Desde que creó las primeras canciones de Zeal & Ardor en su estudio casero hasta que salió de gira con Prophets Of Rage o Marilyn Manson, la vida de Manuel Gagneux ha sufrido un cambió radical en los últimos dos años. Y ahora que la ha probado, el músico suizo-americano no está dispuesto a dejarla escapar.

La música de Zeal & Ardor se concibió bajo dos premisas a partir de una visión alternativa de la historia: el cristianismo fue impuesto a los esclavos americanos de la misma manera que fue impuesto en Noruega, y el black mental en los 90 creció como una forma de rebelarse contra el monoteísmo. ¿Qué hubiera pasado si los esclavos afroamericanos se hubieran rebelado de la misma manera? ¿Cómo sonarían las canciones espirituales satánicas?

El primer indicio lo tuvimos en Devil Is Fine, su álbum de debut lanzado a nivel internacional en febrero de 2017 y que encandiló a público y crítica con su góspel metal. El segundo, lo tenemos en el recién publicado Stranger Fruit (MVKA), en el que desarrollan con más plenitud esas ideas.

Pero por muy oscura e inquietante que sea la imagen que Zeal & Ardor intentan proyectar a través de su música y su puesta en escena, el hombre detrás de este proyecto resulta ser todo lo contrario. Cuando nos encontramos con Manuel Gagneux en la planta 14 de un hotel al lado del Fòrum de Barcelona unas horas antes de actuar en el Primavera Sound, el tipo es todo sonrisas y amabilidad.

Por ahí también rondan sus mánagers y los músicos que, a raíz de la demanda generada por su primer álbum, lo acompañan en directo, los coristas Denix Wagner y Marc Obrist, el guitarrista Tiziano Volante, la bajista Mia Rafaela y el batería Marco Von Allmen. Pero más que la sensación de ser una banda dirigida por un gran líder, parecen simplemente una panda de amigos.

El contraste con la seriedad que transmiten encima del escenario es total, pero refleja la felicidad que sienten por haber conseguido que una música tan personal y original les haya permitido convertirse en profesionales. Muestra de ello es la extensa gira que los traerá el 18 de diciembre a la sala Copérnico de Madrid y el 19 de diciembre a La [2] de Apolo de Barcelona. El diablo sigue estando muy bien…

¿Cómo ha cambiado tu vida desde que publicaste Devil Is Fine?
MANUEL GAGNEUXBufff… Tío, ha sido una locura (risas). Podemos tocar en festivales, viajar… la música se ha convertido en mi vida, que era lo que había soñado desde que era un adolescente. Es genial (risas)”.

¿Sigues viviendo en Suiza?
“Sí, toda la banda y yo vivimos en Basilea”.

¿Sientes que encajas más ahí que cuando vivías en Nueva York?
“La verdad es que no sé dónde encajo. No puedo compararlo. No creo que encajara en Nueva York, ni tampoco lo hago en Suiza, aunque por distintos motivos. Me siento felizmente incómodo allá donde esté (risas)”.

Zeal & Ardor era uno de los muchos proyectos que tenías en marcha. ¿Tenías la corazonada de que precisamente sería éste el que te llevaría a otro nivel?
“No tenía ni idea. Para mí fue una sorpresa, pero me alegro de que haya sido Zeal & Ardor porque me gusta muchísimo la música que hago ahora. Lo que más sorprende es cuando la gente ve en mi música intenciones que nunca tuve, pero es real porque alguien lo ha percibido así. De todos modos, intento no prestar demasiada atención a lo que dicen sobre mí, me parece como masturbarse (risas)”.

Aunque el primer álbum me gustó mucho, quizá parecía más una introducción al concepto de la banda que un disco en sí. ¿Crees que con Stranger Fruit has podido ir un paso más allá?
“Quería hacer un disco que tuviese sentido de principio a fin, pero también quería tener canciones que pudieses disfrutar individualmente. Esta vez tuve tiempo para pensar lo que quería hacer. El primer álbum fue más una recopilación de los temas que tenía terminados en ese momento”.

El primer disco lo grabaste tú solo. ¿En éste has contado más con la banda?
“Marco, que toca la batería en directo, ha grabado el disco, pero el resto lo he hecho yo”.

¿Te gusta más trabajar solo?
“Simplemente es más fácil. Es una cuestión de tiempo y dinero. No tenemos mucha pasta, así que es mucho más sencillo grabarlo yo. Si viene Tiziano, el guitarrista, y le digo ‘toca esto’ y lo toca, pues para eso, ya lo grabo yo directamente (risas). Mi manera de componer es como jugar con piezas de Lego. Tengo un trozo de guitarra o de piano y voy intentando encajar con otras piezas, para ver con qué funciona mejor”.

¿Cuánto tiempo sueles tardar en terminar una canción?
“Demasiado (risas). Si tengo café puedo tirarme una semana encerrado en el estudio (risas). Pero diría que la media son unos tres días por canción. Si le dedico más tiempo, creo que al final todo queda diluido. Al final tienes que saber reconocer cuándo algo no funciona y dejarlo estar”.

