La publicación de Maquinaria vuelve a traer a la primera línea de la actualidad a una de las bandas de culto más aclamadas de nuestro país como son Havalina. Charlamos con Manuel Cabezalí para ponernos al día de sus últimos movimientos y también comentar varios de los problemas de la industria musical.
Venerados y respetados por la prensa, el público e incluso grupos que les citan como inspiración, Havalina es uno de esos extraños casos que parece generar consenso en distintos sectores, pero que a la hora de la verdad se ha encontrado con un techo difícil de atravesar en cuanto a popularidad se refiere. No es algo que parezca importarles a Manuel Cabezalí (voz, guitarra), Ignacio Celma (guitarra) y Javier Couceiro (batería), quienes tras 20 años de andadura han visto tanto el lado bonito como (muy especialmente) el menos agradable del negocio.
Su evolución les ha llevado desde unos primeros pasos en inglés cuando se hacían llamar Havalina Blu, hasta alcanzar su plenitud con un rock alternativo en cuya batidora caben Soundgarden, The Smashing Pumpkins o The Cure, pero con una personalidad reconocible y al mismo tiempo inquieta. Ese espíritu aventurero es el que les ha conducido hasta Maquinaria, primera referencia en seis años con la que continúan adentrándose en sonidos que van del trip hop al rock industrial y mucho más. Para ayudarles a reproducir con fidelidad toda esta amalgama de influencias, en su próxima gira contarán con Teresa Martínez de Pan, quien ocupará la plaza vacante de bajista tras la salida amistosa de Jaime Olmedo.
Hace un par de semanas, Manuel Cabezalí (además de músico, también reptuado productor de artistas tan dispares como Desakato, Zahara, Le Mur o Soleá Morente) nos atendió en una entrevista donde tocamos puntos como la concepción de su nuevo trabajo, la gira de aniversario de Las Hojas Secas, la cara más oscura de la industria y la posibilidad de volver a ver sobre el escenario a Bandada, su unión junto a Rufus T. Firefly.
De Muerdesombra a Maquinaria han pasado muchas cosas. Una de ellas ha sido la reconfiguración del grupo. Primero con la vuelta de Ignacio como segundo guitarra, la posterior salida de Jaime y el regreso a la formación de trío. ¿Cómo vivisteis internamente todos estos cambios?
MANUEL CABEZALÍ “Si lo cuentas así parece que ha sido muy accidentado, cuando en realidad creo que todo se ha ido desarrollando de forma bastante natural. Han sido tantos años que al final acaba pasando lo que es la vida. Si lo miras cronológicamente tiene sentido. Al poco de hacer Murdesombra, Ignacio volvió. En realidad, él nunca se ha desvinculado de Havalina. En Islas De Cemento me ayudó con muchas de las letras, colaboraba, venía de invitado a los conciertos… Siempre ha estado cerca de la banda. Cuando se marchó después de H fue por una cuestión de tiempo, pero anímicamente seguía unido a nosotros. En 2018 nos contó que tenía algo más de disponibilidad y le apetecía volver al 100%. Ahí ya tenía algunas canciones hechas, como la mitad para el siguiente disco, pero al entrar Ignacio fue un revulsivo muy positivo porque en realidad venía con mucho más entusiasmo del que teníamos nosotros (risas). También me hizo un poco de contrapartida o espejo. Le mandaba los temas y me los devolvía con las estructuras cambiadas, letras… Más adelante empezó a proponer sus propias canciones. De hecho hay un par en Maquinaria que son suyas. Eso fue muy enriquecedor. Después de grabar el álbum, a Jaime le ocurrió lo mismo que a Ignacio; la vida le trajo nuevas responsabilidades. Ha sido papa hace poco y eso terminó haciendo que saliese. Pero claro, el disco lo hicimos entre los cuatro. Nos planteamos seriamente quedarnos como trío y adaptar las nuevas canciones, pero nos gustaba tanto como habían quedado que nos daba pena no ser fieles en directo a lo que habíamos grabado. Por eso buscamos un cuarto miembro y ahí es dónde apareció Teresa. En resumen, yo no lo veo tan caótico, sino como gente de 40 años que tiene una vida”.
