A pesar de no usar palabras en sus canciones, Toundra tienen mucho que decir. Su nuevo álbum, Hex, palpita al ritmo de la indignación que sienten al ver una sociedad cada vez más deshumanizada.

Vivir en la incertidumbre, es algo a lo que los músicos están acostumbrados, y a lo que la precariedad laboral y la pandemia nos están obligando a todos a aprender a marchas forzadas. Pero aun así hay días en los que realmente cuesta, y mucho, sobre todo cuando sientes que, en lugar de avanzar, has vuelto a la casilla de salida.

Cuando en septiembre de 2020, Toundra decidieron el planning para el lanzamiento de su sexto disco, la fecha de enero de 2022 parecía totalmente segura. ¿Quién podía imaginar entonces que ahora estaríamos batiendo récords de contagios diarios y con nuevas restricciones que, por ahora en Catalunya, ya han llevado otra vez al cierre de las salas de conciertos?

Pero así estamos, y a tres semanas de la salida de Hex el próximo 14 de enero y de su concierto de presentación un día después en La Riviera de Madrid, la inquietud, y cierta desazón, se palpa en las caras de Esteban Girón (guitarra), David López ‘Macón’ (guitarra), Alberto Tocados (bajo, sintetizadores) y Álex Pérez (batería, piano). No es de extrañar, teniendo en cuenta que me explican que la gira europea que tenían cerrada para marzo ya se ha cancelado, o que la situación les recuerde demasiado a la que vivieron hace dos años.

Dos semanas después de haber publicado su banda sonora para Das Cabinet des Dr. Caligari, y de disponerse a salir de nuevo a girar por Europa, la pandemia entró en nuestras vidas y, como tantas otras cosas, Toundra cesó su actividad. O al menos de puertas a fuera, porque al poco tiempo Esteban y Macón empezaron a mandarse ‘cachos’ de música grabados en su respectivas casas, que con mucha paciencia, y tras poder volver a reunirse en su local en verano de 2020 darían forma a lo que escuchamos en Hex (Inside Out Music), si bien no sería hasta un año después que viajarían a Sant Feliu de Guíxols para volver a grabar con Santi Garcia.

Decir que su sexto álbum (octavo si contamos el que hicieron como Exquirla y la citada banda sonora) se ha cocido a fuego lento es una obviedad. Pero quizá también por eso es un trabajo que proyecta algo distinto. Y no sólo por la cuestión formal de presentar un único tema, ‘El Odio’, en la cara A del vinilo, sino también porque canciones como ‘Watt’ o ‘FIN’, se encuentran entre lo más brillante que han parido nunca. Posiblemente la sociedad no salga mejor de la pandemia, pero parece que Toundra sí.

En estos momentos en los que es fácil caer en el desánimo, ¿quién es el que tira del carro o el más optimista de vosotros cuatro?
MACÓN
“El que tira más del carro es el menos optimista (risas), que es Esteban. Yo soy optimista, pero no tiro nada”.
ÁLEX “Esteban se ocupa más porque es hiperactivo y no puede evitar estar encima de las cosas. Y a nivel musical también. Es el que tiene más afán por trabajar y trabajar, y el resto vamos detrás. Pero ninguno de los cuatro somos pesimistas. Los cuatro somos muy dispuestos a adaptarse a lo que haya que adaptarse.”.
ESTEBAN “Optimista ya no soy… Nos pillas haciendo la entrevista en un momento tan de bajón… ¿Cuándo se va a acabar esto? ¿Cuál es la salida? Porque las anteriores veces tenías la esperanza de la vacunación, pero…. Supongo que en esta ola, las consecuencias no serán las mismas a nivel de muertes, pero seguirá siendo jodido. Y a nivel egoísta, para nosotros, un poco más porque sacamos disco ahora. Pero habíamos quedado que no queríamos hablar del COVID en las entrevistas (risas)”.