¿Tenías alguna canción sobrante de Devil Is Fine que hayas aprovechado?
“Algunas surgieron en el mismo periodo. Cuando nos pidieron salir de gira la primera vez, en ese momento sólo tenía 20 minutos de música, así que escribí mucho material. La mitad fue a Devil Is Fine y la otra quedó para este disco, aunque pude elaborarla más”.

Quizá por eso en este disco suena más a lo que podría ser el sonido Zeal & Ardor y no tanto un mejunje de estilos diferenciados.
“Si es así, me alegro. Me gustaría que mi mezcla fuera más como un risotto (risas). Tienes que ir dando vueltas y vueltas suavemente (risas). Pero creo que todavía no he descifrado el código, por decirlo de alguna manera (risas)”.

¿Cómo crees que te ha afectado el que haya pasado de ser un proyecto de estudio a una banda que toca en directo?
“Cuando tocas en directo ves una respuesta inmediata. Cuando estás en tu sótano o estudio, nadie te dice si lo que estás haciendo funciona o no. Poder ver con qué partes de las canciones reacciona la gente, me ha ayudado mucho. La verdad es que al principio no me gustaba demasiado tocar en directo, pero ahora, con la banda y todo, lo disfruto mucho. Hay una especie de energía agresiva en el escenario que me divierte mucho”.

¿Te consideras un buen frontman en vivo?
“No lo sé, nunca me he visto (risas). Ni siquiera me gusta verme en vídeo, porque quiero ser lo más natural posible”.

¿Quiénes consideras buenos frontmen?
“Mike Patton es muy bueno. Todo lo que hace, lo hace bien. El tío de The Dillinger Escape Plan es muy bueno también. Y Bruce Dickinson, claro. Es una leyenda. No sé cómo puede correr y cantar. Yo me ahogaría (risas)”.

¿Fue Iron Maiden tu primera banda de metal?
“Fue una de las primeras. Me compré Piece Of Mind cuando tenía 13 ó 14 años y me pareció lo mejor. Fue muy importante”.

¿Y cómo llegaste a la música de esclavos? No es algo que suene en la radio…
(Risas) No, no. Eso vino mucho después. Mis padres escuchaban mucha música antigua, pero mis amigos me empezaron a meter en música más experimental de Mr. Bungle o Frank Zappa. Descubrí la música de esclavos a través de las grabaciones de Alan Lomax. Su padre recibió el encargo del gobierno de documentar la música popular del momento”.

¿Es ‘música de esclavos’ el término adecuado o hay otra etiqueta?
“Puedes llamarlas ‘canciones de trabajo’, pero creo que no es exacto y, en cierta manera, blanquea lo que son. Porque eran esclavos, no eran trabajadores”.

«Soy consciente que no hacemos puro metal, pero hemos recibido una respuesta muy cálida en esa escena. Quizá es por el rollo diabólico»

Aunque tu música está siendo reconocida por medios de todo tipo y hoy tocarás en un festival como el Primavera Sound, este verano tocarás en un montón de festivales de metal. ¿Crees que es vuestro sitio natural?
“Creo que a los metalheads les gusta un poco de variedad también. Soy consciente que no hacemos puro metal, pero hemos recibido una respuesta muy cálida en esa escena. Quizá es por el rollo diabólico (risas)”.

¿Qué idea querías transmitir en este álbum?
“El disco trata sobre marcharte y no poder volver. Lo escribí en base a dos ideas. Una es qué pasaría si los esclavos fueran satánicos. Y la otra es una crítica a los Estados Unidos actuales. Eso está ahí, pero si simplemente quieres disfrutar haciendo headbanging, me parece bien”.

En cierta manera, tu música ha aparecido en un momento en que la cuestión racial vuelve a estar muy presente, y por otro lado, ahora somos conscientes de que la globalización también implica que haya esclavos modernos. ¿Creaste Zeal & Ardor con la intención de denunciar estos aspectos?
“Desde luego. Quería que mi música estuviera conectada al presente. Quería darle un contexto. Si haces música de esclavos en la actualidad más vale que tengas un propósito. Por desgracia, la esclavitud moderna no creo que desaparezca. Tengo esperanza, pero no soy demasiado optimista”.

¿Cómo te defines a nivel político o ideológico?
“De izquierdas”.

¿Sientes alguna culpabilidad por haber logrado hacer tu sueño realidad dentro de un sistema que criticas?
“No me siento culpable, pero me doy cuenta de lo ridículo que es. Y también soy muy consciente de que todo este hype podría terminarse de aquí a un mes. O quizá la gente encuentra algo sobre mí que es terrible y deje de gustarles”.

¿Has hecho algo terrible?
“Sin comentarios (risas). Tengo la sensación de haber recibido una buena mano de cartas. Me siento orgulloso de la música que hago, pero no del éxito, porque eso no depende de mí”.

JORDI MEYA