con ellos en ser dos hermanos en una misma banda. ¿Qué os dijeron vuestros padres el día que decidisteis dedicaros a la música?
“Nunca se lo dije. Cuando era un niño, con 7 años, mi madre cantaba y mi padre tocaba en una banda. Iba a verlos a los ensayos y me quedaba embobado mirando las guitarras. Siempre estaba escuchando música, igual que mis padres. Tuve mi primera guitarra a los 9 y empecé a practicar. Estaba obsesionado con aprender. Nunca me preguntaron qué es lo que quería ser de mayor. Siempre tuvieron muy claro que iba a dedicarme a esto”.

Imagino que también gracias a tus padres te convertiste en un amante de la música de los 60 y 70. Tengo entendido que no soléis escuchar música actual. ¿Cuál es el álbum más reciente que tienes en tu colección?
“Oh, sí que tengo discos nuevos. El último que he comprado es uno de Theo Lawrence, un cantante francés de country muy bueno. Hay muchas bandas en Holanda geniales como The Dawn Brothers o Minko, que han tocado con nosotros en esta gira y son alucinantes. También he grabado discos de otros grupos que me gustan mucho. Hay muy buena música ahora mismo. Me gustan The Black Keys, por ejemplo. Pero no es que esté buscando cosas nuevas activamente. Me interesa más la música antigua. Amo el sonido de los discos viejos. Me hace sentir melancólico”.

¿Y qué piensas cuando enciendes la radio y escuchas lo que se hace hoy en día dentro del rock?
“No me gusta. Me parece una parodia de lo que debería ser el rock. La música rock que a mí me gusta se hizo cuando el rock and roll estaba siendo inventado. La gente no tenía ni idea de lo que estaban haciendo. Por ejemplo, Led Zeppelin cogieron el blues de Chicago y le dieron más electricidad. Si escuchas los dos primeros discos de Black Sabbath la batería suena como si la estuviera tocando un músico de jazz. ¡Me encanta eso! La magia estaba en combinar esos elementos. Más tarde, cuando la gente creyó entender de que iba el rock, fue ahí cuando se convirtió en un cliché. La pureza de la música que me gusta viene de combinar soul, blues, rock and roll, country, folk… Todo eso unido creó algo hermoso y cuanto más ha ido evolucionando el rock, más se ha alejado de su espíritu original. Para mí ha perdido parte del alma que lo hacía tan especial”.

GONZALO PUEBLA