Russian Circles siempre se han movido entre los contrastes de la furia y la belleza, pero en Blood Year, el trío de Chicago ha sacado la artillería pesada. ¿Su objetivo? Que la distancia entre sus discos y su directo sea la más corta posible.
Con discreción y constancia a partes iguales,Russian Circles llevan desde 2004 consolidándose como una de las bandas instrumentales más fiables del planeta. Todavía habrá que esperar hasta el 2 de agosto para que Blood Year (Sargent House) vea la luz, pero ya os podemos avanzar que el trío formado por Mike Sullivan (guitarra), Brian Cook (bajo) y Dave Turncrantz (batería) ha facturado uno de sus trabajos más contundentes. Su séptimo disco, grabado como siempre en los estudios Electric Audio de Chicago -la ciudad que los vio nacer aunque ahora sus miembros estén repartidos por la geografía americana- y con Kurt Ballou de Converge repitiendo como productor como hiciera en el anterior Guidance, se abre con los acordes melancólicos de ‘Hunter Moon’, pero es sólo la calma antes de la tormenta. Quien los haya visto en directo, sabrá que encima de un escenario el post metal le gana la batalla al post rock, y en Blood Year ocurre precisamente eso.
Hola Mike, ¿qué tal estás?
MIKE SULLIVAN “Bien, bien, ¿y tú?”.
Pues mira, acabo de ver Pulp Fiction por nosecuanteava vez mientras esperaba tu llamada. ¿Te gusta Tarantino?
“Sí, especialmente esa película. Era bastante joven cuando salió, pero luego la volví a ver de adulto y entendí los diálogos y el argumento (risas). Tengo muchas ganas de ver su nueva película. Cerraron Hollywood para recrear la ambientación de la época. La gente que la ha visto dice que sólo por eso ya vale mucho la pena”.
¿Te has inspirado alguna vez en una película para escribir música? ¿Te imaginas escenas sobre las que podría sonar vuestra música?
“No exactamente, pero aprecio el ritmo, el montaje, la fluidez de una película. Nunca me he inspirado en el contenido en sí, pero sí me han inspirado esos otros aspectos a la hora de construir una canción o un disco”.
El título Blood Year podría ser el de una película. ¿Tiene un significado político o es más personal?
“Tiene un significado para nosotros, pero no hay nada específico que queramos desvelar. Al igual que las canciones, está abierto a la interpretación de cada uno. Quizá lo que significa para mí sea distinto a lo que significa para Brian o para ti. Pero es un título vago a propósito”.
En este disco habéis tirado hacia vuestro lado más duro. ¿Qué lo motivó?
“Así es. Fue algo intencionado. Es algo de lo que hablamos cuando estábamos componiendo. Quisimos centrarnos en esa faceta porque es lo que nos sale cuando tocamos en directo. Hay discos como Geneva que no tocamos apenas en directo porque no podemos reproducirlo igual porque hicimos demasiadas pijerías en el estudio o porque simplemente no funcionan en vivo. Así que para éste queríamos asegurarnos que iba a trasladarse bien al directo. Y de inmediato quisimos escribir algo más duro. También es más gratificante. Me gusta escribir en una clave menor y darles un tono más heavy. Me parece más honesta que nuestra cara más luminosa. Nos centramos en eso y si nos salía algo más ligero, lo tirábamos a la papelera”.
Claro, supongo que en el estudio se te puede ir la olla metiendo capas y el problema viene cuando sales a tocar.
“Exacto, realmente te puedes acabar creando un problema. Por eso digo que este álbum es más honesto. Hay menos producción, pero creo que suena más a nosotros”.
Es el segundo trabajo que grabáis seguido con Kurt Ballou. Supongo que habiendo más confianza entre vosotros, todo sería más fácil.
“Desde luego. En el disco anterior Guidance, apenas nos conocíamos, sólo de pasada. Creo que Brian había trabajado con él en el disco de Sumac, pero eso era todo. Necesitábamos tiempo para conocernos, así que todo el mundo estaba un poco más sensible y quizá nos centramos en ser productivos más que en hacernos críticas, lo cual tampoco es bueno del todo. Esta vez había mucha más confianza y respeto y todo fue muy fluido. Podíamos decirnos si algo no funcionaba y seguir avanzando. Hacer Guidance moló, pero esta vez pudimos ir al grano. Kurt es un buen tío y nos llevamos bien. Aunque el disco suene más heavy, en el estudio el ambiente no era nada tenso”.
¿Le dejasteis meter baza en las estructuras o arreglos o se centró básicamente en el sonido?
“Principalmente en lo segundo, el sonido y las interpretaciones. Hizo alguna sugerencia, y lo valoramos, pero los arreglos son nuestros. Los tonos y la mezcla, gracias a Dios son cosa suya porque nosotros no nos aclaramos (risas). No sabemos hacerlo solos, así que está bien tener a alguien que viene de la música agresiva para ayudarnos. Otras veces, quizá nos ha costado más conseguir esos tonos, pero él los domina y entiende todas nuestros puntos de referencia”.