Ya, ya, yo tampoco, pero el virus nos está marcando la agenda otra vez. Vamos a intentar subir el ánimo, aunque Esteban, leyendo el texto que has escrito a propósito de ‘El Odio’ (podéis leerlo al final de la entrevista –ndr.), tampoco pintas un panorama muy alentador.
ÁLEX
“Su optimismo habitual (risas)”.

De todos modos, en el texto veo más desengaño que odio en sí.
MACÓN
“Aunque sea una pregunta para Esteban, déjame hacer una puntualización. Yo creo que el odio es más todo lo que nos rodea, aunque finalmente lo acabes sintiendo. Es más ver todo el odio que hay ahí fuera lo que te acaba corrompiendo, y eso es lo que odia. Así es lo entendí yo”.
ESTEBAN “Yo también lo veo así. ¿Pero desengaño en cuanto a qué, Jordi?

A cómo funciona el mundo. Personalmente creo que el odio es una emoción tan fuerte, que, si lo pienso, nunca he sentido. Me pueden enfadar muchas cosas, pero al igual que en el sentido contrario, el amor, creo que el odio implica una acción. La veo una emoción tan perniciosa que no me permito cruzar esa línea, aunque acabe manifestándose en frustración o pesimismo.
ÁLEX
“Antes de que hable Esteban, yo creo que las tres partes de ‘El Odio’ aluden a lo que genera el estilo de vida que llevamos, y que nos enseñan de pequeños hasta que morimos. Está ligado al desengaño que dices tú sobre cómo funciona el mundo, que genera ese odio. Yo tampoco soy una persona muy de odiar, pero acabas sintiendo un odio o una rabia contra no sabes muy bien qué. Pero no es una oda al odio”.
MACÓN “Todo comenzó con un vídeo que vimos de unos chavales que subieron a un balcón donde había una bandera del Orgullo LGTBI y la quemaron; a plena luz del día, grabándolo, publicándolo. Y el ver cómo todo ese odio iba adquiriendo, incluso, una legitimidad. Yo recuerdo en mi época joven que estaban los skins y los nazis, pero luego en un momento dado estaban escondidos, tenían miedo. Pero ahora han vuelto a salir a la calle, exigiendo cosas muy chungas”.
ESTEBAN “Sí, todo empezó con eso. Sabíamos de lo que queríamos hablar, pero no lo teníamos muy enfocado. Pero a raíz de esas imágenes, todo confluyó. En este texto hablo del odio como un concepto que está muy arraigado en la vida moderna, y en nuestro país más en los últimos cuatro, cinco años. Creo que también tiene mucho que ver la influencia de Das Cabinet des Dr. Caligari, y de lo que quería hablar esa película, que es cómo la vida moderna nos lleva a la atomización del ser humano de una manera radical. Un sentimiento tan fuerte como el odio, que piensas que es ajeno a ti, está totalmente arraigado en la sociedad e institucionalizado y legitimado hoy en día. Es una crítica a todos los mensajes que recibimos, a toda la educación de ‘trabaja para consumir’, y vender tu tiempo para seguir en la rueda de esta sociedad. Lo que han conseguido ciertos agentes sociales con todo eso es que haya un montón de gente que odia al prójimo. La gente que odia los homosexuales, y la gente que odia de una manera irracional a toda persona que piense de manera contraria o diferente. Es odio en todas las direcciones. Es una crítica a todo eso. Creo que hace 20 o 30 años socialmente no estábamos tan enfrentados, pero finalmente lo han conseguido”.

¿Y qué solución veis?
ESTEBAN
“Personalmente, y es de lo que hablo en el texto, creo que es aceptar que en este mundo tienes un tiempo muy corto, y la mejor manera, para estar más feliz, es hacer feliz a quienes tienes al lado. Creo que es la única salida. No creo que haya una salida general o institucional. A fin de cuentas, lo que tienes que hacer es escapar de cómo quieren que vivas, y poner un poco más de cariño y amor en lo que haces en tu día a día”.

