¿Dónde está el límite para una banda que va siempre al límite? Yendo a contracorriente de prácticamente todas las normas que se supone que actualmente deba seguir un grupo para conseguir el éxito, Idles han logrado en apenas cinco años convertirse en el grupo de guitarras más codiciado de Reino Unido. Y con razón.
Sus tres discos dejaron huella tanto por la fuerza primaria de su música como por las descarnadas letras de Joe Talbot, un tipo que pese a su pinta de descerebrado es todo corazón. Pero como apuntaba Marc López en la crítica de su anterior trabajo, Ultra Mono, pese a la calidad del álbum, el factor sorpresa que nos había epatado en un primer momento ya no era el mismo. Es algo totalmente lógico (el flechazo inicial solo puede sentirse una vez), y de lo que la banda parece haberse dado cuenta.
Ahí es donde entra Crawler.
Aparecido apenas 14 meses después de Ultra Mono, se nota que en su cuarto trabajo los de Bristol han intentado explorar nuevos recursos. No estamos hablando de una reinvención ni nada parecido, pero sí de una mayor curiosidad por salirse del guión que habían escrito hasta ahora, sin renunciar a nada de lo que ha definido su personalidad hasta ahora.
No creo que fuera casualidad que el primer adelanto que lanzaran fuera ‘The Beachland Ballroom’, una especie de balada soul al ralentí que rompía con las expectativas de quien esperara otro puñetazo en la cara. Lo mismo ocurre con el tema que abre el disco ‘MTT 420 RR’, construido sobre una pulsación electrónica y una locución muy Nick Cave por parte de Talbot, en la al final que nos pregunta una y otra vez «si estamos preparados para la tormenta», mientras el batería Jon Beavis simula unos truenos con sus timbales. ¿Lo estamos?
Va a ser que sí porque acto seguido llega ‘The Wheel’, con una cadencia parecida al ‘Lust For Life’ de Iggy Pop, pero más inquietante, luego ‘When The Lights Come On’ -al parecer inspirada en una noche de fiesta en España- marcada por un bajo típicamente post punk, y de postre el primitivismo industrial de ‘Car Crash’.
Co-producido entre el guitarrista Mark Bowen y el DJ Kenny Beats (Vince Staples, Denzel Curry), Crawler es tan sofocante y estridente como sus discos anteriores, pero algo más introspectivo. A medida que va avanzando el disco, va quedando claro que la banda ha premiado más el post que el punk, sin que encontremos ningún cántico hooliganesco al estilo de ‘Danny Nedelko’.
Cortes como ‘Meds’ o ‘Stockholm Syndrome’ llegan teñidos de oscuridad, y ‘The New Sensation’ y ‘King Snake’ son invitaciones al baile, pero en un after donde los primeros rayos de sol se empiezan a colar por las rendijas. La garajera ‘Crawl!’ es quizá el único momento un poco celebratorio. Más que canciones, esto son cicatrices causadas por adicciones, traumas, la vida y la muerte.
Posiblemente el momento más especial del disco sea la atmosférica ‘Progress’ una especie de blues electrónico, al estilo de lo que ha hecho Mark Lanegan en los últimos tiempos. Que justo después nos ataquen con 30 segundos de desbarre hardcore en ‘Wizz’ muestra que quizá Idles podrían hacer aún más interesantes sus discos si jugaran más con este tipo de contrastes.
¿Dónde está el límite para una banda que va siempre al límite? Donde le dé la gana.
JORDI MEYA