Tras más de una vida entera atendiendo a la clientela desde el mostrador, José Escribano, fundador de una de las tiendas de discos más veteranas de la capital, da el salto como escritor. Su primer libro, Los Olvidados Del Rock, es un homenaje a todas aquellas formaciones americanas que quedaron eclipsadas durante el gran boom de los 60.
Aunque hace ya unos cuantos años que disfruta de una merecida jubilación, resulta imposible desligar el nombre de José Escribano al de una de las tiendas de discos con más solera de todo Madrid. Ubicada en el número 4 de la calle de las Navas de Tolosa, pegada a la plaza de Callao, Escridiscos lleva formando parte del céntrico paisaje de la capital desde finales de los 70. Más de 4 décadas de historia por cuyas estanterías han desfilado álbumes de todo tipo de pelaje, siendo una de las pioneras en importar vinilos del extranjero cuando prácticamente nadie en España lo hacía.
José (o Pepe, como le llaman los amigos) traspasó el negocio en 2014 dejándolo a buen recaudo en las manos de Alberto Real, quién ahora se encarga de que la tienda siga resistiendo a las incontables sacudidas de la industria discográfica. Liberado de sus obligaciones, Escribano se dispuso a dar forma a Los Olvidados Del Rock – Un Paseo Por Las Bóvedas Del Rock Americano De Los Años 60, un libro con el que pretende hacer justicia para con un puñado de grupos que pasaron desapercibidos durante una de las décadas de mayor explosión musical y social de toda la historia. Una completa guía para descubrir un sinfín de discos y canciones olvidadas por el paso del tiempo.
Para hablar tanto de su debut como escritor y de los tiempos en los que volvía de Londres cargado con maletas llenas de vinilos, su alergia a las grandes multinacionales o de cómo se vio obligado a vender parte de su colección para salvar la tienda, nos citamos con José en un bar a escasos metros de Escridiscos. Viendo el entusiasmo con el que recomienda formaciones como The Count Five o Question Mark & The Mysterians, no cabe duda de que su amor por la música aún sigue latiendo.
Vayamos al principio de todo; ¿cuál fue el disco que te hizo descubrir tu pasión por la música?
JOSÉ ESCRIBANO “Bueno, no fue solamente uno, sino muchos discos. Yo antes curraba en una fotomecánica en la que hacíamos los positivos para imprimir las portadas de los discos de Hispavox, Columbia y Zafiro. Un buen día hicimos una portada de The Count Five llamada Psychotic Reaction. Vimos las pintas que llevaban los tíos y flipamos con la imagen que tenían. Y cuando ya escuchamos el disco nos quedamos agilipollados. También hicimos la portada de I Had Too Much To Dream (Last Night) de The Electric Prunes, y lo mismo, alucinamos en colores. A mí ya me gustaba la música desde pequeño. Recuerdo que con 12 años ya iba cantando el ‘She Loves You’ de The Beatles. Con 15 tuve la suerte de vivir todo el boom de la música beat, que siendo adolescente presenciar eso fue genial”.
¿A esa edad ya comenzabas a coleccionar e investigar LPs y 7″ que eran complicados de encontrar en España durante los 60 y 70?
“No. Los discos que venían de fuera, en España ni los encontrabas. Aquí se vendían las ediciones españolas, que venían con los títulos de las canciones traducidos. En los 60 no se vendían discos importados, no había ninguna tienda que hiciese eso hasta un poco más adelante. Y no se hacía, aparte de que no había mercado para ello, porque no sonaban en la radio. Sí que había ciertas emisoras especializadas como Radio Juventud, La Voz de Madrid, Radio Madrid… Tenían una hora o media hora al día y pinchaban unas canciones acojonantes. Estaba el programa de Ángel Álvarez, Vuelo 605. Ese hombre era auxiliar de vuelo en Iberia e iba todas las semanas a Nueva York de donde volvía con todas las novedades y singles para ponerlos en su programa. Es el tío que más ha influido en DJs de la radio. Manolo Fernández, Julio Ruiz… toda una serie de disc jockeys, que son más o menos de mi edad, fueron influenciados por él”.
