En su flamante cuarto álbum Greif, Zeal & Ardor siguen explorando los confines más allá del metal con un sonido no apto para los cerrados de mente. Hablamos con Manuel Gagneux, el capitán de la nave desde sus inicios.

Pese a su pequeño tamaño, no está mal el ratio de bandas de metal que han salido de Suiza. Gracias al talento de Krokus, pasando por el de Hellhamer y Celtic Frost con sus variables, el de Coroner o Samael, el país siempre ha tenido su lugar dentro de la escena europea. Pero si hay un personaje que ha destacado en la última década es Manuel Gagneux, el cerebro detrás de Zeal & Ardor.

Hijo de un biólogo suizo y una cantante de jazz americana, cuando a los 22 años Manuel se mudó a Nueva York en 2011, después de varios proyectos fallidos en su país natal, decidió llevar al extremo la misma mezcla que corre por sus venas. Fusionando black metal con el blues primitivo de los esclavos de los campos de algodón del sur de Estados Unidos, lo que empezó como un proyecto unipersonal se convirtió en una banda a raíz de la demanda para que presentara su impactante debut Devil Is Fine (MVKA, 2017) en directo.

Instalado de nuevo en Basilea y acompañado por el batería Marco Von Allmen, el guitarrista Tiziano Volante, los coristas Denis Wagner y Marc Obrist, y, desde 2019, por el bajista Lukas Kurman, Zeal & Ardor ha ido creciendo tanto en estudio como en vivo, erigiéndose como una de las propuestas más originales de los últimos años. En su última obra Greif (Redacted GmBH), la banda se atreve con la complejidad de Tool (‘Kilonova’), el groove de QOTSA (‘Sugarcoat’), la sensibilidad de Radiohead (‘Are You The Only One Now?’) sin perder ese toque enigmático que envuelve todo lo que hacen.

Hace unos días, charlábamos con Manuel desde el mismo sótano donde crea sus canciones. Bromeando, fingiendo que perdía la conexión cuando quería esquivar una pregunta, lo primero que hizo fue pedirme si podía encenderse un cigarro. Como si el humo fuera a llegarme a través de la pantalla de Zoom.

¿Fumas mucho?
MANUEL GAGNEUX «No demasiado. Lo que pasa es que en las entrevistas nunca sé que hacer con las manos, y como soy una persona nerviosa, fumar me ayuda a relajarme».

¿A qué edad empezaste a fumar?
«A los 14. Pero no fue por presión social, para nada, yo ya era un tipo cool a esa edad (risas)«.

¿Tienes algún otro vicio?
«Me gusta mucho el café, aunque me hace sudar mucho. Soy un ser bastante asqueroso, sudo mucho, no sé por qué. En cada concierto pierdo como tres kilos».

Me sorprende porque desprendes una energía relajada, pero parece que lo guardas todo dentro.
«Así es. Soy un introvertido que va de extrovertido (risas)«.

¿Te ha supuesto eso un problema a la hora de salir a un escenario?
«Al principio de Zeal & Ardor no quería tocar en directo, pero me invitaron a tocar en el Roadburn y ahí fue cuando pasó de ser un proyecto en solitario a una banda. Pero después de 400 conciertos he aprendido a disfrutarlo. Lo bonito es que cuando interpretas una pieza musical en directo se crea un consenso emocional que no ocurre con ninguna otra disciplina artística. Es mágico».

Hablando ya de Grief ¿tenías una visión del disco que querías hacer o más bien te dejaste llevar?
«El disco anterior fue bastante cañero y podríamos haber hecho otro parecido, pero sentía que si hacíamos eso nos íbamos a encasillar para siempre. Tocar ese disco en directo durante dos años estuvo bien, pero creo que somos mucho más que eso, somos más raros. Somos seis personas y cada una aporta algo. Queríamos presentar una versión honesta de lo que sentimos. Los otros discos fueron vistos como una declaración de principios o algo así, pero este es simplemente un reflejo de quien soy a día de hoy. Desde luego, no es un disco conceptual».