En ese momento que os quedasteis de nuevo los tres, fue cuando aprovechasteis para celebrar el décimo aniversario de Las Hojas Secas. ¿Era algo que ya tuvieseis en mente o simplemente os sirvió como excusa para iniciar la nueva etapa?
“La casualidad hizo que estuviéramos otra vez las mismas personamos que hicimos ese disco. Pero lo cierto es que fue un poco más improvisado. Evidentemente, la pandemia cambió los planes de todo el mundo y también de Havalina. Seguramente Maquinaria hubiera salido mucho antes porque empecé a componerlo en 2018. Hay un par de canciones que hablan sobre la paternidad que las escribí antes de que naciera mi hijo. Y ahora tiene 4 años (risas). Pero lo de Las Hojas Secas fue porque estábamos reactivando el grupo después de haber grabado y pensamos en qué podíamos hacer sin todavía sacar el disco, ya que aún no era el momento adecuado por cuestiones de agenda y que no se daban las condiciones para tocar en garitos como sí se puede hacer ahora. En ese momento nos dimos cuenta de que Las Hojas Secas había cumplido 10 años y era la excusa para dar algunos conciertos. Pero fue bastante improvisado, porque luego incluso pensamos que también podríamos haberlo hecho por el aniversario de H. Pero al final salió así”.
De hecho, Las Hojas Secas es uno de vuestros trabajos mejor valorados por los fans y creo que de algún modo os sirvió como punto de inflexión a la hora de empezar a crecer y ganar en repercusión. ¿Cómo lo ves a día de hoy?
“Yo lo veo como un disco que tuvo un presente y el poso que ha quedado después no se corresponde con lo que verdaderamente ocurrió. Me explico: en el momento de hacer aquella gira venía muy poca gente a los bolos. Éramos como un secreto. Tampoco nos importaba porque teníamos mucha motivación, nos divertíamos y mientras no perdiésemos dinero, nos bastaba. No fue un lastre, pero sí recuerdo cosas como tocar en Zaragoza para 30 personas. Entonces, cuando la gente me habla del éxito de Las Hojas Secas pienso: ‘¿pero dónde estabas tú hace diez años?’ (risas). Considero que ha ido creciendo posteriormente. Por la razón que sea ha calado en la gente con el paso del tiempo, pero en su día no llegó a pasar nada. Te diría que Imperfección y Las Hojas Secas funcionaron igual a nivel de público. Creo que en H sí fue cuando todo empezó a ir un poquito mejor, pero no considero que fuese por el disco en sí, sino por toda la inercia y la trayectoria que habíamos sembrado hasta entonces. Al menos esa es mi sensación”.
Algunas de esas canciones no las tocabais desde hacía muchísimo tiempo. ¿Hubo algo que redescubrieseis al volver a ellas?
“Sí, ahora que lo dices fue un viaje interesante. Quizás el mayor cambio viene de quién era yo como cantante cuando lo grabamos y como soy ahora. De hecho, cuando hicimos los conciertos de aniversario, hubo gente cercana que nos vio en la gira original de Las Hojas Secas y me comentaban que cantaba las canciones de una manera muy diferente. Pienso que tiene que ver con la energía de la persona que era entonces. Antes tenía 28 años y ahora 40. Imagino que esto le debe pasar a todos los cantantes, pero creo que ahora he colocado mi voz en otro sitio con el paso del tiempo. Quizás antes eramos un grupo más ruidoso y ahora intento cantar apoyando mi voz en otro espacio, no sé cómo explicarlo. He traducido eso al directo y para mí ese ha sido el mayor viaje. Pero más allá de eso, considero que emocionalmente es un álbum que ha envejecido muy bien. Pertenece a una época de mi vida en la que ya, claramente, no estoy. Es bastante autobiográfico, pero a nivel emocional es muy sincero. Cuando ahora canto esas canciones, me doy cuenta de que aquello era verdad y pudimos hacerlas sin sentir que nos estábamos poniendo un traje que ya no nos correspondía o se había quedado anticuado”.
Ahora que lo mencionas, tengo la sensación de que es una obra que trata sobre una separación muy dolorosa para ti.
“Son canciones escritas en un período de tiempo convulso a nivel personal. Ahora lo veo como la crisis de los 30. Pero sí, tuve una ruptura bastante grande. De hecho, diría que fue más de una (risas)”.
