Asistir a la caída de la civilización occidental mientras danzamos sobre sus cenizas. Eso es lo que nos propone Le Voyeur en su nueva entrega, Popnografía. Una oda a la decadencia ideal para los tiempos oscuros que no está tocando vivir.

El tiempo, además de un sabio juez, en ocasiones suele ser caprichoso. Lo estamos viendo con esta crisis. Ha tenido que llegar una pandemia mundial para que le demos el valor que merece a tener un sistema sanitario en condiciones y no uno cogido con pinzas de tender la ropa. En una escala completamente distinta entra la música. Canciones que antes pasaron inadvertidas ahora cobran un nuevo sentido, mientras que otras, en cambio, se han perdido por el camino.

No es que Popnografía (Error 404), el segundo plástico de Miguel Marcos como Le Voyeur, careciese de una razón de ser en el momento de su concepción. Todo lo contrario. Pero es innegable que esa crítica al universo de consumo pop que esconde unas canciones que invitan a bailar de manera desenfadada se ha revalorizado tras el big bang sufrido el pasado mes de marzo. Lejos de parecer algo fortuito, el retraso de su publicación ha hecho adquirir al álbum un significado casi profético.

Sin embargo, canciones como ‘Esclavos Del Pop’, ‘Loop De Prometeo’ o ‘Disculpen Las Molestias’ no son fruto de la casualidad. Basta con hablar durante unos minutos con Miguel, al que le acompaña durante nuestra conversación Diego Serrano (guitarrista de la banda que completan Richard Libeton a la batería, Francisco Eduardo Conde a los teclados y Miguel Ángel Ortiz al bajo), para darse cuenta que estamos ante una mente despierta a la hora de armar el complejo entramado que supone una obra con tantas esquinas como esta.

Del sentido de la vida y la muerte, de Nick Cave, la crisis coronavírica, el fatal destino que le espera a la industria y otros muchos temas charlamos en una de las entrevistas más madrugadoras que recuerdo desde que servidor se dedica a aporrear el teclado. Mereció la pena.

En un principio, Popnografía debería haber salido mucho antes, pero se fue retrasando hasta la pasada primavera cuando estalló la pandemia, lo cual os ha obligado a publicarlo prácticamente un año después de lo que estaba previsto.
MIGUEL MARCOS «Teníamos el plan de adelantar cuatro singles antes de la salida del álbum. La idea era tenerlo para finales de enero. Hubo un pequeño retraso en cuanto a logística por el tema de las presentaciones y los primeros conciertos de la gira. Entonces llegó marzo y el baile del fin del mundo (risas). El COVID lo cortó todo, así que pensamos en hacerlo en una fecha en la que creíamos que iba a ser posible. Y aquí estamos. Hemos llegado vivos».

¿Qué sensación tienes ahora que el disco por fin está disponible para todo el mundo? Sé que ha sido un proceso largo desde que empezasteis a grabar.
MIGUEL «Ha habido varios tramos. Este disco se fue concibiendo un poco por imágenes. Se iban componiendo canciones, se grababan, hacíamos otra tanda… De modo que se iba conceptualizando sobre la marcha. Pero es verdad que todo el camino nos iba llevando por el mismo sitio. Fue un poco accidentado en ese sentido: grabar una parte, luego otra, retrasos, coronavirus… Al final han sido dos años de proceso. El concepto de Popnografía sí que lo tenía en la cabeza desde un primer momento. Lo que pasa es que las piezas de un puzzle tan grande como este son difíciles de encajar. Hay una idea global, no solo a nivel sonoro, sino también de letras. Hay una especie de metalingüística y hasta de semántica que está dentro del disco y habla de todo lo que hay a su alrededor. Es un gran inventario de consumo pop. En realidad la cultura pop es como una especie de mitología moderna a la que, según vas tirando del hilo, encuentras infinidad de referencias. No es que el pop empiece con Andy Warhol y acabe en Billie Eillish, por ejemplo. Es que eso viene desde El Bosco y antes está La Odisea de Homero. Para que Warhol dijera que iba a fabricar en cadena la sopa de tomate como consumo pop, él y muchos otros han tenido que estudiar y diseñar lo que es el viaje de La Odisea hasta llegar a ‘Ikea En Itaca’ (risas)«.

