Con la reciente publicación de su cuarto disco Macro, Jinjer siguen adelante con su imparable ascenso dentro de la escena metálica. Liderada por la poderosa Tatiana Shmailyuk, la banda ucraniana ha ido superando cada uno de los obstáculos que tenía por delante. Y como nos cuenta ella misma, no eran precisamente pocos.

En apenas seis años, Jinjer han pasado de dar su primer concierto fuera de las fronteras de su país a estar realizando su segunda gira por Estados Unidos, esta vez como cabezas de cartel. Es desde una parada en Indianápolis que su vocalista Tatiana Shmailyuk nos atiende muy amablemente para explicarnos el camino recorrido hasta ahora y compartir sus sensaciones sobre todo lo que está viviendo.

Formados en 2009 originalmente con un cantante masculino, fue con la entrada de Tatiana al año siguiente que la banda empezó a ganar notoriedad a nivel local. Tras dos discos publicados por un sello ucraniano, su tercer trabajo King Of Everything fue lanzado a nivel internacional por Napalm Records y ahí la bola empezó a rodar a toda velocidad. Giras junto a Arch Enemy, Cradle Of Filth o Soilwork y su presencia en todos los festivales de renombre han puesto a Jinjer en boca de todo el mundo hasta crear una gran expectación antes de la salida de su último trabajo Macro (Napalm Records), publicado el 25 de octubre. Un álbum que ha recibido todo tipo de alabanzas gracias a su imaginativo y ecléctico gusto para combinar elementos del groove metal y el progresivo con toques de extremo. “Están llamados a liderar el metal de la próxima década”, sentenciaba Pau Navarra en la crítica del disco el mes pasado.

Una trayectoria singular, todavía más meritoria teniendo en cuenta el lugar de origen de la banda y las condiciones adversas que tuvieron que afrontar. Si para cualquier grupo ya es difícil tirar adelante, imaginad hacerlo en un país exsoviético como Ucrania, donde la escena metal era marginal o que una mujer llevara tatuajes provocaba miradas de desaprobación.

Por si fuera poco, el conflicto armado entre el ejército ucraniano, los opositores al gobierno y los rebeldes pro-rusos obligaron a que en 2014 los cuatro componentes del grupo, que completan el guitarrista Roman Ibramkhalilov, el bajista Eugene Abdukhanov y el batería Vlad Ulasevich, dejaran Horlivka, su ciudad natal en la provincia de Donetsk, para irse a Lviv, cerca de la frontera polaca, a más de 1.200 kilómetros de distancia. Por desgracia, allí las condiciones tampoco eran mucho mejores, con frecuentes cortes en los suministros de agua y electricidad. De ahí que poco después decidieran trasladarse a la capital Kiev, si bien desde entonces han pasado más tiempo en la carretera que en casa. Y viendo su intenso itinerario, que los llevará el 10 de diciembre a Murcia (Garaje Beat Club), el 11 a Madrid (Mon) y el 12 a Barcelona (Salamandra), no parece que eso vaya a cambiar a medio plazo.

Creciste en una época en que todavía no existía internet, así que me imagino que el acceso a bandas europeas o americanas en Ucrania no era fácil. ¿Cuándo empezaste a interesarte por el rock y el metal?
TATIANA SHMAYLUK “Mi hermano mayor trajo algunos discos de rock de bandas rusas cuando era una niña y pensé ‘¿Qué es este sonido?’. De inmediato me volví una fan del rock. Mi padre era un gran seguidor de los Beatles y de rock’n’roll antiguo, pero mi hermano fue el que realmente me introdujo en la música. No era fácil conseguir música occidental, pero gracias a Dios con la caída de la Unión Soviética llegó MTV. Entonces no emitían 24 horas al día, pero era un buen canal para descubrir música. Mi padre me enseñó a grabar música de la tele a un cassette. Me hacía cintas con los grupos que me gustaban. No tuve acceso a internet hasta que tuve 19 ó 20 años, así que hasta entonces tenía que buscar otras maneras de descubrirla”.

¿Cuál fue el primer grupo que realmente te enganchó?
“Creo que fue Nirvana. Tenía como 9 años y me alucinaron. Tuvieron un gran impacto. Les escuchaba sin parar”.

¿Cómo recuerdas tu infancia bajo el régimen soviético?
“Era muy pequeña cuando todo aquello colapsó, así que no tengo un recuerdo especial. Pero en el fondo la mentalidad soviética se ha mantenido viva en muchas personas. Todavía hay mucha gente conservadora y reacia a los cambios”.