Volviendo a Maquinaria, ya me has contado un poco como fueron los cambios a nivel interno, pero en lo que se refiere a la composición en sí, ¿qué hubo de distinto esta vez?
“Antes de Murdesombra, Havalina éramos una banda muy de rock, de local de ensayo. Con aquel álbum hicimos un trabajo más de laboratorio, y Maquinaria lo es todavía más. Antes era ir al local, ponerme a tocar un riff y que los demás me acompañaran, grabar una demo en casa, mandársela a mis compañeros… y Muerdebsombra era un curro más de estudio. Es cierto que en Maquinaria sí que hubo un punto previo a grabar en el que tocamos las canciones los cuatro juntos, y eso fue importante a la hora de darle la cohesión de grupo de rock a todas esas ideas que habíamos montado individualmente en nuestras casas. De hecho, muchas de las cosas más interesantes en cuanto a desarrollo instrumental no hubieran surgido de no ser por esos meses de estar en el local antes de entrar a grabar. Por ejemplo, en ‘Actitud’ la parte de piano que hay después del primer estribillo está improvisada en el local, o todo el desarrollo instrumental de ‘Deconstrucción’ también salió así. Para mí eso le da un poco de dinámica al disco, no lo hace tan plano y nos ha devuelto a un terreno en el que somos fuertes. Yo trabajo con muchos grupos y no todos tienen la capacidad de ponerse a improvisar y que eso fluya. Y ese es uno de los puntos fuertes de Havalina. Si no hubiéramos pasado por ahí, habría salido algo peor que si hubiéramos ido directamente de casa al estudio sin pasar por el local”.
A pesar de mantener ese concepto de rock del que hablas, con Muerdesombra ya empezasteis a añadir nuevos elementos como los sintetizadores, en busca de un sonido que casara con esa imaginería futurista y de ciencia ficción. Es algo que seguís explorando también aquí. No sé si después de Islas De Cemento llegasteis a un punto en el que os cansasteis de las limitaciones de ser un trío y necesitabais encontrar otras motivaciones a la hora de componer.
“Siempre hemos necesitado esa motivación. A medida que me voy haciendo mayor, en lugar de querer apostar por la comodidad, estoy buscando hacer cosas que no he hecho. Me gusta sentirme un poco en peligro cuando estoy creando. Debo de tener algún tipo de hormona que genero cuando encuentro algo que todavía no he hecho y pienso: Jo, que divertido es esto de hacer música (risas). Si no me pasa eso, enseguida me aburro. Me sucede tanto con Havalina como con las producciones que hago. Todo el tiempo estoy buscando llegar a un sitio en el que no he estado antes. Admito que después de Islas De Cemento estaba un poco cansado del formato. Además hay una cosa muy cansina en el grupo que es el peso del legado de todo lo que hemos hecho. Cuando sacamos ‘Deconstrucción’ como single, había gente que comentaba que Imperfección era mucho más cañero. Y claro, yo cuando hice aquel álbum tenía 25 años y ahora 40. Mi vida ha cambiado, no puedo seguir haciendo lo mismo. Sigo pensando que somos un grupo de rock por la mentalidad que tenemos, pero para mí el rock tiene que ser otra cosa. Yo me moriría si estuviese en una banda de rock normal. Necesito probar cosas que nunca hemos probado. Me hace gracia cuando hacemos un riff como el de ‘Actitud’ o ‘Maquinaria’, pero necesito que el contexto sea otro. Tú piensa que Havalina no nos reporta otra cosa que no sea satisfacción personal. Si no tenemos eso, ¿entonces para qué lo hacemos?”.
«¿Tú crees que Robert Smith se ha preguntado alguna vez qué quiere escuchar la gente? Ni de broma» MANUEL CABEZALÍ
Mismamente en la reseña que hice comentaba que se notaba mucho que, dicho malamente, os la sudaba lo que la gente pudiera pensar sobre vosotros. Me refiero a que con Murerdesombra algunos seguidores no conectaron o no lo entendieron. Lo mismo otro grupo hubiera reculado y vuelto a lo de antes, lo cual considero que es un error porque se terminan descubriendo todas las cartas. Por eso considero que Maquinaria es un trabajo valiente, porque no os habéis quedado en el mismo sitio, sino que habéis avanzado mucho más.
