Superado el desafío de publicar cinco discos en un mismo año, King Gizzard & The Lizard Wizard regresan con un álbum que les acerca a las raíces del blues. Aunque sólo en apariencia, ya que su personalidad propia les sigue haciendo una formación incomparable para los tiempos que corren.
Hay varios motivos para enamorarse de King Gizzard & The Lizard Wizard. Primero de todo, una ética de trabajo casi militar que les ha permitido lanzar más de una decena de LPs en apenas ocho años, llegando a su cenit en 2017 con la edición de cinco discos. Uno de ellos, Polygondwanaland, fue colgado de manera totalmente gratuita en su web para que sus seguidores pudiesen fabricar sus propios vinilos, lo cual dio pie a que pequeños sellos de todo el mundo se organizasen para sacar diferentes ediciones del mismo. Por otro, que sean una formación tan numerosa que cuenta con hasta tres guitarristas y dos baterías, convirtiéndolos en una absoluta apisonadora cuando se suben a un escenario. Y especialmente que en cada nueva entrega sean capaces de reinventarse continuamente. En su discografía podemos encontrar psicodelia de lo más ácida, heavy rock, pop folk, jazz, progresivo, spaghetti western, space rock, garage… y todo ello con una señas de identidad que los hacen perfectamente reconocibles.
Por méritos propios los King Gizz se han convertido en uno de los grupos más excitantes de los últimos tiempos. El ritmo que llevan es tan trepidante que nunca se sabe cuál será el siguiente paso con el que nos sorprenderán. En el caso de su reciente Fishing For Fishies, el decimocuarto disco de estudio en la cuenta de los australianos, han optado por simplificar un poco las cosas entregando su particular visión del blues rock. Pero por supuesto, viniendo de ellos no todo iba a ser tan simple, tal y como nos explicó su cabeza pensante (al menos en lo musical) Stu Mackenzie, con quien tuvimos una interesante conversación sobre el funcionamiento de su discográfica Flightless, el Gizzfest, sus métodos de composición y sus futuros conciertos, que le traerán a nuestros país en octubre junto a Ambrose Kenny-Smith (teclados, armónica), Joey Walker (guitarra), Cook Craig (guitarra), Lucas Skinner (bajo), Eric Moore (batería) y Michael Cavanagh (batería).
En 2017 llegasteis a lanzar cinco discos. A pesar de que ya llevabais mucho tiempo trabajando sin parar, parece que fue el año en el que terminasteis de explotar a nivel de público y atención por parte de los medios. ¿Cómo lo vivisteis?
STU MACKENZIE “La verdad es que fue una locura de año. Estuvimos muy ocupados dando conciertos también. Pero bueno, simplemente lo hicimos. Creo que una cosa llevó a la otra. La verdad es que no sé explicar muy bien todo lo que ocurrió porque fue muy extenuante. Pero lo cierto es que fuimos trabajando canción a canción, concierto a concierto, intentando hacer todo lo que pudiésemos musicalmente. En 2018 también hicimos muchos bolos y visitamos nuevos lugares, lo cual también fue fantástico. Pero bueno, sencillamente es lo que hacemos: crear música”.
Sin embargo, 2018 fue el primer año en toda vuestra carrera que no publicasteis nada. ¿Queríais darle un respiro a vuestros fans?
“Creo que después de hacer cinco discos no queríamos volver a centrarnos en seguir grabando, al menos durante una temporada. Nos dijimos: ‘Si sale un álbum, genial. Si no es así, no pasada nada’. Preferimos seguir tocando y ver qué pasaba. Pero sí es cierto que pensamos en hacer otro disco, sólo que esta vez no lo hicimos (risas). Terminamos Fishing For Fishies a finales del año pasado. Nos llevó un tiempo acabarlo. Pero estuvo bien poder preocuparnos solamente de dar conciertos por un tiempo sin tener que estresarnos por acabar un álbum y ver qué salía de todo aquello”.
No sé si incluso os llegasteis a cansar un poco de vosotros mismos…
“La verdad es que no me había parado a pensarlo así, pero puede que haya algo de eso. Como te decía, preferimos seguir tocando e ir a sitios donde nunca habíamos estado. Ésa era un poco la idea. Ahora estamos volviendo a recuperar nuestro ritmo de grabación. Fishing For Fishies está ya listo para salir, estamos preparando nuevas grabaciones que aún no sabemos a dónde nos llevarán… Un poco regresando a la dinámica que teníamos hasta hace un par de años”.
Por otro lado, tenéis la suerte de contar con vuestro propio sello, Flightless, sin el cual sería prácticamente imposible editar todo el material que sacáis. Teniendo en cuenta vuestro ritmo de trabajo, ¿cómo conseguís no arruinaros económicamente en una época donde la gente apenas compra discos?