El caso es que yo escuché el disco antes de leer el texto, y más que odio o rabia, encontré momentos en los que diría que hasta buscáis la belleza. Después de escucharlo, más que dejarte con mal cuerpo, te reconforta. Igual te frustra porque no es lo que querías transmitir, pero es lo que me ha parecido.
ESTEBAN
“Bueno, al no tener letra, una cosa es que lo intentas, y otra cosa es lo que sale. Unas ideas que llevas al local, allí se transforman. Nos ha pasado desde el principio. En cuanto a lo que dices de buscar la belleza, es un gran piropo. Y la canción de ‘El Odio’, que es para la que escribí el texto que les pasé a ellos en verano, sí que termina con una parte bonita, casi esperanzadora. Siempre hemos buscado que la música de Toundra tuviera un sentido armónico muy clásico, del que bebe el pop, por ejemplo. Y por eso, por mucha energía que le pongas, que se la ponemos, y en este disco incluso más, al final quizá esa belleza prevalezca”.

De hecho, también en vuestros conciertos, la gente acaba sonriente, no encabronada. Aunque el origen de la música haya sido chungo, la energía que transmitís es positiva.
ÁLEX
“No veo que sea incompatible una cosa con la otra. Puedes intentar transmitir sentimientos de odio o de rabia, y que también sea algo bonito”.
ESTEBAN “Me ha recordado una broma que tenemos con un amigo de una serie en la que un personaje dice sobre el cuadro ‘La Crucifixión’ de Tintoretto: ‘Es atroz, pero a la vez es bello’. Creo que se puede conseguir las dos cosas. Si escuchas a Black Sabbath, la oscuridad está ahí, ya en el nombre de la banda, pero es música bonita, enérgica, puedes escucharla saliendo de farra. Y lo que dices de los conciertos, si lo que queremos es que la gente siga viniendo a vernos, creo que sería mala estrategia que salieran de bajón, la verdad (risas). Nosotros queremos que la gente pase un buen rato, que sea una válvula de escape para su día a día. Creo que la música en directo es algo básico, y por eso muchos de nosotros sentimos que nos falta algo desde que estalló la pandemia”.

‘El Odio’ ocupa toda la cara A. ¿Qué reto supone escribir un tema de 23 minutos?
ESTEBAN
“Ese disco lo hemos compuesto en la distancia. Reuniéndonos todos, trabajando juntos, pero luego llevándonos deberes para casa. En mi caso, escuché mucha música que habíamos grabado en el local en el coche, sobre todo de Madrid a Asturias. En verano de 2020, que fue cuando empezamos a componer, me obsesioné con Tommy de The Who. Teníamos ‘La Larga Marcha’, ‘Watt’, estábamos trabajando en ‘Ruinas’, pero después, con un montón de ideas que habíamos trabajando en la distancia y nos habíamos ido mandando de manera compulsiva, influenciado por ese disco, vi que había la posibilidad de construir un paso más en la discografía de Toundra. Es nuestro sexto disco 100% Toundra, y nuestro octavo en total, con lo cual sentíamos la responsabilidad de hacer algo más. No tenía sentido hacer otro disco con una amalgama de canciones de 6, 7, 8 minutos, ponerles títulos raros que vienen de bromas, y lanzarlo. Quizá eso lo hicimos en Vortex, como reacción a IV y a Exquirla, pero en este disco necesitábamos un reto artístico y compositivo. Mi idea era hacer que todo el disco fuera un único tema, uniendo las distintas partes con interludios, como en Tommy, pero cuando me flipo, mis compañeros hacen bien en frenarme, y al final hicimos ‘El Odio’ y los otros cuatro temas. Y creo que se compensa bien, la cara A y la cara B. No es otro disco más de Toundra. Hay que ser responsable con lo que haces y con lo que has hecho, que toda tu carrera tenga un sentido”.

Después de haber creado el disco en gran parte en la distancia, ¿cómo fue la experiencia de estar en el estudio y poder grabar todos juntos?
ESTEBAN
“Bueno, en el estudio nunca estamos juntos (risas)”.

