Pese a su cara de críos, que el título del álbum sea homónimo, cuando es el cuarto de su discografía, y de haber estado en el semi anonimato, Grade 2 llevan ya una década como banda. Pero si en algún momento las cosas pueden ponérseles de cara es ahora.
Fichados ya con su anterior álbum, Graveyard Island, por Tim Armstrong para Hellcat Records y estando bajo su protección, una primera lectura podría dar a entender que estamos ante unos Rancid de nueva generación. Desde luego hay algo de eso. Los fraseos vocales y las líneas de bajo de Sid Ryan resultan del todo familiares, y los riffs y melodías de guitarras beben del mismo lugar que la banda americana, pero sería muy injusto calificar a Grade 2 como una mera copia de Rancid.
Para empezar Grade 2 son ingleses, y, como buenos ingleses, de las Isla de Wight nada menos, beben de toda la tradición del punk inglés, con las suficientes dosis de new wave y pub rock, e incluso algunas gotas de post punk, para crear himnos donde la reivindicación de la clase social lo es todo.
El trío tiene punch y garra para plasmar grandes canciones con un fuerte contenido melódico como pueden ser ‘Face Pace’ o ‘Under The Streetlight’, o irse al otro extremo donde casi juegan en la liga de unos Exploited como ocurre en ‘Gaslight’, o juguetear con el power pop en la fantástica ‘Brassic’, por lo que su versatilidad está más que contrastada pero es ahí, donde se halla el punto flaco del álbum. Uno acaba teniendo la impresión de que está demasiado pensado para buscar el equilibrio y que la banda no acaba de soltarse buscando esa identidad que los está llevando a ser la banda de street punk de sus inicios a otra mucho más versátil.
Indudablemente gracia para hacer canciones la tienen, y, por lo que cuentan, un directo efectivo también, así que nadie se sorprenda si su nombre se empieza a ver por todos los sitios o si acaban dando forma a su potencial grabando un discazo en un futuro cercano.
RICHARD ROYUELA