En 1977 abres Escridiscos en Moncloa para más adelante instalarte en pleno centro de Madrid. Visto con perspectiva, parecía un momento perfecto para ello. España estaba viviendo tiempos de cambio con la caída del régimen franquista y el fin de la censura, al tiempo que ocurría toda la explosión del punk, power pop, new wave… ¿Crees que fueron elementos clave para definir la personalidad con la que siempre se ha identificado a la tienda?
“No, porque la tienda la montamos justo antes del estallido del power pop, la nueva ola y el punk rock. Fue entonces cuando, de pronto, ¡boom!, llegaron todos esos estilos. Escuchábamos Onda 2 de Radio España, donde estaba Rafael Abitbol con dos programas: Dinamita, en el que metía todo lo nuevo, y Champú, Peine Y Brillantina, que era más de rock and roll clásico. También estaban Gonzalo Garrido, Mario Armero… Ahí escuché por primera vez a Elvis Costello y me quedé flipado. Entonces le dije a mi mujer: ‘Inesita, esto es lo nuestro’. Fuimos la única tienda de Madrid que se metió de lleno en la Movida madrileña y el punk rock. De hecho las entradas del Rock-Ola las vendíamos nosotros, igual que los conciertos que montaban en la Escuela de Caminos”.
¿Y cómo era conseguir esos vinilos de importación en una época en la que no había internet, ni correo electrónico, ni redes sociales?
“Mira, cuando descubrí a Elvis Costello escuchando la radio, como te decía antes, ya en mi primer viaje a Londres en 1979 empecé a alucinar viendo las tiendas de discos que había allí. Yo me decía: ‘mi tienda tiene que estar así’. Me traje una caja entera con 25 vinilos del Armed Forces de Elvis Costello. Los compraba en una tienda que no sé si sigue existiendo que se llamaba Cheapo Cheapo Records (desgraciadamente cerró en 2009 al fallecer su dueño, Philip Cording –ndr.). Allí los discos costaban 2 libras. Cuando vi la edición especial que se abría seis veces le pregunté al tío de la tienda: ‘¿Tienes más?’. ‘Los que quieras’, me dijo. Me fui un domingo, volví un jueves y me traje en las maletas entre 170 y 180 vinilos. Para el sábado ya los había vendido todos, no me quedaba ni uno. Ahí ya empecé a pensar cómo hacer para importar aquello, aunque yo ya iba todos los meses a Londres porque me gustaba observar que es lo que se estaba cociendo, aparte de ver algún concierto, claro”.
¿Qué conciertos pudiste ver en aquel entonces?
“Por ejemplo, Van Morrison en el Avenue de Tottenham Court Road. El mejor concierto que he visto mi vida. Llegué un jueves, compré el Time Out, vi el anuncio y esa misma noche me fui al concierto. Pero como te decía, importar discos en aquella época era imposible, al menos legalmente. Los ingleses no te soltaban nada si la pasta no estaba allí y de aquí no te dejaban sacar ni una peseta si el material no estaba aquí. Era una pescadilla que se mordía la cola. Yo viajaba todos los meses, pero ya me traía solo unos 50 vinilos o así. Así que fui al banco a preguntar qué podía hacer. Me dijeron que podía pedir un crédito documentario, que consistía en que el banco te daba un dinero para mandárselo a esa gente allí, cobrándote un interés, por supuesto. Aquello era un papeleo, pero había que hacerlo y se hizo. Al final se retrasaba todo también. Había que pagar cinco impuestos. Si un disco costaba 4 o 5 libras, aquí se te ponía en 10. Por eso los discos de importación valían más del doble que los españoles. Pero salía rentable porque la gente los compraba”.
¿Había otras tiendas que hiciesen lo mismo en aquella época?