Los tres vivís ahora en estados distintos. ¿Cómo ha afectado el proceso compositivo?
“El proceso no ha cambiado demasiado. Cuando hace tres años me mudé de Chicago a California lo hice porque tenía la confianza de que no nos iba a afectar. Normalmente voy construyendo una librería de riffs y los voy guardando. Pero es sólo cuando toca hacer un trabajo nuevo que se los mando a los demás y vemos los que más nos atrapan. Una vez tenemos la base hecha con Dave, Brian viene y acaba de hacer los arreglos y mete los bajos. A veces también escribe algún riff, pero es más de hacer arreglos”.
¿Y grabas algún bajo o Brian alguna guitarra, o cada uno se centra en su instrumento?
“Yo no grabo bajos. Brian toca alguna guitarra barítona como en la canción ‘Ghost On High’. Me mola cuando se mete en mi mundo porque toca el mismo instrumento con un cerebro distinto y eso te lleva a resultados distintos”.
Ese tema funciona muy bien como transición de una canción a otra.
“Sí, quedó muy bien. Es una pieza grandiosa que construyó él casi de la nada y funciona muy bien”.
Los psicólogos dicen que una relación triangular es la más difícil de mantener, pero en vuestro caso parece que funciona muy bien.
“Tenemos personalidades distintas y a veces dos estamos más de acuerdo, y otro no, pero va cambiando. Pero es una democracia. Todo está abierto a discusión, desde las canciones que tocaremos en los conciertos a las bandas con las que queremos girar, al diseño… Es interesante ver cómo crecemos a nivel individual y como colectivo. Creo que los tres tenemos un gran impacto en lo que hacemos y si uno lo dejara, la banda sonaría muy distinta”.
«Creo que todavía nos quedan unos buenos años por delante” MIKE SULLIVAN
Ahora ya lleváis 15 años con el grupo, lo cual en sí mismo es un éxito. ¿Ves que la banda tiene recorrido para muchos años más o crees que el final quizá está ya en el horizonte?
“El tiempo dirá. Es nuestra decisión y por ahora las cosas van bien. Pero si empezamos a tener ideas redundantes o nos estancamos, creo que todos estaríamos abiertos a dejarlo. Nos llevamos muy bien y no creo que nos separásemos, quizá sólo dejaríamos de hacer música juntos, pero la puerta siempre estaría abierta”.
Más que por una cuestión musical, lo decía por el desgaste que implica. Al contrario que un escritor o un pintor, ser músico implica salir a la carretera y tener una vida nómada.
“Eso es verdad. Por suerte, ninguno de nosotros tiene hijos, pero con la edad el físico cuesta más que se recupere (risas). De todos modos, a mí me encanta viajar y absorber otras culturas, pero pasa factura. Creo que todavía nos quedan unos buenos años por delante”.
Al menos en los últimos años parece que habéis consolidado un público y cada vez va más gente a veros.
“Sí, eso da muchos ánimos. Creo que cada disco ha tenido más éxito que el anterior. Es una curva que va ascendiendo poco a poco. Nada se ha ido de madre, lo cual ayuda a que los egos no se disparen (risas). Todavía recuerdo que la primera vez que tocamos en Nueva York sólo había tres personas, y de vez en cuando tienes experiencias que hacen que no pierdas la humildad. Me siento muy agradecido por lo que hemos conseguido y si este disco no gusta, tampoco hay que asustarse. Tengo muchos amigos con grupos y las carreras son como montañas rusas, subes y bajas, y tienes que mantenerte tranquilo, aunque por ahora todo pinta bien”.
Creo que una de vuestras gracias es que para la gente que le gusta el metal podéis ser su banda ‘tranquila’ y para la gente que le gusta el post rock o el indie podéis ser su banda de metal.
“Sí, eso mola. Creo que tenemos nuestra propia comunidad. Comparándolo con el instituto creo que no encajamos en ningún grupo, pero podemos ser amigo de cualquiera. Mola tener un público diverso. Cuando tuvimos la oportunidad de abrir para Tool, me asombró lo diverso que era su público. Había punks, hippies, metaleros, gente mayor… y todos se llevaban bien. Se notaba mucho respeto. Nosotros venimos del mundo DIY underground y ésos son nuestros valores. Cuanta más diversidad, mejor”.
¿Y como músico entiendes que un grupo no saque un disco en 13 años?
“Mmm… la verdad es que no. Para mí es una anomalía. Pero Tool han construido su propio público y tienen el lujo de saber que sus fans les van a esperar. No sé la intrahistoria, pero más vale que el disco sea bueno de cojones (risas). Seguro que lo es. Muy pocos grupos podrían hacer algo así. Pero como alguien creativo prefiero ser más activo, la verdad. No sé que hacen con tanto tiempo libre (risas)”.
JORDI MEYA