Youtuber, actor, escritor, modelo, metalero… Jordi Carrillo, conocido como Jordi Wild, es muchas cosas, pero por encima de todo es comunicador. El barcelonés empezó hace un año su último proyecto, The Wild Project, un podcast de entrevistas en profundidad que ya acumula millones de oyentes, pero con el que todavía ha conseguido algo más importante: hacer lo que de verdad quiere.

No recuerdo exactamente cuántos años hace que conocí a Jordi Wild, pero sí que cuando me lo presentaron no tenía ni idea de quién era. Quizá por una cuestión de edad, el mundo YouTuber, y aún más el del gaming, me resultaba bastante ajeno, y lo de El Rincón De Giorgio me sonaba más restaurante italiano que a un canal con millones de seguidores.

Sin embargo, cuando unos meses después coincidimos en un concierto y vi que más gente le pedía autógrafos a él que a la propia banda que íbamos a ver, me di cuenta que quizá algo se me estaba escapando, así que entré en su canal… Y no es que a partir de entonces me volviera fan de sus contenidos, pero desde luego valoré el mérito que tenía que hubiera conectado con tanta gente.

Además, pese a la rabia que me pudiera dar que fuera más guapo, mas cachas, más famoso y más rico que yo, reconozco que en la distancia corta me pareció un tipo sencillo, simpático y mucho más inteligente de lo que quizá reflejaban su vídeos. Y que fuera tan fan de la música, desde luego era un plus. Con el tiempo, hemos vuelto a coincidir en bolos y festivales, y hasta ha colaborado en RockZone ocasionalmente, como cuando entrevistó a Slash para la revista en 2015.

Desde entonces, él se ha cortado las greñas y yo me las he dejado, pero el cambio verdaderamente significativo es que Jordi ha dejado un poco de lado el formato de vídeos cortos, y ahora genera un contenido a través del canal The Wild Project en el que refleja sus verdaderas inquietudes, y que se parecen mucho más a las mías.

Sin llegar a lo que duran sus podcasts, hace unos días pasamos un largo rato charlando sobre su actual proyecto, la dictadura de las cifras, la censura en las redes y, por supuesto, de música.

Hace un año que empezaste con el podcast The Wild Project. Viendo los contenidos y el formato que hacías antes y lo que haces ahora, me da la sensación que estás en una etapa de transición. ¿Lo ves así? ¿A qué se ha debido este cambio?
JORDI WILD «Yo creo que la etapa de transición ya la he pasado. La transición empezó cuando en mi anterior canal empecé a hacer los vídeo que me apetecía hacer, y no los que tenía que hacer. Primero empecé a hacer vídeos en el canal El Rincón De Giorgio de física, de astrofísica, de agujeros negros, también temas de crímenes, de misterios… y creo que ésa fue mi transición. Luego con The Wild Project, yo era consumidor de un par de podcasts que me gustaban mucho, y cuando iba conduciendo siempre pensaba ‘cómo me molaría hacer un podcast de 2 ó 3 horas de temas que me interesan’. Y así salió. El podcast ha sido una sorpresa porque, a ver, yo hago las cosas para que funcionen, pero no imaginaba que fuera tan bien y tan rápido. Ahora mi canal principal es The Wild Project, el otro sigue funcionando muy bien, pero al que dedico más esfuerzo y le veo más futuro es al podcast. No sé si seguiré en Internet, o me iré a la tele, o a teatros, pero este formato y estos temas me interesan mucho más que el contenido de entretenimiento de YouTube».

Se nota.
«Yo me lo paso muy bien. Tengo dos reglas en el podcast. Que la persona que venga sea interesante, me da igual si es conocida o no, si es mayor o joven, y que me caiga bien. Si estas dos cosas se cumplen, yo ya estoy dispuesto a todo».