“Desde el 77 al 80 había por lo menos 50 tiendas de discos en Madrid. La que más pegaba en aquel entonces era Toni Martin, pero no se metió en la new wave ni importaba de fuera, cosa que yo sí hice. Más de la mitad de las cosas que yo traía de Londres aquí no salían. Por no hablar de las grabaciones, que comparas una edición inglesa con una española y ni punto de comparación”.
¿Costó mucho que las discográficas de aquí se pusieran las pilas para empezar a traer los álbumes que triunfaban fuera?
“Las discográficas en España siempre han sido unas negadas para vender discos. Vendían música como podían vender chorizos. No tenían ni puta idea de lo que tenían entre manos. Lo que traían de fuera eran cosas como la Electric Light Orchestra y cosas así. Y no los primeros álbumes, que no se editaron hasta mucho más tarde, porque eran así de espabilados. Mira, es curioso. Una vez me hicieron una entrevista para Informe Semanal cuando pasó la crisis de la venta de discos. Me preguntaron ‘¿Quién cree usted que tiene la culpa en la crisis discográfica?’. Mi respuesta fue ‘Sin ninguna duda, las multinacionales del disco en España‘. Eso no salió en la televisión. Cuando me preguntaron porque creía que tenían la culpa, les dije que lo que les vale 0,45 euros hacerlo, y eso hablando de un grupo pequeño, no se puede vender a 20. Me dijeron: ‘Hombre, no todo se vende a 20 euros’. Mi respuesta fue: ‘Vamos a ver, le voy a poner dos ejemplos muy claritos que usted los va a entender perfectamente: los Beatles y los Rolling Stones. Son discos que están amortizados, ¿verdad? Pues mire usted cuánto vale un CD suyo’. Siempre he estado en contra de las multinacionales. Hubo un momento en el que ya les dije ‘A ver si subís un poquito más los precios, me dedico a importarlo todo y me olvido de vosotros‘”.
Ya que has mencionado a los Rolling Stones, me estaba acordando de aquellas portadas que antes estaban prohibidas en España como la de Sticky Fingers, con la cremallera que se subía y bajaba. ¿Esas ediciones conseguías traerlas antes de que se levantase la censura?
“Sí. Yo habré ido a Londres entre 190 y 210 veces por lo menos, que no son pocas (risas). Me sabía todas las líneas de metro y autobús al dedillo. Iba a cualquier sitio echando hostias, no tenía ni que mirar el mapa. Y en uno de esos viajes me encontré con la portada del Sticky Fingers de los Stones, que era totalmente distinta a la que había en España. Por supuesto, me compré uno para mí de primera edición y otros 10 para la tienda, que obviamente volaron”.
Otro de los grandes sellos característicos de Escridiscos es el dibujo de la portada de Supersnazz de Flamin’ Groovies que decora las bolsas de la tienda. ¿Cómo surgió aquello?
“La persona que me hacia las bolsas llegó un día y me dijo: ‘Mira Pepe, hemos comprado una súper máquina en la imprenta de plástico y ahora imprimimos a cuatro colores’. Entonces le enseñé el disco de los Flamin’ Groovies y le pregunté ‘¿Me podéis hacer esto?’. Y me dijeron: ‘Exactamente igual. Lo único, tienes que encargar 50.000 bolsas de entrada’. Le respondí: ‘No hay problema’ (risas). Desde entonces siempre hemos mantenido el mismo logo. Elegí Supersnazz porque me parecía una portada preciosa. Cuando iba a Londres a devolver vinilos que estaban defectuosos, me los llevaba en las bolsas de la tienda y la gente al verlas me decían: ‘What a bag!, What a beautiful bag!’ (risas)”.
A lo largo de 4 décadas habrás podido ver toda la evolución de la industria musical: la irrupción del CD, la aparición de internet y más tarde las plataformas de streaming, la crisis de las ventas de discos, el renacer del vinilo… ¿Ha habido alguna época en la qué sintieses que el negocio peligraba porque eráis incapaces de adaptaros a todos esos cambios?