“También es que yo en los últimos años he trabajado con mucha gente distinta de la que también me he nutrido. Por ejemplo, llevo 7 años girando con Zahara. En los dos últimos me hecho toda La Puta Gira y hemos dado 100 conciertos de música electrónica, que es todo el rato sintes, bombo a negras, rave a tope… Y es algo que valoro mucho porque con Zahara, siendo una persona muy diferente a nivel estilístico, sí que coincidimos en gustos. Ambos vamos en busca de dos cosas: inquietud y calidad. He aprendido mucho de ella, igual que de producir discos con Víctor Cabezuelo de Rufus T. Firefly. De todo el mundo con el que trabajo siempre me llevo algo. Por eso cuando me pongo con mi grupo necesito coger todas esas ideas, meterlas en la olla y ver que pasa. Respecto a lo que dices de haber sido valientes y no haber dado un paso atrás para complacer al publico… Para mí eso es la muerte de cualquier artista. En el momento en el que te pones a hacer lo que la gente espera de ti, primero, ya estás palmando porque es imposible que llueva a gusto de todos. Nunca vas a conseguir gustarle a todo el mundo. Y segundo, el arte en sí mismo es algo que proviene de una inquietud del ser humano. En el momento en que estás pensando en complacer a los demás, deja de ser arte y se convierte en contenido. Y no quiero hacer eso. Yo soy muy fan de The Cure, es mi banda favorita. ¿Tú crees que Robert Smith se ha preguntado alguna vez qué quiere escuchar la gente? Ni de broma. Siempre ha hecho lo que le conmovía por dentro. Eso es lo que yo valoro y es cómo quiero hacer música. A veces veo a grupos preguntarle a la gente como quieren que suene su siguiente álbum. ¿Pero estamos locos?”.
Es absolutamente ridículo. Tú como creador no puedes hacer arte a la carta. La música no debería ser como un restaurante dónde te dan lo que pidas.
“Por desgracia la industria sí es así. Siempre está buscando que es lo que funciona para hacer un calco de eso. Si te fijas en las plataformas de streaming, sean de música, series… dónde está el dinero, ahí el arte es lo último que les interesa. Yo sé que el mundo funciona así y no me voy a pelear por ello, pero al menos en mi parcela no voy a ser tonto. Además, en una banda de nuestro nivel, realmente no ganaríamos nada. Si me dijeses que somos Metallica que tienen que dar de comer a 200 familias, pues bueno, sí, ahí tienes una responsabilidad. Pero nosotros hacemos esto por gusto. Si me quitas eso, me lo quitas todo”.
Esto me lleva a preguntarte por cómo se ha ido desarrollando vuestra carrera. Es cierto que tenéis seguidores muy fieles que os han acompañado a lo largo de los años, pero nunca habéis dado ese salto que por ejemplo si han logrado otros compañeros como Rufus T. Firefly. ¿Piensas que el practicar una música a ratos tan oscura y áspera para el oído medio es lo que os ha podido limitar a la hora de llegar a más público?
“Sí, sé que eso es así y soy perfectamente consciente de ello. Es algo que inconscientemente he hecho toda mi vida, pero creo que ya lo hago a propósito (risas). No es que no me interese tener éxito, sino que el único interés que tengo es ser yo mismo. No puedo caer en la complacencia. Siempre intento darle al oyente una cal y otra de arena. Por ejemplo, yo sé que Havalina tiene una parte muy melódica con la voz, procuro crear líneas de guitarra que sean memorables… Sí que intento dar ciertos ganchos, pero a la vez no quiero darlo todo masticado. Me gusta que haya esa tensión. Cuando trabajo con Víctor de Rufus, yo soy la parte áspera de la ecuación y el tiende más a la melodía. Tiene que ver más con nuestro ADN musical. Soy plenamente consciente de que nosotros somos así y que la banda no ha llegado más lejos por culpa de eso mismo, pero creo que el éxito no se mide en cantidad, sino en calidad. Para mí el éxito no es solo Havalina, sino toda mi vida en conjunto. Havalina no me ha reportado un beneficio material inmediato, pero sin embargo he podido dedicarme a la producción musical en gran medida gracias al grupo. Ahora ya no, pero cuando empecé la mayoría de la gente venía a mí porque nos habían escuchado. Ha sido un poco el vehículo de promoción para poder dedicarme a esto. Cada día me levanto por las mañanas y soy músico. No tengo que hacer otra cosa. Todo eso ha venido gracias a Havalina. Lo que ocurre es que el éxito que te venden parece que es el único al que puedes aspirar, y yo creo que el éxito tiene muchas caras distintas. Dependiendo de cada individuo significa una cosa u otra. Por eso para mí Havalina es un proyecto de éxito. A mí me vale y lo seguiré haciendo mientras me haga feliz. El día que no sea así, me dará igual el éxito que estemos teniendo, no voy a querer seguir con ello”.
