Pese a que solo editaron un disco, Demolition 23 siempre quedarán en la memoria como uno de los momentos más inspirados en la carrera de Michael Monroe. Aprovechando la reedición que se acaba de lanzar a través del sello de su amigo Steve Van Zandt, tuvimos la oportunidad de charlar, una vez más, con nuestro rubio favorito.

A principios de los 90, la carrera de Michael Monroe parecía estar en punto muerto. Todo lo que podía haber ganado con su estupendo segundo disco en solitario, Not Fakin’ It (1989) y la reivindicación que de su figura hacían Guns N’ Roses, parecía haberse ido al traste con el proyecto fallido Jerusalem Slim, la banda que formó en 1990 junto a Steve Stevens, guitarrista de Billy Idol. Lo que debería haber sido su catapulta en el mercado americano, se giró totalmente en su contra con un disco muy pobre y un nulo apoyo de su discográfica.

Por suerte, su amistad con ‘Little Steven’ Van Zandt, que en aquellos días todavía seguía esperando la llamada de Bruce Springsteen para la reunión de la E Street Band, le ayudó a encauzar su camino. Inspirado por el punk rock primigenio de Dead Boys, UK Subs y Johnny Thunders, Monroe formó un nuevo grupo junto a su ex compañero en Hanoi Rocks, Sami Yaffa, el guitarrista de Star Star, Jay Hening, y el batería Jimmy Clark. En apenas una semana grabarían el debut homónimo de Demolition 23, que publicaría el sello Music For Nations en 1994.

A pesar de su gran calidad, el álbum no funcionaría comercialmente, y la banda dejaría de existir a los pocos meses. Sin embargo, la magia de su debut ha perdurado en el tiempo, y ahora tendrá la oportunidad de llegar a mucha gente, a la que quizá se le escapó en su momento, con la reedición que ha lanzado unas semanas el propio Van Zandt a través de su sello Wicked Cool Records.

Hace un par de días celebraste tu 60 cumpleaños con un gran concierto en Helsinki en que reuniste a Hanoi Rocks y también a Demolition 23. ¿Te has recuperado?
MICHAEL MONROE «Sí, ya he podido descansar. Estoy muy feliz por cómo fue todo. Fue todo un éxito».

Sí, he visto algunos vídeos y se os veía muy bien. ¿Te emocionaste en muchos momentos?
«Sí, habíamos ensayado mucho, y teníamos los tiempos muy ajustados para cada actuación, pero fue difícil contener las lágrimas. El público me mandó mucho amor durante todo el rato. Me siento muy agradecido. Fue muy bonito poder celebrar toda mi carrera, en solitario, Hanoi Rocks, Demolition 23…».

Dice mucho de ti que pudieras tocar a ese nivel durante tres horas. Estoy seguro que en tu interior te sigues sintiendo como si tuvieras 20 años, pero ¿cómo llevas el inevitable paso del tiempo?
«Creo que es una cuestión de actitud. Yo no cuento los años, sino los días. El rock’n’roll me ha permitido mantenerme siempre joven. Soy consciente que mi cuerpo no es el mismo, pero es cuestión de prepararte un poco mejor. Tengo dolores de espalda, así que tengo que hacer ejercicios para que no vayan a más, pero no hace mucho abrí para Alice Cooper y me dijo, ‘Michael, solo tienes 60 años, te queda mucho por delante’. Él tiene 74. Así que para mí, artistas como él son un ejemplo a seguir. En general me siento muy bien».

No piensas en jubilarte.
«¿Es que qué haría? Mientras pueda cantar y actuar a buen nivel, pienso seguir haciéndolo. Todavía tengo hambre por seguir mejorando y haciendo nuevas cosas».