¿Has notado un cambio de público? ¿Es más adulto?
«Por ahora es más adulto y más español. En el otro canal es más joven y más latino. En ése es 30% español y 70% de fuera de España, y en The Wild Project es 60% español y 40% de fuera. También es que como lo subo a Spotify y Apple Podcasts, allí el público es exponencialmente más adulto. En YouTube aún, pero en las otras plataformas es público mayor que no consume YouTube».

Antes hablabas de que te inspiraste en dos podcasts. Supongo que uno es el de Joe Rogan.
«¡Ídolo! ¡No lo escondo! Para mí es un honor que algunos digan que soy el Joe Rogan español. A mí su podcast y él me encantan. Creo que nos caeríamos muy bien porque tenemos muchas cosas en común. Me gusta él MMA como a él, algunos conceptos, ideas, el llevar a todo tipo de invitados. Yo lo he hecho a mi estilo, pero también hay que decir una cosa: él no ha inventado nada. El podcast no deja de ser un programa de radio de toda la vida, de los años 70 ó 80, y lo grabas con dos o tres cámaras. Es radio grabada, no hay más misterio. No lo ha inventado él, y por supuesto no lo he inventado yo. Ahora sale gente diciendo que me están copiando a mí; aquí nadie copia de nadie o todos copiamos de todos. No hemos inventado nada».

¿Y el otro podcast que te inspiró?
«Alguno más de frikismo, de MMA, cosas así. Pero el que más me gusta es Rogan».

Yo lo descubrí igual hace dos años y lo que más flipé es que hiciera entrevistas de tres, cuatro horas. Sobre todo porque se supone que en Internet las cosas de más de cinco minutos no funcionan, y en cambio este tío tiene millones de visionados en cada programa.
«Pero es porque son interesantes. Incluso se hacen cortas. Las mías van de dos horas y media a tres horas; la última casi cuatro. Y la gente me dice que se les pasa volando. Y eso porque el tema tiene interés. También está mi parte de darle dinamismo a la entrevista porque hay invitados que vuelan solos, y otros que necesitan un empujoncito, pero creo que el concepto ése de vídeos cortos, rápidos… Internet ha evolucionado. Antes  Internet sí que era contenido basura de ir pasando, como ahora es Instagram o TikTok, pero la gente ha ido evolucionando, y cada vez la gente busca más calidad, no de forma, pero sí de lo que se está contando. Y esta gente puede aguantar las horas que sean».

De hecho, ya hace tiempo que YouTube es la nueva televisión. La gente va a buscar directamente el contenido que quiere como antes lo podía hacer en las diferentes cadenas.
«Bueno, yo creo que a veces desde Internet tendemos a infravalorar el poder y las audiencias millonarias que todavía tiene la tele. Hay muchos programas de tele que son trending topic en Twitter, lo cual quiere decir que la gente compagina las dos cosas. Ahora mismo diría que estamos en un empate técnico. La gente joven mira más Internet, pero también mira programas como La Isla de las Tentaciones o esas historias. Creo que la tele se tiene modernizar, y quizá nosotros también podemos coger cosas buenas de la tele. Y el público adulto sigue mirando noticias o debates en la tele. O los deportes».

Sí, claro.
«Pero llegará un día que el Barça, el Madrid, la Champions se hará en Netflix, en Prime, o en YouTube porque estas mega corporaciones comprarán los derechos del fútbol. Y lo retransmitirá Ibai (Llanos), o quien sea. Esto pasará tarde o temprano. Y ahí, ojo lo que pasa con las teles».