Pues en el local.
ALBERTO
“Por fin pudimos ver las canciones con forma. Hasta entonces, escuchabas partes, podías imaginarlas, pero no sabías como serían. Hicimos una demo con todos juntos tocando que grabó Raúl, nuestro técnico, y la diferencia era brutal. Realmente lo bonito de la música es ver cómo tu instrumento interactúa con los demás. Grabar digitalmente por pistas le quita mucha magia. Cuando las tocamos juntos es cuando vimos que las canciones realmente molaban”.
ESTEBAN “Y luego cogimos el COVID. Macón nos contagió a Alberto y a mí en un ensayo, Alex se libró, y en el confinamiento, que aparte en mi caso fue largo, 25 días, terminé la parte III de ‘El Odio’. De noviembre a febrero fue cuando compusimos las partes I y II, y en marzo, en el confinamiento y totalmente por separado, compusimos la parte III. Luego en abril y mayo nos dedicamos a juntarlo todo, y ya en junio nos fuimos a grabar con Santi, que también el pobre se ha comido una buena ristra de audios porque, claro, al ir grabando parte por parte, se lo íbamos mandando todo”.

¿Alguna pista de lo que grabasteis vosotros en casa está en el disco o se hizo todo de nuevo en el estudio?
ÁLEX “Si escucharas lo que está grabado en casa, vamos… fliparías, sobre todo con las baterías que programaba Macón. Eran una puta locura; imposible aprenderse eso. Era como lo decías tú Jordi al principio: bonito y feo (risas)”.
MACÓN “Yo sí que me flipé, estaba solo en casa, pues imagínate, con un teclado Midi, que puede tener todos los instrumentos del mundo… Pero luego había archivos que no eran compatibles, o no se escuchaba la distorsión, o la claqueta iba por otro lado… Los pequeños momentos que pudimos juntarnos para ensayar era completamente distinto. Las canciones subían solas. Ha sido una puta mierda el componer así”.

Pero por sacarle algo positivo, teniendo en cuenta que Esteban y Alberto ya no viven en Madrid, ¿creéis que todo esto puede haber sido un aprendizaje de cómo podéis trabajar en el futuro?
MACÓN “Está muy bien porque muchas veces se llevaban las cosas al local, y lo primero que salía que estaba bien, que entraba bien, bonito, se quedaba. Pero con esta manera, al tenerlo tú grabado, le das mil vueltas. A lo mejor lo primero que se te ocurre, te parece que está bien, pero al día siguiente lo escuchas, y de repente sacas otra cosa completamente distinta, que está mucho mejor. Para lo que es la composición, lo que es la logística e infraestructura, esto de enviarse ‘cachos’ es un coñazo, pero luego se puede sacar un partido muy importante, porque le puedes dedicar mucho más tiempo”.
ESTEBAN “A Maca y a mí nos ha venido bien para mejorar nuestra relación”.
MACÓN “¿Pero estaba mal?”.
ÁLEX “Se van a casar”.
ESTEBAN “Nos pegábamos bastante en el local”.
ALBERTO “Yo creo es que hemos encontrado una nueva forma de trabajo, pero que a su vez tenemos que integrarla. Realmente lo que teníamos en esa época era una prohibición de reunirnos, y eso era una putada que no había forma de sortearla. Ahora tenemos lo mejor de los dos mundos: podemos seguir grabando por separado, escuchando las ideas, meditarlas de forma un poquito más calmada, y luego aparte también verlas en el local todos juntos y ver cómo funcionan como banda”.



Por cierto, ¿nadie cuando escuchó el principio de la parte II de ‘El Odio’ dijo ‘Ostia, suena a ‘Toxicity’ de System Of A Down’?

ÁLEX “Yo cada vez que la escucho lo pienso tío, total, total. En el principio, un poquitito nada más, pero sí me pasa. Pero no lo pensé hasta que no estuvo ya el disco grabado. De hecho, creo que te lo dije a ti, Esteban, no hace mucho”.
ESTEBAN “Es una copia a unas guitarras de Pete Towshend, de The Who, o sea que me ha salido el tiro por la culata, otra vez”.
ALBERTO “Yo hasta que no lo escriba algún listillo en comentario de YouTube, no lo considero plagio”.
MACÓN “A lo mejor System Of A Down también se han inspirado en Pete Townshend. Es muy posible”.