¿Y cómo fueron tus primeros pasos para convertirte en cantante? ¿Lo tenías claro?
“Mi madre me dice que desde muy pequeña me gustaba cantar y gritar (risas). Cuando tenía unos 8 años hice algunas clases y me uní a un coro. Pero después de Nirvana me enamoré de The Offspring. Me enganché al punk rock. Creo que era la mayor fan de The Offspring (risas). Me pasaba horas sentada escuchando sus discos imaginando que yo era músico y estaba en el escenario. Soñaba con eso cada noche. Mi primera banda fue con mis compañeros de escuela y algunos amigos suyos. Hacíamos rock alternativo. Intentábamos ser como Guano Apes, no sé si los recuerdas. Su cantante Sandra Nasić me inspiró mucho. Su voz me inspiró a cantar en un registro más agresivo. Y a los 15 años también descubrí a Otep. No podía creerme que una chica pudiera cantar así”.

¿Cuál fue tu primer contacto con Jinjer? ¿Cómo llegaste a convertirte en su vocalista? ¿Te ofreciste tú?
“Después de mi primera banda, estuve como en cinco distintas. Cuando conocí a Roman y Dmitriy, nuestro antiguo guitarrista, todavía no existían Jinjer. Simplemente nos conocíamos porque todos éramos músicos jóvenes. Formamos un grupo, no recuerdo ni el nombre, por el que pasaron muchos músicos. Hacíamos un rollo más nu metal. Luego nos separamos y yo me fui a otro grupo y ellos empezaron Jinjer. Cuando Maks (Fatullayev, su primer vocalista –ndr.) dejó el país y se fue a Estados Unidos, me pidieron si podía ayudarles en un concierto, como algo puntual… Pero al final me quedé (risas)”.

Jinjer empezasteis más como un grupo de metalcore, luego pasasteis a un rollo más groove y ahora estáis en una onda más progresiva. ¿Es éste el sonido que andabais buscando, o vuestra voluntad es seguir cambiando en cada disco?
“Creo que nuestro destino es probar todos los sonidos imaginables (risas). No queremos quedarnos estancados. Queremos seguir mezclando estilos y géneros. Es lo que siempre he querido desde el principio”.

En ‘Judgement (& Punishment)’ hay incluso reggae.
“Sí, justo antes de entrar en Jinjer estaba en una banda de reggae y ska. Hacíamos muchas versiones. Me encanta el reggae”.

Si te soy sincero, apenas conozco grupos de Ucrania. ¿Sois la única banda operando a este nivel o existe una escena emergente?
“No hay una escena metal. Hay bastantes bandas, pero la mayoría se centran sólo en el mercado ucraniano. Dan conciertos, graban discos y vídeos, pero no salen del país. Ahora en la gira europea vamos a llevarnos a Space Of Variations junto a The Agonist para darlos a conocer. Son una banda genial”.

¿Qué os empujó a vosotros a intentar salir de Ucrania?
“Que no hubiera una escena metal (risas). Nunca la hubo y sabíamos que nunca seríamos populares haciendo nuestra música. Queríamos darla a conocer al resto del mundo, por eso cantamos en inglés. Sabíamos que Ucrania no era para nosotros. Como cualquier otra formación queríamos un reconocimiento global. O al menos intentarlo”.

¿Dónde fue vuestro primer concierto fuera de Ucrania?
“Hicimos una gira muy pequeña en Rumanía. Fue en 2013. Fue un paso pequeño, pero importante”.

Y seis años después estáis por segunda vez en Estados Unidos.
“Sí, sí. Seis años es muy poco tiempo para haber llegado tan lejos. Pero no dejan de ser seis años (risas). Recuerdo tocar para veinte personas. Era duro, pero era divertido. Aprendimos mucho. Pudimos ver el mundo. Podría haber estado haciendo música en casa y nunca hubiera visto todos los países en los que hemos tocado”.

“En Ucrania la gente es dura, no puedes mostrarte débil. Supongo que es una cuestión de supervivencia” TATIANA SHMAYLUK

Siempre admiro la determinación de los grupos que teniéndolo todo en contra, logran romper esas limitaciones. Lo más fácil es tirar la toalla o ni siquiera intentarlo porque piensas que es imposible.
“Sí, pero la realidad es que no teníamos nada que perder. No queríamos conformarnos con la vida que teníamos. Pero nunca pensamos en dejarlo porque veíamos que iban sucediendo cosas. Nuestra mentalidad siempre ha sido la de tirar adelante. Creo que también tiene algo que ver con el carácter de nuestro país. En Ucrania la gente es dura, no puedes mostrarte débil. Supongo que es una cuestión de supervivencia”.

Uno de los aspectos que más atrae de la banda es tu versatilidad vocal. ¿Cómo decides en qué estilo vas a cantar?
“Los chicos son los que componen la música. Graban una maqueta, me la mandan y me dan un tiempo para que la vaya analizando y trabajando. Intento que la música me inspire según el sentimiento que me despierta. Y entonces me pongo a escribir las letras. Aunque también hay veces que primero trabajo la parte vocal y luego encajo las letras. Otras veces voy al estudio y simplemente improviso. Me gusta probarlo todo. Nadie sabe cómo van a sonar las voces al final, ni siquiera yo (risas)”.