«Todo el mundo que ha escuchado el disco antes y después del coronavirus me ha dicho que hay un cambio precisamente por el contexto»
MIGUEL MARCOS

Luego hablaremos más en profundidad de todo ello, pero teniendo en cuenta la importante crítica hacia la sociedad que hay en las letras, ¿crees que tienen aún más vigencia ahora que la que podrían haber tenido hace un año?
MIGUEL «Yo creo que sí. El halo del disco en realidad es una crítica que ya venía de atrás: la crueldad del mundo, la urgencia de la sociedad… Pero es verdad que las letras siempre cambian de sentido dependiendo del contexto. Y hay un punto que, atravesando la pandemia, estás letras cogieron otro nuevo valor que es aún más «fin del mundo», pero a la vez de baile. Es una banda sonora para la decadencia porque no deja de ser un conjunto de canciones conceptuales que funcionan aisladamente cada una, pero al mismo tiempo tienen un valor global. Hemos vivido una cosa absolutamente insólita en nuestras vidas. Cualquier persona viva que esté ahora mismo en el planeta no ha visto algo igual a la situación que estamos atravesando. Cuando sucede algo así, se corta todo. Yo llegué a pensar que el álbum no sobreviviría en el sentido de que iba a perder el valor del mensaje. Muchos trabajos pre-COVID perdieron ese valor. Discos que hablaban de amor, relaciones… En cambio, ha habido otros que han aguantado y hasta mejorado su versión inicial precisamente porque su temática casa con lo que está ocurriendo. En el caso de Popnografía, esa banda sonora de la decadencia de la que hablábamos se ha ido acelerando a causa del virus. Tú lo escuchas ahora y piensas que está escrito ayer. Y no es así».

Pongámonos en situación. Con Le Voyeur venías de Episodio Aparentemente Letal, un primer trabajo un tanto oscuro que trataba una experiencia personal que casi acaba en tragedia (Antela, la hija de Miguel, sufrió una parada cardiorespiratoria en 2014 de la que consiguió salir adelante. Este hecho inspiró el debut de Le Voyeur en 2017- ndr). Sin embargo, Popnografía, al menos en lo musical, es un disco más ligero. ¿Por qué esa necesidad de darle un giro a la propuesta?
MIGUEL «Ahí hubo una decisión clave y es que pensamos que la gente tenía que empezar a agitarse y moverse mientras escuchaba unas letras que eran muy duras».
DIEGO SERRANO «Esto es algo que ya hablábamos desde antes de Episodio Aparentemente Letal: «¿Qué le gusta al público? Bailar y cantar lololo«. Nos hubiera gustado meter algo así en el primer disco, pero las circunstancias de las que trataba no invitaban a ello»
MIGUEL «Con aquel álbum ya venían unas canciones que estaban hechas y que tiraban más hacía lo oscuro, post punk, tenebrismo… Pero justo cuando ocurre lo de mi hija, aparecen más temas. Eso simboliza la luz al fondo del túnel. Muchos amigos vinieron al estudio que tengo en casa para ayudarme con esas canciones. A tirar de mí y ayudarme a pasar el mal trago. Para mí fue una tabla de salvación. Me costó un año y medio liberarme de las pesadillas. Así que después de todo eso, era necesario dar ese paso. Había que acercarse a un nivel más pragmático para que la gente escuchara las canciones. Si el público no contextualizaba lo que había ocurrido, no las entendían. Por eso Popnografía es un concepto mucho más bailable. La pista de baile del fin del mundo en donde el angelito malo te está contando unas historias terribles mientras el angelito bueno te dice que sigas bailando (risas)«.