Volviendo a Hex, para mí la gran tapada del disco es ‘Watt’.
ESTEBAN “Si tienes que coger una canción que resuma todo el disco, creo que sería ‘Watt’. Y es la primera que compusimos, íbamos llevando partes al local y de repente, nos juntamos todos en el verano de 2021 y en dos días de ensayo salió prácticamente entera. Creo que si no hubiera habido esta idea de ‘El Odio’,  etc, hubiese sido el primer single. Tiene todo lo que tiene este disco”.
ALBERTO “A ver, yo creo que también el problema está en que ‘El Odio’ es algo tan vistoso, que parece que desmerece el resto de canciones, pero creo que están en nuestro top. Realmente, nos hemos dado cuenta de que hacer un setlist va a ser muy complicado porque claro, entre que tienes que renunciar a clásicos de Toundra, y tienes que meter canciones de este disco, que todas te parecen buenas, será muy difícil decidirse”.
ÁLEX “Nos planteamos hacer setlists de dos horas a partir de ahora. Más bises (risas)”.

Antes que decíais lo de ofrecer algo distinto en este disco, yo veo el siguiente grabado como ha hecho Neil Young, en un granero, en Asturias, tocando todos juntos. ¿Os apetecería?
ESTEBAN
“De hecho, en verano de 2019, Maca y yo nos fuimos de vacaciones a componer a Ovni Estudio que está aquí en medio de la nada, en mitad del monte, y lo lleva Pablo de Desakato. Es un estudio brutal. Hay algo de ‘La Larga Marcha’ que grabamos allí, y el resto no se ha utilizado, pero está almacenado. Creo que sería un buen paso a dar porque es algo que no hemos hecho. Y si le digo a Santi Garcia que hay fabada, seguro que se viene (risas)”.
ALBERTO “En realidad las demos de III las grabamos con ese método en el estudio de Juan de Nothink. Levantarse y ponerse a tocar todo el día. Y con el IV hicimos lo mismo en Béjar, en un alojamiento rural”.
ÁLEX “Ahora lo hacemos con Raúl, nuestro técnico, en el local. Yo lo de grabar en directo no es algo que me atraiga mucho. Siendo el tipo de grupo que somos, me gusta más el resultado de grabarlo por pistas tranquilamente, cada uno con sus días. Yo soy muy perfeccionista, y hacerlo todo de una toma me resulta bastante complicado”.

«Tuvimos el tiempo para reflexionar y hacer el disco que es el que mayor coherencia tiene de todos los que hemos hecho” ESTEBAN GIRÓN

