Inspirados por la lucha contra el cáncer y la posterior muerte del padre de su guitarrista, Manchester Orchestra crearon The Million Masks Of God, un disco sobre la aceptación de la finitud de la vida y cómo intentar que ésta sea lo más satisfactoria posible. 

Hay grupos que cuando entran en tu vida, sabes que van a formar parte de ella para siempre. Eso me ocurrió cuando hace casi quince años escuché I’m Like A Virgin Losing A Child, el debut de Manchester Orchestra, por primera vez. Pese a que acudí a ellos esperando una banda emo, y algo de eso había, desde un primer momento percibí que el entonces jovencísimo grupo no se conformaba con atarse a un estilo concreto.

A lo largo de su carrera, la banda que actualmente forman Andy Hull (voz, guitarra), Robert McDowell, (guitarra), Andy Prince (bajo) y Tim Very (batería) han ido explotando todo su potencial hasta llegar a The Million Masks Of God (Loma Vista), un disco creado a lo largo de los dos últimos años, tomándose todo el tiempo necesario para encontrar el equilibrio entre su faceta como artistas -entremedio Hull y McDowell compusieron su segunda banda sonora (The Death of Dick Long) y publicaron otro álbum con Bad Books, su proyecto con Kevin Devine- y atender sus obligaciones familiares por la enfermedad del padre de McDowell y sus propias paternidades.

Pese a esos contratiempos, con la ayuda de los productores Catherine Marks y Ethan Gruska, Manchester Orchestra consiguieron dar forma a un trabajo profundo, rico y ambicioso del que hace unos días tuvimos la oportunidad de charlar con su principal creador.

Escuchando The Million Masks Of God, pero también los anteriores, se nota que sois de esos grupos que os esforzáis mucho en ofrecer discos completos, en los que cada canción cuenta y suma en el conjunto. 
ANDY HULL «Muchas gracias, pero ¿qué sentido tendría hacerlo de otra manera? Me siento muy orgulloso de todo lo que hemos hecho como banda. He intentado trabajar al límite de mis habilidades en cada disco. Cada vez que trabajamos en algo nuevo, intentamos superar lo que hemos hecho anteriormente. Antes solía ser más frustrante, y nos costaba muchos dolores de cabeza, pero con el anterior, y especialmente en éste nos concienciamos de que iba a llevarnos mucho tiempo porque queríamos hacer algo realmente ambicioso. Nos dimos la libertad para dedicarle más tiempo. Por hacer una analogía futbolística, nos fuimos pasando la pelota sin prisa para intentar meter gol (risas). Y nos costó dos años (risas). Ahora siento una mezcla de alegría, alivio, y también depresión (risas). Una vez ha salido el disco, ya tengo que empezar a preocuparme por el siguiente (risas)«.

Cuando miras atrás, ¿qué defectos les ves a vuestros primeros discos?
«¿Defectos? ¡No sé de lo que hablas! (Risas) Supongo que lo que más salta a la vista es la juventud. En parte es una virtud porque hace que los primeros discos tengan una energía más cruda, pero también se nota que estábamos verdes. Yo era muy, muy joven cuando hicimos los tres primeros discos. Cuando hicimos Simple Math, tenía 23 años, y ahí empecé a saber perdonarme, y darme cuenta que las cosas podían hacerse de otra manera. Más que arrepentirme de cómo hicimos las cosas, veo que quizá podríamos haber tomado opciones más interesantes, pero es normal; son cosas que aprendes con la experiencia. Era una versión distinta de mí. Ahora tengo mucha más paciencia, y en los últimos seis años es cuando de verdad ha crecido mi obsesión por el sonido y la producción para crear paisajes sonoros».

Ya, sobre todo en el nuevo disco se nota mucho. Da la sensación que trabajáis conceptos como la tensión y la calma de una manera parecida a las bandas de post rock. Creo que muchos temas podrían funcionar como instrumentales y funcionarían muy bien.
«Es genial que pienses así. De hecho, para este disco no empezamos a meter las voces hasta que tuvimos el 90% de la música terminada. Queríamos poder disfrutar de la música, sin necesidad de voces. Es algo que empezamos a probar hace un par de años y nos gustó mucho, y en éste lo hicimos en todo el disco. No queremos que la voz ‘salve’ la canción, sino que la realce aún más».