“Ufff, no sé… En los 90, cuando se dejaron de vender LPs y solo se compraban CDs, paradójicamente fue cuando más vendimos. Además fue cuando corté definitivamente con las discográficas. Por ejemplo, Tunnel Of Love de Bruce Springsteen a mi me salía venta a tienda, con el IVA incluido, por 660 pesetas y lo vendíamos a 895. En las grandes superficies lo vendían a 595. Les pregunté a los de las discográficas que significaba aquello. Me dijeron que los estaban dejando tirados de precio. Yo no conozco a nadie que pierda dinero. Quizás ellos lo vendan a su costo, pero desde luego no estaban perdiendo dinero. Les pregunté que si aquello se iba a acabar y me respondieron que no. Fue entonces cuando dejé de trabajar con ellos. CBS, EMI, Hispavox, RCA/Ariola, PolyGram… les dije a todas que ya no quería seguir con ellas. Me dijeron que les debía unas 800.000 pesetas. Así que les dije que podían venir a llevarse todos sus discos de la tienda, me hacían un abono y liquidábamos. Ya lo importaba todo tanto de Inglaterra como de Estados Unidos porque ya no había las trabas de antes. Afuera ya me conocían y sabían que no tenía problemas a la hora de pagar. Pero a partir del 95 las ventas empezaron a bajar poco a poco. ¿Por qué? Porque los CDs eran demasiado caros, pero también porque vendíamos pocos LPs. Yo siempre mantuve al menos 3.000 títulos distintos en ese formato”.
¿Cómo explicas el boom del vinilo que ha surgido en los últimos años?
“Mira, todo el mundo habla del boom del vinilo, pero ¿sobre qué? Porque es verdad que las ventas han aumentado un 200%, pero es que los años anteriores las cifras estaban en torno al 5%. Lo que ocurre es que ahora la gente ha descubierto que el vinilo suena mejor que el CD. Y esa es toda la historia. Es algo que podrían haber hecho de puta madre y no se hizo. El CD necesitaba de una remasterización especial y los únicos que lo hicieron bien fueron los japoneses. Ellos se molestaron en tener a un ingeniero para cada disco y se dedicaron a que los másteres americanos sonaran igual o mejor en CD. Y los CDs japoneses sonaban de la hostia. Los americanos no estaban mal, pero los que se vendían en España sonaban a lata. Las reediciones que se están haciendo ahora de álbumes clásicos en vinilo me parecen estupendas, pero es que cuestan más del doble que antes. Y eso es una putada porque el producto no ha subido el doble. El problema es que volvemos a estar otra vez en manos de las compañías discográficas y las multinacionales que hacen lo que les da la gana. Cuando yo compraba discos importados en Estados Unidos, los de Warner me salían a 20 dólares de costo. Así que en lugar de traer 10 o 15, me llevaba 3. ¿Tú cómo puedes explicar que los sellos pequeños americanos, como Get Hip o Norton, me cobraban los vinilos a 6 o 7 dólares y las multinacionales a 14?, ¿Qué pasa? ¿Qué las independientes son tontas que encima fabrican menos y te lo venden más barato?”.
Por curiosidad, ¿cuáles son los álbumes que más has vendido en todo este tiempo?
“Sin duda alguna, Thriller de Michael Jackson. Tres mil y pico LPs llegué a vender de ese disco a lo largo de todo el año en que salió. No dejó de venderse como novedad durante un año. Sacaban un single cada dos meses. Fue increíble. A mí que no me digan que ha habido otros que han vendido más. A lo mejor Rumours de Fleetwood Mac, pero pocos han llegado a esas cifras. Cuando salió Thriller, de entrada encargué 300 copias. Nunca se me agotaron porque de camino a Madrid siempre pasaba por un almacén y si veía que ya me quedaban pocos en la tienda cogía unos 20 para estar cubierto durante el fin de semana. Fue una locura, de verdad”.
También habéis experimentado los cambios urbanísticos del centro de Madrid. Todas esas cadenas de ropa y comida rápida que parece que cada vez hay más por la zona de Gran Vía aunque no sean necesarias. Sin embargo, Escridiscos es de las pocas tiendas que han sido capaces de sobrevivir. ¿Cuál es el secreto?
