No son los primeros, ni serán los últimos, pero con su tercer álbum, Royal Blood nos recuerdan que el rock y la música de baile, lejos de ser enemigos, pueden ser un feliz matrimonio.

La historia de Royal Blood no tiene nada de nuevo dentro de la mitología del rock. Pero si bien tenemos incontables ejemplos de comienzos (grupo novel que lo peta con el primer disco) y nudos similares (a raíz del gran éxito, sus componentes emprenden un estilo de vida que puede acabar con ellos), el desenlace sí ha sido distinto.

En lugar de tocar fondo y perderlo todo por culpa de los excesos (en el peor de los casos) o tocar fondo, rehabilitarse tras varios intentos, para volver a recuperar el rumbo (en el mejor), Mike Kerr, cantante y bajista del dúo de Brighton, supo darse cuenta a tiempo, y simplemente cortar por lo sano y dejar de beber y consumir drogas. Con 28 años, el músico había tomado la segunda decisión más importante de su vida. La primera la había tomado siete años antes, cuando después de haber probado fortuna en Australia, volvió a Inglaterra y le pidió a su viejo amigo Ben Thatcher si quería tocar la batería con él.

Si bien durante unos cuantos meses parecía que Royal Blood no irían a ninguna parte, tras desarrollar su sonido en un estudio de Brighton, la pareja consiguió un contrato por parte de Warner, así como los servicios del manager de Arctic Monkeys, con quienes saldrían de gira.

A partir de ahí, la bola empezó a rodar, y cuando su debut homónimo se publicó en agosto de 2014, prendió como una mecha, girando junto a Iggy Pop y Foo Fighters, ganando un Brit Award como Mejor Banda Británica y tocando en Coachella y los festivales de Reading y Leeds. La buena racha se prolongaría con el ciclo de su segundo disco, How Did We Get So Dark?, publicado en junio de 2017, y una gira abriendo para Queens Of The Stone Age.

Fue en ella, quizá porque Kerr quería a estar a la altura de unos músicos curtidos en mil batallas, que los malos hábitos empezaron a formar parte de su rutina, empalmando borrachera, tras borrachera, para evitar caer en la bajona de la resaca. Pero como decíamos al principio, no necesitó ninguna revelación, ni pasar por un incidente trágico, para decidir en julio de 2019 que iba a dejar la botella de lado.

Teniendo en cuenta este contexto, podría haber sido hasta normal que su tercer álbum hubiera sido introspectivo y oscuro, pero en cambio es el más eufórico y festivo que han grabado hasta ahora. Como nos contaba Ben Thatcher, unos días antes de su lanzamiento, Typhoons (Warner) es el sonido de la victoria.

«Queríamos evolucionar, experimentar y ver qué podía salir
de esta aventura» BEN THATCHER

En la crítica de Typhoons, nuestro colaborador Marc López escribía algo así como que habías hecho el mismo proceso que una banda de baile como Justice respecto al rock, pero a la inversa. ¿Era eso lo que teníais en mente cuando empezasteis a trabajar en este disco?
BEN THATCHER «Absolutamente. Siempre hemos sido grandes fans de Justice o Daft Punk. Tal como los vemos nosotros, son bandas de metal, pero que tocan teclados. Su sonido es enorme, gigantesco, es agresivo. Nosotros intentamos hacer lo mismo pero con bajo y batería. De algún modo estaba en nuestro interior probar algo así. Queríamos progresar como banda, y no simplemente hacer ‘otro disco de Royal Blood’. Queríamos evolucionar, experimentar y ver qué podía salir de esta aventura».