No quiero hablar de la polémica de Andorra, pero a mí me da la sensación que es un debate creado artificialmente por los medios que se ven amenazados por los YouTubers. Claro que las cadenas de tele tienen audiencias millonarias, pero si cuentas los recursos que tienen que invertir para conseguirlo en comparación a los vuestros, no hay color.
«Y lo que les da más miedo es la publicidad, el dinero. Se están dando cuenta que poner un anuncio en un programa de tele cuesta un dineral y no sale a cuenta. La gente no les hace ni puto caso. En cambio los anuncios en Internet son mucho más orgánicos y cuantificables. Por ejemplo si yo hago un anuncio de una consola, o de lo que sea, hay un link y la gente hace click. El anunciante puede comprobar por el número de clicks si lo que ha invertido le ha salido a cuenta. En la tele no sabes cuántos clientes te ha reportado un anuncio, siendo 100 veces más caro. Lo de Andorra no es sólo un tema económico, es un tema de lucha de clases. Se han dado cuenta que lo que pensaba que eran cuatro frikis haciendo tonterías en Internet se les están comiendo la tostada en muchas cosas. Y eso les da miedo».

«Si Twitter, Facebook y Google se ponen de acuerdo en borrar todo mi contenido, en cinco minutos he desaparecido» JORDI WILD

Otro tema de mucha actualidad es el de la libertad de expresión, a raíz del caso Hasel. En YouTube lleváis tiempo sufriendo censura. ¿Cómo gestionas decir lo que piensas sin que te traiga problemas?
«Yo soy muy realista con todo esto. YouTube o Twitter son empresas privadas y pueden hacer lo que quieran. Yo cuando hablo de libertad de expresión, creo que las empresas privadas van aparte. Es como si yo hago una empresa y no quiero que se hable del Real Madrid. Las reglas están claras, otra cosa es que no nos las leamos. Otro caso es la expresión pública, cosas que haces tú, como el caso de Valtonyc o Pablo Hasel, que han hecho canciones desde un ámbito personal, ahí sí le veo el peligro. Si Twitter cancela la cuenta de Donald Trump, pues bueno, es una empresa privada y cuando creas tu perfil aceptas unas condiciones que les das la potestad para hacer lo que quieran. YouTube tiene mucha libertad de expresión. A veces nos quejamos, yo también, porque las redes sociales nos han convertido en unos teatreros. YouTube no te censura, sino que hace que no puedas ganar dinero. Es otro tipo de censura. Ellos no quieren poner anuncios en vídeos que se hable de temas controvertidos o se muestren imágenes violentas, pero en YouTube encuentras contenidos tremendos de política o economía. Hay vídeos de ultraderecha, o ultraliberales, o de gente que defiende el comunismo. Donde se mete YouTube es cuando se falta el respeto, y yo creo que se tendría que meter más, sobre todo en un contexto no artístico. Si yo hago una canción alegórica es una cosa, pero si como Jordi Wild dice que Jordi Meya es un hijo de puta y lo voy a matar, es otra cosa. Con los insultos y la toxicidad hay que hacer algo. Pero en lo artístico, la libertad de expresión tiene que estar por encima de todo. A mí Pablo Hasel no me parece un santo, ni me cae bien, porque tiene denuncias por agresión, pero me parece una barbaridad que se le meta en la cárcel porque hace apología del terrorismo o injurie al Rey en sus canciones. El Rey es un putero y nos ha robado, porque ha utilizado dinero público para asuntos privados; eso es robar. Hasel no es un santo, y es posible que acabara en la cárcel por otras cosas, pero por un tema artístico me parece muy bestia. El rap americano es mucho más explícito de ‘saco la Uzi y te pego dos tiros‘ y no pasa nada».

De todos, con lo que decías de las empresas privadas, es peligroso. Porque si haces una canción, y la pones en Spotify y en YouTube y te obligan a quitarla, quieres vender el disco, y la tienda te dice que no te lo acepta… es como si no existiera. Al final siempre vas a acabar dependiendo de un canal privado para divulgar tu obra.
«Ya que hablas de Spotify, Joe Rogan ha tenido muchos problemas con ellos. Sabes que Spotify le pagó 100 millones de dólares por tener la exclusividad del podcast…».