Bueno, pues dejadlo para cuando tengáis 76 años como Neil Young (risas). En estos dos últimos años, supongo que muchos nos hemos planteado qué hacíamos con nuestras vidas, si tenía sentido o no.  En vuestro caso ¿qué es lo que más habéis echado de menos? ¿Hay una parte de vosotros que dijera ‘qué bien se vive sin Toundra’?
ALBERTO
“Yo creo que la gran putada, que mucha gente decía que no nos pudiéramos al 100% a la música, ha sido una gran ventaja para sobrevivir. La gente que se dedica al 100%, como Raúl, han estado jodidísimos. De hecho, les hemos tenido que ayudar. Pero si hubiéramos tenido que depender todos económicamente del grupo, hubiera sido imposible. Para mí demuestra que esa situación, inicialmente de desventaja, ha sido una ventaja. ¿Y echar de menos? Pues la normalidad. Tú ya integras esa actividad de conciertos, musical, como un hobby que practicas a diario, y que desaparezca de golpe es chocante. Pero yo me lo tomé como una pausa que incluso era necesaria en mi vida. Me vino hasta bien”.
MACÓN “Lo que decía Alberto es algo que en su momento hablamos mucho, y finalmente decidimos seguir con nuestros trabajos y la música al mismo nivel. Quizá fuimos conservadores, pero en este caso ha sido agradecido. Pero se echa mucho de menos ir a ensayar, tocar, componer… Pero descansar de vernos y querernos en la distancia ha sido positivo porque, previo a la pandemia, llevábamos un ritmo muy alto de tocar”.
ESTEBAN “Sí, nos vino bien descansar porque llevábamos un ritmo que, en teoría, se va a reanudar el año que viene. En el primer semestre de 2022 tenemos como 40 conciertos ente España y Europa, que es una barbaridad. En 2022 cumpliremos 15 años y este será el octavo disco. Es un ritmo duro y exigente, básicamente porque entre que grabamos un disco y sale, pasa media año, y en esos seis meses ya te pones las pilas para empezar a componer de nuevo. Por todo eso creo que nos vino bien. Si no hubiésemos parado hubiera habido momentos de cansancio en la banda. El parón nos ha dado fuerzas y pensar muy bien hacia dónde ir, qué hacer… El disco es también un reflejo de que hemos tenido tiempo para pensar. Como decía, el principio de la composición fue caótico, pero luego tuvimos el tiempo para reflexionar y hacer el disco que es el que mayor coherencia tiene de todos los que hemos hecho”.
ÁLEX “Al final todo lo que tiene su parte mala, tiene su parte buena. El que se cancele todo lo que tienes por delante es una putada. Echas de menos ensayar, ver a tus compañeros, tocar… pero, como decía Esteban, el ritmo que llevábamos, más los trabajos que tenemos, es estresante. Haces lo que te gusta, pero tienes cumplir con una agenda, con tu trabajo, y con un montón de cosas que se van sumando a medida que te haces adulto. Así que el poder descansar y repensar las cosas, tampoco está mal. Y aunque es verdad que, como decía Maca, fue un rollo componer así, por mí parte me he podido involucrar un poco más”.

Quizá la lección de todo esto es que aunque no haya pandemia, podéis bajar el ritmo. Precisamente porque decidisteis conservar otros trabajos, ¿no tenéis más autonomía para decidir vosotros los tempos?
ESTEBAN
“Con todo lo que ha pasado, hay un paralelismo con el origen del grupo: transformar nuestra debilidad en nuestra fortaleza. Nuestra debilidad, que era no saber cantar, se transformó en nuestra fortaleza. Te aseguro que si hubiésemos sabido cantar, no nos hubiera ido tan bien. Gracias a hacer música instrumental, se nos ha escuchado igual en Sevilla a Oslo, hemos podido tocar en tantos países, en tantos festivales… Y ahora 14 años después, una debilidad que era el no ser profesionales, el no vivir del grupo, en esta crisis ha sido nuestra fortaleza. Pero tampoco es que hayamos parado, porque a los 15 días de empezar el confinamiento, y ver que iba para largo, hicimos una videollamada y decidimos empezar a componer el nuevo disco. Creo que hemos sido afortunados de no vivir de la música”.

Pero insisto, todos habéis dicho que os ha ido bien el descanso. De cara al futuro, ¿no sería mejor llevar otro ritmo?
ÁLEX
“Realmente el ritmo lo marcamos nosotros, no hay nadie que nos apriete. Pero al final, tampoco es que estemos dispuestos a parar porque sí. Igual dentro de un año, te digo que estamos un año sin hacer nada, pero mientras nos siga motivando y podamos cuadrar agendas, queremos seguir. Verle el lado bueno a parar, no significa que quieras parar”.
ALBERTO “Yo creo que también es un problema para los grupos de nuestro tamaño. Si dejas la actividad durante un año o dos, la gente se olvida de ti. No es como si saliera el nuevo disco de Tool”.
MACÓN “También es que veníamos de una época ilusionante. No pensábamos en parar porque estábamos tocando muy bien, cada vez que salíamos a Europa, crecíamos… simplemente es que intentamos verle lo positivo a que te obliguen a parar”.
ÁLEX “Yo no creo que la gente se olvide de ti, pero también se trata de aprovechar el vigor o las ganas que tenemos ahora. Yo creo firmemente que haré esto toda la vida, pero lo creo ahora, no sé si dentro de dos años cambiarán mis biorritmos o perderé el interés en seguir haciendo discos. Por eso, mientras me dure esa pasión, hay que aprovechar el tiempo”.