¿Cuál es el secreto para conseguir ese sonido gigantesco? Porque está claro que no es una cuestión de volumen.
«Exacto. Mucha gente nos pregunta cómo lo conseguimos siendo sólo dos personas. Podría grabar unas palmas a través de un ampli y que sonasen tan fuertes y contundenten como una batería, pero no es cuestión de volumen. El secreto está en cómo los sonidos funcionan juntos. Con Mike tocando el bajo nos aseguramos tener una base de graves potente, pero además usa amplificadores y efectos, para que parezca que al mismo tiempo también está sonando una guitarra. Si a eso le añades una batería, y combinas adecuadamente las partes de cada uno, y la dinámica, el efecto es multiplicador. Pero es sólo la música. Luego tienes que tener una canción. Tienes que tener una letra que te provoque una emoción, y que haya momentos donde el tema respire, porque si sólo es caña de principio a fin pierde su efectividad. Toma una canción como ‘Limbo’, donde el estribillo es eufórico,  bailable, y tiene ese rollo disco de los 70 con cuerdas, pero las estrofas son locas, al estilo de los Royal Blood de antes, con Mike marcando los acentos de batería con el bajo. Unir esas dos cosas, hace que el tema tenga mucha más fuerza que si fuera sólo un tema disco o sólo un tema de rock ruidoso».

Es curioso porque en los 70 la música disco era el enemigo a batir por las bandas de rock y sus fans, incluso hubo la famosa Disco Demolition Night en Chicago con miles de fans destrozando vinilos de música disco. Pero si escuchas muchos álbumes de esa época, los músicos eran fantásticos, y es lógico que os sintáis inspirados por ellos.
«Desde luego. Pero tienes que entender que en esa época la lucha estaba en ver quién conseguía sonar en la radio. Las bandas de rock competían con las bandas de funk y disco por sonar en la radio. Y también era la manera en la que se consumía música. Si comprabas discos de rock, eras fan del rock a muerte. Y lo mismo con los fans de reggae, o del funk, porque era en lo que te gastabas tu dinero. Ahora la gente paga por una suscripción a una plataforma de streaming, y tienes todos los estilos a tu alcance. Las fronteras entre distintos estilos han desaparecido, porque puedes escuchar de todo. Puede gustarte una banda de rock, y no otra, y que te guste una banda de pop. La manera de consumir música es lo que lo ha cambiado todo».

La atención se pone en el artista y no en el estilo.
«Y está bien que sea así ¿no? En la música no debería haber reglas. Lo más punk que puedes hacer es romper las reglas. Si no tomas riesgos, no hay evolución. No hay nada malo en que las bandas de rock clásicas hicieran rock, porque nos dejaron grandes canciones, y grandes riffs, pero llega un momento en el que tienes que probar cosas nuevas».

Mi interpretación del título Typhoons es que es una metáfora sobre el veros absorbidos por una fuerza mayor que vosotros, el éxito y el estilo de vida que conlleva, que no podías controlar. Es público que Mike tuvo problemas con el alcohol, y que dejó de beber. ¿Temiste en algún momento que se viera arrastrado por ese ‘tifón’?
«Todas las letras del disco tratan sobre sentirte atrapado, y no ser capaz de salir de ese estilo de vida que te está consumiendo. Habla sobre ese proceso mental en el que sientes que cada día es una repetición del anterior, aunque cada día estés físicamente en un lugar distinto. Es jodido. Pero cuando Mike dejó de beber, tuvo la claridad para darse cuenta de lo que había sucedido. Yo estaba con Mike, y hacía las mismas cosas que él, pero somos dos personas distintas, y cuando volví a casa, simplemente recuperé mi vida normal, pero a Mike le costó mucho desconectar de todo eso. Y si no desconectas corres el peligro de autodestruirte, de convertirte en un adicto, y de que se convierta en una necesidad para ti. Creo que se dio cuenta a tiempo, y afortunadamente fue capaz de parar, y darse cuenta que si seguía por ese camino, no le esperaba nada bueno».

Es curioso que hayáis creado un disco tan fiestero que te invita a estar bailando a las 5 de la mañana, estando Mike en proceso dejar todo eso atrás.
«Bueno, la cuestión es que aunque Mike dejara el alcohol y las drogas, seguía saliendo de fiesta. Pero había ganado en claridad. Por fin podías hablar con él. Yo sigo saliendo, y me encanta beber con mis colegas, pero antes de que lo dejara, cuando Mike iba de fiesta era en plan… turbo, a saco, no sabía parar».

Tengo amigos así…
«Claro. Para nosotros era lo normal. Cada día estábamos en una ciudad nueva, y siempre hay alguien que está encantado a llevarte de fiesta. Y llegas a un bar, y luego te dicen ‘no podéis perderos este club’, y te vas al club y se te hace de día Y en realidad, no teníamos nada que mejor que hacer hasta que llegara la hora el concierto al día siguiente. Así que…».