Sí, una locura.
«Sí, una puta locura. Todavía más porque los que tenemos podcasts en Spotify en español, no sólo no cobramos, sino que pagamos. A mí el podcast en Spotify me cuesta dinero, no gano nada, no hay monetización, y cada uno de mis episodios tiene cientos de miles de escuchas. El caso es que Spotify le censuraron algún episodio a Rogan, como el que llevó a Alex Jones, que es un follonero, conspiranoico, una especie de Trump en periodista. Se lo censuraron, desapareció el episodio… cosas muy raras. Estoy de acuerdo que no es lo ideal. Pero tenemos que ser conscientes que estamos ya en una distopía en la que las mega corporaciones dominan el mundo. Si no nos damos cuenta de eso, es que somos gilipollas. El futuro ése que imaginábamos ya está aquí. Amazon, Apple, Google, Microsoft… ya dominan el mundo. En dos minutos cualquiera de ellas me arruinan la carrera y desaparezco del mapa. Si Twitter, Facebook y Google se ponen de acuerdo en borrar todo mi contenido, en cinco minutos he desaparecido. Y no tengo manera de llegar a nadie. ¿Qué hacemos? ¿Luchamos? ¿Nos revolucionamos? No sé qué podemos hacer. Estas empresas quieren dinero. Y el dinero viene de los anunciantes, y los anunciantes no quieren líos, así que todo lo políticamente incorrecto está en peligro».

Al final, el proceso es siempre el mismo. En los medios tradicionales también se acaban ocultando cosas para no enfadar a los anunciantes. Empezando con que la administración pública es uno de los principales anunciantes en muchos medios con publicidad institucional. Antes Internet podía ser una alternativa, pero si acaba pasando lo mismo… ¿qué quedará?
«Ya… Pero en YouTube y Twitter hay mucha libertad todavía. A Donald Trump le cancelaron la cuenta porque jugó con fuego. Estuvo cuatro años al límite. Yo lo veo bien. Si eres presidente no puedes incitar a una revolución en el Capitolio. Es muy loco. Durante mucho tiempo Twitter le ha permitido que soltara cosas que no eran ciertas. Ahí ya entramos en lo fácil que es propagar fake news en las redes. Donal Trump ha movido las redes como ha querido, pero ha tensado demasiado la cuerda. Todos aceptamos lo que ofrecen estas empresas porque es gratis y nos han facilitado mucho la vida. Yo defiendo el comercio de barrio, pero al final lo compro todo online. Cuando la gente vive bien es muy difícil que se revolucione».

Sí, pero poco a poco vamos cavando nuestra propia tumba.
«Totalmente. Estamos perdiendo muchísima libertad. Creo que todos somos muy conscientes de que nos tienen controlados. Edward Snowden ya contó que pueden activar cualquier cámara de un móvil o un ordenador cuando quieren. La distopía ya está aquí».

Volviendo al podcast. ¿Con qué entrevistado te lo has pasado mejor y de cuál has aprendido más?
«Me lo he pasado bien con casi todos. Con los de física, Javier Santaolalla y Crespo de QuantumFracture. Fueron brutales. Con Daniel Rojo porque me gustan mucho las cosas de crímenes. Con Iker Jiménez porque aprendes lo que es un periodista. Frank Cuesta… Maldini… Aprender, con QuantumFracture porque descubrí cosas que parecen ciencia ficción. Con quien no me lo pasé bien fue con Jem K, un tío que lleva once años en una prisión en Estados Unidos, pero fue por problemas técnicos. Hubo tantos que me agobié, porque lo que contaba era una brutalidad».

Aunque estás muy consolidado, ¿te preocupa la velocidad con las que salen nuevas plataformas y otras quedan obsoletas? Mucha gente de YouTube se está pasando a Twitch, pero a saber de aquí un año que habrá. ¿Te agobia?
«No. Lo difícil no es llegar, que ya es muy difícil, lo casi imposible es mantenerse. Mucha gente que triunfaba en Internet ha desaparecido o ha bajado mucho. Igual me pasa a mí, y de aquí un tiempo dejo de estar de moda, pero no quiero pensar así. Sé que soy bueno comunicando, así que sea en Internet o escribiendo, o lo que sea, siempre tendré un lugar. Y otra cosa buena es que sé adaptarme. Yo estoy pensando en hacer cosas en Twitch. ¿Por qué no? He de buscar mi manera para que no sea lo que hace todo el mundo. Hay cosas que cuestan más por un tema de edad. Por ejemplo, en TikTok no quise ni meterme. No me hice ni una cuenta. Porque ahí ya hay un salto generacional muy bestia. Pero si algo se pone de moda y me encaja, me adapto. No soy un talibán de lo mío».