Bueno, vamos a hablar de Demolition 23 que es el motivo de esta entrevista. Tengo que decirte que es uno de mis trabajos favoritos dentro de tu discografía. Cuéntame cómo nació ese proyecto.
«Todo surgió a partir de mi amistad con Little Steven. Una Navidad fuimos a ver The Great Rock And Roll Swindle, la película de los Sex Pistols y alucinó. Y a partir de ahí le fui metiendo en el punk rock. También le llevé a ver a Iggy Pop en directo por primera vez. Así que la idea inicial era hacer un disco que fuera una especie de homenaje a ese punk rock de los 70. En el estudio Never Mind The Bollocks era nuestro referente a nivel de sonido. Fue un gran proyecto. Grabamos toda la música en tres días, y las voces en dos. Hacíamos una o dos tomas como mucho. Con Little Steven como productor sabía que estaba en buenas manos. Mezclamos un tema por día, y en dos semanas teníamos el disco terminado. Sigo pensando que este y Not Fakin’ It son mis discos que mejor suenan, y ahora, con la reedición remasterizada, todavía más. Inicialmente iba a ser un disco en solitario, pero Little Steven me convenció para que lo firmase como una banda. Sami Yaffa fue quien pensó en el nombre de Demolition 23. Lo sacó del libro Exterminator de William S. Borroughs. Es complicado pensar en un nombre tan guay como Hanoi Rocks, pero este me gustó».

¿Cómo conociste a Little Steven?
«Fue en el 85. A principios de los 80 me gustó mucho el disco que sacó, Voice Of America. Sus letras me conmovieron mucho y trataba sobre temas importantes. Después de Hanoi Rocks, me mudé con Stiv Bators a Londres en la primavera de 85, y Steven vino para producirle un single de Lords Of The New Church. Así que le conocí entonces. Steven no conocía a Hanoi Rocks, así que le puse un par de vídeos y le encantaron. Me preguntó qué había pasado con el grupo, y le conté que nuestro batería había muerto, y que lo habíamos dejado. El caso es que me puse a grabar unas maquetas con él para mi disco en solitario, y a partir de ahí se convirtió en un gran valedor de mi carrera».

También participaste en su tema anti-apartheid ‘Sun City’.
«Sí, grabé los coros en Londres con él, y luego me invitó a Nueva York para participar en el vídeo. Ahí estaba la gente más guay de la música: Bruce Springsteen, Bono, Bob Dylan, Joey Ramone, Run DMC… también Miles Davis participó en el tema. Fue ahí cuando decidí mudarme a Nueva York y Steven era el mejor amigo que tenía ahí. Me ayudó también con la composición de temas de Not Fakin’ It. Viví diez años en Manhattan y Steven siempre me ayudó. Siempre he admirado su música. Springsteen es genial también, pero prefiero los discos de Little Steven. Voice Of America es uno de mis discos favoritos de la historia».

Teniendo un disco tan bueno, ¿por qué la vida de Demolition 23 fue tan corta?
«Sí, fue una pena. A Jay Hening le atropelló un coche y tuvimos que esperar seis meses a que se recuperara. Y cuando se suponía que íbamos a empezar la gira, Jay no pudo obtener un pasaporte porque tenía algunos problemas legales, así que no podía salir de Estados Unidos. Le reemplacé por Nasty Suicide, e hicimos un único ensayo antes de nuestro concierto en el Astoria de Londres, salió guay, y Nasty se unió a la banda. Pero en 1995 decidió dejar el mundo de la música, y no encontré a nadie que pudiera sustituirle. Así que la banda terminó ahí. Fue algo muy corto, pero al menos hicimos un gran disco. Me alegra mucho que Steven por fin haya podido reeditarlo y salga en vinilo por primera vez».

A pesar de que Demolition 23 fue un proyecto fallido, tú sigues interpretando sus canciones en tus giras en solitario.
«Sí, ‘Hammersmith Palais’ y ‘Nothing’s Alright’ siempre están en el set. También toco ‘Bedtime Stories’ cuando hago conciertos en acústico».

¿Os habéis planteado hacer ni que sean unos pocos conciertos con la excusa de la reedición?
«Lo hablé con Steven, pero es poco probable. Jimmy Clark es el técnico de batería Lars Ulrich, así que está bastante ocupado. Y como te decía Nasty dejó la música, y trabaja como farmacéutico. Es complicado para él tener el tiempo necesario para hacerlo. Quizá podríamos hacer un bolo en Londres, pero no sé si merece la pena. Al menos pudimos tocar cinco temas en mi concierto de 60 aniversario».

