Pocos discos de metal son más esperados este año que el nuevo de Gojira. Y con razón. Los franceses se han ganado el ser considerados como una de las bandas más fiables e interesantes del siglo XXI. En Fortitude vuelven a invitarnos a usar la cabeza para algo más que hacer headbanging.

Pese a que desde fuera, a menudo se caricaturiza el metal como una música primitiva y fantasiosa, con letras de ‘dragones y mazmorras’, a lo largo de las décadas muchas de las bandas del género han mostrado una vertiente humanista mucho más aguda que artistas de otros géneros. Desde ‘War Pigs’ de Black Sabbath o ‘One’ de Metallica, pasando por ‘Territory’ de Sepultura, ‘Greenhouse Effect’ de Testament o ‘The Old Ones Are With Us’ de Wolves In The Throne Room, son incontables los ejemplos que encontraríamos de artistas que han intentado concienciar a sus seguidores sin renunciar a hacerles temblar con su música.

Desde sus humildes inicios en Ondres, un pequeño municipio apenas a 65 kilómetros de Donostia, Joe Duplantier (voz, guitarra), su hermano Mario (batería), Cristian Andreu (guitarra) y Jean-Michel Labadie (bajo) han querido que Gojira formara parte de esa tradición. Su primer álbum Terra Incognita (2001) fue compuesto mientras Joe vivió en una cabaña en un bosque que el mismo construyó, sin electricidad, ni agua corriente; el tercero, From Mars To Sirius (2005), era un disco conceptual sobre la resurrección de un planeta muerto, y L’Enfant Savauge (2012) reflexionaba sobre el efecto que tiene la sociedad en la esencia del ser humano.

Aunque algunos ven a Gojira como una banda excesivamente intelectual, eso no ha impedido que la banda haya ido creciendo, sin prisa, pero sin pausa, hasta convertirse en una de las más populares de su generación, consiguiendo ser nominado a dos Grammy con su anterior disco Magma (2016) o ser escogidos por Metallica para acompañarles en parte de su última gira. Cierto que para ello el grupo ha ido modulando su death metal progresivo hacia canciones más digeribles, pero cualquiera que escuche Fortitude, que publica Roadrunner este viernes, comprobará que su integridad, y su imaginación musical, siguen intactas.

Algo que de nuevo pudimos comprobar cuando el pasado 25 de marzo, teníamos la oportunidad de charlar un rato con Joe Duplantier vía Zoom. Lejos de querer vendernos su nuevo ‘producto’, dedicó la mayor parte del tiempo a reflexionar sobre aquello que más le preocupa.

Aunque llevas  instalado en Nueva York desde 2013, si no me equivoco has pasado gran parte del último año en Francia ¿verdad?
JOE DUPLANTIER «Sí, y aquí sigo. Justo hoy hace un año que volví a Francia».

¿Y cómo has vivido tu vuelta a casa? A veces puede ser un poco triste, porque es tu hogar, pero al mismo tiempo ya no lo es… Te habrá venido muchos recuerdos, supongo.
«Siguiente pregunta…».

¿No quieres hablar de ello?
«A ver, ha sido bueno y ha sido malo. Las dos cosas. Pero bueno, vine porque mi padre estaba enfermo. Me traje a toda la familia. Al menos mis dos hijos pudieron mejorar su francés, porque mi mujer no es francesa, y no hablamos mucho francés en casa. Ha sido una buena experiencia, pero echo de menos mi casa en Nueva York, mi estudio… Con el COVID ha sido muy duro mantener el estudio a flote. Pero bueno, todo pinta mejor ahora».

¿Te dicen ahora tus paisanos que hablas francés con acento americano?
«A veces sí (risas)«.

«No puedes seguir las leyes ciegamente.
Si crees que una ley no es justa, no la obedezcas, rómpela»
JOE DUPLANTIER

Hablando ya de Fortitude, como en cada disco incorporáis nuevos elementos al sonido Gojira. ¿Hay una voluntad expresa de ofrecer algo nuevo o es simplemente algo que surge sin casi daros cuenta?
«A ver, es algo que puedes hacer de manera consciente, en ‘plan voy a dedicar seis meses a hacer una canción que sea lo más increíble que nadie haya oído jamás’, y seguro que saldrá algo bueno. Pero crear es algo misterioso. Si hubiera una fórmula, habría muchísimos grupos haciendo cosas interesantes, pero por desgracia, no funciona así. Es como cuando decides que harás ejercicio cada día. ¿Cuántas veces lo has decidido? ¿Y cuántas veces lo haces? ¡Nunca! (Risas). Así que puedes decidir crear algo increíble, pero o está dentro de ti o no funciona. Y no sólo hablo de talento, son muchas cosas: tienes que estar inspirado, tener algo que decir, tienes que tener disciplina, tienes que ser listo… Tienes que tener un poco de todas esas cosas para crear. A veces nos hemos tirado un día entero intentando crear algo que sea super épico, y se hace de noche… ¡y no tienes nada! Y piensas: ‘debería haberme quedado en la cama’. Pero hay días que igual estás de mal humor, te has olvidado cambiar las cuerdas de la guitarra, o estás resfriado o te has peleado con tu mujer, y te sale una canción increíble. Así que en realidad tienes muy poco control sobre la música que haces».