De este disco has dicho que incluiste más al resto de la banda. ¿A la hora de componer te dejas influenciar por ellos?
«Incluso aunque no quisiera, acabaría ocurriendo (risas). En el EP Wake Of A Nation había un tema que se llamaba ‘Trust No One’ que era más doomy, y lo hice porque sabía que a Marc (Obrist), uno de los coristas, le encanta esa mierda (risas). Tiendo a hacer cosas así, son pequeños regalos para mis amigos (risas)». 

¿Esta voluntad de dejarles participar más responde a una demanda suya? Al final este es tu proyecto, no sé si te ha costado renunciar a tu cuota de poder.
«Nunca hemos tenido problemas en ese sentido. Estamos en el proceso de democratizar la banda. Todo el mundo tiene su voz. El consenso es que yo lo compongo todo porque, al menos hasta ahora, ha funcionado. Si todos compusiéramos y tuviéramos un gran éxito, nos odiaríamos por no haberlo hecho antes. Y si fuera un fracaso, nos odiaríamos por haber cambiado el método».

Quizá podrías probarlo en una o dos canciones.
«Lo siento he perdido la conexión, no sé lo que estás diciendo (risas)«.

Vale, vale (risas). ¿Prefieres componer cuando estás de buen humor o cuando estás cabreado? 
«Soy muy poco dramático a la hora de componer. Me levanto, a las 9, bajo al sótano y estoy ahí componiendo hasta la medianoche. Quizá un 5% de lo que escribo es bueno. Para mí es una cuestión de volumen. No me apego a lo que hago. Cuando algo no funciona, lo dejo e intento escribir una versión mejor de esa idea. Es un proceso que requiere tiempo porque el 95% de lo que compongo no sirve, pero acabo llegando a buen puerto (risas). Igual alguien podría hacer este disco en una tarde, pero a mí me lleva algo más (risas)«.

Algunos compositores viven el proceso casi una tortura, tú pareces vivirlo con mucha normalidad.
«Es que me encanta. Es una de las cosas que más me gusta. Si tuviera que escribir una canción por obligación, me saldría una mierda, pero lo hago porque quiero. Es importante sentirte fascinado por lo que estás creando».

Teniendo en cuenta que desechas un 95%, supongo que eres bueno reconociendo qué temas pueden funcionar y cuáles no.
«Antes pensaba que lo era, pero por ejemplo a la hora de elegir un single, nunca acierto. En el disco anterior teníamos el tema ‘Götterdämmerung’ que para mí es uno de los temas más tontos y simples que hemos hecho a nivel musical, y todo el mundo pensaba que tenía que ser el single, y en cambio yo pensaba que era una pérdida de tiempo. Pues resulta que es nuestro tema con más escuchas en las plataformas con diferencia y que mejor funciona en vivo, así que no tengo ni idea, la verdad (risas)«.

«Somos como un Frankenstein, distintas partes que solo funcionan si están juntas. Por separado, solo somos una panda de tíos raros» MANUEL GAGNEUX

En el nuevo disco tocáis muchos palos, pero hay un tema, ‘Hide In Shade’ que casi parece escrito sobre la idea de cómo la gente imagina que suena Zeal & Ardor.
«Sí, es como una versión de Zeal & Ardor hecha por Zeal & Ardor (risas). Como el resto del disco es tan distinto, pensé que era una buena idea hacer algo para los fans del primer disco que esperaban que volviéramos a hacer algo así algún día. Al final también estamos al servicio de la gente, no hay que ser tan romántico. La gente paga para vernos en directo, paga por escucharnos, así que merecen algo que les resulte familiar».

Por el contrario, ‘To My Ilk’ que es muy distinta fue lanzada como primer single.
«Hubo un par de miembros que no estaban del todo seguros de sacarla la primera, pero mi intención era volver con nuestro tema más suave y que el siguiente fuera ‘Clawing Out’ que es de las más cañeras. Y en medio de esos dos extremos está todo lo que encontramos en el disco».