Supongo que es difícil de explicar, pero ¿por qué crees que el disco salió tan bien en tan poco tiempo? Venías de hacer el de Jerusalem Slim, tu banda con Steve Stevens, que fue todo lo contrario. Un disco malo en el que invertisteis mucho tiempo y dinero.
«Así es. La historia fue que después de Not Fakin’ It, Steve Stevens me contactó y me dijo que quería hacer un proyecto conmigo. Me gustaba su rollo, así que pensé que era una buena idea. Durante un año estuvimos componiendo, y yo quería que Little Steven produjese el disco, pero mi sello, Polygram Records, no quería. Steve Stevens no me apoyó, y al final acabamos trabajando con el productor alemán de metal Michael Wagener. Fue una mala combinación. Acabamos en Los Angeles trabajando en el disco, algo que yo no quería. Se suponía que Stevens tenía que grabar las guitarras en dos semanas, y acabaron siendo tres meses. Era un infierno. Intenté detener el proyecto, porque llevábamos invertidos 350.000 dólares y el disco seguía sin terminarse. Mi manager era un inútil y no hizo nada.  Así que todo siguió adelante. Yo esperaba que entre Steve Stevens y Wagener hicieran algo que a mí se me escapaba, pero durante el proceso de mezcla también se pelearon. Para mí la solución era volver a Nueva York y empezar de cero con la mezcla. Steve Stevens estuvo de acuerdo, pero de golpe desapareció. Así que me quedé yo solo con un saco de mierda y una deuda enorme, 700.000 dólares, porque el contrato con Polygram estaba a mi nombre. Y ya les debía 200.000 del disco Not Fakin’ It, así que la situación era desesperante. Básicamente les debía un millón de dólares, lo que significaba que vería un céntimo de royalties durante el resto de mi vida. La única solución era salir del sello, y me llevó un año que me liberaran. Fue entonces cuando llamé a Little Steven y le dije, ‘Ahora por fin puedo hacer el disco que quería’. Y ahí empezó Demolition 23. Lo peor fue que Polygram decidió editar igualmente el disco de Jerusalem Slim. Yo les llamé por si podían titularlo Michael Monroe Fakin’ It, pero no coló (risas)«.

Vaya historia… 
«Sí. El caso es que con Demolition 23 hicimos todas las cosas bien, y con Jerusalem Slim, todas mal. Te juro que las maquetas de Jerusalem Slim eran muy buenas, más rock’n’roll, pero entre Steve Stevens y el productor decidieron convertirlo en un disco de metal terrible. Cuando tienes una buena banda, cuanto menos pienses, mejor. No deberías pasar más de un mes en el estudio para hacer un buen disco de rock. El primer disco de Dead Boys se grabó en 24 horas, así que es un buen ejemplo».

¿Qué expectativas comerciales tenías cuando salió el disco de Demolition 23?
«La verdad es que no pensaba en nada de eso. Solo estaba muy contento porque habíamos hecho un disco muy bueno. Little Steven intentó colocar el disco en varias discográficas, pero todas le decían que el punk rock estaba muerto (risas). Pero una vez más me adelanté a mi tiempo, porque un año más tarde Green Day lo petaron y el punk rock se volvió muy popular. Si no nos hubiéramos separado, quizá hubiéramos sido la banda más grande del planeta. Los ingredientes estaban ahí. Y además era totalmente real, era mi homenaje a mis amigos Stiv Bators y Johnny Thunders».

Es un poco la historia de tu vida. ¿Cómo llevas el ser una estrella en Finlandia o Japón, pero seguir siendo un gran desconocido para mucha gente a la que le gusta el rock?
«Creo que no estoy destinado a pertenecer al mainstream. Gracias a dios Guns N’ Roses son enormes, pero son la excepción. La verdad es que nunca he tenido mucha suerte. Solo en los dos últimos años he tenido un buen manager. Nunca he tenido un buen equipo a mi alrededor. Pero muchas de mis bandas favoritas nunca han sido muy populares. Hay gente que son demasiado cool para gustar a las masas, y quizá yo sea uno de ellos (risas). Mantener mi integridad y ser fiel a mí mismo siempre ha sido mi prioridad. Estoy feliz por donde estoy».

JORDI MEYA