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KING GIZZARD & THE LIZARD WIZARD – ‘The Silver Cord’

Siguen siendo capaces de dejarte completamente descolocado.

A estas alturas del partido y tras más de una veintena de lanzamientos, parecería complicado sorprenderse por cualquier cosa que venga de King Gizzard & The Lizard Wizard. Nuestros lagartos australianos favoritos no solo han explorado una basta paleta de estilos en cada nueva aventura que nos han ido regalando a lo largo de los años, sino que también han sabido jugar sus cartas a la hora de presentarlos de la manera más original posible.

La realidad es que, aún corriendo el riesgo de acabar sobre saturándonos con tanto material en tan poco tiempo, los fans que les seguimos religiosamente todavía nos hayamos expectantes ante cada movimiento de los de Melbourne. El último de ellos, The Silver Cord, llega tan solo cuatro meses después del metalero PetroDragonic Apocalypse; Or, Dawn Of Eternal Night: An Annihilation Of Planet Earth And The Beginning Of Merciless Damnation. Y a pesar de que su contenido no podría ser más radicalmente opuesto, ambos esconden cierta relación entre sí.

Para situarnos, el grupo había avanzado que este proyecto sería el primero que perpetrarían con una ausencia total de guitarras, cediendo el protagonismo a los sintetizadores y bases electrónicas. Con semejante descripción, lo obvio hubiera sido establecer cierto parentesco con Butterfly 3000, pero rara vez Stu McKenzie y compañía  repiten jugada. Mientras que aquella referencia de 2021 (que ya parece tan lejana con seis álbumes de por medio) tenía un sonido cercano al pop oriental, The Silver Cord se descubre como una obra rupturista, aventurera y excesiva de la que hasta la fecha no existía símil alguno dentro de su abundante catálogo.

Lo primero que llama la atención es que el disco consta de dos versiones. Una con duración estándard de apenas media hora que ya por sí misma consigue hacerte torcer el morro en más de una ocasión. Es cierto que en la inicial ‘Theia’ reconoces la voz melódica de Mckenzie y la personalidad de la banda continúa siendo palpable incluso rodeándose de elementos sintéticos que en principio les son ajenos. Se intuye cierto trasfondo psicodélico en la ambientación. Un arranque cuanto menos interesante que se viene abajo en cuanto ‘The Silver Cord’ irrumpe con esa voz robotizada tan inquietante como ininteligible que te deja completamente en fuera de juego.

Todavía más chocante es que el siguiente envite sea una horterada dance pasada de rosca como ‘Set’. Aquí Stu y Ambrose Kenny-Smith se relevan en el micrófono para dar forma a una canción tan petarda y adictiva como ella sola. Promete ser toda una fiesta en sus próximos shows. De hecho, más adelante profundizarán en este registro con ‘Swan Song’ y la ravera ‘Gilgamesh’ que parece sacada del Music For The Jilted Generation de The Prodigy y dónde Ambrose se vuelve a marcar unos fraseados con mucho flow (¿para cuándo el álbum de rap de King Gizzard?).

El problema viene con que existe cierta desconexión entre esta serie de temas más festivos y otros como puedan ser ‘Chang’e’ o ‘Extinction’. Especialmente el primero de ellos está más en sintonía con el corte inicial e incluso se aproxima al sonido del mencionado Butterfly 3000 en esa especie de electrónica psicodélica más contemplativa y atmosférica. Lástima que se vea estropeada por una recta final con un ritmo techno difícil de justificar. Si bien hay que reconocerles el haber trabajado sónicamente el concepto del álbum buscando una identidad propia dentro de un terreno que no es el suyo, el balance final acaba resultando un tanto inconexo.

Eso por no hablar de la versión extendida, la cuál triplica en minutaje a la sencilla. Si con la primera ya te han destrozado todos los esquemas, aquí directamente se encargarán de pulverizarte la sesera, pues se trata de las mismas canciones con desarrollos añadidos en su mayoría gratuitos que no hacen sino alargar la duración de forma innecesaria. Todo lo interesante que tenían que contar ya estaba en su forma primigenia.

Esconde la curiosidad de que en ciertos instantes aparecen referencias a su “gemelo” PetroDragonic invocando títulos como ‘Motor Spirit’, ‘Witchcraft’, ‘Gila Monster’ o ‘Flamethrower’. Pero más allá de eso, tragarte hora y media de electrónica machacona se hace excesivamente indigesto si no estás acostumbrado a este tipo de lenguaje. Recomendaría su consumo únicamente para los más temerarios o aquellos que dispongan de las drogas adecuadas para facilitar su asimilación. Conmigo que no cuenten.

Cuesta imaginar como trasladarán estas canciones a sus siempre imprevisibles directos, dónde prima el guitarreo y la intensidad. Pero aunque no vaya a estar ni mucho menos entre mis favoritos de su discografía, debo admitirles a King Gizzard & The Lizard Wizard el mérito de haber llegado a su vigésimo quinto disco de estudio siendo aún capaces de dejarme completamente descolocado. Un logro al alcance de muy pocos.

GONZALO PUEBLA