La pandemia, el confinamiento, el COVID, llámenlo como quieran, va a ser la fuente de inspiración de cientos de obras desde este mismo momento, pero seguramente muy pocos discos tendrán tanta razón de ser como este nuevo álbum de Joey Cape.

A Cape la pandemia le pilló a contrapié: girando por Australia junto a Lagwagon, de donde les costo dios y ayuda salir, y afrontando una reciente separación sentimental además de la muerte de su padre. Un mal panorama para pasarlo encerrado en una habitación de hotel. Cuando se está cerca de tocar fondo cualquier salida es buena y la suya fue aceptar la invitación de su madre para irse a vivir con ella. Nadie piensa en volver a casa sus padres a los 54 años, pero Cape parece no tener en problemas en aceptar las cosas como vienen.

Pese a que el título del disco, A Good Year To Forget, deja claro que el músico evitar el pasar otro año así, tampoco estamos ante un álbum oscuro en su totalidad. Gran parte del encanto de estas canciones están en su letras, reflexivas, melancólicas, pero hasta cierto punto vitalistas, buscando un sentido al periodo más absurdo que han tenido que afrontar nuestra vidas. Un diario, una catarsis con la que de una manera u otra, y todavía más si has ido creciendo con su música, todos nos podemos sentir identificados.

De instrumentación sencilla, pianos y guitarras acústicas lo dominan todo, pero con la brillantez compositiva de la que siempre ha hecho gala -‘The Poetry On Our Mistakes’, ‘Check Your Ego On The Door’ o ‘We Might Be Wrong’ son ejemplo de ello- y ese timbre de voz tan característico y emocionante que tan familiar nos resulta, Joey Cape no solo ha grabado su mejor álbum en solitario, sino uno de los más destacados de su carrera. De un año para olvidar, ha sacado, al menos, un disco para recordar.

RICHARD ROYUELA