Aún así, eres un gran vocalista, y grupos como Touché Amoré y Tigers Jaw te han invitado a cantar en sus últimos discos. Explícame cómo trabajas tus voces, porque están muy integradas con el resto de instrumentos. 
«(Risas) Gracias. Cuando hicimos la banda sonora de Swiss Army Man empecé a sentirme mucho más cómodo con mi voz, y la usé y la manipulamos como si fuera una sección de cuerdas u otro instrumento. No sé, siempre me vienen melodías, y a veces pueden ser para ser cantadas o para ser tocadas por otro instrumento. Por ejemplo en la segunda parte de ‘Inaudible’ hay una línea de sintetizador cuando entra todo el grupo, y ésa era una melodía de voz originalmente. O en ‘Angel Of Death’, todo lo que hay debajo del estribillo era originalmente voces mías. Para mí es mucho más fácil grabar una melodía y luego sustituirla por un instrumento, que no intentar pensar directamente en un arreglo instrumental».

¿Qué cantantes tenías como referente cuando empezaste?
«Es curioso porque nunca me he fijado en las grandes voces. Mis cantantes favoritos eran gente como John K. Samson, o con voces extrañas como Bob Dylan. A ver, las voces de Paul Simon o James Taylor me parecen reconfortantes, pero si las melodías y las letras son buenas, no me importa tanto si las canta una voz ‘bonita'».

«No hay nada que me guste más que alguien me diga que aunque no cree en Dios, cuando escucha nuestra música siente una conexión»
ANDY HULL

Como has dicho antes, empezaste de muy joven. Tenías 17 años cuando salió el primer disco, I’m Like A Virgin Losing A Child en 2006. ¿Cómo os recibió la escena de Atlanta entonces? Tengo la impresión de que estabais bastante solos.
«(Risas) La verdad es que no había una escena, y además éramos demasiado jóvenes para poder haber formado parte de ella. Cuando tocábamos en clubs, después de tocar teníamos que irnos porque no teníamos 21 años, la edad mínima para beber. Así que empezamos a girar, y en la carretera sí que conocimos a otras bandas y fuimos construyendo nuestra base de fans. Éramos una banda de fines de semana. Trabajábamos de lunes a miércoles, y luego intentábamos tocar de jueves a domingo. Y luego conducíamos toda la noche para poder ir a trabajar el lunes. Incluso cuando el grupo creció nunca pertenecimos a una escena concreta, y ya me está bien. Así no tienes que cumplir con las expectativas de nadie».

Para hacer algo así necesitas creer mucho en ti mismo. ¿Cuándo te diste cuenta de que tenías un talento especial para la música?
«Mirando atrás creo que fui un poco inconsciente. Con 21 años le pedí a mi mujer que se casara conmigo, sin haber conseguido nada más que un contrato, sacar un par de discos y salir en la tele dos veces. Más que creer en mi mismo, es que no tenía un plan B. Sólo sabía que iba a hacer música hasta que viera que era imposible seguir. Y por suerte nunca lo sentí. Nunca hemos tenido un gran éxito como banda, pero sí que hemos ido creciendo poco a poco. Han sido pequeños pasos, pero siempre adelante, y todavía sigue sucediendo, seguimos creciendo».

Sí, con este disco, estáis teniendo más repercusión, al menos en los medios. Salisteis en el programa de Stephen Colbert, por ejemplo…
«Anoche hablaba con un amigo músico, y le decía que éste era el primer disco en el que no quería fijarme en nada de eso, ni leer críticas… Porque para mí la música es algo muy importante, y me mata cuando leo una mala crítica. Me lo tomo fatal (risas). Así que quería aislarme porque me sentía muy contento con el disco, pero dicho esto, nuestro sello y el management me han mandado mails diciendo que el disco está funcionando mejor que todos los anteriores, así que es un sentimiento increíble. Después de casi 15 años, seguir creciendo, es para sentirse agradecido».

La religión ha sido muy importante en tu vida, pero por vuestros discos parecías tener una relación turbulenta con tus creencias, sin embargo en éste que gira alrededor de la muerte y el luto, parece como si te hubieras reconciliado. ¿En qué punto se encuentras ahora mismo tu relación con Dios?
«Creo que a lo largo de los años me he dado cuenta que mi problema no era con Dios, sino con la gente que nos vende cómo acercarnos a Dios. La hipocresía y la falsedad de mucha de esa gente me horripila. Mis padres no lo entendían, pero yo me crié en un entorno religioso e iba a una escuela católica y lo veía con mis propios ojos. Eso me creo cierta amargura respecto a la iglesia, pero una vez fui capaz de separar mi frustración con esas personas en concreto de mis creencias, pude verlo todo mucho más claro. Ahora mi relación con Dios no está basada en el sentimiento de culpa que intentan inculcarnos ciertas personas para su propio provecho. Éste es el primer disco en el que me sentido totalmente calmado con ese aspecto, y fue genial porque trata sobre un periodo muy complicado con la muerte del padre de Rob. Fue un alivio poder apoyarme en Dios, en lugar de enfrentarme a él».