También sorprenden ‘Sugarcoat’ o ‘Disease’ que suenan mucho a Queens Of The Stone Age.
«Lo siento, de nuevo se ha perdido la conexión (risas)«.

Qué casualidad… ¿Has conocido a Josh Homme?
«No. Es un tío que me intimida. Es muy alto y que se pone rojo. Parece alguien que colecciona pistolas. Tengo miedo de que escuche esas canciones. Igual le gustan o igual le parecen una mierda».

¿Participarías en una Desert Sessions si te invitara?
«¡Por supuesto! Aunque igual me acabaría matando por copiarle. Sería un buen titular».

¿Cómo fue la translación de los temas desde tu sótano al estudio?
«La grabación no fue demasiado distinta a otras veces. Fue muy natural. Para mí este disco es más bien como un ramo de flores o una cena a base tapas. Igual un día te apetece escuchar un tema y un día otro. Naturalmente puedes escucharlo todo entero, pero es muy ecléctico. Creo que el disco refleja el gusto de la banda entera».

¿El título Greif salió de esa idea? ¿Partes de animales distintos que forman un conjunto?
«Fue exactamente eso. Es una amalgama. Yo escribo las canciones, pero no sonarían igual de bien sin el resto tocando. Somos como un Frankenstein, distintas partes que solo funcionan si están juntas. Por separado, solo somos una panda de tíos raros (risas)«.

Todo el mundo destacó lo original que era vuestro primer disco Devil Is Fine, y lo era, pero si te hubieras limitado a eso, a estas alturas la fórmula ya estaría agotada. ¿Sentías que te habías metido en una trampa?
«Tuvimos que decidir si queríamos ser una banda solo al servicio de los fans o no querer morirnos de aburrimiento durante el resto de nuestras vidas. Puede que el nuevo disco sea un fracaso comercial, pero al menos lo será en nuestros propios términos. Podría escribir Devil Is Fine para siempre, pero sería más de lo mismo».

¿Consideras a Zeal & Ardor una banda de metal o este disco busca precisamente abriros a otro tipo de público?
«No fue algo premeditado. El caso es que escribí la banda sonora de una película en la que sale una banda de black metal ficticia, e hice todas las canciones para esa banda. Así que no tenía ningunas ganas de seguir componiendo en ese estilo».

¿Cómo se llama la película?
«No estoy autorizado a decirlo, lo siento».

¿Sigues escuchando metal como fan?
«Sí. Me encantan Rammstein, Volbeat… Estoy de broma (risas). No escucho tanto metal como antes, sobre todo escucho a las bandas con las que giramos como Heriot o Heilung. Siempre me da un poco de miedo tocar con bandas así porque son buenísimas, y nunca sé si estaremos a la altura. Pero me encanta sentirme así. Es una motivación. Lo que no me gusta de mucho del metal actual es que parece un deporte».

Al igual que en la sociedad, en la música también está desapareciendo la clase media. Parece que o te conviertes en una banda grande o estás condenado a ser una banda pequeña para siempre. Vosotros estáis en ese punto medio tan complicado. ¿Cómo lo llevas?
«Nosotros hemos rozado con la punta de los dedos el ser una banda que pueda dar el salto, pero no lo hemos dado. Pero para mí estar hablando contigo porque hice un disco de black gospel satánico ya es mucho. Sería muy egoísta pensar que merecemos tocar en un estadio (risas)«.

Ya, pero no digo tocar en un estadio, sino simplemente sobrevivir. 
«Al final esto es como el instituto, sea trata de si eres popular o no. Ese es el negocio de la música. Además, nunca vas a ser la ‘reina del baile’ eternamente. Nosotros ni siquiera hemos llegado a eso, como mucho ‘princesa del baile’ (risas), sabemos lo que es. Claro que nos gustaría ser enormes, pero somos realistas. Esta banda surgió cuando tenía 27 años, ya llevaba bastante tiempo fracasando en la música, así que me siento un privilegiado estando en esta situación. Si esto es todo lo lejos que llegamos, por mí está bien».

JORDI MEYA