Si de lo que se trata es de ser eclécticos, Enter Shikari pueden dar unas cuantas lecciones. En Nothing Is True & Everything Is Possible, el cuarteto británico ha volcado más ideas que nunca para seguir hablando de los problemas de siempre.
Pese a estar encerrado en casa, Rou Reynolds no ha tenido tiempo de aburrirse. Con el sexto disco de Enter Shikari a pocos días de publicarse, el cantante ha estado ocupado con toda la promo que conlleva un lanzamiento de una banda de su entidad. Todo ese trabajo ha tenido premio, ya que a la semana siguiente se confirmaba que Nothing Is True & Everything Is Possible (So Recordings) había entrado en el número 2 de las listas del Reino Unido, la posición más alta conseguida nunca por el grupo en sus 17 años de carrera. Es un hito considerable teniendo en cuenta que Rou y sus compañeros Rory Clewlow (guitarra), Chris Batten (bajo) y Rob Rolfe (batería) nunca han ido a lo fácil.
Su debut Take To The Skies (2007), pese a la repercusión que tuvo, poco tenía que ver con grupos con los que compartían festivales o páginas de revista como My Chemical Romance o Fall Out Boy. Desde entonces, el grupo no ha parado nunca de experimentar, intentando borrar las fronteras entre géneros y estilos. Su nuevo trabajo es un paso más en esa ambiciosa misión, con Rou tomando las riendas como productor. Nadie mejor que él para contarnos por qué nada es verdad, pero todo es posible.
Me gustó mucho el giro que disteis a vuestro sonido en The Spark, y en éste habéis ido aún más lejos. Pero diría que éste tiene más chispa, si me permites el chiste.
ROU REYNOLDS “(Risas) Creo que cuando empezamos a hacer este álbum nos sentíamos más libres. Cuando hicimos The Spark yo venía de unos años un poco difíciles y tenía la necesidad de hablar de ello, pero en cambio ahora estaba en un lugar más estable, y realmente podía escribir sobre lo que quisiera. Quizá por eso este disco es más animado y también más ambicioso”.
¿Es por eso que decidiste producirlo tú mismo también?
“Sí. Hay varias razones que nos llevaron a esa decisión. En realidad, tiene sentido porque cualquier madre querría hacerse cargo de su hijo, y como artista das a luz música y entregarla a un productor siempre es doloroso. Es como si perdieras algo. Ahora, si tengo una idea puedo hacerla realidad y ya está. No tengo por qué guardarla en un ordenador hasta que vayamos a un estudio con un productor. La inspiración te viene a ráfagas y es bueno poder capturarlas. En este disco también hay una atención a los detalles que no habíamos tenido antes, y eso exigía sumergirse totalmente en el proceso. De hecho, dejé de lado cualquier otro aspecto de mi vida (risas). Era necesario hacerlo así, y casi me hubiera sentido mal pidiéndole a otro ser humano que hiciera lo mismo (risas)”.
Supongo que ejercer el papel de productor te sitúa del algún modo en un nivel superior al resto. ¿Cómo se lo tomaron tus compañeros?
“Estuvieron totalmente de acuerdo y me apoyaron mucho. Fue muy importante porque personalmente no tengo mucha confianza en mí mismo, y hasta que no has producido un disco no tienes ningún tipo de crédito. No tienes la prueba de que puedas hacerlo y la parte ansiosa de tu cerebro te hace dudar de todo. Rory, en especial, me ayudó mucho. Hizo mucho trabajo de ingeniero y es brillante, muy creativo. Él también sabía que a veces había momentos de magia en las maquetas que luego nunca podíamos reproducir en las versiones finales. Estábamos un poco cansados de que nos pasara eso. Así que, en ese aspecto, me animaron a tomar las riendas de la producción. A veces las cosas se ponen muy intensas en el estudio, pero creo que encontramos la manera adecuada de gestionarlas a nivel interno. Realmente no hubo luchas por el poder ni nada de eso”.
¿Lo grabasteis en tu estudio o fuisteis a uno profesional?