Como decíamos, si bien la música puede aparentar cierta distensión, las letras son justo todo lo contrario. Es un ataque directo hacia la sociedad de consumo rápido, pero con un punto de ironía que me parece muy inteligente. ¿Qué me puedes contar de ese contraste entre el continente y el contenido?
MIGUEL «Evidentemente es algo premeditado. No deja de ser una crítica hacia la sociedad de consumo pero desde un punto de vista referencial. Por un lado es un homenaje a la cultura pop como decíamos anteriormente. Por otro, un ataque a la cultura de masas, el capitalismo… Todo esto creo que ha cogido mucho más vigor ahora. Todo el mundo que ha escuchado el disco antes y después del coronavirus me ha dicho que hay un cambio precisamente por el contexto. Como si fuesen dos discos diferentes. Hay una poética muy alucinada, además de un viaje intrínseco de unos personajes que están dentro dentro de ese universo. Muy a La Odisea, de no llegar nunca a Ítaca».

A lo largo del álbum hay infinitas referencias a la cultura popular, desde los clásicos de Federico Fellini hasta gigantes corporativos como Ikea, Spotify, Netflix… pasando por Bowie, Warhol o Tarantino. Al final consigues condensar una especie de micro universo propio pero que resulta también familiar. ¿Qué es lo que te atrae de insertar todos esos iconos pop dentro de tu discurso?
MIGUEL «Es un imaginario colectivo, pero sobretodo significa la reconstrucción del viaje del héroe. Un Ulises moderno que va atravesando diferentes paisajes. Desde ‘Los Días Inertes’, que hablan de la monotonía y la rutina que se van insertando dentro de la pantalla del televisor, del móvil, en Instagram… Trata sobre los viejos y los nuevos dioses. No es que sea una nueva reconstrucción del mito del héroe, porque también tiene que ver con American Gods (la serie protagonizada por Ian McShane – ndr.). Al final es una oda al reciclaje artístico. Nosotros pensamos que la inspiración surge de las musas, cuando en realidad la buena inspiración viene del buen reciclaje. Nunca partimos de la nada, es imposible. Siempre hay algo anterior de lo que puedes tirar del hilo, lo conviertes en otra cosa y ya se transforma en algo original. Yo creo que a nivel de originalidad Popnografía absorbe todo ese mundo de la cultura mitológica del pop trascendiéndola a otros lugares, como pueda ser el cine con Tarantino, Fellini… En lo artístico tenemos a El Bosco con su ‘Jardín De Las Delicias’, Dalí… Referencias de escritores, desde Bukowski hasta Ballard pasando por Agustín Fernández Mallo. Por supuesto musicales; David Bowie, Lou Reed, Nick Cave… Son figuras que transcienden. No es que nos queramos parecer a todos ellos, sino que las hemos puesto en valor para darle un pensamiento colectivo a ese universo sobre el que gira el álbum. No deja de ser un mundo distópico donde el consumo del pop es alienante, cuando debería ser todo lo contrario. Es una visión ensayística en la que cada cosa que consumimos se considera popular, pero no pop. Tiene más que ver con el término de consumo cultural».

Uno de mis temas favoritos de todo Pornografía es ‘Disculpen Las Molestias’. Me parece un cierre perfecto para el disco. Se distancia del resto, con ese aire más clásico a lo Tom Waits, pero el mensaje encaja por completo con todo lo que se ha expuesto anteriormente. Es como si después de toda la chapa que has metido le dijeses a los oyentes: tranquilos que ya os dejo de molestar y podéis seguir con vuestra miserable y triste existencia.
MIGUEL «Con esa canción hicimos un poco de trampa. Ya había salido con mi otro proyecto previo, Le Voyeur Méndez. Es curioso porque en su momento fue un corte que pasó desapercibido y ahora que la hemos estrenado como single en apenas dos semanas ha llegado a las 10.000 escuchas en Spotify. Es de los singles que más se han escuchado en poco tiempo. Pero la clave está en que, a pesar de que sí es un tema muy de cierre con su toque cabaretero, yo no quería incluirlo en el álbum en un primer momento. Más bien rehacerlo entero. Pero ocurrió que fui a tocar a Nueva York cuatro conciertos que surgieron en solitario. Y mientras paseaba por las calle, siempre me volvía la melodía de ‘Disculpen Las Molestias’. Entonces me dije: «¿por qué lo voy a modificar si ya está bien así y además la gente no la conoce?». Quitamos la base, dejamos la sección de cuerda, unos acordeones, el clarinete… Luego regrabamos la voz, además de modificar parte de la letra porque era injusto. En la versión de 2013 aparecía mi hijo Telmo, pero no Antela porque aún no había nacido. Así que había que actualizarlo (risas). Y la letra en realidad es una meta crítica al propio disco. Es como la canción de la resaca, cuando ya ha pasado la fiesta. Pero lo que más me gusta es el pitido final a lo Stranger Things, como si quisiera volver ese ruido electrónico y darle al replay (risas)«.