“La especialización y el traer todo el material importado. Bajo mi punto de vista, cuando las cosas ya cambiaron mucho hacia el año 2000, fuimos la mejor tienda de power pop del mundo. Teníamos 1.000 títulos de power pop distintos. Venían clientes americanos y me preguntaban que donde compraba esos discos. Y yo les decía que en su país (risas)”.
En 2014 te jubilas y traspasas Escridiscos que a día de hoy sigue funcionando bajo la dirección de Alberto. Es entonces cuando te pones manos a la obra a escribir Los Olvidados Del Rock. ¿Por qué ahora y por qué dedicarle un libro a todas esas bandas del undergound americano de los 60?
“En realidad la idea de escribir el libro surgió el año pasado mientras estaba de vacaciones. Estábamos en Galicia una pareja de amigos, que también son musiqueros y musicólogos, mi mujer y yo. Y me preguntan: ‘Pepe, ¿conoces a este grupo holandés?’. Creo que se llamaban Number Faces o algo así. Y les dije que no tenía ni idea. Conozco bastantes grupos holandeses, pero creo que estos solo tenían dos o tres singles. Los escuché y me encantaron. Entonces pensé que era una pena que todas esas bandas estuviesen en el olvido y las conozcamos sólo cuatro gatos. Mi amigo me dijo: ‘lo mismo hay que hacer algo, ¿no crees?’. Y solté: ‘pues igual escribo un libro’ (risas). Así que a la vuelta de las vacaciones me puse con ello. Creo que en octubre del año pasado fue cuando empecé. En un principio iba a meter de todo, pero comencé a profundizar solo en Estados Unidos y al final he colocado en el libro unos 300 discos. Pero es que empecé a leer libros y descubrí que había más de mil bandas de este tipo. Y yo no tenía ni tiempo ni ganas de buscar más, así que así lo dejé”.
Aunque la gran mayoría son bandas casi desconocidas para el gran público, lo cierto es que algunas llegaron incluso a tener singles en el número uno de las listas.
“Sí. Por ejemplo, Question Mark & The Mysterians fueron número uno con ’96 Tears’, pero sólo tuvieron ese hit. Lo mismo con The Electric Prunes y ‘I Had Too Much To Dream (Last Night)’ que fue un exitazo, o The Remains que fueron muy grandes pero solamente en Nueva Inglaterra, en Boston. En el resto del país los inútiles de Epic no les promocionaron absolutamente nada. Quizás el sello estaba cabreado con ellos porque habían hecho una sesión para Capitol. Pero que su disco no vendiese apenas es para matarlos a todos porque tiene unas canciones increíbles”.
Es cierto que cada una tiene su propia historia, pero ¿por qué crees que las bandas de las que tratas en el libro nunca lograron el reconocimiento que merecían?
“The Beau Brummels, por ejemplo, tuvieron la mala suerte de firmar con Autumn Records. En su primer año grabaron sus dos primeros LPs, aparte de algún single que otro. Y mientras todas las tiendas estaban pidiendo sus discos como locos, Autumn Records se hundió y no podía abastecer la demanda. Entonces los fichó Warner y les dijeron que lo primero que tenían que hacer era un álbum de versiones de los Beatles y los Stones. Un desastre, vamos. También pasaba, aparte de que había mucha competencia, que estas bandas se movían en circuitos regionales. A lo mejor se promocionaban muy bien en su estado, pero no tanto a nivel nacional”.
Siempre me ha llamado mucho la atención el tema de las versiones en aquella época. No entiendo quien querría escuchar una versión pudiendo comprar la original.
“Lo que ocurría en aquel entonces es que no se importaba tanto. Por ejemplo, el mayor triunfo de The Shadows Of Knight fue ‘Gloria’, que era original de los Them de Van Morrison. Y la de los Them en Estados Unidos apenas se vendió y la que pegó fuerte fue la de The Shadows Of Knight. Otros cuatro o cinco grupos grabaron la misma versión pero tampoco funcionó. ¿Por qué unos sí y otros no? Misterios de la música”.