“Un poco las dos cosas. En mi estudio hicimos las voces, las guitarras y los sintetizadores. Y luego grabamos en otros dos estudios. Uno en el campo, donde grabamos las baterías, bajos y algunas guitarras, y también grabamos en un estudio en Dallas mientras estábamos de gira. Ah, y la pieza orquestal la grabamos en Praga con la filarmónica de allí”.
¿Es el disco más caro que habéis grabado?
“Mmm… Creo que nos gastamos más o menos lo mismo con el anterior. Nos ahorramos mucho dinero no contratando un productor, pero la orquesta es muy cara (risas). Supongo que en cierta manera soy un romántico y me gusta usar músicos de carne y hueso, y no hacerlo todo con máquinas. Siempre que es posible intento evitar usar secuenciadores o MIDIs, porque creo que se pierde algo cuando no participa un ser humano. Obviamente es mucho más caro porque en una orquesta tienes a 60 ó 70 músicos, pero para mí fue una de las experiencias más maravillosas de mi carrera”.
De hecho te quería preguntar si las cuerdas y los vientos eran reales. Creo que combinar sonidos orgánicos con electrónicos es lo que hace que siga teniendo alma.
“Exacto. Estoy totalmente de acuerdo”.
La pieza orquestal, ‘Elegy For Extinction’, ¿la compusiste tú o te ayudó alguien?
“La orquestó George Fenton. La empecé a escribir sin saber muy bien qué sería, porque me gusta componer cosas fuera de Shikari, ni que sea sólo para mí. Llegué a terminarla, tenía clara la estructura y los instrumentos. No sonaba a la banda, claro, pero para mí tenía algo que encajaba con el rollo Shikari y pensé que podría tener su sitio en el disco. Necesitaba ayuda para poder escribirlo para una orquesta, porque, aunque he escrito música para vientos o cuerdas, esto era algo mayor, con percusiones y tal. Fue una locura. Conocí a George en una reunión con Universal, nuestra editorial, y acabó viniendo a un concierto nuestro en Londres. Le encantó y se quedó muy intrigado con lo que hacemos. Tuvimos alguna reunión más y aceptó ayudarme. Fuimos los dos a Praga para grabar la orquesta. Para mí fue un gran empuje poder contar con alguien de su categoría”.
¿Sueles escuchar música clásica?
“Me encanta la música clásica. Mis padres tenían una colección enorme de discos y tenían muchos de clásica. El primer instrumento que aprendí a tocar fue la trompeta (risas)”.
Realmente el álbum es muy variado. ‘Waltzing Off The Face Of The Earth’ tiene un rollo Tom Waits. ¿Es lo que buscabas?
“A saber lo que estábamos buscando (risas). Debido a que la letra es una retahíla de mentiras, quería que la música fuera desconcertante. Nuestras letras son siempre honestas, así que quería remarcar con la música que esto era otra cosa. La mayoría de la música rock y pop tiene un ritmo de 4×4 y un vals es 3×4, así que esa diferencia iba a hacer que la gente le prestara atención. No es algo tan raro como un ritmo 7×8, queríamos que la gente pudiera cantarlo, pero que le encontrara un punto extraño. No sé por qué, pero el vals siempre me ha parecido algo perturbador (risas)”.
“Hace diez años todo estaba más segregado. A nosotros nos odiaban en 2003 dentro de la escena alternativa o post hardcore simplemente por tener un teclado” ROU REYNOLDS
A pesar de que algunas de las bases musicales sean extrañas, creo que en The Spark y en éste te has revelado como un gran creador de melodías pop. ¿Cómo te diste cuenta de que podías combinar esos dos aspectos?
“No sé cuál es el truco. Creo que en gran parte es suerte (risas). Tuve la suerte de crecer escuchando música complicada, fuera música clásica o bandas de hardcore locales. Aquí también había mucha escena de metal técnico, así que tenía acceso a todo eso. Pero mi padre era DJ de northern soul y no hay música más melódica que ésa. Llevo la melodía en la sangre. Si una pieza es muy vanguardista me puede gustar desde un punto de vista analítico, pero necesito una melodía para que me mantenga el interés y conecte emocionalmente. Así que cuando compongo algo más extraño o interesante, no puedo parar hasta que le encuentro una melodía que le vaya bien”.
¿Crees que el público está más abierto a un disco como éste de lo que hubiera estado hace diez años?
