Por mucho que a estas alturas de la película ya hayamos visto de todo, todavía me sorprende cuando de la noche a la mañana una banda se convierte en un fenómeno de público. Ni que sea a pequeña escala y en un circuito local. En Madrid tenemos el penúltimo caso con Gilipojazz.
A pesar de que Ángel (bajo), Iker (guitarra) y Pablo (batería) se conocieron hace años en una actuación de micrófono abierto, no fue hasta hace 11 meses que publicaron su primer single. Desde entonces sus conciertos en la capital se han saldado con llenazos en salas de renombre como Siroco o Galileo Galilei. Y todo ello por el simple boca-oreja (o a base de ir creciendo en cuanto a presencia en las redes, que eso se lleva más en estos tiempos), sin ni siquiera tener un disco bajo el brazo.
Esa ópera prima llega ahora con el respaldo de toda una multi como Universal a través de Metales Preciosos. Teniendo en cuenta toda esta expectación, cabe preguntarse si ¿Dónde Está El Jazz? es lo suficientemente sólido por sí mismo para sobrevivir al hype.
En primer lugar, hay que aclarar que la propuesta de Gilipojazz, además de lo musical, tiene un componente humorístico que es complicado desasociar. Quienes hayan comprobado en sus carnes como se las gastan en directo o haya chequeado alguno de sus videoclips, sabrán de sobra que, aunque sea en un tono un poco tontorrón, a estos tres individuos les va la guasa.
Esto suponía toda una incógnita a la hora de enfrentarse al disco. ¿Cómo serían capaces de trasladar todas esas bromas y coñas sin un apoyo visual? Pues aunque lógicamente no es lo mismo, el trío se las ha ingeniado para hacer que un álbum lleno de virguerías instrumentales sea cualquier cosa menos un peñazo que solo puedan llegar a disfrutar los pajilleros adictos a Guitarra Total o publicaciones del palo.
Partiendo de una base funky (la influencia de Primus y los Red Hot Chili Peppers más cañeros es muy evidente), en cortes como ‘Iker Me Debe Café’ o el hitazo ‘TITOTITOTO’ demuestran que saben cómo armar canciones repletas de filigranas y acrobacias imposibles conservando melodías que puedas llegar a recordar y hasta tararear. En esto tienen mucho que ver las breves intervenciones habladas que encontramos en prácticamente todos los temas, ayudando a hacer la escucha más distendida.
También hay detallitos como el arranque rockabilly de ‘Erzuín’, una pieza bien construida que consiguen que no se les vaya de las manos en sus casi 7 minutos de duración, o las percusiones latinas que incorporan en ‘9’5 Es Casi Un 10′. Incluso en ‘Aguante Y Paciencia’ por momentos recuerdan a una versión acelerada de Juan Luis Guerra. Eso sí, tal y cómo ya dejan intuir en el título, del jazz ni rastro.
Aún con todo, el debut de Gilipojazz dista de ser perfecto. Y es que a pesar de que siguen dejando caer buenos ejercicios en la segunda mitad del álbum como ‘Metalpatitos’ o ‘Sonic’, cuesta seguirles el ritmo sin que llegues a desconectar en algún momento. En otras palabras, seguramente llegues a disfrutar más viéndoles sobre un escenario que escuchándoles en tu casa. Así que si pasan cerca de tu ciudad, ni te lo pienses.
GONZALO PUEBLA