También mi percepción es que vuestra música nunca ha terminado de encajar en ciertos sectores. Tal vez en su momento se os colgó erróneamente la etiqueta del indie cuando no teníais nada que ver con lo que se suele asociar a ese tipo de música. Y, por contra, puede que exista un público al que eso mismo le haya causado rechazo a la hora de daros una oportunidad.
“Creo que hay algo de eso. Al final estamos mezclando una serie de ingredientes que a veces resultan un poco extremos. Si quitaras mi voz y pusieras a otro cantante, pues lo mismo podríamos estar más cerca de la idea que tiene alguna gente del rock y tocar en el Resurrection Fest, por ejemplo. Pero como mi forma de cantar es algo más suave, pues ya no (risas). En realidad, creo que esto viene porque no existe esa escena en España. Como cantante, aunque tampoco es que me parezca, en mi adolescencia escuchaba mucho a The Smashing Pumpkins y no me veo muy lejos de Billy Corgan en ese aspecto. Siamese Dream es un álbum cañero, pero las líneas vocales son súper melódicas. Y yo hago un poco eso mismo. Lo que pasa es que aquí en España no hay ese referente. O te vas del todo al indie o tiendes más hacia el rock o el metal. Tienes razón que nos hemos situado en ese punto medio que nos hace un tanto inclasificables y no nos ha abierto muchas puertas. Pero incluso te diría que también es algo intencionado por nuestra parte en ese sentido de evitar el éxito. Por ejemplo, en una canción como ‘Cementerio De Coches’, que es puro doom metal, ahí lo que estábamos haciendo era llevarle la contraria al mundo. Si la gente quiere una cosa, le vamos a dar justo lo contrario”.
Siguiendo por ahí, nunca habéis acabado de entrar del todo en el circuito de festivales, que es dónde se mueve realmente el negocio dentro de la industria ahora mismo. ¿No te resulta desmoralizador ver que en los grandes espacios no hay apenas hueco para propuestas que se alejen de todo lo que signifique fiesta y beber?
“Ya, pero si eso es lo que te conmueve en la vida, ¿qué opción tienes? Al final haces música pensando en lo que te toca por dentro. Durante años, en la época de Imperfección y Las Hojas Secas, sí recuerdo cierta frustración porque no nos programaban en festivales. Parecía que eran ese lugar dónde todo el mundo quería estar. Después he estado en muchos festis. Con Havalina en pocos, pero sí con Zahara, Anni B Sweet y un montón de gente. Y me he dado cuenta de que, para el músico, sirven de muy poco. Es un sitio súper incómodo dónde tocar, haces un repertorio corto, con una prueba de sonido en ocasiones inexistente, un público un tanto ausente… Puede haber mucha gente, pero a nivel de calidad no te están prestando atención realmente. Y encima te suelen pagar mal, porque tienen la sartén por el mango. Personalmente, me hace mucho más feliz tocar en una sala de Barcelona para mi público que en el Primavera Sound a las cinco de la tarde para 20.000 personas a las cuales no les interesamos. Pasa que Havalina ha caído en los festivales como una formación demasiado veterana para ponerla a tocar por la tarde, pero no es lo suficientemente popular para colocarla en un escenario y a una hora en condiciones. Eso al final hace que no toquemos mucho en esos eventos, pero ya te digo que no se nos ha perdido nada. Podría ser un tiro en el pie si solo quisiéramos conseguir eso. Muchas veces me he preguntado que es lo que quiero lograr y el momento en el que soy feliz es cuando estoy haciendo la música que quiero hacer. Hay una sensación por dentro que no está relacionada con la idea de éxito que tiene la mayoría”.
