De aquí a doce horas, Medicine At Midnight, el nuevo disco de Foo Fighters, saldrá de la nevera en la que lleva desde que, hace casi un año, la pandemia obligara a ponerlo todo en pausa. Un álbum con el que Dave Grohl y los suyos esperan proyectar un poco de optimismo a base de ese rock que los ha llevado hasta lo más alto.

Como ocurre con cualquier gran lanzamiento, la maquinaria promocional que hay detrás se pone en marcha con varios meses de antelación. Y en el caso de Foo Fighters todavía más. Si algo no puede negársele a Dave Grohl es su habilidad para jugar con los medios y las redes, y colocar exactamente el mensaje que quiere para crear el hype deseado.

Ya en mayo del año pasado, consiguió crear expectación hacia el décimo álbum de la banda al decir en una entrevista que era como «nuestro Let’s Dance de David Bowie». Un leitmotiv que desde entonces ha ido repitiendo cada vez que le han puesto un micrófono, o una conexión de Zoom, delante. Que no han sido pocas.

Pero crear una idea preconcebida sobre cualquier obra, corre el peligro de que luego, no se cumpla la expectativa. Y eso es exactamente lo que me pasó cuando a mediados de diciembre, 24 horas de entrevistar al guitarrista Chris Shiflett, tuve la oportunidad de escuchar Medicine At Midnight (Roswell/RCA) por primera vez.

Excepto el tema que le da título, y las estrofas del primer single ‘Shame Shame’, el resto del álbum discurre por un territorio ya pisado anteriormente por la banda que completan Pat Smear (guitarra), Nate Mendel (bajo), Rami Jaffee (teclados) y Taylor Hawkins (batería), con rock de tintes épicos (‘Waiting On A War’), algún arrebato más cañero (‘No Son Of Mine’) y baladas acústicas (‘Chasing Birds’). Un disco hecho con oficio, efectivo, pero difícilmente sorprendente. En cualquier caso, por suerte o por desgracia, Foo Fighters siguen siendo el gran baluarte de ese rock, basado simplemente en canciones y guitarras, que pese a pese a quien le pese, se resiste a desaparecer.

Con todo eso en la cabeza, sonaba el teléfono y me conectaban con Shiflett. Tras charlar brevemente sobre si estaba peor el Barça o el Arsenal, del cual es seguidor («Creo que estamos sufriendo un poco más que vosotros», me decía), nos pusimos en faena.

Antes de empezar tengo que decirte me gusta mucho tu podcast, Walking The Floor, dedicado a la americana y el country. Haces buenas entrevistas.
CHRIS SHIFLETT «¡Muchas gracias! Te lo juro, hacer el podcast me ha cambiado mi percepción sobre vuestro trabajo y también mi manera de hacer promo. Se necesitan dos para bailar (risas). Necesitas alguien con ganas de hablar».

Sí, siempre digo que el mérito de una buena entrevista es más del entrevistado que del entrevistador.
«Sí, sí. Te juro que he hecho muchas entrevistas con monosílabos por respuesta, y lo pasas fatal (risas)«.

Ni que lo digas (risas). ¿Cuál ha sido tu favorita hasta ahora?
«Hay muchas… Pero creo que la que hice con Merle Haggard es de mis mejores entrevistas. Es mi cantante y compositor favorito dentro del country. Fue unos meses antes de que muriera. Yo estaba muy nervioso, pero fue majo conmigo, muy acogedor. La única lástima es que luego estuve hablando con él en su autobús durante dos horas, y supongo que te ha pasado a ti también, que cuando estás simplemente hablando, sin la grabadora encendida, es cuando salen las cosas más interesantes. No paraba de contar grandes historias, y me sabe fatal no haberlo podido grabar todo porque no me acuerdo de casi nada (risas). Pero aparte de él, también me gustó mucho entrevistar a Lucinda Williams, Dwight Yoakam, Chris Stapleton… El otro día entrevisté a Brian Setzer y fue increíble».

Sí, es uno de los grandes. Hablando de otro grande ¿cómo te tomaste la muerte de Eddie Van Halen?
«No me sorprendió porque desde hacía tiempo nos habíamos enterado de que no estaba bien. Sabía que estaba sufriendo con el cáncer, pero como con cualquier persona, esperaba que lo lograra superarlo. Es una verdadera tragedia. Era único. Uno de mis guitarristas favoritos, sin duda. No habrá otro como él».