El disco termina con la balada ‘All We Have Is Now’. ¿Es la resaca después de la fiesta?
«Esa canción es muy especial. Sobre el papel no debería ser una canción de Royal Blood, o encajar en un disco tan bailable. Mike la había guardado durante mucho tiempo porque era demasiado explícita. Pero un día por la noche, Mike me la cantó en el estudio y la letra significaba mucho para él, y para mí, y le dije: ‘tienes que grabarla ahora mismo’. La grabó, y tal cual salió fue al disco; ni siquiera la mezclamos. Quisimos meterla porque es una canción buenísima, y de no salir en el disco nadie la hubiese escuchado ¿sabes? Teniendo en cuenta los riesgos que tomamos en el disco, y lo personal que era, decidimos que encajaba, aunque musicalmente no tuviera nada que ver con el resto».

A lo largo de vuestra carrera habéis desarrollado una relación muy especial con Josh Homme, y en el disco aparece como productor de ‘Boliermaker’. ¿Os planteasteis que produjera todo el álbum?
«Sí, nos hemos hecho muy amigos de Josh, y hemos girado bastante con Queens Of The Stone Age. Josh invitó a Mike a participar en las Desert Sessions en Rancho de la Luna, y fue la primera vez que pudo verle haciendo de productor. Me escribió y me dijo que teníamos que intentar grabar con Josh. De eso hace como dos años y medio. Josh estaba dispuesto a hacerlo, así que nos fuimos allí a grabar. Teníamos el esqueleto de ‘Boliermaker’, y de otra canción llamada ‘Space’ (aparece como bonus en la edición deluxe de Typhoons – ndr.). Estuvimos un par de semanas grabando esos temas, y vimos que es un compositor y un creador de sonidos fantástico. Pero lo más importante es que sabía cómo motivarnos. Creía mucho en nosotros, y nos animó en todo momento, pero nos dimos cuenta de que todavía no estábamos preparados para grabar el disco entero. Mike vio en Josh esa confianza que quería para él mismo, y creo que tuvo mucho que ver en su decisión de tomar de nuevo las riendas».

Desde que empezasteis el disco hasta que ha salido, hemos tenido la pandemia por medio. ¿Cómo afectó la grabación?
«En marzo de 2020, cuando empezó todo estábamos muy cerca de salir del estudio. Teníamos ya casi todo el álbum. Temas como ‘Trouble Is Coming’ o ‘Boliermaker’ ya estaban terminados, pero entonces ocurrió el confinamiento y tuvimos que irnos a casa, sin saber cuándo podríamos volver a grabar. Así que compusimos nuevas canciones. Mike estaba en un estudio en Brighton, y yo hacía beats desde mi estudio casero. Como creíamos que el disco ya estaba casi hecho, compusimos sin ningún tipo de presión, simplemente disfrutando de hacer música. Y de ahí salieron ‘Typhoons’, ‘Limbo’, ‘Oblivion’ y ‘Mad Visions’. Así que teníamos cuatro canciones nuevas que cambiaron totalmente el curso del disco. Cuando pudimos volver al estudio y las grabamos, vimos que teníamos cuatro canciones enormes, que podían ser todas singles. Así que la pandemia, en ese aspecto, fue positiva porque nos dio tiempo para reflexionar y mejorar el disco».

Con estas nuevas canciones, creo que vuestros próximos conciertos pueden ser muy potentes. ¿Habéis empezado a pensar en la producción de vuestra próxima gira? ¿Incorporareis algún músico más en el escenario?
«Sí. Cuando volvamos a girar, queremos hacerlo a lo grande. Pero nos queda mucho trabajo por hacer. Primero tenemos que lograr que los nuevos temas suenen bien, antes de empezar a pensar en las luces y las pantallas (risas). Es muy posible que nos ayude un gran músico de Brighton con los teclados y percusiones. La verdad es que estamos ansiosos por tocar estas canciones. Creo que nuestra próxima gira va a ser la leche».

JORDI MEYA