Nos han malacostumbrado de tal manera con su hiperactividad que si pasado el ecuador del año aún no tenemos el enésimo acetato de King Gizzard & The Lizard Wizard girando en nuestro plato todas las alarmas comienzan a dispararse. Parece una broma, pero desde finales del pasado octubre que no recibíamos noticias suyas y empezábamos a estar preocupados. Pero que no cunda el pánico. Nuestros lagartos preferidos están “de vuelta” con su vigesimosexto álbum de estudio.
De igual manera que hicieran en los volúmenes microtonales K.G. y L.W., o el metálico PetroDragonic Apocalypse; Or, Dawn Of Eternal Night: An Annihilation Of Planet Earth And The Beginning Of Merciless Damnation, en esta ocasión los australianos retoman un concepto explorado anteriormente para darle una nueva vuelta de tuerca. Porque si hubiera que asociar este Flight b741 dentro del cada vez más extenso árbol genealógico del Gizzverso, sin duda su pariente más cercano debería ser Fishing For Fishes de 2019.
Recordemos que en aquella aventura la comuna de Melbourne llevó a su terreno sonoridades menos experimentales de lo habitual, adentrándose por rutas de corte clásico como el blues rock o el boogie marcadamente setenteros. Un lustro después han querido revisitar esas mismas influencias dando como resultado la obra más coral de su colección. Y es que al igual que en muchas de las grandes bandas de la década 70 (véase desde The Eagles a Fleetwood Mac), aquí las tareas vocales están más repartidas que nunca.
Así ocurre que en ‘Mirage City’, el corte de bienvenida con el que nos reciben a base de country rock con final explosivo incorporado, apreciamos que no solo Stu McKenzie y Ambrose Kenny-Smith van a ser quienes lleven la voz cantante, sino que sus compañeros también se han animado a ponerse delante del micrófono. De hecho, en el vacilón single ‘Le Risque’ podemos escuchar el debut del batería Michael Cavanagh en esta faceta pasando la prueba con nota. Ese toma y daca constante a lo largo del disco, sumado a la omnipresencia de arreglos de piano, congas y la armónica de Ambrose en su registro más sureño, acaban impregnado unas cotas de frescura y diversión que se convierten en leitmotiv de la obra.
El ambiente se va caldeando poco a poco a medida que ‘Raw Feel’, ‘Hog Calling Conquest’ y el boogie ‘Field Of Vision’ en el que suenan como un cruce enre ZZ Top y los AC/DC de High Voltage (que se note de dónde vienen), van desfilando por el tracklist. Sin embargo, hay que señalar que la segunda mitad decae un poquito. ‘Sad Pilot’ o ‘Rats In The Sky’ apuntan maneras, pero no terminan de rematar. Por fortuna, la clausura por todo lo alto de ‘Daily Blues’ sí logra en cambio condensar en sus casi 8 minutos el ambiente festivo que sobrevuela el plástico.
Estoy seguro de que King Gizzard & The Lizard Wizard se lo han debido pasar bomba en el estudio dando forma a esta colección de temas. Desde luego se nota porque se trata de uno de sus trabajos más fácilmente disfrutables desde el primer instante, incluso para quienes no estén versados en su peculiar propuesta. ¿Lo situaría en la parte más alta de su discografía? Seguramente no llegue tanto, pero merece estar tranquilamente en la zona noble de la tabla. Ahora solo nos queda por ver cuantas nuevas referencias nos tienen preparadas antes de su residencia en Barcelona para mayo del año que viene.
GONZALO PUEBLA
