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HAYLEY WILLIAMS – ‘Petals For Armor’

La vocalista de Paramore debuta con un disco arriesgado y valiente.

Cuando en 2003 Atlantic Records le ofreció a una joven Hayley Williams de 15 años su primer contrato discográfico, con el objetivo de que compitiera con solistas como Avril Lavigne o Kelly Clarkson, ella insistió en que quería darse a conocer al público bajo el paraguas de una banda. Como ha contado recientemente sentía auténtico pavor por ser juzgada; un miedo que la ha acompañado a lo largo de toda su carrera pese al fenomenal éxito de Paramore.

Eso explicaría por qué han tenido que pasar 17 años para que la cantante finalmente se haya atrevido a firmar un álbum con su propio nombre. Y no deja de ser curioso que haya recurrido a su compañero en Paramore, Taylor York, que ejerce aquí de productor y co-compositor, para realizarlo. (En la grabación también ha participado su bajista en directo, Joey Howard). Pero pese a salir básicamente de las mismas mentes, el resultado es muy distinto a lo que podríamos esperar de un nuevo álbum del grupo.

Aunque en el homónimo de 2013 y After Laughter de 2017, el sonido de Paramore ya había coqueteado con el pop 80’s y algunas texturas electrónicas, Petals For Amor va mucho más lejos en sus ansias por experimentar. Su contenido nada tiene que ver con Lavigne o Clarkson, sino que parece inspirarse en artistas más inconformistas como Fiona Apple, Björk, St. Vincent, Muna o Thom Yorke.

Dividido en tres partes -las dos primeras ya habían aparecido como EP’s digitales en febrero y abril- Petals For Amor ofrece quince canciones fermentadas bajo las secuelas de su divorcio con Chad Gilbert de New Found Glory y una posterior depresión. Si a ratos parece confuso o inconexo es porque así es justo como se sentía su autora. Aún así, es una pena que no le haya pasado un poco la tijera, porque el efecto podría haber sido aún mayor.

Vocalmente, Williams suena más libre que nunca, al no tener que ceñirse a una melodía definida, encontrando nuevos matices como en ‘Cinnamon’ o ‘Creepin’, dos de los mejores temas. Jugueteando con singulares líneas de bajo, ligeros arpegios de guitarra, colchones de teclados, bases electrónicas y algunos elementos de R&B actual, la música llega a tus oídos casi flotando. Pero aunque su enfoque sea más experimental, canciones como ‘Dead Horse’, ‘Over Yet’ o ‘Pure Love’ demuestran que a Williams no se le ha olvidado cómo escribir un buen estribillo pop.

Un disco arriesgado y valiente, que, de hecho, cuanto más lo es, más atractivo resulta.

JORDI MEYA