En unos tiempos donde las bandas estiran como chicles los periodos que van entre álbum y álbum -ya sea con singles sueltos o colaboraciones- no deja de ser sorprendente que La Élite haya decidido cerrar el año más triunfal de su carrera, 2024, con la edición de dos álbumes con apenas siete meses de diferencia. Desde luego los de Tárrega se encuentra en estado de gracia y bueno es que lo estén aprovechando.
Si el dúo en su anterior álbum, Escaleras Al Cielo intentó buscar cierta apertura estilística dentro de ese synthpunk que cada día suena más personal, en Directos Al Infierno han dejado de lado las florituras y cada una de doce canciones parece una carrera para llegar a ese infierno al que citan en el título del disco. Que un álbum empiece con una versión de ‘Historia Triste’ de Eskorbuto ha de considerarse como toda una declaración de intenciones.
Si Escaleras Al Cielo era un disco de farra contenida, Directos Al Infierno es como el after donde ya es imposible soltar el pie del acelerador, donde todo da igual y se va hasta el final. Ritmos vertiginosos a cargo de un Diosito incapaz de bajar los bpms en ninguna de las canciones y Young Prado escupiendo esos textos a medio camino entre la desesperación, la rabia y la ironía pero que por encima de todo son certeras crónicas sociales del mundo que les (nos) rodea.
Temas como ‘Fuera El Discopub’, ‘Perro Pantera’ o ‘Bar De Paco Social Club’ son la representación máxima de porqué La Élite han sabido conectar como pocos con un público necesitado de esa adrenalina de la van sobrados y, como buena farra que se precie, los colegas son más que bienvenidos encontrándonos en las colaboraciones con Tetas Frías en ‘Iluminati Corp’ o Rojuu en ‘Cruz Invertida’ algunos de los mejores momentos del disco.
Todavía no está claro si el título de Nuevo Punk, con el que bautizaron su primer álbum, era una ironía o una autodefinición, pero si tuviéramos que definir lo que habría de ser una banda de punk en 2025, La Elite podrían opositar a ello sin problemas y, además, con la impresión que aún les queda un buen trozo de mecha.
RICHARD ROYUELA