«Me encantaría que hubiera más bandas con nuestro poder de convocatoria. Yo crecí escuchando rock, y me entristece que parezca que sea una forma de arte que está muriendo» CHRIS SHIFLETT

Totalmente de acuerdo. Bueno, centrándonos ya en Foo Fighters. Me gustaría saber un poco cómo funciona la banda a la hora de preparar un disco. ¿Os presenta Dave todas las canciones de golpe? ¿Os las va mandando sueltas a medida que las termina?
«Normalmente, y este disco no fue una excepción, Dave graba por su cuenta las maquetas, riffs, e ideas, y nos las manda a todos y empezamos a trabajarlas individualmente. Así que cuando nos reunimos, ya tenemos un punto de partida bastante sólido sobre el que trabajar. Y a veces también rescatamos un par de ideas del disco anterior que igual quedaron sin terminar. Y luego ya en el estudio, todo acaba de cambiar y evolucionar. De hecho, mientras vamos haciendo el disco, Dave suele escribir una o dos canciones más. Por ejemplo, en éste, ‘Cloudspotter’ se hizo muy al final. Solemos trabajar canción a canción. Normalmente nos lleva una semana, y cuando terminamos de grabar una, nos ponemos con la siguiente. Para mí es genial porque vas escuchando lo que hace todo el mundo a la vez, y la canción se te va metiendo en la cabeza, y eres capaz de encontrar la parte más adecuada».

Grabasteis el disco en la antigua casa de Dave en Los Angeles. ¿Qué ambiente se respiraba? Teniendo vuestro propio estudio, 606, ¿por qué fuisteis allí?
«Pues no sé. Quizá estaba ocupado por otra banda, o simplemente es que a Dave le gusta que cada grabación tenga su propia experiencia. Pero fue genial. Me encantaba ir a esa casa. Era como ir a visitar a un amigo, en lugar de ir a trabajar. Teníamos todo nuestro equipo ahí. Todas las habitaciones estaban llenas de guitarras, amplis, teclados… Estuvimos muy bien».

Me ha sorprendido que el disco sólo tenga nueve canciones. ¿No teníais más?
«Sí, grabamos algunas canciones más, aunque no sé si están terminadas al 100%. Podríamos haber sacado un disco de 12 canciones. La verdad es que no sé porque es tan corto. No recuerdo haber tenido una discusión sobre ello, pero no eres el primero que me comenta que le parece corto (risas). Quizá deberíamos haber metido alguna más. Pero también creo que hoy en día, la gente no tiene paciencia para escuchar un disco largo. Creo que un disco corto encaja mejor en estos tiempos».

Por ahora mi canción favorita es ‘Medicine At Midnight’. ¿Tocaste tú el solo?
«Sí».

Es muy del estilo del que Stevie Ray Vaughan grabó en ‘Let’s Dance’ de Bowie.
«Oh, sí. No fue un accidente (risas). Puedes considerarlo un homenaje a lo que hizo en ‘Let’s Dance’. Usé una Stratocaster, cosa que no hago normalmente, y descargué todos mis licks a lo Ray Vaughan y Albert King (risas)«.

De hecho, Dave había vendido este disco como vuestro Let’s Dance, un disco de fiesta, bailable, con mucho groove, pero, excepto ese tema y ‘Shame Shame’, en general no me ha sonado muy diferente a los Foo Fighters clásicos.
«Interesante… No sé, supongo que hay que tener en cuenta el contexto en el que Bowie sacó ese disco en comparación a cómo funciona la música hoy en día. Pero bueno, ya sabes que a Dave le gusta hablar… (risas)«.

Sí, eso parece (risas). ¿Cómo lo definirías tú?
«Ay dios, no soy nada bueno haciendo esto (risas). Para mí es un disco con un poco de todo. Pero si Dave ha disco que es un disco de fiesta bailable, me parece bien (risas)«.

¿Qué canción tienes más ganas de tocar en directo?
«Mmm… Creo que ‘Cloudspotter va a funcionar muy bien. ‘No Son Of Mine’ será divertida. ‘Love Dies Young’ también creo que será muy chula en directo. Hay varias».

Y desde que acabasteis el disco en febrero, ¿habéis grabado algo más?
«No. Creo que Dave igual ha escrito algo, pero no hemos trabajado en nada como banda. Yo estoy preparando algo en solitario, pero no sé cuando tendré tiempo de ir a un estudio tal como están las cosas».

Ya que tengo la oportunidad de hablar contigo, me gustaría centrarme un poco en ti.
«Adelante».

¿Qué es lo mejor de ser un Foo Fighter?
«Oh, vaya… Hay cosas muy obvias, pero diría que lo mejor es poder vivir de la música. Era mi sueño y he podido hacerlo realidad».

¿Cuando empezaste como guitarrista de No Use For A Name alguna vez te pasó por la cabeza que lo conseguirías?
«No, para nada. De hecho, al final de mi tiempo en No Use For A Name pensaba que igual era el momento de hacer otra cosa. Pensaba que había sido una época divertida, que había grabado unos cuantos discos, hecho unas cuantas giras, pero que ese curso había llegado a su fin. Y entonces ocurrió la audición con Foo Fighters y todo cambió».