De todos modos, los festivales se han convertido un poco en el reflejo de la propia sociedad. En cierto sentido se podría relacionar con las letras de Maquinaria, que son muy críticas con toda la deshumanización que estamos viviendo. Es un disco que invita a pensar y reflexionar, cuando precisamente los festivales o las redes son justo lo contrario. La gente solo quiere consumir contenidos que transmitan felicidad sin pararse a pensar demasiado. No hay lugar para expresar otro tipo de sentimientos más profundos.
“Es justo lo que estamos hablando. Si coges la letra de ‘Maquinaria’ podría hablar de la ambición de un grupo por tocar en un festival. Aún así, no considero que este sea un disco negativo. Sí que hay una crítica social, obviamente, pero tiene un lado bonito que está relacionado con las alusiones a la familia y al lado más humano de la vida. A pesar de toda esta deshumanización que comentamos, hay otro resquicio que tiene que ver con las cosas más cercanas que tienes en el día a día, que en mi caso son más importantes. Hay algunas canciones que tratan sobre ello que serían como la luz al final del túnel”.
En Islas De Cemento te inspiraste en la poesía de tu hermano, J.J. Cabezalí, y en Murdesombra reconociste la importancia de la obra de Brandon Sanderson. El universo de Maquinaria me hace pensar directamente en Blade Runner, Ghost In The Shell, Matrix, Westworld… No sé si han sido referencias que te sirvieran de apoyo esta vez.
“Desde luego. Soy un ávido lector de ciencia ficción y literatura fantástica. Si bien es cierto que he evitado hablar directamente de ello, al contrario de lo que hice en Muerdesombra, a nivel de paisajes sonoros sí que pensaba mucho en Blade Runner. Es una película en la que siempre es de noche y de repente, cuando se hace de día, bajan la persiana porque entra demasiada luz. Siempre me ha atraído mucho la oscuridad, incluso desde pequeñito. Recuerdo que en los 80 en las pelis siempre era de noche. Eso siempre ha estado ahí. De hecho, cuando escribí ‘Maquinaria’, que fue la primera que compuse para el disco, pensé: ‘voy a coger la ciencia ficción de Muerdesombra, pero la voy a mezclar con un riff de stoner y synthwave’. Tenía esa idea constantemente en mi cabeza. En mi día a día la ciencia ficción y la fantasía ocupan un espacio muy grande, así que es normal que lo acabe mostrando de alguna forma en las canciones”.
Lo de Westworld lo comentaba porque ‘Naciente’ me recuerda a esas versiones que solían hacer adaptando temas de Nine Inch Nails y Soundgarden con arreglos de cuerda y piano. Además que la letra podría estar hablando tanto del nacimiento de un hombre como de una máquina.
“Siempre he pensado que el significado de las canciones no debería existir en el sentido de que solo hay una verdad. Yo esa canción la escribí pensando en una cosa concreta que era el nacimiento de mi hijo. Pero si tú las escuchas y piensas que es otra, tu visión también es correcta. Una cosa de la que me he dado cuenta que ha cambiado mucho en el mundo de la música con la promoción de este álbum es que me han pedido, más que nunca, información sobre las canciones previa a las entrevistas. Ahora las distribuidoras digitales le venden un poco la moto a las plataformas con un texto explicando de que trata tu canción. Como no tienen tiempo para escucharla con tanta oferta de contenido, leen el texto y en base a eso deciden si entras en una playlist o no. Es muy triste. Es como el mundo sin tiempo. Pero lo que te decía, cuando me pedían información sobre las canciones, yo pensaba que era como pedirle a un mago que te enseñe el truco. A mí no me gusta darle el contenido de mis canciones masticado al oyente. Me interesa darle una parte del mensaje y el resto del camino lo tiene que hacer él. Eso es lo que se conoce como el compromiso con el oyente y para mí ahí reside la belleza de la música. Por eso cuando la gente me pide que le explique de que va una canción, se lo puedo contar, pero mi versión no es más valida que la suya”.