Además de que es un gran amigo en común de ambos, tengo que preguntarte por la labor de Álvaro Escribano como productor. Él viene de un background bastante opuesto al tuyo, muy cercano al rock and roll clásico y el punk rock. ¿Qué fue lo que os atrajo a ambas partes para colaborar juntos? Te lo digo porque conociendo a Álvaro, jamás hubiera pensado que podría llegar a producir un disco como éste ni en mil años.
MIGUEL «Ahí es donde nacen la buenas sinergias. Al principio Álvaro no era el co-productor, cosa que al final lo hemos acabado haciendo entre todos los que formamos la banda. Es verdad que yo soy quien lleva las canciones al 80-85% y luego se arreglan. En un primer momento, Álvaro era casi más un ingeniero en realidad».
DIEGO «Pero ya sabes cómo es Escri que no puede evitar meter mano a las cosas (risas)«.
MIGUEL «Lo que ocurre es que, ya en pleno proceso, él aporta un visión muy potente a nivel de base en cuanto a combo de rock. Y eso suma una complementariedad increíble al proyecto. Yo puedo tener claro como quiero contar las cosas, el desarrollo… Pero luego Álvaro, Diego, Conde que es quién desarrolla ciertos sonidos de sintetizadores y coros… han ido añadiendo puntos clave a la hora de grabar el álbum. Hicimos un muy buen equipo y estoy encantado con el trabajo que ha hecho Álvaro. Es muy difícil para alguien que no viene del mundo del pop hacer un trabajo como este, pero precisamente ahí reside la riqueza».
DIEGO «También pasa que, tanto para Álvaro como para el grupo, hizo mucho el hecho de entre la primera parte de la grabación y la segunda pasara un año. Eso hizo que nos entendiésemos mejor y fuésemos aprendiendo unos de otros, cogiendo lo mejor de cada uno. Por ejemplo, cuando Miguel me enseñó el primer boceto de ‘Esclavos Del Pop’, hablamos de como íbamos a meter las guitarras y las baterías porque, aunque él sea Le Voyeur, sigue teniendo el concepto de grupo. Y no por ello tenemos que estar todos tocando en la misma canción. Yo puedo meter todas las guitarras del mundo, pero si no suman, no tiene sentido. Y creo que en ese último año fue cuando a Miguel le hizo click en ese aspecto. Ha sido un poco híbrido entre la banda y él. Eso hizo que incluso llegásemos a regrabar cosas que ya teníamos hechas de la primera tanda. Todos esos cambios fueron lo que llevaron a lo que ha acabado siendo Popnografía«.