Como en cualquier relación, para que se asiente, necesita su tiempo. ¿En qué momento te sentiste realmente parte de la banda?
«Es difícil de señalar un momento exacto. Yo ya era un gran fan de Foo Fighters antes de entrar en el grupo. Entré en la banda siendo un fan. Así que desde el primer momento ya estaba convencido. Supongo que poco a poco, durante la primera gira que hice con ellos fui encontrando mi lugar. A veces me pregunto por qué me escogieron (risas). Siendo sincero, al principio no las tenía todas, no lo veía como un trabajo estable porque yo era el tercer guitarrista del grupo en pocos años… También piensa que la banda aún no era tan grande, la organización era más pequeña. Pero, mira, sin darme cuenta, ya llevo más de 20 años. El tiempo vuela».

¿Te ves tocando juntos de aquí a 20 años?
«No sé, intento no pensar en ello. Y más ahora que hemos visto como todo puede cambiar en un instante. Ahora lo que queremos es sacar este disco y poder volver a salir de gira cuando el mundo vuelva a la normalidad. Pero espero que sí (risas)«.

Tu primera grabación con el grupo fue en el disco One By One que no fue precisamente fácil. De hecho, se tiró a la basura el disco entero, que circula por ahí con las llamadas The Million Dollar Demos. ¿Qué pasó exactamente?
«Creo que básicamente nos pusimos a grabar el disco cuando no estábamos preparados. Había algunos conflictos internos sin resolver… Para mí fue extraño porque era mi primera grabación y no sabía muy bien cómo posicionarme, ni qué hacer. Por un lado estaba muy emocionado por grabar con los Foos, pero luego iba al estudio y no hacía nada. Me tiré dos meses sentado en un sofá viendo cómo se hacía un disco sin apenas participar. Estaba muy confundido. Fue extraño».

De los tres guitarristas del grupo, tú eres el más técnico. ¿Crees que ése es tu rol dentro de la banda?
«Creo que cada uno tiene sus propias fortalezas, tenemos estilos bastante distintos, pero sí supongo que ése es mi papel. Si decidimos tocar una versión, todo el mundo espera que yo sea el que la aprenda y se la enseñe a los demás (risas). Cada uno aporta su propio sabor al sonido del grupo, y eso es lo que lo hace interesante».

Dave es indudablemente el foco principal, pero al mismo tiempo Foo Fighters no es Dave y una banda de acompañamiento, es algo más. ¿Cómo describirías la dinámica interna del grupo?
«Ahora que la banda ha cumplido 25 años, mucha gente me pregunta cuál es el secreto para durar tanto, y sinceramente creo que es el que siempre estamos avanzando. Nunca hemos parado, siempre estamos haciendo discos, girando, e intentando mejorar. Hemos pasado por nuestros altibajos, hemos tenido conflictos, pero de alguna manera hemos conseguido que funcionara».

Y habéis conseguido crecer muchísimo en unos años en el que el rock iba a la baja. ¿Te sorprende que Foo Fighters haya llegado a ser una banda de estadios?
«Sí, pero ha ido pasando poco a poco, y a diferente escala en distintos países. Desde dentro, esa progresión la vas viviendo de manera muy natural. No es una sorpresa porque no pasas de tocar en un club a tocar en Wembley, hay muchas cosas entre medio (risas). Pero me encantaría que hubiera más bandas con nuestro poder de convocatoria. Yo crecí escuchando rock, y me entristece que parezca que sea una forma de arte que está muriendo».

Pese al nivel que habéis alcanzado, no os habéis vuelto gilipollas. ¿Crees que tiene que ver con que la mayoría teníais un background punk rock? Antes de Nirvana, Dave había estado en Scream, Pat en los Germs, Nate en Sunny Day Real Estate y tú en No Use For A Name.
«No estés tan seguro de que no somos gilipollas (risas). No, en serio, seguro que lo dices tiene que ver, pero piensa que yo entré en Foo Fighters con 28 años. Quizá si hubiera entrado con 19 lo hubiera manejado peor. Pero con 30 me casé, empecé a tener hijos… Todo eso te mantiene con los pies en el suelo».

Para terminar, mucha gente usa el término ‘dad rock’ para definir a Foo Fighters. ¿Cómo te lo tomas?
«(Risas) Bueno, todos somos padres y hacemos rock, así que tiene sentido. Supongo que si le preguntas a mi hijo adolescente te dirá que hacemos exactamente eso (risas)«.

JORDI MEYA