En Internet los números lo son todo. ¿Te condiciona ver que un invitado a tenido más escuchas o visualizaciones que otro? ¿O pasas ya un poco de eso?
«Eso es lo peor. A todos nos ha pasado. Yo llegué a estar obsesionado con eso. Cada vez que subía un vídeo comparaba las visualizaciones con los de mis otros vídeos. Si uno en 5 horas conseguía 80.000 y otro había tenido 112.000 pensaba ‘mierda, mierda’. Era horrible. Es una presión tremenda».

Y muy insana.
«Sí, psicológicamente es una puta basura, una ansiedad de gratis. Yo lo comparaba con un director de cine que cada película tiene que funcionar. Para mí cada vídeo era como una película. A veces va bien de público y crítica, o de sólo una cosa, o de ninguna. Cuando hice esta transición, te juro que cambié el chip en muchas cosas, y ésta es una de ellas. Ahora me la pela si se ve o no, porque hago lo que me apetece. Ahora me preocupa cero. En el podcast podría ir a lo fácil y traer influencers, y gente de Internet viral. Eso es lo que me daría el éxito en cada podcast. Pero te traigo a un tío que habla de dinosaurios, o a un ingeniero aeronáutico. Hay gente que le interesa, pero no es mainstream. Pero me da igual. Mi trabajo es intentar que tenga éxito, pero si creo que lo he hecho bien y estoy contento con cómo ha quedado, para mí es suficiente. Si hay dos, tres o cinco episodios que no funcionan, pues ya funcionará el sexto».

Es una buena actitud.
«La gente no se da cuenta de lo esclavo que es esto. Claro que hay cosas peores, pero esto es muy duro. Mira, antes me daba pánico irme de vacaciones. Pero este verano me fui dos meses, sin tener vídeos preparados, y volví y como nunca, como si no me hubiera ido un día. No tenemos que preocuparnos tanto. Si la gente te valora, te recordará. Ojalá hubiera aprendido esta lección antes. Ahora veo streamers que están en Twitch cuatro horas siete días a la semana, y lo veo una locura. Obsesionarse por los números puede llegar a ser tóxico».

Venga, hablemos un poco de música. En el set de tu podcast hay pósters de Testament, Guns N’ Roses, Slipknot… ¿Te costó decidir cuáles poner?
«No mucho, aunque me hubiera gustado tener más espacio para poner más (risas). Tenía muy claro que quería uno de Justin Bieber, para que fuera la nota discordante donde la gente firmara, y el resto los tenía bastante claros. Quería cosas icónicas, también hay de cine, de videojuegos… Me costó más colgarlos. Los tuvo que poner mi novia porque me habían operado el brazo. Pobrecita, fue un coñazo (risas)«.

En el mundo YouTuber no se estila mucho el rock o el metal. Está ShaunTrack, Roma Gallardo…
«Roma es más hard rockero. Le mola AC/DC, Alter Bridge… pero no tanto el metal. Siempre que viene algún invitado que sé que le gusta el metal me guardo preguntas de esto. Hicimos un Top 5 con Shaun, con Roma… Pero soy realista. Yo intenté tener en mi canal una sección de metal y era horrible. Podía pasar de 500.000 a 200.000. Una cosa es que se vea menos, y la otra es que perjudique mi trabajo. Es una pena. Por desgracia, nuestra música, no diré que está muriendo, pero no soy muy optimista. Está muy out. Angelus Apatrida han sido nº1 en España, pero es algo extrañísimo y no dejan de ser ventas de discos pequeñas. Los ves en YouTube con los vídeos de metal. Los grupos más top, quitando Architects o Bring Me The Horizon que son más pop, no se pueden comparar con los millones que consiguen los artistas mainstream. Hay grupazos que tienen 300.000 o medio millón en una semana. Y miras Ozuna y tiene 86 millones. La diferencia es abismal. No sé si antes había tanta».