“Siempre hemos tenido la suerte de contar con mucha gente involucrada en esto. Nos gusta llevarlo a pequeña escala, como algo personal donde el dinero no sea una preocupación. Nuestro batería, Eric, es quien se encarga de Flightless y siempre está echando una mano a todo el mundo. Pero la verdad es que no gastamos mucho dinero haciendo álbumes. Todo se gestiona de una manera muy barata. Es una especie de trabajo raro para nosotros (risas)”.
Hablando ya de vuestra nueva obra, en Fishing For Fishies volvéis a sorprender cambiando radicalmente de estilo. Esta vez parece que las canciones van en una orientación más clásica, cercana al blues o el rock sureño. Aunque sigue teniendo vuestro toque distintivo, parece un disco más terrenal, no tan marciano. ¿Os apetecía hacer algo en esa onda?
“Diría que después de los cinco álbumes que sacamos en 2017, a todos en el grupo nos apetecía hacer algo más básico o simple. Más tirando al blues. Creo que la idea nos hizo click y dijimos: ‘Hagamos algo así. Volvamos a lo esencial y veamos qué sale de ahí’. Era lo que más estábamos escuchando en ese momento. Y este disco estaba pensado de esa manera, con una instrumentación sencilla; batería, bajo, guitarras, armónica, piano… Tal y como aparece en el álbum. Grabamos entre unas 17 o veinte canciones que salieron de improvisaciones, jams, progresiones de acordes muy simples… Y entonces nos dimos cuenta de que ése no era realmente el disco que habíamos pensado. No porque fuese demasiado crudo o experimental, pero desde luego no era una obra de blues (risas). Así que decidimos editar las canciones por separado y hacer una secuencia en la que una canción te llevase hasta la siguiente. Hicimos muchos overdubs, cambiamos la instrumentación, en algunas canciones sustituimos las guitarras por teclados… ese tipo de cosas. Y al final el álbum empezó a tomar forma. Creo que muchas de las canciones siguen teniendo ese sentimiento bluesy, algunas más que otras, pero dejamos que cada una de ellas tomase diferentes direcciones con sus propios sonidos y texturas. Las dejamos que fuesen libres y que nos llevaran a donde quisieran sin importarnos si acababan sonando a algo en lo que no habíamos pensado. Pero sí que veo un sentimiento blues en todas ellas. Hay mucha armónica, mucho swing, groove… sólo que al final te llevan a lugares extraños”.
Precisamente, en la recta final del álbum aparecen dos temas que se alejan por completo de la idea global, como son ‘Acarine’ y ‘Cyboogie’. ¿Cómo acabaron entrando en el tracklist?
“Originalmente ‘Cyboogie’ surgió de una jam de guitarras. Le añadimos un par de cambios jazz divertidos y metimos unos riffs por encima. Grabamos un par de tomas hasta que decidimos quitar las guitarras y regrabarlo todo usando sintetizadores. Las primeras versiones sí es verdad que encajaban con el resto del disco, y lo mismo pasaba con ‘Acarine’. La armónica recordaba a alguna de las melodías de las demás canciones, pero se iba volviendo cada vez más oscura, por lo que decidimos prescindir de las guitarras y añadir los sintes. Hicimos mucho este proceso aunque sin llegar tan lejos. Algunas de las canciones que al principio eran más guitarreras acabamos arreglándolas con pianos e instrumentos acústicos. Pasamos mucho tiempo añadiendo y reordenando varias cosas, y eso al final es lo que hizo que las canciones acabasen en lugares inesperados, especialmente las dos últimas. Intenté ordenar el álbum de manera que se viese cómo se iba haciendo cada vez más raro (risas). Según vas avanzando te vas alejando más de la idea original. Por ejemplo, las dos primeras canciones: ‘Fishing For Fishies’ salió de una jam con ese rollo y ‘Boogieman Sam’ está muy poco modificada. Y según va pasando el disco te vas alejando de donde supuestamente deberías de estar”.
Esta vez vuestro teclista Ambrose tiene mucho protagonismo, especialmente con la armónica. ¿En cada álbum hay alguien que lleve un poco la voz cantante más que el resto en cuanto a decidir la dirección por la que avanzar?
“Supongo que esa persona soy yo. Mi rol dentro del grupo es ser un poco como el director musical e intentar que las ideas de los demás se reflejen en lo que hacemos. Cada canción en este álbum es diferente porque cada uno de nosotros ha aportado algo, pero eso también pasa en todos los discos que hemos hecho. Así es como funcionamos. Siempre estamos cambiando”.
