Hagamos un ejercicio conjunto, pongámonos a imaginar imposibles. Qué se yo… Que los Reyes Magos no son los padres. Que el Real Madrid siempre gana. Que PSOE o ERC son partidos de izquierdas, o que Podemos tiene alguna remota idea de qué es la clase obrera. Y ahora, pasemos directamente a los disparates: que algún día Michael Kiske y Kai Hansen volverían a Helloween. Que la banda contaría con tres guitarras y, afortunadamente, una de ellas no recaería en Janick Gers. ¡Que la convivencia de éstos con Michael Weikath duraría más de media hora!
Estamos en 2021 y ahora ya sabemos que los milagros existen. Lo vimos en el Rock Fest, lo vimos en Madrid, y coño, tenemos este disco homónimo entre las manos. Y por si no nos cabía más emoción en el pecho, lo gritaré a los cuatro vientos: el álbum heavy más esperado del año es cojonudo. Brutalérrimo, imponente, gigantesco.
Os juro que le he dado mil vueltas a este trabajo, que le he buscado los tres pies al gato, que podría haberlo escuchado sereno o harto de anfetas, pero el convencimiento de que estamos ante algo realmente tocho ha ido ganando posiciones a cada nueva audición. Porque de inicio el disco te deja frío, porque en el fondo siempre serás un chaval y esperabas sólo material de sus ochentas, y aquí hay mucho también de lo más destacable de sus noventas. Es incluso posible que tu maltrecha materia gris, enferma de nihilismo puretil, te impida procesar tanta grandeza de primeras. Que se rebele ante esa posibilidad.
Pero a medida que esos solos doblados toman posiciones, y sus legendarias cabalgadas épico-melódicas te adelantan a derecha e izquierda, debes caer ante la evidencia: que incluso forzando la máquina, que incluso considerando a ‘Mass Pollution’, ‘Cyanide’ o ‘Indestructible’ los temas menores de Helloween, seguramente sean el mejor maldito power que hemos escuchado desde que eclosionara Avantasia, desde que surgieran HammerFall, Rhapsody o Primal Fear a finales del XX.
Uno podría observar doce cortes y pensar que hay mucho relleno, que han ido a por la rentabilidad económica, a por los streamings, pero nada de esto. Es que ni por asomo. A esta resurrección bíblica no le sobra ni le falta una sola nota.
‘Out For The Glory’ es una apertura portentosa, y junto al demencial colofón ‘Skyfall’, es bastante probable que sean las dos mejores canciones que han entregado desde Keeper Of The Seven Keys Part II. Me tiemblan las manos al dejar esto por escrito, odio dejarme llevar por el entusiasmo, pero en serio que así lo siento. Y entre otros muchos factores, ¿sabéis qué es lo que nos retrotrae inmediatamente a sus tiempos más gloriosos? Ese bajo de Markus Grosskopf, omnipresente en todo el recorrido, atronando absolutamente claro y genuino.
Nos hemos pasado décadas debatiendo si Andi Deris fue el recambio ideal del extraterrestre Kiske y este álbum nos ha demostrado que el foco nunca debió centrarse en esa cuestión, que hemos hecho el primo… que el problema en esta banda siempre fue la marcha de Kai Hansen, que lo que necesitaban para ir un peldaño más allá era su genio creativo.
‘Fear Of The Fallen’ va sobrada en todas sus fases. Los coros de ‘Best Time’ se te quedan a la primera y son una delicia. Pese a lo dicho, ‘Mass Pollution’ lo clava, y la atmósfera apocalíptica de la celestial ‘Angels’ le viene que ni pintada al disco. ¿Tras titubear un poco al principio ya dudabas de ‘Rise Without Chains’? Espera, espera, que su evolución posterior te pulverizará el cerebro como no lo hacían Helloween desde sólo Dios sabe cuánto.
Y luego llega ‘Robot King’, una golosina extremadamente suya, y ya no hablemos de ‘Down In The Dumps’… La distancia entre estos tipos y la morralla actual del estilo es tan formidable que pueden permitirse el lujo de enchufarte el estribillo de salida. Uno entre los varios que contiene el tema, vaya… Chuparos ésta, y aprended de los maestros.
Tan obcecados andarán algunos intentando encontrar la majestuosidad inalcanzable de otro Keeper que no perseverarán, y así, no serán capaces de desentrañar la fórmula magistral que el septeto nos ha desvelado para descifrar los secretos de la alquimia. Estamos ante 65 minutos de oro macizo, y la portada más tremebunda de Eliran Kantor, que ya es decir, en efecto presagiaba un álbum que recordaremos largamente.
Existe un ser superior ahí arriba que escucha power y vela por nosotros. Bacanal, chorreo. El Open Arms que nos rescatará de tantos meses de desgracias, incertidumbre, crisis y apatía. Rompamos con la lógica y celebrémoslo: este 18 de junio it’s Halloween.
PAU NAVARRA