Para mí, el factor decisivo es tener algo que decir, y está claro que vosotros lo tenéis.
«Claro, porque hablamos de cosas reales. Que no deberíamos talar los bosques, que no deberíamos matar animales que están en peligro de extinción, o cargarnos los océanos, son cosas reales. Creo que es el asunto más importante del que podemos hablar, porque este planeta es nuestro hogar y está en peligro. Hay gente que lo niega, pero quizá deberían volver a la escuela. La capa de oxígeno que rodea el planeta es tan pequeña, tan frágil… Lo que llamamos cielo es una manta muy pequeña, y nos la estamos cargando. No hay que ser un científico para entender el impacto que tenemos en el medio ambiente y el planeta, y para nosotros, hablar de los alimentos que comemos, del aire que respiramos, es prioritario. Todo lo demás, los asuntos políticos, etc.. son secundarios, porque lo que nos jugamos es la supervivencia. Es una emergencia imperiosa hablar de estas cosas, y actuar acorde a lo que decimos. Es una ilusión pensar que los presidentes y los gobiernos tienen el poder; nosotros tenemos el poder.  Lo primero que podemos hacer es actuar como consumidores. Qué potenciamos con nuestro dinero, en qué nos gastamos nuestro salario. Qué hacemos con el dinero que ganamos con nuestro esfuerzo trabajando es lo que marcará el futuro del planeta. Por supuesto, tenemos que votar, pero cada vez que compras algo estás validando la dirección de una empresa. Consumir es una acción concreta y con mucha influencia. Está bien estar sentado en el sofá diciendo ‘mira lo que dice este gilipollas’, y votar en consecuencia, pero lo más importante es consumir de manera responsable».

¿Por qué crees que el metal, y no otro estilo de música, es el mejor vehículo para expresar este mensaje?
«El metal es un vehículo poderoso. Es bonito, es reluciente, es ardiente, es algo salvaje, libre… Yo tengo un metabolismo alto, quemo mucha energía. No puedo estarme quieto sin hacer nada. El metal es bueno para mí. Y mi hermano es igual. Los dos amamos el metal y expresarnos a través de él. Estamos en un estado de emergencia, ése es nuestro mensaje, y el metal casa muy bien con la urgencia del metal. La gente está muy obsesionada con su apariencia, y la opinión de los demás, todo el mundo se pasa el día mirando el móvil, pero mientras tanto, unos putos maníacos están tomando el control en todo el mundo. ¿No lo has visto? Salen como setas: Trump, Bolsonaro, Putin, los extremistas en Europa del Este… Ése es nuestro entorno… Pero hay esperanza. El metal es urgente, es rebelde, es directo, es ¡boom! En el metal puedes decir ‘fuck’, no dices ‘fuck’ en el pop (risas)«.

‘Fortitude’ y ‘The Chant’, que considero casi como una misma canción, es una de las más simples que hayáis escrito. ¿Os resultó más difícil de componer que las canciones más complejas que soléis hacer?
«Es cierto, una vez estás acostumbrado a tocar rápido, es difícil tocar lento. Lo que escuchas en esa canción es una dimensión que ya existía en Gojira, pero que esta vez decidimos explorar un poco más. Todo empezó cuando estaba haciendo coros para una canción que nunca publicamos. Era un riff bastante sencillo y estaba improvisando unos coros, intentando hacerla más extraña. Y me salió esa melodía, pero no podía escucharla bien porque estaba cantando sobre el riff. Pero luego, cuando la escuché aislada, sólo la voz, pensé que podía construir una canción nueva en base a eso. Me sonaba como un mantra. Era muy indígena».

En el polo opuesto estaría ‘Into The Storm’.  
«Ese riff (se pone a cantarlo -ndr.) tiene un compás muy raro. Era un reto hacer una canción con esa base. En el estribillo le digo a la gente que levante el puño. Es un poco hortera, hasta me sentí ridículo cantándolo, pero es algo en lo que creo. A veces está bien usar los clichés porque son muy efectivos. El trasfondo del tema es la desobediencia civil. No puedes seguir las leyes ciegamente. Si crees que una ley no es justa, no la obedezcas, rómpela».

Una de las canciones en las que mostráis explícitamente vuestras preocupaciones es ‘Amazonia’, que es una canción que podría haber estado en Roots de Sepultura. Y además tú tocaste con Max y Igor en Cavalera Conspiracy. Supongo que conocerles ha sido algo importante en tu vida.
«Sí, claro. Nos hicimos buenos amigos. Justo ayer hablaba con Max porque vamos a lanzar una campaña entorno a ‘Amazonia’. Vamos a hacer una subasta con objetos donados por amigos nuestros de la música como Korn, Metallica o Slayer. Y el dinero que recaudemos irá a parar a las comunidades indígenas de Amazonia. Llevo meses trabajando en esto para asegurarnos que el dinero irá a parar a las manos adecuadas. Vamos a trabajar con los líderes indígenas. Si no me paras, sólo voy a hablar sobre esto el resto de la entrevista (risas)«.