“No sé si tiene que ver con la edad o con la posición que tiene la música en general. Hace diez años todo estaba más segregado. A nosotros nos odiaban en 2003 dentro de la escena alternativa o post hardcore simplemente por tener un teclado. Los puristas nos odiaban (risas). En cambio, ahora creo que los puristas son una minoría. Todo el mundo entiende que los géneros musicales son una limitación. Nadie se define ya por la música que escucha. Antes eras un emo, un metalhead, un punk, un raver… Las generaciones actuales no limitan sus gustos a una escena. Aunque tenemos fans de nuestra edad, tenemos una parte considerable que son muy jóvenes y creo que para ellos es muy natural escuchar música como la que hacemos”.
¿Te sientes más cómodo en este clima?
“No creo que la comodidad tenga nada que ver. Cuando todo estaba más segregado, tenía esa actitud juvenil de ‘me importa todo una mierda’ (Risas). Así que cuando la gente nos atacaba, me daba igual, porque era la música que me gustaba. Sabía que no tenían razón (risas)”.
En tus letras siempre te has mostrado muy crítico con el sistema, pero la realidad es que las cosas no cambian, incluso diría que van a peor. ¿Te resulta frustrante tener que cantar una y otra vez sobre lo mismo?
“Sí. Espero que en este álbum la gente encuentre un espectro de emociones, pero creo que la frustración está en el centro de este disco. Como dices, vengo cantando sobre estos temas desde nuestro primer álbum (risas). Y ahora mismo parece que estamos en un hoyo. Creo que, si lo miras con una perspectiva temporal muy amplia, la sociedad va mejorando gradualmente, es más segura, más progresista, obviamente la tecnología no para de avanzar… Pero la pregunta es si tenemos la capacidad moral y política para gestionar bien esos avances tecnológicos. Es frustrante, por eso en cada disco hay al menos un tema sobre el cambio climático, en éste es ‘Elegy For Extinction’. Intentamos encontrar nuevas perspectivas para hablar de lo mismo. Por eso en este caso queríamos que la propia música contara la historia”.
Estoy de acuerdo en parte en que las sociedades tienden a ser más progresistas, pero quizá con lo que no contábamos es que iba a haber una reacción en contra, y veríamos gente joven apoyando a la extrema derecha. Es como si esa lucha siempre estuviera ahí.
“(Risas) Lo es. Pero te diría que algo que me ha animado en los últimos años es el entusiasmo de la gente más joven por la lucha contra el cambio climático. Es gente muy joven, muy inteligente y motivada. Eso nos da combustible para seguir luchando ni que sea en una época deprimente como ésta”.
La gente tiende a volverse más conservadora con la edad, primando la seguridad por encima de todo. Sin embargo, tú parece que tienes los mismos ideales que cuando empezaste el grupo. ¿Sientes que eres la misma persona que cuando empezasteis?
“Tiene que haber un nombre para esa tendencia a volverse más conservador con la edad… pero no sé cuál es (risas). Ni tampoco sé por qué ocurre”.
Bueno, yo creo que es una cuestión de que cuando eres joven realmente no tienes nada, así que no tienes nada que conservar. Cuando te haces mayor, tienes más cosas, y tiendes a querer protegerlas.
“Ya. La cuestión es ser consciente de esa tendencia, saber que hay una parte cognitiva que te hace ver las cosas de manera distinta. Pero volviendo a tu pregunta inicial, creo que en el fondo soy la misma persona que grabó el primer disco. Pero si algo te da la experiencia es saber apreciar los matices. Ver que no todo es blanco o negro. Cuando no eres joven es muy fácil ser demasiado emocional, y dejas que tus ideas políticas se basen en tu instinto, lo cual en parte es bueno. Pero creo que es muy importante ver los matices de la realidad. La gente no es buena o mala, sino que hay grados que pueden variar dependiendo de las circunstancias. En este momento todo el mundo está muy cerrado en su ideología y es muy fácil que cualquier conversación se convierta en una discusión. Quizá ser un poco menos emocional sea algo bueno. Así que te diría que ésa es la mayor diferencia respecto a cómo era de más joven”.
JORDI MEYA