«Cuando alguien se fija en como funciona el algoritmo para tener éxito es cuando va detrás» MANUEL CABEZALÍ
Ahora estamos empezando a oír hablar de la amenaza de la Inteligencia Artificial dentro del mundo del arte. Personalmente, veo imposible que un software sea capaz de transmitir emociones a través de un cuadro, un texto o una canción del mismo modo que una persona. Pero si comienza a introducirse en la industria y tener la aceptación del público, ¿qué lugar va a dejar a los artistas independientes como vosotros? Porque el algoritmo ya ha tomado el lugar de los prescriptores y ahora puede que la tecnología también ocupe el puesto de los músicos.
“Diría que ahora mismo hay dos tipos de artistas; los que van por delante y los que van detrás del algoritmo. Cuando escucho Motomami de Rosalía, yo no creo que ella haya escuchado lo que es algoritmo. Al contrario, Rosalía le ha dicho al algoritmo lo que mola. Ese disco es duro, no es nada fácil. A mí me gusta por lo arriesgado, pero cuando escuché ‘Saoko’, dije: ‘¿esto qué es?’. No hay ningún tipo de melodía, de repente a mitad de la canción se rompe todo y hay un momento jazzístico absurdo… Es un ladrillo de disco. Pero a lo que voy es que no creo que ella haya intentado comprender al algoritmo para hacer eso, porque el algoritmo habría dicho: ‘por aquí no vayas, chica’. Lo que quiero decir es que supone algo imprevisible que una maquina no es capaz de comprender. Supongo que cuando alguien se fija en como funciona el algoritmo para tener éxito es cuando va detrás. Lo que no sé es si habrá un momento en el que las máquinas serán lo suficientemente inteligentes como para ser también imprevisibles, porque la imprevisibilidad de Rosalía, o incluso la de Havalina mismo aunque sean distintas, puede que tengan un patrón. Otro ejemplo sería el de Radiohead. Recuerdo escuchar Kid A cuando salió y no entender nada en la primera escucha. En la segunda seguía sin entender nada, pero me molaba. Y a la tercera me encantaba (risas). Ahí es el deseo de llevar la contraria, igual que Rosalía primero hizo un disco de flamenco y ahora está haciendo otra cosa. No sé si llegará a existir una máquina capaz de desarrollar unas emociones y unas capacidades para llegar a ser así. Da un poco de miedo, porque si llega a suceder, ¿qué vamos a pintar en todo esto?”.
Lo que sí puede que sea previsible, pero también deseable, es que hicieseis un Bandada 2 con Rufus T. Firefly.
“(Risas) Mira, el concierto más divertido de mi vida fue en el que hicimos lo de Bandada. Es el día en el que mejor me lo he pasado en un escenario. Así que más allá de lo previsible o complaciente que pueda ser, yo lo haría solamente por lo bien que me lo pasé, sin más. Y sí, lo hemos pensado, nos encantaría y puede que lo hagamos. Pero también te digo, Bandada es una idea súper divertida y también un fracaso total en cuanto a rentabilidad. Sobre todo en el momento en el que lo hicimos. Necesitamos un trailer de 44 canales, 8 músicos, dos técnicos de sonido… Un horror. El concierto fue sold out, pero lo fue sobre todo por Rufus, obviamente. Si volvemos a hacerlo, seguramente venderemos más entradas. Puede que hagamos dos Joy Eslavas o incluso llevarlo a La Riviera. Lo que pasa es que tienes que juntar las agendas de dos bandas, ensayar todos juntos ese repertorio… Fue algo muy ambicioso para dar solo un concierto. A nivel empresarial era la peor idea que pudimos tener (risas). Luego pasó otra cosa que fue que intentamos venderlo a algún festi como el Sonorama y el promotor nos dijo que podía pagarnos el caché y tener a Bandada, o pagar menos, tener a Rufus T. Firefly y que viniese más gente. Al final el dinero manda. Es una idea muy bonita y romántica pero económicamente nefasta para todos los involucrados. Y por ese motivo seguramente lo haremos otra vez (risas). En ese sentido Víctor y yo somos muy parecidos. Estamos muy orgullosos de nuestras derrotas. Es lo que nos ha traído un poco de dignidad musical”.
GONZALO PUEBLA