A pesar de que son grupos americanos, prácticamente todos los que mencionas estaban influenciados por la British Invasion. Si hablamos de música de los 60 los primeros nombres que se nos vienen a la cabeza son obviamente The Beatles, The Rolling Stones, The Who, The Kinks… Pero no deja de parecerme curioso que precisamente esas bandas, que a su vez habían sido influenciadas por el rock americano de los 50, pudieran tener ese efecto boomerang, por llamarlo así.
“Es cierto que los ingleses cogieron mucho del rock and roll americano y el rhythm blues de la década de los 50. Digamos que ellos lo hicieron distinto. Y luego eso mismo que hacían los ingleses, los americanos lo perfeccionaron. Nació la psicodelia, el folk rock… Cada uno tenía sus distintas ramas. La explosión de todo fueron The Beatles, eso no hay que negárselo. Pero ya luego en Inglaterra empezaron a salir otras bandas. Los Rolling Stones al principio eran más blues, pero luego estaban The Hollies que hacían algo parecido a los Beatles pero diferente. O The Animals. Lo que hicieron los americanos fue coger todo eso y darle su toque. Así tienes a The Byrds, que es como los Beatles pero más folk rock”.
En el libro dices que no eres escritor ni crítico ni pretendes serlo. Sin embargo, no te cortas de dar una opinión muy personal de cada banda más allá de los datos técnicos. Al final podría ser casi una guía para cualquiera que entrase en la tienda y se dejase aconsejar por ti. ¿Tenías en mente conseguir ese estilo más cercano y a ratos hasta informal?
“No exactamente. Lo único que pretendía era descubrir ciertos grupos que, como yo, hay muchísima gente que desconoce. Ésa era mi mayor ambición. El poner algo de luz a una serie de bandas que están olvidadas, aunque hay casos que se han reeditado. Casi todo lo que saca el sello Sundazed, que para mí es el mejor sello reeditando porque usa siempre masters originales y presenta los discos con un empaque y un lujo que no es normal. Aún así, todos los sellos pequeños hacen lo que pueden y en realidad no ganan mucho dinero, porque entre lo que tienen que pagar por editar los discos y luego los royalties, poco les queda al final. Norton y Breakaway también son muy buenos”.
Imagino que en tu colección estarán todos o la gran mayoría de discos que recoges aquí. ¿Hay alguno en especial que se te resista de conseguir una copia después de tantísimos años de búsqueda?
“Bueno, los tenía. Ahora mismo en mi colección de los que aparecen en el libro tendré sólo 8 o 10. Antes tenía como 4.600 discos”.
¿Y qué hiciste con ellos?
“Bueno, no sé si recuerdas que entre 2008 y 2013 hubo una crisis de la hostia. ¿Y qué tuve que hacer? Vender los discos de mi propia colección en lugar de comprarlos fuera. Los vendía a muy buen precio, pero es que necesitaba sacar dinero para comer. Mis amigos sabían que lo que estaban comprando en la tienda eran los LPs que yo tenía en casa. Ellos me decían: ‘Pepe, no te preocupes. Fíjate lo grande que es la música que durante treinta y pico años has podido disfrutar de ella y ahora te está dando de comer’. Y sí, para cualquier melómano es duro deshacerse de su colección, pero también lo es tener que pagar una casa, pagar el alquiler del local, mantener todo el negocio… Hubo clientes que me hicieron propuestas deshonestas por algunos discos. Por los dos primeros de Them, en edición original, saque 200 euros por cada uno. Es una putada, pero peor hubiera sido no tenerlos y verme obligado a cerrar la tienda”.
Para terminar, ¿tienes en mente una segunda entrega del libro sobre bandas españolas, por ejemplo?
“Quizás me centraría más en bandas europeas. Españolas, inglesas, alemanas, holandesas, finlandesas, suecas… Pero de momento no lo contemplo. He terminado muy cansado y primero quiero recuperar lo que he invertido en editarlo”.
GONZALO PUEBLA
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