Es difícil de decir. Pero en los 2000 dentro de la música teen podías tener a Backstreet Boys y a Limp Bizkit en un nivel parecido. No sé si es un ciclo, o si precisamente tiene que ver con que el metal no es una música que pueda encajar fácilmente en TikTok, por ejemplo.
«Me da rabia ser pesimista, pero que los grupos más grandes del metal sigan siendo grupos de 60 años. Metallica o Iron Maiden tendrían que estar super reconocidos, pero tendría que haber ya unos sucesores. Hay amagos, como Avenged Sevenfold que soy muy grandes, pero no son comparables. Bring Me tampoco llegan a ese nivel. Quizá un día llegue un grupo que logre romper este techo, que haga un Black Album y suene en las radios comerciales. Yo creo que el día haya una canción de metal que se ponga de moda en las redes sociales, puede empezar el resurgir».

Pues tienes que empujar (risas).
«(Risas) ¡Si cada vez que lo hago sale mal! Es importante que la gente apoye a medios como RockZone, a las bandas, que compre su merch oficial, que vaya a conciertos cuando vuelvan… Yo lucho por el rock, pero es complicado. La intro de The Wild Project es cañera, y le mola a la gente. Quizá es el principio del resurgir  (risas) Es complicado. El algoritmo premia lo que engancha, y lo que engancha es fácil, y el metal tiene muchas virtudes, pero no suele entrar a la gente que no está acostumbrada. Yo no empecé con Cannibal Corpse o Napalm Death. Empiezas con Guns N’ Roses y vas avanzando. La cuestión es que más allá de que tengan éxito o no, sigue habiendo grupos muy buenos. Siempre encuentro algo que me gusta».

¿Qué estás escuchando ahora?
«Mira, un grupo que no me había entrado hasta hace poco es Gojira. Se me hacía muy densos, y ahora estoy viciadísimo a ellos. El último single me parece un temarral. También me gustó el EP de Bring Me y eso que era tirando a hater suyo, pero me ha parecido muy divertido. Me gusta el rollo nu metal que llevan Of Mice & Men. Y luego los clásicos de siempre como Testament. Me mola Rob Zombie. Ah, y un grupo que me parece la polla es Polyphia, que son genios de la guitarra. Son virtuosos a un nivel máximo, tocan como nadie ha tocado la guitarra. Tim Henson, el líder, que parece que tenga 12 años, es increíble. Es super original. Recomiendo que la gente vea el vídeo de ‘Goat'».

Veo que sigues con el póster de Five Finger Death Punch…
«Ya sé que tú los odias (risas). Pero se necesitan grupos como ellos que son fáciles de escuchar y no se puede negar que son metal. Aunque tengan singles en plan Nickelback, en los discos hay caña. Han fichado a Andy James de guitarrista que es un super virtuoso salido de YouTube. Yo creo que les dará un plus en los solos. A mí me gustan mucho».

A mí lo que me mata es la pinta de malotes y luego te hagan baladitas… O Bon Jovi o Pantera, pero no quieras ser las dos cosas.
«(Risas) Cada uno tiene su imagen, un poco Backstreet Boys (risas).  A mí me chirrían un poco las letras que parecen de chaval de 15 años. Son un poco cheesy, pero técnicamente  son muy buenos y Zoltan, el guitarrista, es buen compositor. A mí me divierten y las canciones me divierten. ¡Five Finger forever! (Risas)«.

JORDI MEYA