Devastar bandas es un deporte que hace ya tiempo que no practico en RockZone. Igualmente, Jordi Meya insistió en que me encargara de reseñar Dark Superstition, la nueva bagatela de Gatecreeper, y aunque en un primer momento me mostré reacio a ello, cuando nuestro capo te pone esos ojitos nadie puede resistírsele.
A algún bolsillo que desconozco le tiene que interesar mucho que los de Arizona lo peten, porque tras escuchar en 2019 el insulso Deserted, no entiendo de ninguna de las maneras todo lo que ha venido después con ellos. Bueno, el encumbramiento infundado de la Decibel quizá sí, porque la que fue nuestra Biblia hace ya años que perdió tanto el gusto como el norte.
Para su tercer álbum, fichaje con Nuclear Blast. Ya vamos mal. La mayor gigafactoría de cagarrutas del planeta a pleno rendimiento para arruinar la credibilidad de cualquier formación que aspire a la seriedad. Y por supuesto, nuestros Gatecreeper han puesto toda la carne en el asador para cumplir con el sello, entregando un pastel ridículo de carcajadas aseguradas.
Soportando este álbum me han venido a la cabeza ese sinfín de versiones estadounidenses de películas europeas. Ya saben, Vanilla Sky para nuestra Abre Los Ojos, también Intocable, o CODA para La Familia Bélier… Siendo La Cena De Los Idiotas la que mejor ejemplifique el disparate que Gatecreeper nos presentan aquí.
Parece que los yanquis tengan que arrastrarlo todo a su terreno y lenguaje para que cuatro palurdos les aplaudan, y eso es exactamente lo que ocurre en Dark Superstition. De verdad, lo único que ha hecho la banda de Chase H. Mason es fusilar descaradamente todo lo que nos dieron las escuelas de Göteborg y Estocolmo en los 90. Sin miramientos, sin aportar ni una sola idea propia, e incluso pudiendo identificar cada uno de estos diez temas con un grupo death en concreto. Una falsificación de todo lo bueno que exportó Suecia, pero para acabar de fastidiarla, olvidándose de Vomitory.
Por ejemplo, ‘Dead Star’ es Dark Tranquillity total, incluso en el sonido que le han dado Kurt Ballou y Alan Douches. ‘A Chilling Aura’, In Flames a tope, y para ‘Oblivion’, Dismember. Imaginen el dispendio y la tremenda operación comercial con la que tratamos que incluso le pagaron a Fred Estby para que les ayudara en la preproducción allí, en los States.
El revival del pedal Boss HM-2 hace ya más de un lustro que aburre a las piedras, pero ahí los tenéis a Gatecreeper, recuperándolo para ese país que un día se despierta proclamándose adalid del mundo libre y a media tarde, tras el carajillo, ya se está meando en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Esta peña es así, capaz de justificar un bodrio como ‘The Black Curtain’ con un acercamiento al post punk o la visión más rockera de Paradise Lost.
Ésta es su obra más melódica, y aunque en un principio eso no debería ser malo de por sí, cuando chocas con ‘Caught In The Treads’, un calco de Amon Amarth, empiezas a mirar el reloj porque estos 37 minutos pueden asemejarse a medio siglo. ‘Superstitious Vision’, otra medianía indigna de una banda a la que tristemente han catalogado de ‘stadium death metal’.
Como Tomb Mold o Baest, grupo hinchado artificialmente porque alguna portada hay que sacar cada mes. Death inofensivo, buenista y hippie, con Mickey Mouse al micro. Todo radiable menos la última, que es la más larga. Si es que está tan medido que da asco.
¿En qué se puede estar pensando cuando incluyes un tordo como ‘Flesh Habit’ en tu disco? ‘Masterpiece Of Chaos’ y poco más. Indagaré en su Instagram en busca de su fotito con gatos… Y no os atreváis a mencionar a Entombed, eso sí que no os lo permito. Nada que rascar aquí si llevas más de cinco minutos en el metal extremo.
PAU NAVARRA