Además de voz, también tienes una gran presencia escénica. ¿Te fue fácil sentirte cómoda en el papel de frontwoman?
“Todavía necesitaré más tiempo para sentirme cómoda. Me sigo poniendo nerviosa antes de actuar. En el fondo soy una persona tímida… Aunque encima del escenario parezca invencible, soy tan frágil como cualquiera. Lo que la gente ve en el escenario es sólo una parte de mí. A veces me siento muy incómoda, pero otras me siento como si estuviera flotando, como si estuviera bailando sin que nadie me mirara. Depende de la atmósfera que se crea en el concierto. Hay veces que eres tú la que tienes que crear la atmósfera adecuada, pero hay otras en la que es el público la que la crea para ti. Su energía es tan fuerte que te lo hace todo muy fácil. Al final es un intercambio de energía. En algún concierto das mucha energía y no obtienes ninguna respuesta, pero lo mágico es cuando fluye en ambas direcciones”.

¿Has notado un cambio en el público respecto al hecho de que seas mujer? ¿Hay un mayor respeto?
“Intento no pensar en ello. Pero incluso hace sólo un año he escuchado gritos del tipo ‘enséñame el culo’. Recuerdo que en Rumanía me gritaban que les enseñara las tetas. Lo gritaban todos juntos y yo no entendía lo que decían, pero luego le pregunté a un amigo mío que me explicara qué decían. Y me dijo ‘No te va a gustar’. Pero le insistí y me dijo que querían que les enseñara las tetas. Me quedé boquiabierta. Pero por suerte ahora ya no ocurre”.

Unos meses antes de publicar Macro sacasteis el EP Micro. ¿Están conectados de algún modo?
“Están ligeramente conectados a nivel de letras porque tomé algunas frases de las canciones de Micro y las puse en nuevas canciones de Macro. Así que están interrelacionadas, pero no hay un concepto general que englobe ambos trabajos”.

¿Te apetecía hablar de situaciones en particular o son más bien pensamientos más generales que te vienen a la cabeza?
“Normalmente me inspiro en mis propias experiencias. Por ejemplo, la canción ‘Home Back’ habla sobre cuando visité a mis padres en mi ciudad natal, que ahora vuelve a ser una zona de guerra. ‘Retrospection’ también habla de la infancia de mis padres. A veces tengo sueños y también pesadillas sobre eso. Cada noche sueño algo sobre mi país o mis padres, llevo un año así”.

«La música une a la gente, no la divide”. TATIANA SHMAYLUK

¿Hay algo de política en vuestras canciones?
“No, intentamos mantenernos al margen de la política. Creo que los problemas del mundo no son una cuestión política. Es algo más grande, es un problema de la humanidad. Así que prefiero no hablar sobre eso. Prefiero hablar sobre la paz en el mundo”.

Pero una canción como ‘On The Top’ podría ser vista como una canción política. Hablas sobre cómo la codicia afecta las relaciones humanas.
“Bueno, trata sobre esa sensación de tener que ir subiendo una escalera que nunca acaba, crecer a toda costa sin tener en cuenta las consecuencias. Pero no creo que tenga que explicar mis letras. Son bastante explícitas. No son difíciles de entender. Hay algunas metáforas, pero creo que el mensaje está claro”.

¿Qué opinión tienen tus padres sobre la vida que has elegido? Me imagino que no imaginaban que su hija se ganaría la vida en una banda de metal.
“Siempre me han apoyado mucho y están orgullosos de mí. Lo único que les preocupa es ver que tenemos tantos conciertos. Siempre me dicen que me cuide y que tenga cuidado. Pero creo que están felices por mí”.

¿Y tú eres feliz? El éxito para un grupo no siempre significa que sus miembros lo sean.
“Así es. Lo que me ocurre ahora es que, si quiero descansar de girar, a la que estoy dos días en casa empiezo a aburrirme y ya quiero volver a la carretera. Para serte sincera me gustaría que las giras no fueran tan largas, dos meses seguidos es demasiado. Pero es ahora o nunca. Tenemos que hacerlo”.

Al menos ahora sabes que la gente os quiere ver… En Barcelona se ha trasladado vuestro concierto a una sala más grande.
“¡Sí! Siempre es agradable saber que hay expectación por vernos. Me gusta tocar para el mayor número de gente posible. Especialmente en España porque la gente es cálida y cariñosa. Están locos, pero en el buen sentido”.

¿Es muy distinto el público en Ucrania?
“No, también están locos (risas). Creo que la gente que viene a vernos es muy parecida en todas partes porque comparten una misma idea. La música une a la gente, no la divide”. 

JORDI MEYA