Yo también fui a un colegio de curas, pero ni de muy pequeño creí nunca en Dios. Lo veía algo totalmente irreal. ¿Qué piensas de una persona atea como yo?
«(Risas) Tío, tengo muchísimos amigos que no creen en Dios. El viaje de cada uno es diferente, y respeto totalmente las creencias de cada uno. No hay nada que me guste más que alguien me diga que aunque no cree en Dios, cuando escucha nuestra música siente una conexión. Por eso la música es mágica. Porque yo puedo crearla desde mis creencias y que lleguen a alguien que nos las comparte, y sin embargo, ayudarnos a conectar».

Rob, además de haberte acompañado desde el principio, es también tu cuñado. ¿Cómo descubriste que estaba saliendo con tu hermana y cómo te lo tomaste?
«Para empezar, se hicieron novios con 13 años (Risas). De hecho, se conocieron por mí. Él tenía un pequeño estudio en su sótano, y nos hicimos amigos, y pasaba mucho tiempo en mi casa, y mi hermana pequeña se fijó en él (risas). Pero fue genial, porque Rob es mi persona favorita en el mundo, aparte de mi familia. Así que aunque era muy protector de mi hermana, porque es la única que tengo, me pareció genial que salieran. Sabía que era un buen tío, así que estaba muy tranquilo con la idea de que se casaran algún día».

Rob y tú habéis sido padres casi al mismo tiempo. ¿Te imaginas a vuestros hijos tocando juntos?
«(Risas) ¡Me encantaría! Pero ahora tienen tres años y son unos idiotas (risas). Son muy amigos, pero la lían siempre. El otro día pintaron la pared de nuestro baño con esmalte de uñas. Pero es genial ver que los niños se llevan bien. Tiene el estudio y todos los instrumentos a su alcance, así que espero que toquen juntos de mayores».

Para terminar tengo que preguntarte por el disco de Paris Jackson, la hija de Michael Jackson. Me sorprendió muchísimo que Robert y tú fuerais los productores. ¿Cómo os involucrasteis en el proyecto?
«Paris es fan del grupo. La conocí en uno de nuestros conciertos a finales de 2019. Creo que nos contactó a través de Twitter, porque su novio también era muy fan, y nos dijo si podía venir al concierto y conocernos. Le dijimos que claro, y cuando la conocimos nos cayó muy bien. Hicimos nuestro disco, luego llegó la pandemia, y un día nuestro manager nos dijo que Paris quería que tocásemos en su disco (risas). Y le dijimos, ‘Vale, ¿cuándo quiere empezar?’. Y nos dijo, ‘el lunes’ (risas). Así que nos hicimos los tests, y el lunes ella voló hasta nuestra ciudad y empezamos a trabajar. Teníamos que estar cinco días, pero al tercer día dijo que quería quedarse indefinidamente hasta que terminase el disco. Así que se quedó tres semanas más y lo terminamos. Es una gran chica, con muchas ganas de aprender y con talento. Y al cabo de dos meses o tres, el disco ya estaba en la calle. Una locura. Ahora hablo con ella casi cada día, es como si fuera mi nueva hermana pequeña. Creo que tiene una gran carrera por delante».

¿Cómo hablasteis sobre su padre o es un tema que evitasteis?
«La verdad es que habla de su padre continuamente. No tiene nada más que grandes recuerdos. Yo no sabía que tenían una relación tan cercana, pero me contaba que siempre viajaban con él a todas partes hasta que murió. Obviamente era ‘el elefante en la habitación’ porque su padre es la mayor estrella que ha existido a excepción de los Beatles, pero ella habla con total normalidad, simplemente como su padre, y al cabo de un tiempo hasta te olvidas. Aunque siempre hay un momento en el que piensas ¡’Dios, es la hija de Michael Jackson! (Risas)«.

JORDI MEYA