No pasa nada, es interesante. ¿Has estado sobre el terreno, en Amazonia?
«He estado en Brasil muchas veces, y en Nueva York tengo amigos brasileños. Uno de ellos es una activista, Adriana Valera; puedes escuchar su voz al final de ‘Amazonia’, gritando por un megáfono. Ella me presentó a algunos indígenas. Por culpa del COVID, tuve que hacerlo a través de Zoom. ¡Lo creas o no he estado hablando por Zoom con indígenas! Hay activistas sobre el terreno, y gracias a sus portátiles, los indígenas están conectados con el mundo. Los indígenas están en peligro. Les disparan, les queman sus aldeas, les destrozan su entorno… Hay millones de indígenas en Amazonia viviendo bajo una gran presión. Son víctimas de una gran corrupción. El gobierno y las corporaciones quieren explotar sus tierras, eliminarlos…. No es una película, es la realidad. Así que nos hemos asociado con estos activistas porque se están quedando sin tiempo. Tuve una reunión con Sonia Guajajara, que es la líder indígena más famosa del Amazonas, es la líder de los Guajaras. Estos líderes intentan proteger a sus pueblos, construyen barricadas en las carreteras, reconstruyen sus pueblos, construyen hospitales en la selva… Tienen un montón de proyectos, pero necesitan dinero. Así que estamos super felices de poder ayudarles».

Es curioso porque desde la cultura occidental se ha visto a esas tribus como personas primitivas, a las que había que educar, pero ahora somos nosotros los que queremos aprender de ellos.
«Para mí son las últimas personas que conservan la cordura. Son las únicas personas que no están distraídas por la tecnología, las últimas personas que viven en armonía con la naturaleza, que no la destruyen. La comida que comen es la comida que recolectan ellos mismos, lo cual lo hace todo sostenible. Tienen conciencia. No comen mucha carne, porque si lo hicieran se quedarían sin animales. Son muy cuidadosos. Viven en perfecto equilibrio con la naturaleza. Lo cual me hace feliz porque demuestran que es posible. Los animales cometen su propios errores, y pueden ser despiadados, pero nosotros somos mucho peores. Nuestra industria cárnica es pura maldad. Cualquier persona que visite una granja industrial o un matadero, vomitaría. Y eso es lo que estamos financiando con nuestro dinero. Cuando comes carne, estás financiando esa crueldad. El consumo masivo de carne es una de las grandes amenazas del Amazonas, y también el oro. Hay mucho oro en Amazonia. Deberíamos boicotear el oro. No deberíamos comprar nada que lleve oro. Siento que esté volviendo siempre a lo mismo, pero creo que esto es lo más importante que puedo decir».

Tranquilo. De todos modos, para volver a ese estado de armonía con la naturaleza deberíamos destruir nuestra civilización. Al menos tal y como la entendemos ahora.
«Sí, tenemos que ser cancelados (risas)«.

Quizá la pandemia es la naturaleza intentando cancelarnos.
«Quizá. Al menos le está dando al planeta un respiro. ¿Recuerdas cuando hace un año no había aviones volando y todo el mundo estaba encerrado en casa? Al poco tiempo salieron informes que decían que muchos animales estaban reproduciéndose de nuevo, y que la polución había bajado… Imagina si hiciéramos eso durante diez años. Sería buenísimo para el planeta. Así que tienes razón, tenemos que desaparecer. Y ése es el problema: somos parásitos. Pero podemos tener una actitud cínica y no hacer nada, o podemos cambiar. Pero somos 7.000 millones…. Es complicado. Pero lo importante es la energía que proyectas, tu actitud individual, dónde participas. Si actúas como si no hay marcha atrás, todo acabará muy rápido. Así que tenemos despertar antes de que sea demasiado tarde».

En mi opinión, y creo que esta entrevista lo demuestra, eres una persona inteligente, muy sensata, con buenas intenciones, pero ¿cuál dirías que es tu mayor defecto?
«¡Joder! Mmm… En general creo que soy un buen tío, pero si le preguntas a mi mujer, la tendrás una hora hablando (risas). Soy muy desordenado. No con mis instrumentos o con mi trabajo, pero siempre dejo mi ropa tirada por ahí, soy un desastre. Y quizá soy demasiado intenso».

No es fácil aguantarte.
«No (risas). Y quizá soy un poco arrogante».

Bueno, cualquier persona que sale a tocar para 50.000 personas tiene que tener un punto arrogante. Tener algo de ego es necesario en tu trabajo (risas)
«(Risas) Sí, pero intento que no sea lo que me defina como persona. Y no es fácil. Por eso mi mujer siempre me está bajando los humos. Yo me creo que lo hago es super importante, y que mi tiempo está por encima de todo, pero basta que mi mujer me diga ‘recoge esos calcetines’ para que mi ego de estrella del rock quede aplastado (risas)«.

JORDI MEYA