JORDI MEYA

El Odio, por Esteban Girón.

En el momento en el que escribo esto tengo treinta y cuatro años. Desde que me convertí en un adulto hasta hace relativamente poco, he vivido enfadado. El hecho de estar enfadado con el mundo me ha ayudado a avanzar en muchas facetas de la vida. Se convirtió en una necesidad, el estar enfadado con el mundo. Ese estado anímico conlleva un montón de cosas: la eterna frustración por pensar que todo siempre se pudo hacer mejor, por ejemplo.

Creía que el estar enfadado con el mundo era el único modo de intentar mejorar mi alrededor, de intentar mejorar la vida de aquellos a quienes quiero. Todo ello te puede llevar muy fácilmente a terrenos realmente oscuros. La vida es muy corta como para pasársela enfadado.

Durante la grabación de este disco, Macón se me acercó y me enseñó un video en el que unos desgraciados subían a un balcón, cogían una bandera con los colores del arco iris y la rompían. Gente debajo les jaleaba y apoyaba. “Esto es 2021”, me dijo el bueno de Maca con los ojos como platos. Terminando la grabación de nuestro enésimo disco, un hecho (el asesinato de un joven en A Coruña simplemente por su condición sexual) nos devolvieron al tema que habíamos querido reflejar en una canción ambiciosa que habíamos compuesto intentando reflejar como, desde su nacimiento, el ser humano es golpeado por innumerables impulsos que le llevan a odiar, en lugar de amar. Odiar no está en la naturaleza de ningún animal, ni tan siquiera del ser humano. La vida en este mundo de pantallas, cifras y falsas justificaciones de las matemáticas, de teorías aún más perversas que el darwinismo social desnaturaliza al ser humano y lo lleva a odiar a quien tiene a su lado. Jamás he visto a un

animal odiar y me he criado entre ellos.

Vivimos una vida en la que trabajamos más horas de las que jamás nos serán pagadas; en la que los horarios se han difuminado tanto que vemos normal que un comercio esté abierto en domingo, que haya gente sirviéndonos en bandeja el consumir a cualquier hora. Hemos tomado como normal el poder consumir cualquier cosa a golpe de click. Hemos perdido el control de nuestras vidas privadas.

Los niños no aprenden a tocar instrumentos porque la vida hoy en día no está hecha para recoger el fruto de cualquier cosa que tarde más de un click en generarse, en aprenderse, en crecer, en madurar… . El éxito ha de ser instantáneo porque la vida así ya lo es.

Los medicamentos contra la ansiedad y otras drogas están a la orden del día para evadirnos, para volarnos la cabeza y dejar de pensar cuando llegamos a casa, a nuestro hogar y dejar de pensar en el sitio en el que, paradójicamente, invertimos más esfuerzo y tiempo: el trabajo. Nos drogamos en nuestro tiempo de ocio para apagar esa cabeza gobernada por la ansiedad que cree que siempre se puede y se necesita más.

Odiamos a nuestro vecino, al musulmán que aparece en la tele, a la abuela carca que reza a Jesús, al puto hippie y al yuppie de su padre. Odiamos al político de turno que nos hace odiar a quienes son diferentes a la mayoría. Odiamos como respuesta al miedo que tenemos a descubrir que hay otras maneras de amar, de comer, de consumir, de actuar, de trabajar, de vivir. El odio se ha instrumentalizado para preservar una sociedad en la que eres lo que puedes pagar. Odiamos a quienes piensan que somos intolerantes.

