De la generación del Spectrum 128K. Donde Willow fue nuestro Juego de Tronos particular. El Quake de los ciber, el actual Fortnite. Dice un artista reputado que somos de la época del Madrid con Teka.
Fuimos a un festival con sólo ver una foto en su web. Era de un árbol, y todos dijimos ‘qué bien que vamos a dormir en la sombra’. Pero no fue así. Ahora tienes campings a la carta, con aire acondicionado y agua caliente. Con colchones blandos de metro noventa.
Recuerdo el instante en que vi a Chino Moreno bajar del autobús. Estaba a tres metros de distancia y a penas se percató de mi ´¡Eyy!. Tú puedes hacer un Meet & Greet por un puñado de dólares. Incluso recoger su firma y entablar una conversación de ascensor en toda regla.
Somos de unos tiempos donde un álbum se escuchaba de principio a fin. Tus dos mil pesetas invertidas necesitaban ser amortizadas. Los colegas eran tus recomendaciones semanales de Spotify. Quitar el plástico a un CD, uno de los mejores momentos. Jennifer López sonaba en la discoteca.
En la actualidad, aunque los millenials sean el centro de atención de las campañas de marketing. Aunque las medidas políticas nos excluyan porque dan por hecho que nosotros ya tenemos una idea formada. Aunque no escuchemos trap, pero sí a CPV o 7 Notas. Aunque admitamos que Rosalía está bien, pero somos más del primero de La Mala. Pese a todo ello, tenemos una ventaja. Y es que los grandes festivales sólo piensan en traernos los grupos de nuestra adolescencia para gastarnos allí el dinero que seguimos sin tener.