Fetch The Bolt Cutters, el primer trabajo de Fiona Apple en 8 años, más que un disco es un estado de ánimo. Como pasa con las películas de Michel Gondry, lo que se cuenta pasa a un segundo plano respecto al cómo se cuenta. O más bien, las decisiones formales acaban definiendo y siendo parte esencial e indisoluble de la propia narración. El medio es el mensaje.
En cierta manera, la propia carrera de Apple obedece a ese patrón. Pese a tener un hit, ‘Criminal’, con su primer disco Tidal (1996) con el que ganó un Grammy y dos MTV Music Awards, la neoyorquina se resistió desde el primer momento a jugar según las reglas de la industria. Desde cancelar una gira mundial para poder poder estar con su perro moribundo a negarse que su discográfica retrasara la salida de este nuevo álbum hasta octubre para favorecer sus ventas una vez pasara la crisis del coronavirus, Apple ha dejado claro una y otra vez quién mandaba.
Fetch The Bolt Clutters vendría ser la culminación de su visión artística. Grabado en su casa de Venice Beach con una pequeña banda de acompañamiento, su quinto álbum es lo más cerca que estaremos del interior de su fascinante cerebro. La propia casa se convierte en un instrumento más al lado de su piano, pudiendo escuchar sonidos de percusión construidos a partir de golpes en la pared, el suelo o lo que podría ser un cajón lleno de cubiertos. Incluso se oye el ladrido de sus perros. A menudo, como en la juguetona ‘For Her’, te sientes como si estuvieras en el interior de una fiesta montada por los fantasmas de quienes una vez habitaron allí.
Este enfoque más experimental y rítmico, lejos de ser gratuito, es lo que le da carácter a unas canciones en las que Apple reivindica su libertad no sólo como mujer creativa, sino como mujer a secas. Y todo ello volviendo a demostrar su talento como gran creadora de melodías (‘Shameika’, ‘Relay’, ‘Heavy Ballon’) y una intérprete fuera de serie. Un triunfo.
MARC LÓPEZ
