Si pensar en una despedida siempre es duro en esta vida, aún lo es más saber que tu trayectoria nunca tuvo el reconocimiento merecido. Pese a que no se nota ningún tipo de rencor en el mensaje de Azken Batean, más bien todo lo contrario, mi opinión sobre la carrera de Eraso! a lo largo de estos casi 30 años no puede ser otra.
Y es que, salvo algún momento puntual de los primeros dosmiles en los que su nombre se coló en alguna gira importante y traspasó la complicada frontera del idioma, la banda no ha pasado de ser un secreto valorado por unos pocos. Algo que, creo, aún se hizo más patente en su segunda etapa después de siete años de hiato.
Compuesto con la idea de ser la consecuencia de una despedida y no al revés, y bajo un título (Al fin y al cabo) que ya deja intuir una reflexión en torno a ella, el séptimo y último álbum de los zarautztarras tampoco ha sido impermeable a esta montaña rusa de emociones en lo musical. Lo cierto es que salvo el aroma stoner y ramalazo final de ‘Iraun duen bitartean’, ‘Adorea vs Zalantzak’ con un toque metalero más familiar, o ‘Ansiolitiko salda’, donde también aparece la voz de Haritz Lete (Cobra) para ofrecer un puntito extra de garra, el tono general del disco es mucho más emotivo de lo que siempre nos han tenido acostumbrados.
La razón responde al deseo de contextualizar todos los recuerdos de la banda en doce temas creando una sensación conceptual, donde cada fraseo ejemplifica el camino recorrido hasta llegar aquí, los buenos y malos momentos en forma de pasos y tropiezos, y la reflexión de ese salto al vacío que, viendo el resultado, no ha podido resultar más terapéutico. Esta es la sensación que transmite la banda al desnudarse en ‘Oroitzapenak’, un conmovedor resumen de toda su carrera que es aconsejable acompañar con las imágenes del videoclip, ‘Ilun hotz heze’ o ‘Gure inperioa’. En realidad no es una faceta que no hayan palpado ya con la punta de los dedos, ahí está la vuelta de tuerca que supuso Grisez bustitako egunak en su día, más intimista, e incluso algunos temas de su última etapa con un mood similar. La diferencia está en el jugo que les ha sacado el hecho de tomar una decisión así.
La segunda cara del trabajo, algo más discreta, camina por esa fina línea que separa al rock del metal alternativo y en la que se han sentido cómodos en su última etapa, sobre todo. Si acaso el aire post-punk en las guitarras de ‘Biktimak’ y el nostálgico final de ‘Hustutako arimak’, a modo de síntesis, destacan frente al resto.
Decir adiós con un disco así y un auto-epitafio como «¡La clave era el camino!» está al alcance de pocos, al menos de quien se va con la mente tranquila y ha disfrutado del trayecto. Que no es poco.
JORGE AZCONA