Imagino que a la hora de crear es una suerte contar con siete personas que puedan aportar distintas ideas, pero cuando toca ponerse de acuerdo quizás no sea tan sencillo. ¿Discutís mucho cuando componéis?
“Sí, a veces puede ser todo un reto, pero al final procuramos que todo el mundo esté contento. Algunas veces cuando alguien sugiere algo para una canción, sea de quien sea, siempre se le da una oportunidad. No es fácil, pero forma parte de estar en un grupo como éste”.
Desde fuera da la sensación de que sois una fabrica inagotable de canciones.
“Bueno, ahora estamos pasando por un periodo en el que componemos mucho más despacio. Durante el último año, especialmente, hemos bajado un poco el ritmo comparado con como lo hacíamos hace un tiempo. Pero por lo general, siempre estamos escribiendo y pensando en lo siguiente que vamos a hacer. Todos solemos estar en la misma onda, vayamos más o menos rápido”.
¿Y ha habido algún momento en el que os encontraseis sin canciones con las que empezar un álbum?
“Creo que por lo general las canciones tienden a aparecer antes de que un disco comience a coger forma. Algunos temas surgen en un estilo diferente al que estamos trabajando en ese momento. A veces tenemos un par de pequeñas ideas y decimos: ‘Esto puede servir para otro disco. Vamos a trabajar en esta dirección’. Normalmente siempre solemos tener dos o tres canciones que casan con un concepto de álbum en concreto, entonces sabemos que deben ir juntas y acompañarlas de otras. Me gustan los discos que transmiten la sensación de que hay todo un mundo a su alrededor. Como si te transportasen a un lugar o un momento concreto. Siempre he intentado conseguir eso. No me gusta unir dos canciones que pienso que no encajan. En 2016, cuando empezamos a recopilar material para los cinco trabajos que sacamos después, hubo un par de canciones que funcionaron muy rápido como ‘Sleep Drifter’ y ‘Rattlesnake’ para Flying Microtonal Banana. Lo mismo pasó con ‘The Balrog’ y ‘The Lord Of Lightning’ en Murder Of The Universe, o ‘Crumbling Castle’ en Polygondwanaland. Todas esas canciones debían de ir en diferentes álbumes porque no eran compatibles entre sí. No puedes ponerlas juntas porque no tiene sentido. Deben de ir separadas. Así que empezamos a construir cada uno de los álbumes alrededor de esos grupos de canciones”.
Debo suponer entonces que ya tendréis algo nuevo en camino. ¿Habrá más música por vuestra aparte antes de que acabe 2019?
“Creo que sí. Tenemos claro que no queremos sacar otros cinco discos (risas), pero sí que pienso que habrá uno nuevo para este año. Estamos empezando a averiguar sobre qué tratará, pero aún es difícil decir dónde acabará. Ya veremos”.
Háblame un poco sobre vuestro festival, el Gizzfest. Es todo un acontecimiento para vuestros seguidores y cada año es más grande. ¿Cómo surgió?
“Al principio no era más que un pequeño concierto que montamos por nuestra cuenta. Invitamos a un par de grupos y decidimos llamarlo así. Cada año que pasa cambia, crece, e intentamos hacerlo de un modo distinto. No es como un festival al uso. Algunas veces hacemos una gira por todo el país y otras es sólo en una ciudad. En el fondo es una excusa para invitar a otras bandas de todo el mundo de las que somos seguidores o nos hemos hecho amigos y que vengan a tocar a Australia, especialmente si es su primera vez. Es sólo una forma de montar una fiesta con tus colegas (risas). Y esperamos que la gente que viene disfrute de la música y también lo pase bien con sus amigos. Es de lo que se trata al final”.
En España os volveremos a tener por aquí en octubre, después de vuestra anterior visita en 2017. ¿Qué recuerdos tienes de aquellos primeros conciertos en nuestro país? Tengo entendido que en Madrid fue una auténtica locura porque llegasteis tarde a la sala, sufristeis un corte de luz…
“Lo que ocurrió es que nuestro autobús nos dejó tirados en mitad del desierto en alguna parte, no sé exactamente dónde (fue en los Monegros, Zaragoza -ndr.). Íbamos desde Barcelona porque habíamos tocado en el Primavera Sound. Estábamos en mitad de la nada, con buitres sobrevolando nuestras cabezas, no teníamos agua… Era una locura. Estábamos a cuatro horas de Madrid y no sabíamos si llegaríamos al concierto. Intentamos arreglar el autobús, pero estaba hecho un desastre. Al final tuvimos que alquilar un par de taxis que nos llevasen hasta Madrid y nos costó un pastón (risas). Cargamos todo el equipo en cuatro o cinco coches y llegamos justo para empezar la actuación. Pero bueno, son cosas que pasan cuando estás de gira”.
GONZALO PUEBLA