Esta es una pregunta un tanto espinosa, pero me apetecía mucho comentarla contigo. Sé que Nick Cave es una de tus grandes influencias y hace poco, mientras veía el documental One More Time With Feeling, caí en que tanto él como tú habéis pasado, aunque de forma muy diferente, por el drama que supone perder a un hijo. Por suerte, tu pudiste salvar a tu hija y a día de hoy está bien. ¿Crees que después de haber pasado por esa experiencia entiendes la obra de Cave, especialmente sus últimos álbumes, de una manera distinta?
MIGUEL «Totalmente. Es un engranaje emocional. Cuando el arte te llega, ya sea una canción, un libro, un cuadro… puede ser transformador o no. O bien llega, te resbala y vuelve a irse, o bien se queda dentro. Cuando ocurre lo de mi hija Antela, yo vivo un proceso de reconstrucción vital. Coincide justo cuando, al año siguiente, Nick Cave pierde a su hijo Arthur, y también con la muerte de David Bowie, que deja ‘Lazarus’ como testamento. Yo ahí relaciono todo con la convivencia de la vida y la muerte, porque después de estar 15 días metido en la UVI con mi hija, la vida siguió de una manera maravillosa. Para mí fue un premio, un regalo. Como te decía, Episodio Aparentemente Letal fue una tabla de salvación. Fue un camino muy difícil, pero el engranaje emocional que cayó dentro de mí con Skeleton Tree y también con Ghosteen, que ya es como la pausa del duelo, lo he vivido. Muchas veces me he puesto en la piel de esa persona: «¿cómo hubiera sido si me hubiera pasado a mí?». También me ocurrió una sensación muy extraña con Bowie cuando él decide no decir nada y acaba con Blackstar y el videoclip de ‘Lazarus’ sabiendo que se va a morir a los pocos meses dejando ese legado. Y ahí entra la trascendencia. ¿Hasta dónde quiero que llegue lo que hago?. Si es una cosa absolutamente superficial, no aguanta y desaparece. Pero si hay algo que es transformador, lo interiorizas de verdad. Y en el caso de los dos últimos discos de Cave, claro, son obras de una magnitud que es imposible que no te conmueva, pero si además has vivido de cerca la muerte, pues todavía más. Creativamente también es una estimulación y una forma de reforzar el que, al menos en mi caso, desde los 17 años no sé trabajar en otra cosa que no tenga que ver con la música. Es una necesidad».

Ya por último, te dejo barra libre con esta última pregunta: ¿Qué futuro le ves tanto a la sociedad como a la cultura de este país en un tiempo cercano? ¿Hacía donde nos dirigimos? Yo soy de los que teme que de aquí a menos de un año desaparezca casi por completo gran parte de la industria que conocemos: festivales, salas, discográficas, agencias de management, promotoras, locales de ensayo, medios de comunicación…
MIGUEL «Lo primero es que ha cambiado la narrativa a todos los niveles: industria musical, los directos… Ha cambiado todo a nivel vital en cuanto a la cultura. Esto nunca lo habíamos vivido. Ha sido una pausa y ahora viene una reconstrucción. Va a desaparecer mucho de la industria, pero yo rompo una lanza a favor. En realidad todo el mecanismo de los medios, los sellos, festivales, bandas… venía prostituyéndose desde hace bastante tiempo a nivel de marketing y turismo musical, excepto formatos centrados en nichos de mercado que apuestan por un determinado estilo de música muy concreto. Pero en cuanto al mundo de los macro festivales lo único que estaban generando eran ingresos a nivel turístico y marketing. No tienen una realidad artística. Es muy interesante ver a grandes grupos extranjeros que no vuelven a pasar por aquí nunca más, pero ha llegado un punto en el que todo eso ha cambiado. Pienso que vienen épocas mejores. Todavía no, pero habrá una reconstrucción en la que van a tener cabida otro tipo narrativas y hay que saber mutar la manera en la que cuentas las cosas. De aquí a dos años una banda de rock no tiene ningún futuro porque no puede tocar. Después de esos dos años sí pienso que se va a recomponer la situación. Como esta no lo sé, pero ha habido otras crisis brutales que se han llevado a mucha gente. Lo que no nos van a vender ahora es que el trap es el nuevo punk, eso es absurdo. Los conciertos han cambiado y todo lo que suponga distorsión, baile… un estilo más físico en definitiva, todo lo que deba de contener a un espectador, no va a funcionar. Y no es que no vaya a funcionar, es que los promotores no van a apostar por ello. No se van a arriesgar a tener a un grupo intentando levantar a un público que no se puede mover de la silla. Hay que saber adaptarse».

GONZALO PUEBLA