Los recursos del planeta se agotan. Llevamos escuchando que debemos cuidar el planeta desde los años 70 y no lo hacemos. Hemos contaminado mucho más desde los 80 que desde la segunda guerra mundial a la aparición de Kurt Cobain. Comemos animales a los que jamás hemos visto más cerca de cuatro metros de distancia, criamos a muchos otros en fábricas de alimento y muerte para seguir sirviéndolo bajo sonrisas de payaso. Sonreímos y… nos parece que está rico.

Toda esta realidad deshumanizada ha sido esparcida por todos los continentes gracias a que ello favorece el único motor que mueve el mundo. El mercado, la palabra del único Dios verdadero: el dinero. Una realidad que de cruel que es no puede sostenerse por sí sola. Y aquí es donde entra a jugar El Odio. Mientras el ser humano tiene nublada la vista con la cortina del odio es incapaz de cuestionarse su miserable existencia. Por ello se ha llevado a cabo, en las últimas décadas, una legitimación de mensajes xenófobos, racistas, machistas, crueles y criminales. Esta legitimación lo único que nos lleva esa a la violencia en la vida diaria, en las calles. A que se asesine a un niño por el hecho de que le gusten los hombres. Esto no es nuevo ya que, como Robert Wiene advirtió en 1920, este tipo de mensajes estaban legitimándose en Europa hace cien años. En Europa y en todo el mundo. En toda sociedad, bajo cualquier religión o creencia, en cualquier tipo de sistema, la legitimación del odio ha sido instrumentalizado para que quien sustenta el poder, persista en él. Jamás pensamos que Wiene nos podría influenciar tanto.

Legitimamos el odio no saliendo a echar de las plazas a aquellos que llaman “sidosos” a los habitantes de los barrios con alto porcentaje de población LGTBI. Lo legitimamos no muriéndonos de risa cuando un loco dice que va a construir un muro que una el Pacífico y el Atlántico para mejorar fronteras políticas. Lo legitimamos cuando no nos preguntamos cómo se gestionó la crisis del coronavirus en esas residencias donde dejamos morir a quienes construyeron con su trabajo diario este estado del bienestar que estamos dejando que nos roben. Legitimamos el odio cuando no censuramos discursos que no admiten la igualdad entre seres humanos Legitimamos el odio cuando permitimos que siga habiendo estratos de la sociedad que nos quieren llevar a vivir como en Los Santos Inocentes de Miguel Delibes… y ellos siempre van a ser “El Señorito Iván”. Porque nos quieren devolver a la Alta Edad Media.

Cuando no saltamos frente a discursos que hoy en día están en todos los medios de comunicación y que atentan frontalmente contra los derechos humanos, legitimamos el odio.

Vivimos una vida violenta, en la que el ser humano está atomizado. Miramos el móvil buscando likes en redes sociales en lugar de levantar la mirada y disfrutar de un paisaje que pasa ante nuestros ojos. Nos han convertido en números. Al ser humano. Al animal más social por naturaleza. Trabaja, consume, muere. Vivimos una situación de fragilidad total en la que el caldo de cultivo a odiar al diferente o a cualquier cosa que nos digan es muy fácil de generar.

Hay una cosa realmente obvia mejor que el odio. Desde la grabación de Das Cabinet des Dr Caligari he descubierto que, ahora, avanzo mucho más amando que odiando. Lento, pero avanzo. Avanzo más estando feliz que estando enfadado con el mundo como estuve tantos años. Como os he comentado, hoy en día tengo 34 años. Muchos de mis mejores amigos están teniendo descendencia y, cuando veo y quiero a esos niños, siempre pienso “ojalá seas feliz en un mundo mejor del que yo creo que os va a tocar”. Si permitimos que la furia del odio, del racismo, de la intolerancia crezca, si la toleramos, aquello que más queremos, nuestros hijos, serán quienes sufran una vida de esclavismo, intolerancia y miedo. Porque como decía aquel cartel de la Guerra Civil Española, frente a la intolerancia: “si lo toleramos, nuestros hijos serán los siguientes”.